Vincent Lindon: “Un artista debería poder decir todo lo que piensa, sin tantas precauciones”

Uno de los actores franceses más relevantes del momento, de visita por la Semana del Festival de Cannes en Buenos Aires, dialogó con Infobae Cultura. Habló del riesgo de lo “políticamente correcto”, sus más recientes interpretaciones y de su fanatismo por Ricardo Darín

El actor Vincent Lindon está en Buenos Aires para participar de la "Semana de Cine del Festival de Cannes" (Foto: Adrián Escandar)

Vincent Lindon, una estrella del cine francés, está en Buenos Aires por la Semana del Festival de Cannes. Es presidente del Jurado del evento cinematográfico más famoso del mundo, y como tal, se presenta: muy elegante, vestido de traje, se mostró como una persona reflexiva y seria. No respondió apresuradamente ninguna pregunta y hasta opinó sobre los fondos de las fotos y pidió a los fotógrafos participar en la selección. En diálogo con Infobae Cultura, en el patio del coqueto hotel de Puerto Madero donde se hospeda, habló sobre sus impresiones del cine contemporáneo, sus películas más exitosas y sus deseos para el futuro.

Lindon es el presidente del Jurado de la Competencia Oficial en Cannes, pero eso no es todo. En 2015 ganó el premio al mejor actor por su labor en El precio de un hombre (Stéphane Brizé), una película que muestra uno de los lados injustos del capitalismo con un personaje que se encuentra sin trabajo y debe regirse por la ley del mercado (nombre de la película en francés), una ley que, con muchos, es autoritaria y abusiva.

Además, fue coprotagonista de Titane (Julia Ducournau, 2021), ganadora de la Palma de Oro del año pasado, tan provocadora que generó opiniones divididas en todos sus espectadores. Vale la pena aguantar la ultraviolencia de la primera media hora, para entender por qué Titane es una película tan excepcional como para recibir el premio europeo más importante en el mundo del cine.

Vincent Lindon en "El precio de un hombre" (Stéphane Brizé), película por la ganó el premio a "mejor actor" en Cannes 2015

Lindon también actuó en otras películas ineludibles del cine francés de los últimos años, como Fuego (Claire Denis, 2022), Cruzando el límite (Julien Auclert, 2008) y El bigote (Emmanuel Carrère, 2005). Como presidente del jurado del Festival de Cannes, este martes a las 18 dará una masterclass en el Cine Gaumont, previa al estreno de Triangle of Sadness. A continuación, el registro de la charla con Vincent Lindon.

—En un jurado compuesto por personas de tan diferentes países, edad y por supuesto género ¿distinguió diferentes modos de ver películas?

—Hay personas que van primero al mensaje político, antes de mirar el lado artístico de la película. Hay otros que priorizan la plasticidad de la película, y luego ven cuál es la concepción que la película tiene sobre la sociedad. Pero al día de hoy, pareciera que si una película no conlleva un mensaje sobre la sociedad (o político, del medio ambiente o del feminismo), entonces no va a interesar a un jurado. Lo que intentamos hacer fue mezclar los dos aspectos. El costado comprometido del cine y, a la vez, esas películas que son una ficción, una invención. Yo creo que directores como Tim Burton o Tarantino tienen derecho a vivir y a hacer películas que no hablen de política. Hoy parece cada vez más complicado hacer una ficción. El Festival de Cannes es un embajador artístico y cinematográfico que debe despertar conciencias, pero también debe recordarnos que el cine es el séptimo arte.

Vincent Lindon, presidente del Jurado, en la entrega de premios de la edición 2022 del Festival de Cannes, el 28 de mayo de este año (Foto: REUTERS/Sarah Meyssonnier)

—¿Viendo tantas películas juntas, ¿había alguna tendencia común, como ritmo o temática, que apareciera en una buena parte de las películas?

—Sí, lo políticamente correcto. Muchos directores/as de cualquier país del mundo tienen miedo de crear, por la dinámica reduccionista que imponen las redes sociales. Un artista debería poder decir todo lo que piensa, sin tantas precauciones.

