Gustavo Grobocopatel: “Hoy me siento más cantante que empresario”

El mayor productor agropecuario argentino habló con Infobae Cultura sobre su actividad como vocalista de música de cámara. “Sé que mucha gente me va a escuchar y se pregunta ‘¿Qué carajo hace este tipo o qué locura tiene?’”, dice con una sonrisa

Gustavo Grobocopatel, en uno de los lugares favoritos de su hogar (Foto: Cristian Gastón Taylor)

En un departamento de Puerto Madero, la imponente vista matinal de la Reserva Ecológica entra a través de un largo ventanal y contrasta con la decoración doméstica que poco remite estar frente a Gustavo Grobocopatel, uno de los grandes empresarios argentinos.

Un lujoso piano de cola, esculturas y pinturas junto a fotos blanco y negro, con cierto carácter campestre, conviven con una nutrida biblioteca repleta de libros de historia, filosofía, arte, viajes, entre otras temáticas. El lado B del fundador del conglomerado agropecuario Los Grobo está en sus cuerdas vocales, el folclore, la música de cámara, el rock nacional y el aprender día a día de su pareja, la soprano Verónica Cangemi, quien al momento de la nota estaba en Europa dando una serie de conciertos en la Ópera de Viena.

“El piano es para estudiar aunque jamás me metí con la composición musical. Me gustaría tocar también guitarra, pero no creo que ya llegue, ya que es algo serio y más profundo”, se ataja de antemano el empresario a la hora de posar para las fotos.

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En la actualidad, Grobocopatel le dedica media jornada a la música (en épocas que tiene conciertos) o si no el 20% de una jornada común y corriente. Su apretada agenda (la nota la pautó horas antes de viajar a Europa para dar una serie de shows en el Viejo Continente, junto al pianista César Bustamante) invita a descubrir la otra faceta del empresario. “En la gira haré un repertorio de los grandes músicos de cámara del país como Carlos Guastavino, Carlos López Buchardo, Alberto Ginastera, Juan José Castro, Julio Perceval y Daniel Devoto. Ellos musicalizaron obras de Oliverio Girondo, Miguel Domingo Etchebarne y Ricardo Molinari, entre otros”, explica.

Con el entusiasmo que enciende la pasión, Grobocopatel se apresura a relatar otra perlita de su incursión europea. “Hacemos una presentación de “La casada infiel”, el poema de Federico García Lorca con música de Juan José Castro, que es una obra exquisita”, indica quien empezó a incursionar en el folclore de la mano de dos grande amigos, José Félix Boses y Héctor Llanos. “Con ellos creamos el Trío Cruz del Sur y tenemos tres discos grabados (Paisajes, 1997; Pampa, 2002 y Música Argentina, 2005). Actuamos por todos lados, inclusive en París, en Estados Unidos, y eso de alguna manera me dio el entrenamiento frente al público”, afirma.

"Entiendo que me consideran como un bicho raro e interesante", dice Gustavo Grobocopatel sobre el mundo de la música (Foto: Cristian Gastón Taylor)

Su pasión por la música, desde hace cinco años, se ve cruzada también por el amor. Gustavo está en pareja con la soprano Verónica Cangemi, con quien convive y, de vez en cuando organizan íntimas veladas musicales en su departamento. “Vienen a cantar amigos como Pablo Dacal y Pablo Grinjot, ex discípulos de Lucía Maranca, y los juntamos algunas veces con Vero. También se acercan colegas del exterior que cantan en el Teatro Colón”, detalla.

Su encuentro con Verónica fue medio fortuito, y Grobocopatel no duda en ampliar aquel momento único. “Fui a cantar a Mendoza, era un concierto de música de cámara, me acompañaba Carlos Morán y me recomiendan conocerla a ella, una referente musical de la provincia cuyana e invitada a ver el espectáculo”, rememora.

El empresario recuerda que ella ni sabía a qué se dedicaba él. “Se encontró con unos amigos y les pregunta: ‘Che, ¿y este quién es?’ ‘Le dicen «el rey de la soja»´, le contestan sus amistades. Entonces ella les retrucó: ‘Sentémonos en las últimas filas, cosa de que si no nos gusta, nos rajamos sin que nadie se dé cuenta’”, confiesa entre risas el dueño de casa.

“No canta mal, sino que bastante bien”, diría Cangemi luego del concierto. “Y después de ahí quedamos conectados. Nos empezamos a escribir y coincidimos cuando ella cantó en el Teatro Colón la ópera Peleas y Melisande, de Claude Debussy. Así empezamos a consolidar la relación”.

"Estoy dejando la actividad empresarial, delegando y yéndome", cuenta Gustavo Grobocopatel (Foto: Cristian Gastón Taylor)

La pandemia del covid y el encierro hizo el resto, afianzó aún más la pareja, pero, en esta ocasión, el amor por la música cimentó el vínculo. Así nació la elaboración del álbum Entre dos mundos, concebido en plena restricción social. “Queríamos hacer algo que refleje de alguna manera esa integración entre la música clásica y lo popular. Las obras debían estar alineadas a eso, los arreglos y el sabor”, indica Grobocopatel.

