La canción no podía haber sido más apropiada. “Wild Thing” (“Cosa Salvaje”), popularizada por la banda inglesa The Troggs, fue la elegida por Jimi Hendrix para cerrar su presentación en el Festival Internacional de Pop de Monterey en 1967. El evento, de carácter histórico, dio inicio al llamado “Verano del Amor”, y para el genial guitarrista representó la conquista de su país, que siempre le había sido esquivo. Para ganarse a sus compatriotas, sabía que su actuación debía ser legendaria, por eso, al promediar la performance, vertió líquido inflamable sobre su guitarra y la prendió fuego. De pronto, el músico se transformó en un sacerdote vudú que hacía su ritual frente a las llamas y dejaba hipnotizados a todos los presentes. Como señala el biógrafo Charles Cross en Room Full of Mirrors, “Cuando Jimi abandonó el escenario se graduó de rumor a leyenda”. Este domingo habría cumplido 80 años, pero el destino quiso encapsularlo en el momento de mayor trascendencia del rock and roll, para que su obra brille para siempre.
Johnny Allen Hendrix –o James Marshall Hendrix, como lo rebautizaron sus padres a los 4 años– nació el 27 de noviembre de 1942 en la ciudad de Seattle, al noroeste de los Estados Unidos, en medio de una sociedad racialmente segregada. Su madre, Lucille Jeter, transitaba la adolescencia cuando quedó embarazada de él. Su padre, James Allen Hendrix, fue llamado al ejército tres días después de casarse con ella. A su hijo lo conoció recién cuando tenía 3 años. El matrimonio de sus padres era inestable producto del alcohol y la violencia doméstica, pero también de la pobreza. Cuando finalmente se divorciaron, Al, como lo llamaba todo el mundo, se quedó con la custodia de Jimi y de su hermano menor Leon, mientras que a sus otros tres hijos los dieron en adopción. Lucille murió de cirrosis cuando su hijo mayor era un adolescente.
Como muchos jóvenes de mitad de los ‘50, Hendrix se interesó por el rock and roll, en especial por el sonido de Little Richard, Chuck Berry y Elvis Presley, pero también del guitarrista Duane Eddy, pionero del surf rock. La primera guitarra que adquirió fue una acústica con una sola cuerda. Paseaba con ella en la espalda y se sentía Johnny Guitar, el personaje de la película homónima interpretado por Sterling Hayden y dirigida por Nicholas Ray. Desde ese momento, nunca más se lo vio sin el instrumento, salvo en aquellos momentos en los que se la robaban o la dejaba olvidada en algún lugar. De todas formas, siempre se las ingenió para recuperarla, en general gracias a la ayuda de amigos, compañeros de grupo y novias o amantes.
Jimi dedicó su vida a ella, a perfeccionarse, a descubrir sus secretos y a llevarla a límites insospechados. Su forma de tocar, incluso en sus comienzos, cuando todavía era tosca y sin identidad propia, era salvaje y pomposa, un estilo que en la comunidad afroamericana de los Estados Unidos –adepta al jazz, al soul y al rhythm and blues– generaba rechazo. De hecho, en su primera actuación en vivo propiamente dicha, que fue con un grupo sin nombre en una sinagoga, fue echado por sus compañeros en el interludio por presumir durante el solo.
Bajo la tutela de un padre severo y en una situación de extrema pobreza, abandonó la secundaria. A los 19 años, fue atrapado en dos ocasiones manejando autos robados. Para evitar ir a la cárcel aceptó ir al ejército, donde conoció al bajista Billy Cox, con quien formó los King Kasuals y casi una década más tarde, la fugaz Band Of Gypsys. Con aquel grupo Hendrix aprendió muchos de sus trucos –como tocar con los dientes o con la guitarra en la espalda– y recorrió todo el “Chitlin’ Circuit”, como se llamaba a los lugares desperdigados a lo largo y a lo ancho de los Estados Unidos en los que, en una sociedad segregada como la norteamericana, los afroamericanos podían realizar manifestaciones culturales frente a un público de su propia raza. La gran mayoría de las estrellas negras iniciaron sus carreras en este circuito, desde Nina Simone hasta The Jackson 5. Para subsistir, mientras el resto de sus compañeros tenía trabajos a tiempo parcial, él tomaba cualquier empleo que implicara utilizar su instrumento. Así, salió de gira como acompañante de artistas como Slim Harpo, Solomon Burke, The Marvelettes, Bobby Womack y Otis Redding. En general, no duraba demasiado en esos proyectos porque llamaba mucho la atención sobre el escenario y en ocasiones no seguía las directivas musicales sino que quería imponer su propio estilo. Como le dijo Burke a Charles Cross en Room Full of Mirrors (Ma Non Troppo, 2007): “Hicimos cinco actuaciones maravillosas y luego, al concierto siguiente, Jimi se dedicó a incorporar aquel material extraño que no formaba parte de la canción. Y no lo soporté más”.
