Mariza: “El fado no es melancólico, explora todas las emociones”

Una de las mayores estrellas de la música nacional de Portugal se presenta esta noche en Buenos Aires. Antes, conversó con Infobae Cultura sobre su personalidad artística, inspiraciones, y una familiaridad con el tango: “son primos hermanos, hablan de las mismas emociones”

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Mariza
Mariza

Este sábado la cantante portuguesa Mariza vuelve a cantar en Buenos Aires, a dos años de su última visita. Sucede en el marco de un gran festival de fado que celebra en el CCK, con las presencias de la cantante Caminé junto al pianista Mario Laginha, y Buba Espinho, uno de los mejores exponentes de la nueva generación del género, la música nacional de Portugal.

Con veinte años de carrera y más de treinta discos de platino obtenidos en una sola década gracias a álbumes como Gente da minha terra, Cavaleiro monge y Meu fado, a los 48 años Mariza ocupa un lugar destacado en el mundo fadista. Dueña de un estilo que abreva en lo más profundo de la tradición desde una perspectiva anclada en el presente, la cantante además abrió el juego a otros universos musicales en Mundo, editado en 2015, y en Mariza (2018), en el que decidió a ponerle voz a sus propias composiciones.

El Royal Albert Hall de Londres, el Carnegie Hall de Nueva York, el Walt Disney Concert Hall de Los Angeles, la Ópera de Sidney, el Palau de la Música de Barcelona, la Alte Oper de Frankfurt y el Teatro Albéniz de Madrid son algunos de los escenarios por los paseó su arte Mariza, quien ahora volverá a llenar con su voz el Auditorio Nacional del Centro Cultural porteño.

"El fado tiene las doce
"El fado tiene las doce melancolías del mar, de los marineros, pero el pueblo portugués es mucho más que eso", dice la cantante portuguesa Mariza

El Fado y el Tango: una familiaridad más allá de la melancolía

- Vuelve a la Argentina ¿Cómo fue evolucionando su relación con nuestro país a medida que lo fue conociendo? ¿Cuáles son las cosas que encuentra más familiares, y cuáles las que más la han sorprendido?

-Existe entre Argentina y Portugal una familiaridad: el tango y el fado. Son primos hermanos, hablan ambos del mismo sentimiento, las mismas emociones. Quizá el tango sea más sexy porque es bailable, aunque cuando canto fados yo bailo en el escenario. Ese es uno de los encantamientos. Después, de la Argentina me fascina la gastronomía, que siempre ha sido una gran curiosidad mía, y la historia. Cuando he estado, ha tenido la oportunidad de visitar la plaza donde dio su famoso discurso Evita, he ido ver el barrio de La Boca, así como otros lugares. Creo que Buenos Aires es una ciudad muy interesante con mucho por explorar y por conocer, y tengo pena de no haber tenido más tiempo. Pero quedan las emociones bonitas que recibí y el cariño del público. Tengo mucho gusto en regresar.

-Definitivamente el tango argentino y el fado tienen puntos en común en cuanto a sus orígenes de arrabal y su carácter nostálgico. Sin embargo, usted suele buscar despegarse de la idea de la melancolía como eje de su música. ¿Cómo se compatibilizan en la interpretación, entonces, ese supuesto carácter melancólico del fado con su propia mirada?

-El fado tiene las doce melancolías del mar, de los marineros, pero el pueblo portugués es mucho más que eso. Como cualquier ser humano, no pasa el tiempo llorando sus penas; existen muchos otros acontecimientos en nuestras vidas que nos hacen vivir otros sentimientos como la alegría, el amor, los celos, la pasión, el contento… La saudade es tan portuguesa pero que puede sentida de varias formas, de una dulce melancolía pero también de una forma de recordar momentos que hacen sonreír, y es por eso que se llama saudade: es vivir momentos, recordarlos. Por eso creo que la música, siendo un reflejo del ser humano, no tiene que ser siempre melancólica, tal como el fado, que es una exploración de todas las emociones, no solo de la melancolía.

