Cuando Eneas llega a Cartago se hace evidente que su viaje es distinto al de Ulises. A este lo esperaban en casa; todas sus aventuras y amores tenían un plazo inevitable marcado por el deseo de volver. El periplo de Eneas, en cambio, está determinado por un mandato de Júpiter. Si el de Ulises es el viaje del regreso, el suyo es un viaje hacia el futuro: tiene la orden de fundar una nueva Troya. Nadie lo espera, nadie puede seguirlo, y eso, en un punto, es una maldición.
Cuando Eneas llega a Cartago se hace evidente su tragedia. La ciudad está gobernada por Dido y ambos se enamoran de inmediato. El amor irrumpe en sus planes, pero él, hombre al fin, entiende que debe acatar la ley del dios y se dispone a continuar la travesía. Dido no puede más de tristeza y entonces él lo piensa mejor y decide quedarse. Pero para ella ya es tarde. Si no supiste amar, ahora te puedes marchar. Eneas vuelve al barco. Dido lo ve partir y cuando su sombra desaparece en el horizonte, se suicida.
A lo largo de la historia, sucesivas interpretaciones ubicaron a Dido en el rol de la heroína trágica, la reina abnegada que protege a su pueblo de la furia divina que significaría la desobediencia de su amor, también la acusaron de histérica. Lo llamativo es que ella casi no habla: son otros los que toman la voz —se la quitan—. Cabe preguntarse, entonces, cuánto de todo lo que sucede es decisión de ella y cuánto de los poderes ocultos que subyacen en la ciudad.
A fines del siglo XVII, Henry Purcell se maravilló con este pasaje de la Eneida y escribió una ópera: su primera ópera. Barroca y llena de simbolismos, se dice que Eneas y Dido es una alegoría de la familia real inglesa, con Eneas en el lugar de Guillermo III y Dido en el de María II. Purcell se apropió de la trama y la llenó de sus propias tradiciones, brujos y mitos.
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Amor y anarquía
Este jueves a las 20.30, la compañía Sol Lírica presenta en el Teatro Payró una versión libre de la obra de Purcell desde el título, donde Eneas ya no figura: Dido muestra un enfoque actual y diferente. Ella gobierna Cartago y sus asesores le recomiendan una alianza con Eneas, pero lo que hacia afuera es una unión personal entre ellos, hacia adentro es la búsqueda de poder de quienes se mueven en las sombras.
“Nos enfocamos en la decisión de Dido”, dice Florencia Ayos, directora escénica de la puesta y una de las responsables de la adaptación, “para traer la discusión sobre las mujeres y el poder”. La pregunta que surge es qué pasa cuando el que gobierna no se somete a las fuerzas que subyacen. “Dido tiene que pactar con Eneas o masculinizarse para afrontar el rol”, dice Ayos y uno no puede sino pensar en figuras como —para no caer en la discusión política local— Margaret Thatcher o Angela Merkel. Y sigue: “Si no lo hace, las posibilidades son el descarte o el matadero”.
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“A la reina de Cartago, / a quien odiamos / como hacemos con todos / los Estados prósperos, / antes de que se ponga el sol / quiero que la visite la desgracia / que le quiten la fama, el amor / y la vida”, dice uno de los conspiradores. “En nuestro sótano abovedado / vamos a preparar el plan. / Es muy odiosa la tarea, / muy odiosa la práctica / para hacerla a la vista de todos”, sigue el coro. “Todas las mujeres deberían / aceptar el juego”, dice una amiga cercana a Dido. La escenografía tiene una potencia bestial con trajes negros colgados de cadenas, como una metáfora de los esqueletos de quienes sufrieron la violencia de la maquinaria.
Con seis personajes en escena y una orquesta formada por cuerdas —violines, viola da gamba, contrabajo—, un laúd y un clave, Dido está dirigida por Pablo Manzanelli y la adaptación es de Florencia Ayos y Julián Ezquerra. El elenco: María Eugenia Caretti (Dido), Gabriel Vacas (Eneas), Patricia Villanova (Belinda), y como integrantes del coro Alfredo Martínez, Cintia Verna y Sofía Di Benedetto.
*Dido se presenta en el Teatro Payró (San Martín 766, CABA) en cuatro funciones: jueves 24 y martes 29 de noviembre, jueves 8 y lunes 12 de diciembre. Siempre a las 20.30.
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