El disco lo lanzaron en agosto, está en Spotify, pero lo presentarán durante la vendimia, a fines de febrero, en Mendoza, la ciudad en donde nació el amor entre ambos. “Con Vero empecé a descubrir cosas que no las tenía registradas, por ejemplo, Johann Strauss o Edvard Grieg. También el sonido barroco de George Händel. La ópera era un mundo que nunca había caminado y con ella lo estoy transitando. Estoy fascinado”, dice con orgullo el anfitrión.

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—¿Te motiva Verónica a superarte más y más? ¿O es una presión?

—Me impulsa a que cada día cante mejor, es como una jugadora de la NBA, de alta gama. Yo aprendo viéndola trabajar. Es una gran motivación.

"Sé que mucha gente me va a escuchar cantar con el prejuicio de que soy un empresario", admite Gustavo Grobocopatel (Foto: Cristian Gastón Taylor)

—¿Cuánto tiempo le dedica ella a la música?

—Estudia 14 horas diarias, todos los días. Ahora está por dar una ópera que son 500 páginas de memoria (NdR: la obra L´arbore di Diana, una ópera bufa en dos actos con música de Vicente Martín y Soler y libreto en italiano de Lorenzo da Ponte) desarrollada al mismo tiempo que el compositor trabajaba con Mozart en Don Giovanni.

—¿Cómo encaja tu mundo con el de ella?

—Nunca lo hablé con nadie, pero entiendo que me consideran como un bicho raro e interesante, en el sentido de que saben que soy un empresario y, además, la pareja de Verónica Cangemi. En general, en ese mundo, la pareja de un cantante es otra vocalista. Es decir, me deben ver y decir: “Che, mirá, este es empresario y encima canta”, que para un cantante es algo como contrafáctico.

—Hablemos un poco de tus orígenes musicales, 25 años atrás. ¿Cómo fue esa decisión de volcarte al canto y tener como maestra a la recordada cantante Lucía Maranca?

—Venía de la escuela secundaria, con una experiencia muy interesante. Teníamos una maestra de música en la escuela que nos incentivaba a estar todo el día estudiando. Formaba parte de un coro, un octeto vocal.

—En aquel entonces, residías en Carlos Casares...

—Sí, tendría unos 15 o 16 años. Cuando me vine a estudiar a Buenos Aires, lo primero que hice fue anotarme en el coro de la Facultad de Agronomía. Por entonces, tenía una actividad satelital hasta que tomé la decisión de empezar a estudiar canto en serio, y así di con Lucía Maranca con quien mantuve una relación profesional y de amistad por unos 30 años.

Gustavo Grobocopatel: "Muchos amigos empresarios me confiesan que en algún momento fantasearon con ser músicos" (Foto: Cristian Gastón Taylor)

—O sea que “nació” primero el músico que el empresario.

—Sí, totalmente amateur, Lucía me fue constituyendo poco a poco, y en tres décadas, evolucioné lo que normalmente alguien hace en cinco años. Ella creía mucho en mí y me decía: “Dejá la empresa y dedicate a la música”. Por suerte pude sostener esos dos mundos.

—¿Qué escuchabas en tu niñez y juventud?

—En la secundaria, mucho rock nacional, Sui Generis, Vivencia. Me gustaba Alas, como algo más de proyección, más refinado. También me metí en el rock sinfónico, con Yes, Pink Floyd, Genesis, Rick Wakeman y Emerson Lake & Palmer.

Por esa época tenía un dúo con un amigo que hacíamos covers de Sui Generis, yo hacía de Nito Mestre y él de Charly García. Después, con otros amigos, formamos El Quinteto Camelia, en el que hacíamos música tropical y amenizábamos las fiestas del colegio, aunque en un momento fuimos proscriptos porque no querían que hagamos cosas chistosas, por ejemplo, cantar “Villa Cariño” (de Los Wawanco) durante un acto homenaje a Mariano Moreno. Era una travesura.

—O sea que pasaste del rock nacional a lo tropical...

—(Interrumpe) Eso último fue una joda, en realidad pase del rock sinfónico y acústico al folclore, ya que me empezó a interesar el tratamiento coral de algunos grupos folclóricos.

Cuando descubrí al Dúo Salteño, me voló la cabeza, hasta hoy, me atrapó el tratamiento armónico tan moderno que le daban a la música. También me enganché con (Gustavo Cuchi) Leguizamón y, obviamente, con (Atahualpa) Yupanqui. Desde ahí empezó a interesarme el folclore profundo e identificarme con grupo como Los Fronterizos y los Cantores de Quilla Huasi, que me sonaban de tierra adentro.

Y como yo estudiaba música clásica en paralelo, podía detectar en ellos algunas armonías impresionistas y disonantes. Como más divertidas y desafiantes.

Gustavo Grobocopatel: "En la secundaria tuvo un dúo con un amigo, hacíamos covers de Sui Generis. Yo hacía de Nito Mestre y él de Charly García" (Foto: Cristian Gastón Taylor)

—¿Y el salto a la música de cámara?

