El nuevo libro de Bob Dylan es un viaje al corazón de la canción popular estadounidense

“Filosofía de la canción moderna”, un largo ensayo sobre 66 canciones que impactaron por algún motivo al Nobel de Literatura, es también un retrato de época en la cultura occidental del siglo XX

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"Filosofía de la canción moderna", de Bob Dylan, acaba de publicarse en Estados Unidos
"Filosofía de la canción moderna", de Bob Dylan, acaba de publicarse en Estados Unidos

No hay que guiarse por el título del nuevo libro de Robert Allen Zimmerman, más conocido mundialmente como Bob Dylan. La filosofía de la canción moderna, a pesar de lo que sugieren esas palabras, no pretende ser un tratado artístico musical a la manera de, por ejemplo, De lo espiritual en el arte de Vasily Kandinsky. El cantautor de Minnesota, en cambio, “simplemente” escribe sobre 66 canciones que lo marcaron a lo largo de su vida, sobre todo, durante su primera mitad. Las comillas no son arbitrarias, porque nada es “simple” en lo que respecta a Dylan, y su nueva obra no es la excepción. A priori, hay algunas sorpresas respecto de las ausencias. Por ejemplo, no hay ninguna canción de los Beatles, quizás los máximos hacedores de eso que entendemos por canción moderna durante la segunda mitad del siglo XX. Tampoco están los Stones, los Byrds o los Beach Boys. También se echa en falta la ausencia de canciones escritas por mujeres, especialmente por compositoras del nivel de Joni Mitchell, Carole King o Dolly Parton.

Aunque Dylan se deshace en elogios a Nina Simone y a una de sus obras maestras, Don’t Let Me Be Misunderstood. También hay canciones de Judy Garland, Rosemary Clooney y Cher. Todos los artistas son estadounidenses, con apenas tres excepciones inglesas: The Who, The Clash y Elvis Costello. De los segundos, elige el clásico que abre y le da título a su disco más reconocido, London Calling, allí aprovecha para hablar sobre el punk, que define cómo “la música de la frustración y la ira, pero los Clash son diferentes. Su música es de la desesperación. Eran un grupo desesperado. Tenían que hacerlo todo. Y en muy poco tiempo. Muchas de sus canciones son exageradas, sobreescritas, bien intencionadas. Pero no esta. Esta es probablemente The Clash en su mejor momento, su más relevante momento, el más desesperado. Los Clash siempre fueron el grupo que se imaginaban que eran.” Viniendo de Dylan, es todo un halago. “London Calling” no es, sin embargo, la canción más “moderna” del libro, también está “Pump It Up” de Elvis Costello y “Dirty Life and Times” de su amigo, el genial cantautor Warren Zevon, publicada en su disco The Wind, de 2003, escrito y grabado con su diagnostico terminal ya irreversible.

Toma 2 de la canción "Love sick", de Bob Dylan, adelanto de la recopilación "Fragments. Time out of mind sessions 1996-1997"

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También aparece, por supuesto, Woody Guthrie por partida doble, con su canción “Jesse James”, en homenaje al mítico bandido, y “Kept My Skillet Good and Greasy”. Dylan también nombra al cantautor de protesta que más lo inspiró en sus comienzos en otras dos ocasiones, cuando escribe sobre la canción “El Paso”, del musico country Marty Robbins, y sobre “Big River” de Johnny Cash, donde le reconoce a Guthrie ser la fuente de inspiración a ambos, y, de alguna manera, también a él mismo. También hay un ensayo dedicado a Pete Seeger y a su canción “Waist Deep in the Big Muddy”, donde aprovecha a tocar temas espinosos de la época como la caza de brujas del senador Joseph McCarthy y el auge del folk de protesta del que tanta inspiración obtuvo para sus primeros discos, antes de pasarse a la electricidad y ser considerado “Judas” por varios de sus antiguos compañeros de profesión. Hay lugar para curiosidades como el himno underground de The Fugs, “CIA Man”, o “Volare” de Dean Martin, la única canción que está en otro idioma que no sea inglés.

Se considera que Dylan y toda la movida folkie del Greenwich Village que integró al principio pero de la que posteriormente renegó, dejaron atrás en el imaginario colectivo estadounidense a los compositores del Great American Songbook -el Gran Cancionero Americano-. Los compositores de otra época del país, mucho más inocente, previa al asesinato de John F. Kennedy y su hermano Robert, de las revueltas raciales, de la llegada del hombre a la luna, y de tantas convulsiones que atravesaría la Nación durante la década de la irrupción de Dylan y los suyos. Los compositores nucleados en Tin Pan Alley, gente como Irving Berlin, George Gershwin, Hoagy Carmichael, Cole Porter o Jerome Kern, dominaron la música popular estadounidense durante la primera mitad del siglo XX. Sus canciones fueron cantadas por cantantes conocidos como crooners, por supuesto, el mas famoso de todos ellos fue Frank Sinatra, pero también se encontraban el no menos reconocido Bing Crosby, Perry Cuomo, Dean Martín o Vic Damone, todos ellos sujetos de ensayos en el libro.