En 1964, Hendrix viajó a Nueva York seducido por una oferta de trabajo que nunca existió. Su llegada a Harlem fue el puntapié para que iniciara su carrera en solitario, sin las exigencias de los demás. Le sorprendió descubrir que una de las comunidades afrodescendientes más grandes del país rechazaba el rock and roll. Allí, la norma era tocar blues, jazz y rhythm and blues a la vieja usanza. Así y todo, ganó el concurso de aficionados del teatro Apollo con su forma original de manipular la guitarra. Al poco tiempo, los Isley Brothers, uno de los números de R&B más importantes del momento, lo contrataron y tuvo la oportunidad de entrar a un estudio de grabación. Ya en esa primera experiencia –un sencillo titulado “Testify”– se percibe su inconfundible sello personal.
Cansado de tocar todas las noches lo mismo y de seguir las estrictas exigencias del trío de hermanos, renunció y, tras un breve período tocando con quien se lo ofreciera, logró sumarse a la banda de Little Richard, uno de sus ídolos. Con él llegó a grabar el simple “I Don’t Know What You’ve Got But It’s Got Me”, pero, otra vez, no pudo aguantar el exceso de control creativo de su empleador. Él era un animal salvaje y necesitaba libertad para desplegar su talento.
“Solía soñar en Technicolor que 1966 sería el año en el que algo me iba a suceder”, confesó en una entrevista. Su intuición no se equivocaba. En mayo conoció a la modelo Linda Keith, la novia de Keith Richards, que había llegado un mes antes que The Rolling Stones a los Estados Unidos para conocer la vida nocturna neoyorquina. Ella quedó hipnotizada al verlo sobre el escenario tocando con Curtis Knight and the Squires, un grupo que lo cobijó en reiteradas ocasiones, y lo invitó a sumarse a su mesa junto con sus amigos, que le ofrecieron su primera experiencia con LSD. A partir de ese momento, en palabras de Cross, “el pensamiento psicodélico formó parte de lo que interpretaba, de las canciones que compuso y de las letras que él escribió”.
A diferencia de otros intérpretes de música negra, Hendrix tenía otra gran influencia: Bob Dylan. No solo le atraía su prosa, sino que él le demostró que, si la música era buena, no era necesario ser un gran cantante. En otro golpe de suerte, una noche coincidió con el cantante folk Ritchie Havens, que también quedó impresionado por su técnica. Intercambiaron unas palabras y le recomendó acercarse a la zona del Greenwich Village, donde se desarrolló gran parte de la cultura bohemia de la ciudad. Allí confluían, entre otras tendencias, los escritores de la Generación Beat, la nueva escena folk que encabezó Dylan y el jazz de vanguardia.
Efectivamente, fue en ese barrio del oeste de Manhattan donde Jimi encontró a su público, en su gran mayoría blanco. Quienes frecuentaban los clubes y cafeterías de la zona eran parte de la contracultura estadounidense y tenían la mente más abierta que en Harlem u otras ciudades. Hendrix formó un trío, Jimmy James and the Blue Flames, y construyó una reputación basada en tocar la guitarra de manera extravagante (y hasta sexual), hacer improvisaciones interminables y, sobre todo, inundar el escenario con muchísima distorsión. El instrumento, en sus manos, adquiría una dimensión totalmente nueva. Al mando de su propio proyecto musical, todas sus influencias convergieron en una innovadora fusión de blues, rock and roll y rhythm and blues que nadie había escuchado jamás.