Mariza se presenta este sábado
Mariza se presenta este sábado a las 20 hs. en el Auditorio Nacional del CCK, en el marco del Festival de Fado en Buenos Aires

Un mundo musical sin fronteras

-¿Cuál es el margen, dentro de ese arco tan amplio que abarca la música de raíz, para adaptar su sonido, sus contenidos y sus formas a los tiempos que corren? ¿Cuáles son los límites que no se deberían transgredir, si es que existe alguna regla al respecto?

-El grave problema es que aún desde mi primer disco, ya no lo pensé de forma tradicional. No me siento una cantante tradicional. Siempre he sido diferente, por mi forma de presentarme en público. Cuando se me escucha por primera vez, se percibe una diferencia y eso tiene que ver con mi personalidad, con mi forma de estar en la música. Yo nací en África y en mi casa siempre se escuchó música de raíz, que es un mundo gigante. Siempre escuché Cesaría Évora, bana, cumbia, milongas, kizomba, música cubana, norteamericana, música brasileña. Mi madre tenía un mundo musical gigante que me influenció mucho como cantante. Por eso mi mundo musical es muy vasto, y sería aprisionarme se intentasen clausurarme en unas reglas.

-Leí por ahí que para usted “la respiración fadista es como un tatuaje. Que queda grabada en la piel, en el alma”. ¿Podría decir cuáles son las características fundamentales de esa respiración? O, en todo caso, ¿qué elementos no podrían faltar en un tatuaje que represente al fado sobre tu piel y cuánto hay de eso en los que cubren parte de su cuerpo?

-No tengo por hábito hablar de mis tatuajes personales. Cuando digo que el fado es un tatuaje, es porque cuando hacemos un tatuaje es para siempre, queda grabado en la piel. Y el fado es eso. Yo crecí en un barrio muy típico, empecé a cantar con 5 años, crecí en el medio de los músicos y cantores más tradicionales y más puristas, y eso es algo que queda. Sería igual si hubiera nacido en el medio gitano; cantaría de forma gitana. Y si lo hubiera hecho en el medio del tango sería tanguera: a eso me refiero cuando digo que es un tatuaje, que es una forma de estar, de respirar. No se piensa pero está.

-Vuelvo a la conexión entre el tango y el fado: a la hora de ver quiénes son los referentes de uno y otro género, da la sensación de que el tango está más identificado con voces masculinas, mientras que el fado tiene sus referencias más sobresalientes en voces de mujeres. ¿Coincide con esa mirada? ¿Encuentra alguna explicación para que sea de ese modo?

-Es mucho más fácil ver una mujer a contar su emociones, o llorar por sus emociones que a un hombre, es una cuestión social. Es más fácil asistir a una mujer con un xaile [chal que se coloca sobre los hombros] negro a llorar su emociones que asistir a un hombre a llorar sus emociones. El fado es cantado en tonos menores y por eso es siempre un lamento en su realidad (atención que estoy hablando del fado tradicional), mientras que el tango no. El tango tiene un balance, una sensualidad, un ritmo, una candencia que el fado no tiene, entonces quizás tenga más lógica que esa sensibilidad aparezca en las voces masculinas que en voces femeninas. Pero en la música que traigo de Portugal es mucho más fácil ver una mujer cantar su celos, sus desamores, sus pasiones.

Mariza: "No me siento una
Mariza: "No me siento una cantante tradicional. Siempre he sido diferente, por mi forma de presentarme en público"

Transmisora de un legado pero sin espacio para los rótulos

-Sin duda alguna, Amalia Rodrigues es un faro en el género y es imposible que no aparezca la comparación cuando un artista aborda su obra. ¿Le resultó difícil encontrar el momento propicio para crear un trabajo como Mariza canta Amália?

-Yo he descubierto Amalia Rodrigues en un momento tardío de mi vida, sabiendo sin duda que era una referencia en el género fado. Cuando se ha celebrado su centenario creí que era el momento para rendir un homenaje a la más importante artista portuguesa. La forma de dejar el legado vivo de una artista tan grande es a través de su música, por eso he decidido a mi manera, con mi estilo, dejar viva la memoria de una artista sin paralelo en el panorama de la música portuguesa.

