¿Pero qué tiene que ver el cine con la ley, el crimen, la jurisprudencia? Bueno, es claro que las películas de juicio son un género en sí mismo. Hay clásicos del cine que transcurren en un tribunal y, para no ir demasiado atrás ni lejos, Argentina, 1985 retrata el Juicio a las Juntas, uno de los procesos judiciales más importantes de la historia en Argentina. Pero no nos referimos al género. Tampoco a los crímenes que se cometen en Hollywood, tierra de los sueños y el pecado, según dicen algunos chismes. Estamos hablando del intercambio que existe entre juristas, criminólogos, abogados y ciertas películas que permiten pensar las relaciones con la realidad que se dan cita en diálogos y escenas de la ficción y la pantalla grande.
Y también en cómo ciertos juristas de renombre, tal es el caso de Luis Moreno Ocampo, son contratados por los estudios para capacitar a los realizadores en distintos aspectos en que obra la ley y que podrían presentarse en sus películas. Claro, además de que Moreno Ocampo es representado como ayudante del fiscal Strassera en la citada Argentina, 1985. Pero esa es otra cuestión porque, más adelante, el ex fiscal y miembro de la Corte Penal Internacional contará a Infobae Cultura sobre su rol actual en la fábrica de sueños.
Localmente, la publicación de Teorías criminológicas, cine e historia por ediciones Didot (una casa especializada en libros jurídicos de esos que se venden en las librerías de la calle Talcahuano y cercanías de Tribunales) presenta a los lectores un aspecto muy novedoso en la Argentina para conjugar los asuntos de la ley y el cine. Se trata de una compilación coordinada por Gabriel Ignacio Anitua y Analía Ploskenos, con ensayos que, a partir de unas películas (todas muy bien explicadas para quien no las haya visto) plantean distintos problemas del campo jurídico. Pero no solamente. En los ensayos breves se presentan temas como el fin del Estado de Bienestar, la tortura, la represión policial, las estafas a gran escala, el Estado policial, la cuestión de la mujer y la ley. Se puede adelantar que, de esta manera, el recuerdo de las películas, para quien las vio, o su relato, para quien no todavía, permiten adentrarse en cuestiones de gran actualidad y que son problemas, algunos aún no resueltos.
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Por ejemplo, probablemente el lector recuerde Minority report, esa película dirigida por Steven Spielberg, protagonizada por Tom Cruise y basada en una nouvelle de Philip K. Dick: todo un dream team. En el film, el combate al crimen se realiza mediante la anticipación del delito por parte de las fuerzas del orden que, para eso, usan una triada de “precogs” que visualizan el futuro y una vigilancia permanente de la ciudadanía que es identificada a cada paso por cámaras inteligentes. Una pesadilla. Y más lo es el derrotero del héroe, perseguido por un crimen que no cometió. Veanla si no lo hicieron ya.
Pero vamos a la parte ensayística. Para mayor angustia de la ciudadanía, Leandro D’Ascenzo se permite mostrar al lector o lectora los mecanismos represivos en boga, emblocados en la línea penal de la mano dura. En ese marco incluye a Donald Trump, que en un discurso planteó el endurecimiento de la política represiva con la frase “esta carnicería estadounidense se acaba aquí y ahora”. Debe recordarse, entre tantos otros, el asesinato de George Floyd por la policía de Mineápolis, que desató una rebelión inédita en la población afroamericana y otros sectores sociales de los Estados Unidos. D’Ascenzo continúa su análisis señalando que en la ciudad de Chicago se usa el big data para informar a la población de que la policía posee “un arma informática para esta nueva guerra: un algoritmo que asigna puntuaciones generadas con información secreta, basada en arrestos, vinculaciones a pandillas” y otras variables que permiten pensar en el reinado del algoritmo sobre la ley. Y que el futuro llegó hace rato.
Thelma y Louise, de 1991, dirigida por Ridley Scott y protagonizada por Susan Sarandon y Geena Davis, es ya un clásico y un manifiesto precursor de la actual ola de lucha por los derechos de las mujeres. Ana Clara Piechestein y Lucía Pisciottano describen el film en cuatro páginas de un modo en que la película vuelve a la imaginación del lector: las autoras tienen una buena pluma. Parten de ubicar el rol de la mujer dentro de la criminología, tanto en su rol en el crimen mismo como en el ser víctimas de él. Se recordará que Thelma y Louise parten en un viaje de fin de semana para concluir en un raid obligadas por una sociedad patriarcal y un Estado represivo indolente. La película está llena de delitos por todos lados y las ensayistas van configurando el lugar de la mujer en el espacio del crimen, que bien se expresa en las palabras de Thelma: “Las leyes son una mierda retorcida, ¿no?”. La intervención de las autoras culmina preguntándose si el final, conocido, de la película es feliz o trágico y proponen que también se puede pensar en un legado. Es una buena lectura.