"Cannes es un embajador artístico y cinematográfico que debe despertar conciencias, pero también debe recordarnos que el cine es el séptimo arte", dice Vincent Lindon (Foto: Adrián Escandar)

—¿Actuaría de un personaje que desprecia, realizada por alguien con quien no está de acuerdo, simplemente por el arte en sí mismo?

—Depende. ¿Es despreciable hoy, o dentro de 50 años será juzgado como despreciable?

—Al día de hoy, ya sabe que es despreciable.

—En ese caso, no trabajaría con él/ella. Me gusta la gente que no piensa como yo, puedo trabajar con alguien que tenga opiniones que no son las mías, pero siempre que sean opiniones democráticas, republicanas y humanistas. Si la persona con la que trabajo tiene pensamiento racista, antisemita o violento, no lo haría. No es una cuestión de trabajo, porque todos los días nos cruzamos con personas que combatimos. Es por el mismo motivo por lo que tampoco me sentaría a cenar con personas con las que no comparto estas ideas.

—En El precio de un hombre usted representa un personaje muy entrañable, que podría definirse por su dignidad frente a todos los acontecimientos que le suceden. ¿Alguna vez un personaje que representó le cambió su personalidad o su manera de pensar?

—Es un intercambio entre el personaje y yo. Tiene que ser así: el personaje al que yo aporto algo de mí que le va a hacer bien, también tiene que hacerme bien a mí luego de haberlo representado. De manera inconsciente, por ciertos aspectos que heredé de mi padre, en mi vida he elegido papeles que me obligaron a comportarme de determinada manera. Es como si me hubiera construido unos límites que no debo traspasar. Al igual que en una huerta, que se pone una guía para dirigir una planta. Como actué en El precio de un hombre, Bienvenida (Philippe Lioret, 2009) y muchas películas con la misma ideología, hoy no me puedo comprar una Ferrari, ir a Saint Tropez de vacaciones o ser YouTuber. En Francia, si alguien me ve manejando un auto de lujo, diría que soy un hipócrita. En Cannes (lo cuento, ¡ya está!), hay un bar cuya dueña no me cae bien. No voy ahí, porque si fuese, la gente diría que, si va el presidente del jurado, el lugar debe ser bueno. Yo no quiero que me asocien con ese lugar. Entonces, mi manera de ser bueno consiste en actuar en esas películas, para obligarme a mantener ese eje. Mi libertad tiene un costo, pero no tiene un precio.

"Creo que directores como Tim Burton o Tarantino tienen derecho a vivir y a hacer películas que no hablen de política", opina Vincent Lindon (Foto: Télam S. E.)

—Entonces, ¿hay un límite moral con respecto a las películas en las que decide actuar?

—No para un papel. El límite se marca con el director/a. Si me piden que represente a Pinochet en una película de Steven Spielberg, lo haría con gusto. Estoy al servicio de hacer obras que hagan pensar a los espectadores, esa es la condición. Cuanto mejor actúo un dictador, por ejemplo, más le puedo mostrar al público la complejidad de ese personaje.

Titane es una película muy compleja y controversial, en la que hay muchos temas que se ponen en juego. La sexualidad, la relación entre los padres y los hijos, el trauma, la violencia. ¿Cómo fue la construcción de un personaje con tantas aristas?

—En principio, no lo sé; si lo supiera, sería inconsciente, y no me quiero escuchar decirlo porque se haría consciente. Además, incluso en este momento, yo estoy trabajando. Un actor está siempre trabajando. Cuando leí el guion, mi primera reacción fue pensar, como lo haría un niño: “No se lo puedo dejar a otro. Tengo que hacerlo yo”. Fue muy animal. Es como la atracción: hay ciertas personas que nos atraen, y no hay más que eso. Fue un flechazo, y la reflexión viene después, en instancias de diálogo posterior. Yo solo tomo decisiones cuando mi corazón dice que sí. Y mi cabeza luego debe lidiar con esa decisión.

—¿Y cuál fue, entonces, la manera de abordar este personaje?

