Hace algunos meses comenzamos a construir, entre las revistas Taipei / Crítica de cine, La vida útil y La tierra quema, una nueva encuesta sobre cine argentino. Se trata del primer proyecto de estas características desde el año 2000, cuando el Museo del Cine “Pablo C. Ducrós Hicken” realizó su cuarta encuesta, cuyos resultados fueron publicados en el número 4 de la revista La mirada cautiva. En el artículo “En busca del mejor cine argentino de todos los tiempos”, publicado a fines de julio en Infobae, Iván Bustinduy señalaba las motivaciones de la nueva encuesta. Hoy, a una semana de la presentación del sitio web del proyecto, en la 37.ª edición del Festival de Cine Internacional de Mar del Plata, podemos analizar sus resultados y tratar de entender qué dicen sobre la situación actual del cine y la cinefilia argentinos.
Lo primero que puede analizarse es aquello que despierta más atención y curiosidad: el top 10, donde destaca en el primer puesto La ciénaga (2001), de Lucrecia Martel, con 88 votos más que la película siguiente. Al participar 546 personas, de edades, profesiones y gustos diversos, es difícil saber a ciencia cierta por qué la ópera prima de Martel obtuvo tantas votaciones. Pueden arriesgarse, sin embargo, algunas hipótesis. Por un lado, es una de las películas icónicas del llamado Nuevo Cine Argentino de fines de los 90, la última generación de cineastas a la que se le adjudicó una etiqueta distinguible, responsable de un puñado de films que resultaron tan novedosos en el contexto del cine argentino de su época como exitosos entre el público general. Por otra parte, de esos cineastas (Israel Adrián Caetano, Pablo Trapero, Bruno Stagnaro, Daniel Burman, entre otros), Martel es la única que sostuvo una filmografía consistentemente celebrada, y también la única que logró un reconocimiento internacional, trascendiendo el ámbito de los festivales para convertirse en una referencia cinematográfica para cinéfilos y cineastas más jóvenes. La ciénaga fue una película sorprendente para muchos de quienes ya tenían un recorrido cinéfilo a comienzos del siglo XXI y, al mismo tiempo, objeto de estudio, análisis y fascinación por parte de las nuevas generaciones.
Los nueve puestos restantes incluyen a Invasión (Hugo Santiago, 1969), película guionada por Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares, que trepó del puesto 38 al 2 entre la encuesta del año 2000 y la actual, a otras dos representantes del NCA de fines de los 90: Pizza, birra, faso (Israel Adrián Caetano y Bruno Stagnaro, 1997) y Silvia Prieto (Martín Rejtman, 1999); dos películas de Leonardo Favio: Crónica de un niño solo (1965) y El dependiente (1969); dos documentales, La hora de los hornos (de Fernando Pino Solanas y Octavio Getino, 1968) y Juan, como si nada hubiera sucedido (Carlos Echeverría, 1987); y dos films de género que dicen mucho de sus respectivos momentos históricos: Tiempo de revancha (Adolfo Aristarain, 1981) y Nueve reinas (Fabián Bielinsky, 2000).
Es posible señalar varias diferencias entre la encuesta de 2000 y la actual. La presencia de documentales en el top 10 es una novedad absoluta, algo particularmente sorprendente en lo que respecta a la película de Echeverría, aclamada entre cinéfilos pero poco conocida por el público general. Algo similar ocurre con la presencia de films experimentales, como Ofrenda (1978) de Claudio Caldini, o Habeas corpus (1986) de Jorge Acha, en los cien primeros puestos, ausentes en las encuestas previas. Por otra parte, cierto rechazo contemporáneo al llamado “cine de los 80″, categoría despectiva que amerita ser revisada y que actualmente incluye a gran parte de la producción cinematográfica que va desde los inicios de la última dictadura militar a la aparición del NCA, dio como resultado el descenso abrupto de películas como Camila (María Luisa Bemberg, 1984) o La historia oficial (Luis Puenzo, 1985). La encuesta de 2022 comparte con la anterior la presencia casi absoluta de la filmografía de Leonardo Favio, con sus ocho largometrajes de ficción incluidos en el top 100 de la nueva, y seis de los siete que había filmado hasta el 2000 incluidos en la anterior –la película ausente, en aquel caso, era Soñar, soñar (1976)–, que ha obtenido un reconocimiento tardío en los últimos años, ubicándose ahora en el puesto 25).
La ausencia más significativa de la nueva encuesta merece un párrafo aparte: si entre los films más votados en la última encuesta del Museo del Cine aparecían varios del llamado período clásico, todos anteriores a 1960 (Las aguas bajan turbias (Hugo del Carril, 1952) en el puesto 3, Rosaura a las diez (Mario Soffici, 1958) en el puesto 4, Prisioneros de la tierra (Soffici, 1939) en el 5, La guerra gaucha (Lucas Demare, 1942) en el 7 y Apenas un delincuente (Hugo Fregonese, 1949) en el 10, además de La casa del ángel (Leopoldo Torre Nilsson, 1957), obra clave del modernismo cinematográfico, profundamente influyente para la Generación del 60, en la encuesta de 2022 la primera película anterior a 1965 aparece recién en el puesto número 14 (Las aguas bajan turbias). Esto puede tener relación con la importancia otorgada por las nuevas generaciones al cine del NCA y posterior, que necesariamente empuja a otras películas a puestos inferiores, pero también con una relación más distante con el cine clásico, el cual suele ser de fácil acceso en Internet pero que, con algunas felices excepciones, solo puede verse —y escucharse— en muy mala calidad (con la apariencia de “una imagen filtrada por una tela medio sucia”, como bien dijo Ramiro Sonzini en la presentación de la encuesta).