Videoclip de la canción "London calling", interpretada por The Clash e incluida en el álbum homónimo (1979)

No es casual que Dylan se centre en figuras de esa época, cuando el rock and roll todavía no existía como tal en tanto y en cuanto aún no había aparecido Elvis Presley en las ondas radiales. En sus últimos años, Dylan dedicó varios trabajos a las canciones del American Songbook popularizadas por Sinatra, realizando rendiciones espectrales en discos como Shadows in the Night (2015) o Triplicate (2017), que, como su nombre lo indica, es un disco triple. Dylan no tiene el registro vocal para ser considerado un crooner, pero lleva las interpretaciones a su terreno, donde no les falta sentimiento ni calidad, quizás, también, rememorando un país mas inocente, con menos problemas, al menos, a la vista. Esta música, tan presente en el imaginario estadounidense, no desaparecería del todo jamás, aunque, por supuesto, pasaría a un segundo plano tras la irrupción de sonoridades provenientes de sectores afroamericanos y blancos de los suburbios del sur del país durante la segunda mitad de la década de los 50. Años donde Dylan, además, se terminó de formar musicalmente.

La misma portada del libro remite a aquel momento seminal, allí se pueden ver a Little Richard, Steve Cochran y Alis Lesley, de fama fugaz pero conocida como la “female Elvis” (Elvis femenina). No deja de ser un documento evocador de una época tan breve como intensa, apenas dos años después de esa foto, Richard había dejado el rock and roll para dedicarse al gospel, Lesley se había retirado para no volver jamás, y Cochran moría en un accidente de auto con apenas 21 años. Para 1959, se consideraba al rock and roll muerto y enterrado: Elvis Presley estaba en el ejército, Chuck Berry detenido por cruzar líneas estatales con una menor de edad, Jerry Lee Lewis “cancelado” por casarse con su prima menor, y con muertos tempranos como Buddy Holly, Ritchie Valens o el mismo Cochran. Fan confeso de Elvis Presley, Dylan lo nombra numerosas veces en el libro -al igual que hacía en Crónicas-, y le dedica un ensayo a una canción que no es, para nada, de las mas conocidas interpretaciones del Rey, “Money Honey”, publicada en el debut de 1956.

Bob Dylan retratado a principios de la década de los años 60, cuando asombró al mundo con sus canciones y actitud
Bob Dylan retratado a principios de la década de los años 60, cuando asombró al mundo con sus canciones y actitud

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A pesar de que, en teoría son 66 ensayos sobre 66 canciones, en realidad Dylan aprovecha el formato para explayarse sobre distintos asuntos, muchas veces “yéndose de tema” y remitiendo a otras canciones dentro del mismo ensayo, a momentos de su vida, haciendo libre asociación de forma permanente, o, incluso, refiriéndose a otras formas de arte como películas o novelas. Por ejemplo, cuando escribe sobre “The War” de Edwin Starr, aprovecha para referirse a personajes como Robert McNamara, Secretario de Defensa de JFK, o a las políticas bélicas de los gobiernos de George W. Bush. Dylan siempre mantuvo un hilo conductor entre su obra y la historia de los Estados Unidos, y, sus últimos discos no son la excepción. Aunque ya, a sus mas de 80 años, no pretende hablar demasiado sobre el estado actual de las cosas, vuelve recurrentemente a sus obsesiones. Por ejemplo, en su, hasta ahora, ultimo disco, Rough and Rowdy Ways, publicado en 2020, hay una canción de once minutos que versa sobre el asesinato de JFK y que rankea entre las diez mejores que haya escrito jamás.

Otra obsesión de siempre para Dylan es la cuestión religiosa, judío de nacimiento, durante los años 70 tuvo una célebre conversión al cristianismo, aunque actualmente no se sabe si volvió al judaísmo o si se mantiene ahí. Aprovecha su entrada sobre una canción del grupo de soul de los 70, Harold Melvin and the Blue Notes, para conectar de manera libre con los textos bíblicos y referirse al Libro de Job como “uno de los más emocionantes e inspiradores del Antiguo o Nuevo Testamento”. A finales de la década del 70 y principios de los 80, el de Minnesota sacó una serie de discos religiosos -Slow Train Coming, Saved, Shot of Love- que fueron un fracaso comercial pero que, a la luz del tiempo, merecen ser reescuchados como lo que son, obras gospel en su derecho propio. En su ensayo sobre la canción “Take me from this Garden of Evil” de Jimmy Wages, grabada en el legendario Sun Records en 1956, Dylan afirma que se trata de la “primera canción gospel rockabilly de la historia”, dejando claro que ambos géneros no necesariamente van separados, al menos en su mente.

Bob Dylan en esta década del 20 en el siglo XXI, sigue presentándose en vivo en su gira "Neverending" (Foto: EFE/Domenech Castelló)
Bob Dylan en esta década del 20 en el siglo XXI, sigue presentándose en vivo en su gira "Neverending" (Foto: EFE/Domenech Castelló)

Independientemente de si se es fan o no de Dylan, la lectura de su nuevo libro es fantástica y sumamente recomendable para todos aquellos interesados en el núcleo central de la canción popular estadounidense así como también de la historia, la política y las obsesiones de un país hecho en base a mitos y leyendas. Es, además, una oportunidad única para sumergirse en un playlist curado especialmente con algunas de las joyas más geniales de la historia de la música popular estadounidense. No es casual que quien lo escribe, un mito viviente por derecho propio, también se haya hecho a sí mismo de la misma manera. Hoy, parece decidido a ajustar cuentas con su pasado musical y vital, dejar constancia de quiÉn es, de cómo se fue constituyendo a lo largo de las décadas, y cuál es su lugar dentro de la música y el arte americano. Bob Dylan envió a Patti Smith a recoger su Premio Nobel, al cual no le dio mayor importancia, pero sigue saliendo de gira con su Premio Oscar, eso dice mucho de quien es realmente Robert Allen Zimmerman.

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