Linda Keith lo sabía y por eso ayudó a sacar adelante a su carrera. Intentó que lo fichara el manager de los Stones, Andrew Loog Oldham, pero estaba tan preocupado por asegurarse de que no existiera ningún affaire entre él y la novia de su guitarrista que apenas lo escuchó. Luego logró una audición con Seymour Stein, fundador de Sire Records, que lo rechazó.
Quien finalmente descubrió su talento fue Bryan “Chas” Chandler, el bajista de The Animals, que aspiraba a abandonar el grupo inglés para dedicarse al manejo de artistas. Fruto de la casualidad, ambos músicos estaban obsesionados con la versión de Tim Rose de “Hey Joe”. El inglés sabía que si encontraba la versión adecuada se convertiría en un éxito, pero no imaginó que la hallaría en un sótano de Manhattan a manos de un virtuoso guitarrista de color. Jimi le había dado el toque de rock que necesitaba para ser un hit.
Convencido por Chandler de que sería una estrella en el Reino Unido, el guitarrista cruzó el Atlántico y grabó “Hey Joe” como primer sencillo. Su manager tenía razón: la canción trepó al top ten británico y el Swinging London cayó rendido frente a él, que empezó a brillar con luz propia. No hubo músico que no quedara asombrado por las habilidades de “El salvaje de Borneo”, como lo apodaron en el ambiente. Cuando todavía trataba de abrirse paso en la escena musical inglesa, Chandler cumplió con la promesa que le había hecho si viajaba a su país y le presentó a Eric Clapton durante un concierto de su power trío Cream. El manager le preguntó a la banda si Hendrix podía tocar con ellos en una canción. Los tres aceptaron y cuando subieron al escenario él arremetió con una versión de “Killing Floor” de Howlin’ Wolf que dejó pasmado a Clapton, quien abandonó la actuación completamente desencajado. “¡No me advertiste que el chico era tan jodidamente bueno!”, le recriminó a Chandler. Más que resentimiento, el músico sintió admiración, aunque para el público presente aquella noche el dios de la guitarra había sido derrotado.
The Jimi Hendrix Experience, que completaban el bajista Noel Redding y el baterista Mitch Mitchell, cosechó un éxito aún mayor con su segundo sencillo “Purple Haze”. Finalmente, en mayo de 1967 editó su primer LP, Are You Experienced, que hubiera alcanzado el primer puesto de los charts si no fuera porque Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band de The Beatles salió apenas unas semanas después. El guitarrista admiraba a los Fab Four y su nuevo álbum le encantaba. El 4 de junio dio su último show en Inglaterra antes de regresar a los Estados Unidos para presentarse en el Festival de Monterey. El lugar elegido fue el Saville Theater, propiedad de Brian Epstein, el manager de The Beatles. Esa noche, Paul McCartney y George Harrison estaban entre el público y la Experience abrió con “Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band”, que habían ensayado tan solo unos minutos antes de que comenzara la función. La canción llevaba apenas tres días en la calle, por lo que el hecho de que el trío haya podido aprenderla e interpretarla de una forma tan arrolladora en tan poco tiempo generó elogios de todo el mundo, en especial de The Beatles. Para Paul, se trató de uno de los mayores honores de toda su carrera.
Tras la consagración en su tierra, Hendrix terminó 1967 con la publicación de su segundo álbum Axis: Bold As Love. Aunque en muchos aspectos fue más experimental que su antecesor –en especial en el uso de los canales estéreo-, también da cuenta de su evolución como compositor. Canciones como “Little Wing” y “Castles Made Of Sand” muestran que podía escribir baladas exquisitas y complejas y no valerse simplemente del ruido y la distorsión para llamar la atención.
A esta altura, Jimi ya era una súper estrella a ambos lados del océano y llevaba una vida de excesos, los típicos de un astro del rock en lo que a sexo, drogas y alcohol se refiere. Con su ego inflado, exigió un mayor control creativo y se desligó de Chas Chandler. Se quedó con su comanager, Michael Jeffery, que se encargaba principalmente de los negocios y era un tipo pesado en la industria, casi mafioso.