Si bien es cierto que en Capital Federal se proyectan con frecuencia películas clásicas argentinas en espacios como la Sala Leopoldo Lugones, el Malba o el CCK, y que la actividad de personas como Fernando Martín Peña o Paula Félix-Didier es inapreciable, es necesario luchar por más. La historia de la preservación cinematográfica en Argentina está marcada por un Estado ausente, lo que llevó, entre otros desastres, a la pérdida definitiva de una enorme cantidad de películas y la ruina irreparable de muchas otras. Es probable que los resultados de la encuesta fueran diferentes si pudiéramos ver en buenas condiciones al cine argentino de todas las épocas.
Otro punto que vale la pena señalar es la diferencia entre ambas encuestas en lo que respecta a los criterios de convocatoria. En aquel caso, el Museo del Cine había convocado a cien votantes de distintos puntos del país, que pertenecían mayormente al periodismo, la crítica, el coleccionismo y la investigación, voces consideradas “autorizadas” en materia cinematográfica. En esta oportunidad, si bien optamos por mantener una perspectiva federal, entre los más de 500 votantes también se incluyó a cineastas, productores, guionistas, montajistas, directores de fotografía, actores, actrices, docentes y cinéfilos en general, además de figuras de otros ámbitos de la cultura cuya opinión sobre el cine argentino nos interesaba conocer. Más allá de las diferencias en los criterios de invitación, entendemos que la sumatoria de votaciones ofrece una foto valiosa, en la cual pueden apreciarse cambios significativos respecto de cómo nos vinculamos con el cine argentino. Son estas novedades y sorpresas las que demuestran que la relación entre el cine y su audiencia está siempre viva, en constante mutación.
En términos personales, hay algo que me interesa tanto o más que las películas más votadas: creo que la posibilidad de poder indagar las listas individuales y los diversos criterios de selección le da otra dimensión al proyecto. El sitio web de la encuesta es, además de un espacio en el que se contabilizan votos y se ordenan películas de mayor a menor, un mosaico de gustos, opiniones y puntos de vista. En sus intersticios se esconden desde los clásicos más vigentes hasta films olvidados por el paso del tiempo, ficciones y documentales, producciones de alcance masivo y pequeñas obras de orfebrería experimental, películas de género y vanguardistas, impactantes trabajos de militancia política y objetos refinados abocados al placer estético. La más breve, En casa del fotógrafo (Eugenio Cardini, 1902), dura un minuto; la más extensa, La flor (Mariano Llinás, 2018), catorce horas. La diferencia con bases de datos como Letterboxd, IMDb o Filmaffinity es que acá la relación entre las películas se construye exclusivamente a partir del gusto personal; es el punto de vista de individuos muy diversos lo que tiende los hilos entre los más de 800 films votados. Para apreciar el sitio en su totalidad es necesario leerlo tanto en términos de tendencias como de particularidades.
La encuesta tal como la conocemos es, podría decirse, el resultado de una casualidad. Sin saberlo, tanto Taipei como La vida útil veníamos trabajando en proyectos similares, aunque más pequeños, con el objetivo de publicar los resultados en nuestras respectivas revistas. Tras una conversación en abril, durante el último BAFICI, descubrimos la coincidencia y tomamos la decisión de unir fuerzas en un trabajo conjunto. Pocas semanas después, invitamos a Mercedes Orden, de La tierra quema. Luego de conseguir una generosa colaboración económica privada, pudimos avanzar en el diseño de un sitio web propio. Una de las mejores decisiones fue armar fichas para cada votante y película votada, con un enlace para poder verla, en caso de que se encuentre disponible públicamente.
La intención fue, desde el inicio, conocer un poco mejor el gusto de los cinéfilos, críticos y cineastas contemporáneos, pero también generar algo de revuelo alrededor del cine argentino. En este sentido, la encuesta no es un punto de llegada, sino de partida. El objetivo máximo es que se hable más del cine nacional, que las películas se vean y discutan, que se editen más libros y también dossiers sobre cine argentino en las revistas y sitios web de crítica cinematográfica, que surjan ciclos y proyecciones, que las películas puedan verse en mejor calidad. Fundamentalmente, que el Estado le preste más atención al cine, fortaleciendo no solo la producción, sino también la difusión y preservación de la historia cinematográfica de nuestro país.
La Encuesta de cine argentino 2022 se presentó oficialmente en el 37° Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, en una mesa conformada por Pablo Ceccarelli (Taipei), Ramiro Sonzini (La vida útil), Mercedes Orden (La tierra quema) y Paula Félix-Didier (directora del Museo del Cine “Pablo C. Ducrós Hicken”), y moderada por el docente, investigador y productor cinematográfico Pablo Piedras.
* Algunos de los análisis apuntados en este artículo surgen del editorial del sitio web, al cual se puede acceder aquí.
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