Transactivismo, feminismo y Twitter

¿Qué ocurre con los ismos dentro de la redes sociales? ¿Y con las subjetividades en un tiempo hiperideologizado pero despolitizador? Algunas ideas a partir del monólogo de Carolina Sanín, el gesto de Mariana Enriquez y la militancia digital

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1.

En 1986 Paul Ricœur dio una serie de conferencias en Edimburgo que después desembocaron en su libro Soi-même comme un autre (Sí mismo como otro) donde escribía “el Otro no es solamente la contrapartida del sí mismo sino que pertenece a la constitución íntima de su sentido”. Ricœur catalizaba entonces el rechazo a una cierta desaparición del yo cartesiano y kantiano, y pretendía refundarlo de manera, habría que decir, mucho más hegeliana, y por lo tanto, también lacaniana finalmente. Poco más de treinta años después, Elisabeth Roudinesco publicó el año pasado un libro que en su título ya es a la vez homenaje e ironía del libro de Ricœur: Soi-même comme un roi (Sí mismo como un rey). Roudinesco indaga, resumiendo, “la obsesión del prisma identitario en los debates contemporáneos”. Empieza con una serie de afirmaciones que me parecen muy lúcidas y críticas: “Desde hace veinte años, los movimientos emancipatorios parecieran haber cambiado de objetivo, no se preguntan más cómo cambiar el mundo para que sea mejor, sino que se ajustan a proteger a las poblaciones de aquello que las amenaza: inequidades crecientes, invisibilidad moral, miseria moral. (…) En consecuencia las reivindicaciones son lo contrario de lo que fueron durante un siglo (…)” Roudinesco ubica entonces lo que encuentra en las tinieblas del pensamiento identitario –la cursiva es mía y significa no todo el pensamiento identitario, en su tiniebla, en su oscuridad, en su egoísmo– : “se mezclan a menudo el delirio, la conspiración, el rechazo del otro, la incitación al asesinato, la racialización de las subjetividades”. El libro de Roudinesco intenta abrir y pensar ese debate con una perspectiva, como ella misma recuerda decía Lévi-Strauss, “ni demasiado cerca, ni demasiado lejos”. Ni reaccionario ni demagógico, ni ingenuo ni negador, ni optimista ni pesimista. Poder ser crítico con el poder incluso cuando es instituyente.

2.

Porque como suele suceder con todo ismo, como sucedió con el comunismo, con el trotskismo, con el maoismo, como sucedió y sucede con el peronismo o, desde luego, con el lacanismo, las divisiones entre las alas o ejes de las diferentes militancias y partidismos en torno al feminismo y a los colectivos identitarios LGBT+ manifiestan no solo sus diferencias y fricciones sino también sus combates, sus cegueras, sus exabruptos. Es lo que pasa y pasó siempre en cualquier organización política. Lo que sucede es que a diferencia de lo que ocurría en los ‘60 y ‘70, por ejemplo, la extendida ideologización, acaso por la representatividad masiva y permanente en redes sociales, parece olvidar la política de comité, la política de asamblea, la política a los gritos en los pasillos o aulas de cualquier universidad, de cualquier partido o movimiento que pretende disputar el poder. Hoy se simula bajo el credo democrático occidental una política que se pretende más un cocktail de embajada o de empresa que la violencia y las pasiones que toda política intenta, a su manera, procesar, canalizar. La política es el ajedrez y Maquiavelo y Rosa Luxemburgo, son los discursos de Lisandro De la torre, pero también los arreglos bajo la mesa, y los tiros en Ezeiza y los micrófonos en los despachos.

"Soi-même comme un roi" (Sí mismo como un rey) de Élisabeth Roudinesco
"Soi-même comme un roi" (Sí mismo como un rey) de Élisabeth Roudinesco

3.