—Mi maestra, Lucía Maranca, me dijo que era hora de que empezara a cantar las cosas que había aprendido con ella. Me enseñó un repertorio que venía mezclando junto a su maestro, Orlando Tarrío. Era una cruza de lo más tradicional (lo clásico), con algo de ella, que era más contemporáneo. Empezamos a hacer ese repertorio juntos en varias oportunidades, hasta que falleció, y después lo retomé junto a Carlos Morán, y hoy con el gran César Bustamante.

—¿Cómo encarás tu vida de empresario sojero en relación con la música?

—Estoy dejando la actividad empresarial, delegando y yéndome. Me reciclé, hoy hago consultoría internacional y desarrollos tecnológicos fuera del país.

—¿La música te ayudó a tomar esa decisión?

—Creo que sí, porque uno puede dejar algo si tiene una opción. Siempre hago todas las cosas bastante en serio. O sea, no tengo hobbies, sino un involucramiento profundo en los temas. Me permitió tener una opción clara con la música, que me ayudó a soltar temas empresariales.

—¿Hoy te sentís más cantante que empresario?

—En este momento, sí, acabo de dar un concierto (N. del R.: tocó el 5 de noviembre junto a César Bustamante) y mi agenda hoy es más musical que empresarial.

Gustavo Grobocopatel: "Hay empresarios muy importantes del país que desean subir al escenario"(Foto: Cristian Gastón Taylor)

—¿En algún momento tuviste o sentiste la mirada prejuiciosa por dedicarte a la música siendo empresario?

—Sí, está lleno de prejuicios. Yo me río de eso porque no me afectan el ego. Sé que mucha gente me va a escuchar cantar con el prejuicio de que soy un empresario y preguntarse “¿Qué carajo hace este tipo o qué locura tiene?” o, el que no me conoce, que piense “che, este está pagando para cantar”.

—¿Y te sirvió esto para contagiar a otros colegas de los negocios?

—Sabés que sí, no sé si contagiar, pero muchos amigos empresarios me empiezan a confesar que en algún momento habían fantaseado con ser músicos, y que no lo habían hecho por “el deber ser”, por el mandato y demás.

Viendo lo que hago, varios lo están reflexionando de vuelta. Hay empresarios muy importantes del país que desean subir al escenario (N. del R.: no quiere dar nombres al respecto). Tengo contabilizados unos diez casos.

—Y que en el día de mañana te recuerden no como “el empresario que canta”, sino “el cantante que fue empresario”.

—Espero que lo digan ahora. Yo lo siento así (risas).

—¿Te pasó que algunos te relacionen con la música y no sepan tu trayectoria empresarial...?

—(interrumpe) Sí, mucho, es increíble. Varios me paran para felicitarme porque escucharon un disco o me oyeron cantar.

Gustavo Grobocopatel: "Soy muy amigo de Pablo Grinjot. Hace poco, él me entusiasmó y empezamos a cantar cosas de Spinetta" (Foto: Cristian Gastón Taylor)

—¿Alguna anécdota curiosa al respecto?

—Una vez en un avión, estaba Vicentico, se me acercó y me dijo: “Me da mucho gusto conocerte, te felicito, qué bien que cantás” (risas).

—¿Aplicás tu “pensamiento musical” a lo empresarial?

—El arte es comunicación y el pensamiento artístico la mejora, porque de esta forma se torna más empática y directa. Eso te sirve. En mi rol de líder soy un buen comunicador y eso tiene que ver con el pensamiento artístico que, a su vez, tiene influencia sobre la creatividad, la curiosidad y la innovación.

Además, la música es un trabajo en equipo: cuando vos cantás, lo hacés con un conjunto. Una orquesta es la sublimación del trabajo en equipo. El desarrollo del pensamiento artístico es muy importante para la sociedad, y si hubiese más, no existirían tantas grietas y habría una mejor comunicación entre la gente, sin prejuicios.

—Observando tu biblioteca, en cuanto a lo musical, encontré libros con letras de tangos, ¿te gusta ese género?

—Me encanta, soy un gran admirador de Edmundo Rivero, de Gardel y del Tata Cedrón, pero no canto. Me gustaría, ojo, podría hacerlo (duda), pero no soy tanguero, porque no tengo la forma de decir. Cantar tango requiere de eso y de escuchar, pero ahora no lo siento.

Gustavo Grobocopatel: "Una vez en un avión, Vicentico se me acercó y me dijo: “Me da mucho gusto conocerte, te felicito, qué bien que cantás” (Foto: Cristian Gastón Taylor)

—¿Hacés colaboraciones con otros músicos?

—Soy muy amigo de Pablo Grinjot y hacemos cosas juntos. Hace poco, él me entusiasmó y empezamos a cantar cosas de Spinetta. Él es como un duende que une mundos y le pone la voz. Ahora quiere que cante con base en un disco de él, Amor. Es mi vínculo más rockero.

—¿Hacia dónde te ves evolucionando musicalmente?

—El año próximo seguro empiece a grabar un disco solista, con acompañamientos de distintos artistas y haga temas nuevos.

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