—Lo que me interesa es cómo me muevo, cómo me visto, cuál es mi nombre y cuál es mi auto (risas). Para mí, eso es todo, porque el personaje de Titane se parece mucho a mí: tiene mi nariz, mis ojos, mi boca, mi voz, mi corazón... Todo: soy yo. El espacio que queda se lo dejo a la directora. Es muy raro, porque si la directora no hubiera sido Julia Ducournau, sino un hombre, la prensa mundial se hubiera ensañado con él por representar una mujer que quiere ser hombre, o porque cuando da luz hay aceite de auto. Pero como es mujer, se puede entrar mucho más fácilmente a la historia.

Vincent Lindon en "Titane" (Julia Ducournau), ganadora de la Palma de Oro en Cannes 2021

—¿Le interesa algún director/a o actor/a del cine argentino?

—Muchísimos. Me gustan mucho Relatos salvajes (Damián Szifron, 2014) y El secreto de sus ojos (Juan José Campanella, 2009). Santiago Mitre estará presente en mi masterclass. Ricardo Darín también me encanta. En un restaurant en París, una vez, salimos los dos a la vez para fumar, y nos encontramos afuera. Yo le dije: “¡soy fanático de vos!”, y él me respondió: “¡No! ¡Yo soy fanático de vos!”.

—El personaje de Fuego me pareció muy sano con respecto a su relación amorosa, al contrario de esa acusación que le hacen en la película de ser “controlador”. ¿Cómo percibe usted ese personaje, y cuán cercano está usted a esa concepción del amor?

—El personaje se parece mucho a mí y me gusta mucho su manera de ser. Lo que más me gusta de alguien es poder decir que se puede contar con él/ella. Jean está, se puede contar con él, y eso me encanta. Aunque haya ido a la cárcel y haya cometido errores, es una persona muy sana. No es cínico, perverso ni orgulloso. Había un humorista francés muy famoso, Coluche, que escribió: “El buen tamaño para las piernas es cuando los dos pies tocan tierra”.

Vincent Lindon

—Leí que Juliette Binoche dijo en una entrevista que a usted le gusta improvisar en las filmaciones. ¿Es así?

—No, es totalmente falso. Conozco mi texto a la perfección, lo hago con mi ritmo, a veces agregando algunos pequeños detalles. A ella esto no le gusta, ella sí improvisa. Pero, mi modo de actuar no fue ningún problema, ya que pronto voy a volver a filmar con Claire Denis otra película.

—Después de haber ganado en Cannes como mejor actor en 2015 [El precio de un hombre], de haber participado en la película ganadora de la Palma de Oro en 2021 [Titane] y después de haber presidido el jurado en Cannes este 2022… ¿Qué sueños le quedan?

—No voy a decir que son los tres sueños de mi vida. Nunca me atreví a tener esas fantasías porque es realmente muy difícil quedar seleccionado. Primero, hay que actuar en una muy buena película. Esa película tiene que proyectarse en un muy buen momento para el Festival de Cannes. Thierry Fremeaux la tiene que seleccionar. Durante el Festival, no debe proyectarse ni muy temprano ni muy tarde, y el público debe aplaudir mucho. El jurado tiene que haber escuchado ese éxito y le tiene que haber gustado esa película, y además, no tiene que haber otros actores tan excelentes en las películas alrededor. Tiene que aceptarse en el jurado después de mucha conversación... Y, por fin, te dan el premio. Todo esto no lo imaginé nunca. Una vez que eso pasó, después sucedió la Palma de Oro [por Titane], que tiene el mismo recorrido. Y, finalmente, presidente del jurado, donde también entran muchas variables en juego. Mis sueños para el porvenir… No me atrevo a pensarlos, pero me gustaría todo de nuevo: otro premio al mejor actor, otra Palma de Oro y volver ser jurado (risas). Y, además, tengo otros deseos fuera de la vida profesional, como tener buena salud hasta los 92.

—¿Hay alguna profesión que le hubiera gustado tener en una vida paralela?

—Me hubiera gustado ser un gran profesor de medicina.

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