He visto todo el monólogo –como ella misma lo nombra– de Carolina Sanín, de hace unos días; les dejo el enlace y le sugiero al curioso lector o espectador que si quiere ir al punto, empiece por el minuto ´58 si no me equivoco. Todo lo anterior son rodeos guiados por cierta autocomplacencia, incluso por lo que en el Río de la Plata en los últimos años llamamos “autobombo”, no sin una pátina de autojustificación y, finalmente, victimización. Pero a partir del minuto ‘58 despliega las ideas por las que probablemente la editorial no ha querido seguir publicándola –quién sabe–. Lo hace con un tono meditado y mesiánico, alarmista pero sin abandonar el gesto didáctico. Sanín alerta sobre el fin del feminismo (entre otras cosas porque el transactivismo para ella no sería otra cosa que un nuevo machismo, un machismo camuflado), lee a Don Quijote como novela identitaria (en un forzamiento menos radical que inverosímil), relaciona el calentamiento global con el auge del transactivismo, pondera el fin del sexo que sería compañero del fin de las relaciones sexuales, contempla el final del cuerpo como determinante y observa que el final del cuerpo como determinante y el final del planeta van juntos, comprende que “la promesa de una segunda vida como mujer o como hombre es la promesa de una vida eterna”, y entonces “el rechazo de la mortalidad”, asevera que en un futuro próximo, “no habrá ni naturaleza ni arte” y que “quizás todas estas cosas no tengan ya reverso.” Por último, cierra diciendo, “con nostalgia de la humanidad me despido esta noche.”

4.

Pero a nosotros todo esto nos llegó casi por la vía del chisme o el escandalete semanal de redes. Porque Mariana Enríquez anunció que se iba de Twitter después de ser atacada por muchos usuarios, tras condenar que Almadía, la editorial mexicana, no publicara dos libros de Sanín, rescindiera el contrato. Y entonces hubo firmas de solidaridad de Claudia Piñeiro y tantos otros hacia Mariana, quien había sido tratada, como Sanín, de TERF, esto es, aquellas mujeres feministas que serían transfóbicas. Y entonces la posición de Sanín quedó omitida o se desdibujó porque lo importante era que había sufrido una suerte de censura y cancelación, pero también un castigo excesivo y los agravios por parte de las activistas trans. Es decir que el chusmerío y el trending topic de redes del campo literario movió el foco omitiendo, repito, cuál era la posición de Sanín, qué es lo que Sanín viene diciendo. En ese sentido, las redes siempre funcionan bien con la intensidad y la superficialidad –qué otra cosa es un tuit–, además de que su gran política, la política masiva de redes es la corrección política, y eso se trasviste –no podía falta este verbo– a menudo de voluntad democrática, etc. La democracia siempre se rasga las vestiduras ante cualquier exabrupto, no quiere que nadie levante demasiado la voz, de un golpe en la mesa, corte una ruta.

Carolina Sanín y Mariana Enriquez
Carolina Sanín y Mariana Enriquez

5.

Por su parte, hay algo un poco cínico en todo este affaire, ¿de veras nos sorprende el odio, la furia, la ferocidad de los ataques y comentarios en redes? ¿No existe desde el origen mismo de Internet, los blogs, etc.? Esa violencia ya no debería asombrar a nadie, basta con leer cualquier posteo con miles de seguidores para encontrar un largo inventario de todas las pasiones bajas del discurso, incluida la estupidez. Y también es cierto que en esta secuencia todos los actores protagónicos son absolutamente conscientes de estas condiciones y de hecho las utilizan y capitalizan a diario. Ninguno desconoce el elemento en el que está metido. La propia Sanín, un par de días más tarde, posteaba en su FB: “Hoy me llegaron las primeras copias de El sol, mi libro nuevo. (…) Y si lo quieren para quemarlo, sepan que él fue creado para arder.” ¿Cuál es el sentido de esa ironía final de Sanín sino el aprovechamiento de la victimización, su capitalización inmediata? Hay que decir que en la faja de ese libro hay dos citas de Eclesiastés. No comments.

6.