Electric Ladyland, el tercer y último álbum de la Experience, fue también el más exitoso en los Estados Unidos. Editado en octubre de 1968, fue un LP doble y, en comparación con sus trabajos anteriores, le tomó más tiempo. Al ocupar el rol de productor, Hendrix por un lado era exigente con los detalles y hacía innumerables tomas, pero por otro había encarado un proceso de grabación más desordenado. El estudio se llenó de invitados y aunque muchos nada tenían que ver con la música, otros hicieron aportes interesantes, como el tecladista Steve Winwood y Brian Jones, que con bajo perfil aportó la percusión en la histórica interpretación del tema de Bob Dylan “All Along The Watchtower”.
El lanzamiento significó también el principio del fin del trío. Durante los primeros meses de 1969 regresaron a Europa para encarar la gira promocional del álbum. Se presentaron en vivo para la BBC en el programa de televisión Happening For Lulu, donde tocaron “Voodoo Chile” y, acto seguido, “Hey Joe”. Se había estipulado que cantara la presentadora y la banda de hecho hizo los primeros versos, pero sin previo aviso interrumpió la performance y dio paso a “Sunshine Of Your Love”, previa dedicatoria a Cream, que se había separado recientemente. La irreverencia les costó la prohibición para volver a presentarse en la televisión pública británica para siempre.
El último show de The Jimi Hendrix Experience fue en el Festival de Pop de Denver, en el que la policía reprimió al público con gases lacrimógenos y la banda intentó abandonar el predio dentro de un camión atravesando a la multitud, que se subió encima del vehículo y empezó a golpearlo.
Tras el incidente, Noel Redding abandonó el grupo y fue reemplazado por Billy Cox, el antiguo amigo de Jimi del ejército. Hendrix era el artista mejor pago del planeta, pero aceptó cobrar menos para ser la atracción principal del que sería el festival de música más importante de la historia, la Feria de Arte y Música de Woodstock. Más allá del caos que fue el evento en sí, la presentación del trío fue un tanto desprolija y poco ensayada. “Más bien fueron improvisaciones largas”, recordó Mitchell en su autobiografía. Esas zapadas interminables tuvieron algunos momentos brillantes, en especial la versión de “The Star Spangled Banner”, el Himno Nacional de los Estados Unidos, que tras quedar inmortalizado en el film del festival redefinió lo que dejaron esos tres días de paz, amor y música. Como escribió el crítico Al Aronowitz del New York Post: “Fue el momento más electrizante de Woodstock y, seguramente, el momento más importante de los sesenta. Finalmente, se oía de qué iba la canción: de que podés amar a tu país, pero detestar al gobierno”. Para el guitarrista, la interpretación no fue más que un ejercicio musical, pero para quienes lo vieron, se trató de una declaración de principios en protesta por la Guerra de Vietnam.
A pesar de su fama, Jimi Hendrix nunca logró conquistar al público afroamericano, en especial al de Harlem. Un poco por voluntad propia, otro poco por obligación de las mafias, se presentó en un festival gratuito, pero no fue bien recibido. “A veces cuando vengo aquí, la gente dice ‘toca rock blanco para gente blanca. ¿Qué hace por acá?” –le dijo a un periodista del New York Times–. “Quiero mostrarles que la música es universal, que no hay rock blanco o negro”. La audiencia, en cambio, no opinó igual y cuando apareció en escena muchos se fueron. El guitarrista pasó de tener más de cuarenta mil personas en Woodstock (como tocó a la mañana temprano el grueso de la gente había abandonado el predio) a menos de doscientas en Harlem.
Su siguiente proyecto musical fue un trío que bautizó como Band Of Gypsys que completaban Billy Cox en bajo y Buddy Miles en batería. Por primera vez en su carrera solista, tenía una banda cien por ciento negra. Con ellos sacó el homónimo Band Of Gypsys, un álbum en vivo en el Fillmore East de Nueva York con material original. El disco muestra la nueva dirección que estaba tomando, más cercana a sus raíces, en particular al blues. Su grabación fue la consecuencia de un acuerdo con el productor Ed Chalpin, que había demandado a Hendrix y a su management por un contrato que el músico nunca cumplió. Chalpin había trabajado con Curtis Knight y sumó a Jimi a su plantilla de artistas cuando éste ni siquiera se había lanzado en solitario. Sin embargo, nunca llegó a grabar nada con él y cuando firmó con Chandler y Jeffery omitió mencionarlo. Cuando alcanzó el éxito, el productor reapareció y exigió al músico que cumpla con sus obligaciones.
