Inaugurada en La Noche de los Museos, la muestra Entre la Tierra y el cielo del artista visual Marcelo Toledo, con la curaduría de Rodrigo Alonso se exhibe en la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires (Perú 160 - C.A.B.A.). La propuesta selecciona una serie de obras contemporáneas, entre las que se encuentran cuadros, esculturas y una enorme instalación textil. Inspirado en el Palacio de Versalles, particularmente en sus espejos, este site specific de más de 20 metros de alto se encuentra emplazado en el Salón Dorado del histórico edificio porteño. “Entre la Tierra y el cielo simboliza esa sensación constante que vivimos durante la pandemia, esa especie de limbo donde hoy estábamos en la tierra y minutos después ya no”, afirma Marcelo Toledo en diálogo con Infobae Cultura.
Nacido en Escobar, Toledo lleva consigo una larga carrera en el mundo artístico explorando distintas técnicas, entre la que se destaca el metal, que lo han llevado a realizar distintas acciones en el espacio público y a exponer su obra en ciudades como Buenos Aires, Nueva York, Moscú, Shanghai, entre otras. En esta oportunidad, el conjunto de obras dialoga con la arquitectura del edificio de la Legislatura para crear una atmósfera diferente, en la que los espectadores pueden apartarse de su cotidianidad, salir de la Tierra por un momento y permanecer en un estado sin tiempo ni lugar. “Mediante materiales de diversa índole – duros y blandos, naturales y artificiales, pesados y etéreos – el artista establece un juego de relaciones plásticas y conceptuales que transfiguran los espacios que ocupan, promoviendo, al mismo tiempo, una reflexión sobre nuestra condición efímera y terrenal”, afirma Rodrigo Alonso en su texto curatorial.
Por su parte, las obras textiles están compuestas por fibras naturales, hilos de chaguar realizados por las comunidades Wichi de Chaco y Formosa e hilado de llama proveniente de tejeduría Warmi, un grupo de mujeres empoderadas de Jujuy que esquilan y realizan el hilado de manera sustentable. Marcelo contó con la colaboración de este grupo dirigido por Mariana Medina, en lo que fue un trabajo inclusivo, colaborativo y participativo entre las comunidades. “El tejer te conecta desde un lugar diferente con tu cuerpo, con tus manos y sobre todo con el otro, uno ovilla, el otro desenreda, otros hacen trenzas, rapping y todo tipo de técnicas. Cada uno aporta su granito de arena que queda plasmado en la obra”, afirma el artista.
–¿Cómo fue crear durante la pandemia?
–La verdad que para mí fue uno de los periodos más creativos que tuve, no sé si será porque no tenía presiones externas y estaba tranquilo en mi casa pero durante la pandemia yo pude crear y además realizar varias muestras importantes. Desde el tapabocas gigante de 14 metros en el BA verde frente al Obelisco, o la muestra Alquimia para la ONG Dale Vida, o incluso una muestra que se exhibe este año en Nueva York hasta el Museo del Después, es toda obra creada y realizada con los desechos médicos durante la pandemia. En el caso puntual de esta instalación, debo decir que fue la única salida que encontré para poder trabajar a distancia con mi equipo. Comenzamos comparando fibras naturales para tejer en colores blancos y celestes, en todas las gamas y con ese hilado fuimos tejiendo de a pedazos durante meses. Hacíamos zoom, hablábamos y seguíamos tejiendo. La verdad es que yo quería crear un gran cielo porque sentía que por un lado mucha gente se iba de este plano y por otro lado, mirar el cielo día a día era lo que me permitía estar en eje. Mirar al cielo y respirar, agradecer estar vivo y dar gracias por ser tan privilegiado de tener salud, amor, familia y un trabajo que me permitía estar bien.
–¿Por qué elegiste un lugar como la Legislatura para montar la obra?
–Lo de la Legislatura fue un lugar que busqué. La obra que realicé mide 7-8 metros de altura por 6 de ancho, más de 30 metros cuadrados de textil, todo realizado a mano. Y el Salón Dorado siempre me recordó a algo celestial, algo litúrgico, sublime. Me seducía la idea de saber que ese espacio es una réplica del Salón de los Espejos del Palacio de Versalles en París y sobre todo porque me daba el entorno y las dimensiones para poder emplazar la obra.
–Después de trabajar con el metal, ¿qué te motivó a explorar el mundo textil?
–Yo me propuse trabajar con fibras naturales, que tuviesen la menor cantidad de material sintético. Ya venía trabajando con hilado de chaguar que me proveen en una comunidad de indios Wichis de Formosa. Con eso es maravilloso tejer pero es una fibra muy escasa y muy costosa. Entonces, compraba todo lo que encontraba a través de internet (en ese momento no podíamos salir). Fue un hermoso proceso porque además fue un periodo de mucho aprendizaje. Yo siempre trabajé con materiales más duros y supongo que los años, la vida o incluso la pandemia me hicieron más dúctil, más flexible.
–¿Cómo fue el proceso de trabajo?
–Rodrigo Alonso, el curador de la muestra supo plasmar en demasía mis sentimientos en su texto de sala. Y como él contaba, trabajé con muchas tejedoras, tanto de Jujuy como de Buenos Aires. En el caso de de Jujuy, me contactactaron con la tejeduría Warmi. Ellos me donaron hilado de llama, otra fibra natural de excelencia que yo quería incluir y que hubiese sido imposible conseguir. Fue por ello que viaje a Abrapampa a reunirme con Rosario Quispe, una líder de la comunidad que me abrió sus puertas. Cuando volvimos de la pandemia me reuní con mi maestra Mariana Medina y le dije que quería plasmar esos dos años de trabajo en esta obra y que para ello necesitaba mucha ayuda de otras manos tejedoras para completar la obra. Así fue que de manera totalmente desinteresada muchas de sus alumnas de sus clases textiles comenzaron a tejer en sus casas y a venir al taller. Mi taller es un espacio muy grande y había momentos en que éramos 15 personas tejiendo y montando los pequeños pedazos sobre el gran telar.
–Ahora a la distancia, en un período de post pandemia... ¿Es posible volver a vincularse con ese espacio intermedio entre el cielo y la Tierra del que hablás en la obra?
–Ahora es más complejo, no digo que sea imposible, pero debería irme a un campo y desconectar el teléfono. Ahora volvieron las corridas diarias, las entregas, los deadlines y todos volvimos a la vorágine diaria. Si te pones a pensar es como estar hablando de una película de Netflix pero en realidad es una etapa muy profunda y triste que a todos nos tocó vivir. Perdimos a muchos seres queridos, vecinos, amigos y esa sensación de no terminar de estar en la Tierra o en el cielo es lo que yo plasmé en la obra, ese limbo, esa sensación de estar abajo y quizás arriba constantemente, e incluso por momentos no saber dónde estabas, ni en qué día u hora estabas viviendo.
–¿Qué buscás transmitir a los espectadores con esta propuesta?
–En realidad, yo no me planteé transmitir nada en especial. Toda mi energía estuvo puesta en poder plasmar lo que yo sentí durante esos casi dos años. Fue una herida que nos tocó a todos… una herida puede ser también ese espacio por donde entra la luz. La realidad es que cuando uno más abre su corazón, más a flor de piel se encuentra, es cuando más logra emocionar al otro porque en definitiva sale una obra genuina. Y una obra es verdaderamente genuina cuanto más se parece a su autor.
Seguir leyendo