-Usted abordó con éxito -hablo fundamentalmente desde una perspectiva artística- diferentes géneros musicales sin que se haya desdibujado su imagen de fadista, algo que no siempre sucede. ¿Tuvo en algún momento que desafiar esa tendencia que existe a rotular a los artistas en un determinado género y a sancionar su audacia por explorar nuevos universos?

-Una cosa que he descubierto en los últimos años es que los artistas son egoístas. Cuando hago un disco, no estoy pensando el éxito; estoy pensando en la música, en las letras, en las emociones que me trae, si me gusta cantar, si me hace feliz, en qué voy a lograr trasmitir con esas palabras cuando estoy sobre el escenario… Por lo tanto, no me pasa por la cabeza agradar a los puristas, los periodistas, ni a nadie. Después de 23 años de carrera consigo percibir que el universo que importa es nuestro propio universo.

La post pandemia y la inspiración

-Usted contó que la pandemia la había dejado sin inspiración. ¿Qué pasó en todo este tiempo? ¿Logró volver a conectar con tus musas para escribir tus propias canciones o, por el contrario, lo que vino después del encierro potenció aquella sensación de vacío?

-Por increíble que parezca, siento que el mundo ha cambiado de una forma brutal. Continúo sin tener la inspiración que tenía antes de la pandemia, en el sentido que leo menos, veo más series, estoy más dispersa en el sentido cultural; estoy más atenta a otras cosas. Después de la pandemia empezó a existir en mi persona una necesidad de una búsqueda personal, y resulta también así en los conciertos que hago. Esa búsqueda surge, pero también lo increíble es intentar entender en qué mundo nos movemos hoy en día. Eso va seguramente a influenciar mi música, aunque por ahora solo está influenciando mis conciertos.

"En la música que traigo
"En la música que traigo de Portugal es mucho más fácil ver una mujer cantar su celos, sus desamores, sus pasiones", define Mariza

-¿De qué se nutre la (su) inspiración? ¿De vivencias personales, de la literatura, de historias educadas, de sus sentimientos íntimos…?

-Son varias las formas que tengo de inspirarme, y tiene que ver con todo lo que me rodea: mi ciudad, mis vivencias, lo que leo, el mundo que me toca conocer. Como intérprete y cantora tengo el cuidado de observar lo que pasa delante de mí y después trato de trasmitir ese conocimiento a través de mis canciones.

-Más de una vez se señala a la música como una herramienta artística, pero de poder sanador, terapéutico. ¿Siente que cambió en algo el rol del cantante después de haber atravesado ese período?

-Creo que ningún artista tiene la capacidad de entender cómo es que su música o su voz llega a otras personas. No logro imaginar qué están sintiendo las personas que nos escuchan, si es un momento de alegría o de más introspección. Lo bueno de las redes sociales es que recibimos de forma anónima y genuina mensajes de personas que nos cuentan de qué forma nuestra música les llega, y eso ha sido una forma auténtica de entender al ser humano, y que me ha dado energías para seguir cantando y percibir la fuerza que transmite lo que canto.

-Hasta aquí, hablamos de su vínculo con su música. ¿Cuál es su relación con la música de los demás? ¿Cuáles son las músicas que más la conmueven o atraen?

-Escucho todo tipo de música. Todo. No soy la mayor conocedora de ópera o de música clásica, pero después conozco todo lo que me rodea, por mi trabajo y por mis viajes. Pero lo más increíble es que, como artista, podría decir que ahora sólo escucho este o aquel tipo de música, y sin embargo en mi casa se escucha música de todo tipo. Se apaga la tele y ora estamos escuchado la música que le gusta a mi mamá, el fado, ora lo que me gusta a mí, como la música africana, o hay días que escucho música por que le gusta a mi hijo. Por lo tanto, la música que me gusta y que me inspira es muy variada.

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