La formación de Band Of Gypsys duró menos que un suspiro y Jeffery intentó reformar la Experience, pero Jimi solo aceptó de regreso a Mitch Mitchell. Hendrix pasó la primera parte de 1970 de gira y ocasionalmente entraba al estudio a grabar alguna canción. En junio inauguró su propio estudio de grabación en Nueva York, Electric Lady, que todavía hoy es utilizado por innumerables artistas, desde David Bowie hasta Lady Gaga. Él, sin embargo, apenas registró algunos temas que se editaron póstumamente, en especial en The Cry Of Love, el álbum en el que estaba trabajando al momento de su muerte.
Su última gira europea no lo mostró en su mejor forma. El alcohol y las drogas estaban afectando su mente y su meteórico ascenso empezaba a mostrar signos de desintegración. Su último show fue en un festival organizado en la isla de Fehmarn en Alemania frente a un público enojado y violento que lo abucheó.
La muerte de Jimi Hendrix sigue siendo todavía motivo de controversias y versiones cruzadas. De regreso a Londres, pasó sus últimos días con Monika Dannemann, una patinadora artística que había conocido en 1969 durante su estancia en la ciudad teutona de Colonia. No tenían una relación formal, pero el autor de “Little Wing” acudió a ella tras una discusión con su novia Kirsten Nefer. El día anterior a su muerte había sido intenso. Ambos tomaron el té con el hijo de un lord inglés que los había invitado a su residencia en medio de un embotellamiento de tránsito. Luego regresaron al hotel donde se hospedaba Monika y Jimi escribió la letra de una canción que tituló “The Story Of My Life” que Eric Burdon, ex cantante de The Animals, interpretó como una carta de suicidio. Esa noche, el guitarrista fue a una fiesta donde consumió alcohol y anfetaminas. Alrededor de las tres de la madrugada, Dannemann lo fue a buscar y fue quien estuvo a su lado en esas fatídicas horas finales en las que su relato se vuelve confuso y contradictorio, posiblemente por miedo a quedar implicada en el fallecimiento del astro del rock. Lo que sí está claro es que Hendrix tomó una cantidad desmedida de barbitúricos para dormir. El cóctel de pastillas, drogas y alcohol fue mortífero: su estómago expulsó todo mientras dormía, su cuerpo no reaccionó debido al efecto de los sedantes y murió asfixiado por su propio vómito el 18 de septiembre de 1970. Tenía 27 años.
“No estoy seguro de llegar a los 28 años. Es decir, en el momento en que piense que no tengo nada más para ofrecer musicalmente, ya no estaré en este planeta, a menos que tenga esposa e hijos; de lo contrario, no tendría ninguna razón para vivir”. Jimi había predicho su muerte quince días antes. Visiblemente afectado por el LSD, se lo había confesado a un diario danés en una de sus últimas entrevistas. En realidad, nunca olvidó la predicción que le había salido en el tarot durante unas vacaciones en Marruecos en 1969. Era algo que lo perseguía, pero nunca abandonó los excesos.
En lo que sí se equivocó fue en creer que ya no tenía más música para dar. Su obra póstuma está llena de grandes canciones y el material que dejó grabado parece inagotable. Sin ir más lejos, su último álbum con temas inéditos salió en 2018 (Both Sides Of The Sky).
Su leyenda se acrecentó por su muerte prematura, pero sin dudas Jimi Hendrix transformó el rock and roll al dotar a la guitarra eléctrica de nuevos sonidos y técnicas innovadoras. Incluso sus contemporáneos se vieron inmediatamente influidos por él, incluidos The Beatles. Es probable que “Helter Skelter” no hubiera existido sin “Purple Haze” y de hecho Paul McCartney en sus conciertos lo homenajea tocando un fragmento de “Foxey Lady” después de “Let Me Roll It”. Vivió rápido, murió joven, pero dejó un legado enorme que transformó la música para siempre.
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