El mago de las mentiras, de 2017, dirigida por Barry Levinson con Robert De Niro y Michelle Pfeiffer muestra la estafa piramidal que sucedió en 2008 al ritmo de la crisis económica mundial, con epicentro en los Estados Unidos. Y que marcó la pérdida de fortunas por parte de megamillonarios que confiaban sus dineros a Bernie Madoff, quien les prometía que sus fortunas crecerían exponencialmente, cuando se trataba de una clásica esquema Ponzo. Un delito clásico que se usa por parte de teleevangelistas, mujeres feministas y tejidos sororos y hasta nuestro ponzi por excelencia, el polémico Leonardo Cositorto. El autor del ensayo. Augusto Montero, se detiene en el delito de cuello blanco a partir de los estudios del jurista Edwin Sutherland. Por una vez se produce cierto placer al leer cómo los delitos que se realizan en las clases dominantes, crímenes que Sutherland señala como no diferenciados de los delitos callejeros y comunes. Este señor habla de casos surgidos luego de la Crisis de la Gran Depresión de los años 30. Nada que no sea igual a las crisis capitalistas de nuestros días.
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“El libro surgió durante la pandemia, entonces lo hicimos discutiendo, conversando y pensando mediante charlas no presenciales –dice a Infobae Cultura, el profesor de derecho penal Gabriel Ignacio Anitua–. Ahora pensamos pedirles a los estudiantes que miren las películas y las discutamos en las clases para poner un acto más de la discusión.
–¿Quiénes son los autores? ¿Abogados?
–Se trata de un grupo de amigos que colaboran con mi catedra y con quienes discutimos cierta currícula, criminologia del genocidio, el determinismo y otros temas. A partir de esas discusiones decidimos realizar lecturas de distintas películas elegidas libremente, para cada ensayo.
–¿A quiénes pensaron como lectores?
–Las películas permiten interpelar a estudiantes avanzados, estudiantes de distintas carreras y a cualquier persona interesada en la temática. Las películas permiten acercarse más a lo que podríamos llamar la vida real. Un texto teórico de un autor a veces queda como una foto, como si estuviera fijo. La película le da ese movimiento que trae al autor al presente también. Le da vida.El mago de las mentiras analiza un texto de la crisis de los Estados Unidos en los años 30, es un texto duro. La película nos muestra la crisis de 2008 filmada en 2017. Y, claro, todas las cuestiones ligadas a nuestra realidad, Cositorto, las estafas piramidales, nuestro hoy.
Luis Moreno Ocampo cuenta a Infobae Cultura cómo se introdujo en el mundo del cine y de la ley: “Después de trabajar nueve años en la Corte Penal Internacional, que es como un Nüremberg permanente, recibí invitaciones de Yale y de Harvard y trabajé para escribir un libro que saldrá dentro de unos meses. Ahí descubrí que para los profesores de derecho de relaciones internacionales lo que yo decía, era raro, era nuevo. En cambio, cuando me invitaron de la escuela de cine a una charla, los tipos ahí demostraron estar abiertos. Harvard es una universidad llena de bordes entre las distintas disciplinas. Hollywood es mundial e interdisciplinario, porque para hacer una película tenes que saber de fotografía, actuaciones, presupuestos, todo… Dije ‘este es el lugar. También hay un tipo cuya frase me convenció para ir. Es un profesor vietnamita que dice ‘la guerra se libra dos veces, primero en el campo de batalla y luego en la memoria’. Y la memoria es el lugar donde se definen las políticas que luego la sociedad asume. El tipo dice ‘el Pentágono es importante pero Hollywood es mucho más importante. El arma más poderosa que tiene Estados Unidos es Hollywood’. Me fui ahí con un amigo que enseña guión para una cátedra que habla de los problemas de crimen, guerra y justicia a través de películas. Trabajo en eso: en entender cómo la narrativa del cine y las nuevas narrativas que incluyen a Tiktok y esas cosas, generan comprensión sobre los problemas sociales”.
Una manera más en que se encuentran las películas y la justicia. Era lógico y natural. No por nada, el cine es más grande que la vida misma.
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