La querida Hinde Pomeraniec se ha preguntado retóricamente en su nota al respecto si “¿Los hombres también están preocupados?” Digo retóricamente porque en realidad Hinde da a entender que no, que a los hombres nada de esto los preocupa. Es más, sugiere que les sirve. Está claro que no hay un colectivo Hombres –o lo desconozco, aunque no descartaría que se esté gestando–. Y el machismo, a diferencia del feminismo que es un activismo, una militancia, distintos colectivos políticos, es una mala palabra, un crimen moral, una forma de violencia y discriminación. Decía, no sé si los hombres están preocupados, yo estoy preocupado –también, según los días, un poco abatido, anestesiado, indignado, indiferente, si tuviera una sola posición, una sola respuesta, estaría ideologizado–; yo estoy preocupado en tanto sujeto político, en tanto sujeto, mi preocupación no le pertenece al género. El género, por cierto, no deja de ser una lectura, una forma de poder, una condición en todo caso, no la condición. ¿Qué es lo que me preocupa? Sobre todo que en la denuncia de las viejas violencias se omitan y camuflen las nuevas. El gatopardismo de la Historia. Después, y en este caso al escuchar el monólogo de Sanín (pero también cuando leo cosas de Virginie Despentes o de Paul B. Preciado, por ejemplo) me preocupa que en ciertas edades, en ciertos grupos, en ciertas personas, conozco los riesgos que implica una identificación masiva. Sin los matices y filtros de la subjetivación y el pensamiento propio. Y sabemos que los fanatismos, los mesianismos, los extremismos, sabemos que los alarmistas, sectarios y apocalípticos suelen encontrar su pábulo en esa población anónima. El discurso de Sanín, por ejemplo, menos “conscientiza” que amenaza, chantajea, mete miedo.

7.

Sin embargo, una de las pocas cosas en las que coincido al pasar con Paul B. Preciado en su “Carta de un hombre trans al antiguo régimen sexual” es cuando enfatiza –por si no lo sabíamos– que “La heterosexualidad es también una política del deseo.” Agrego: la homosexualidad también. El transexualismo también. Y así. Camila Sosa Villada dijo en una entrevista hace no mucho que no, que no creía que todo fuera político, invocando a la cultura y a la naturaleza (sic). No me extraña, este tiempo hiperideologizado es sin embargo tremendamente despolitizador.

La primera pregunta en la pantalla de McDonald's en Francia: "me identifico" / "no me identifico"
La primera pregunta en la pantalla de McDonald's en Francia: "me identifico" / "no me identifico"

8.

No creo que a esta altura de la Historia nadie deba sentirse demasiado amenazado con las identidades e identificaciones de cada quien; con los cuerpos, máscaras, fantasmas, disfraces y accesorios que todos llevamos puestos. Hablo por mi diferencia decía el gran Lemebel: ojalá el mundo fuera como una taberna de Star Wars.

Lo que asusta o desconcierta nunca son esos cuerpos, apariencias, sexos, disfraces o transformaciones, lo desconocido solo puede asustar un tiempo; el conflicto imaginario es siempre una metonimia o sinécdoque del conflicto real. Lo que sí asusta, lo que sigue siendo terriblemente político como lo fue en Roma, Cartago, la Unión Soviética o la Londres victoriana es siempre el poder y sus efectos. El poder y sus síntomas: la insensibilidad, la necedad, la estupidez. Y sobre todo la injusticia. No sé ni me preocupa demasiado qué identidad sexual tienen las 2500 personas que poseen el dinero que les falta a 4000 MILLONES de personas en el mundo (de las que tampoco me preocupa su identidad sexual). Los 4000 MILLONES sí me preocupan. Nunca la brecha entre ricos y pobres fue tan grande en toda la Historia.

9.

¿Cuál es mi posición en todo esto? El final del hermoso poema de Pound “On his own face in a glass” (“A su propio rostro en el espejo”), ese contrapunto final:

¿Yo?, ¿Yo?, ¿Yo?

¿Y tú?

* Edgardo Scott (Lanús, 1978) es escritor y psicoanalista. Sus últimos libros son “Contacto”, “Cassette Virgen” y “Caminantes”. Vive en Francia.

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