“5 mil disparos”, una radiografía de la cultura hip hop en los barrios

El libro editado por Walden es un ensayo fotográfico sobre la escena urbana argentina, de los 80 hasta la actualidad, según un método que el autor -quien firma este texto- denomina “investigación situada”

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La cultura urbana del hip-hop llegó desde Nueva York a las periferias de la ciudad de Buenos Aires. "5 mil disparos" recoge esa historia desde lo visual
La cultura urbana del hip-hop llegó desde Nueva York a las periferias de la ciudad de Buenos Aires. "5 mil disparos" recoge esa historia desde lo visual

La cultura hip-hop engloba un conjunto de prácticas artísticas, musicales, visuales y performáticas (el rap, el breakdance, el graffiti y el DJ, entre otras) que se originaron en los barrios poblados por inmigrantes afrolatinos de Estados Unidos, principalmente de Nueva York, en la década de 1970 y que poseen una marcada asociación con el ámbito urbano y suburbano, ya que el espacio público fue el elemento que las cohesionó.

En los países latinoamericanos, esa apropiación se dio primero como una moda, para luego dar paso a las distintas escenas locales, que incorporaron elementos propios de cada región. En Argentina, gracias a la mediatización de la figura de Michael Jackson y su estilo de baile, y al estreno del film Breakdance (1984), entre otros, comenzó una moda que dio origen a distintos grupos de amigos que se reunían a bailar breakdance en el espacio público. Estos jóvenes tenían algo en común: no se sentían identificados con el rock nacional, un género musical que, hasta la posdictadura, no era bailable.

Los primeros breakers entraron en contacto con una cultura que incluía otras prácticas, aparte del baile, y empezaron a incursionar en otros elementos. Así aparecieron los primeros MCs (raperos), DJs y graffiteros, y comenzaron a tener lugar reuniones improvisadas en donde, de forma autodidacta pero colectiva, dieron sus primeros pasos. En los noventa, la escena ya estaba conformada: aparecen los compilados Nación Hip-Hop y Nación Hip-Hop 2, y diversos programas radiales, televisivos y algunas publicaciones gráficas, como el fanzine Moshpit Posse. La coronación de este ciclo llegó en 2001, cuando el Sindicato Argentino del Hip-Hop ganó el Grammy Latino a la mejor banda de rap/hip-hop, en un contexto en el que el país quedaba devastado por la política neoliberal.

El siglo XXI comienza con la aparición de nuevas apropiaciones del rap como género, principalmente en el conurbano de Buenos Aires. Estas apropiaciones se alejan de las experiencias pioneras, y se encuentran más ligadas a la democratización de Internet y a la influencia, una vez más, de films sobre la temática, tales como 8 Mile (2002), protagonizada por el rapero Eminem, que popularizó las batallas de improvisación de rap, y Talento de barrio (2008), protagonizada por Daddy Yankee. En los barrios populares, se vendían CDs piratas con compilados de reguetón en MP3, que incluían algunos temas de rap. De esta manera, las clases menos privilegiadas comienzan a conocer este género, y a practicarlo.

En 2005, el surgimiento de la plataforma YouTube trae consigo tres cambios que transforman el paradigma comunicativo de la industria musical y audiovisual: la posibilidad de acceder durante las 24 horas del día, la selección abierta al espectador y, sobre todo, la aparición de la figura del “prosumidor”, es decir, el espectador que genera contenidos transformando los existentes o produciendo otros. Esta herramienta permitió que los realizadores amateurs y de bajos recursos comenzaran a compartir sus videos y a distribuirlos luego en las redes sociales.

Muchos de estos jóvenes pudieron conseguir millones de visionados y seguidores, y hasta monetizar sus producciones sin intermediarios. En muchos países, el papel actual de los jóvenes y su participación ascendente en la economía de la producción cultural como consumidores y productores está modificando su lugar social. Esto nos lleva a pensar que el abaratamiento de las tecnologías y la democratización de Internet permitieron que las juventudes de clases más desfavorecidas pudieran grabar su propia música y fueran promotoras y gestoras de su propia obra.

"5 mil disparos, fotografías del hip-hop argentino", de Martín Biaggini (Walden Editora)
"5 mil disparos, fotografías del hip-hop argentino", de Martín Biaggini (Walden Editora)

En ese sentido, desde el PEC (Programa de Estudios de la Cultura) de la Universidad Nacional Arturo Jauretche, comenzamos en 2015 un recorrido por los distintos actores que forman parte de este proceso, a quienes pudimos clasificar en tres grupos: la vieja escuela, o los pioneros que dieron los primeros pasos en el hip-hop entre 1984 y 1992; la primera generación, que fue la que, junto con la vieja escuela, conformó la escena de hip-hop local; y, por último, los llamados raperos 2.0, quienes suman a un sector social que tradicionalmente quedaba excluido: una juventud que habita los barrios marginales de la ciudad de Buenos Aires y su conurbano.

Denominamos “barrio marginal” a zonas urbanas informales, surgidas de la ocupación ilegal de tierras —llamadas popularmente “villas de emergencia” o “asentamientos”—, y a los barrios de vivienda social producto del Plan de Erradicación de Villas de Emergencia (PEVE), en general barrios de monoblocs o viviendas sociales. Entre los barrios más conocidos podemos nombrar Fuerte Apache, la Carlos Gardel, el Bajo Flores, Ciudad Oculta, Puerta de Hierro, Villegas, la IAPI, la Palito, Las Catonas, Villa San Petersburgo (la San Pete), Villa Soldati, Villa Tranquila, Isla Maciel, por mencionar algunos.

Estos raperos 2.0 surgen con la democratización de las tecnologías digitales y la aparición de la Internet 2.0 y las redes sociales. Si bien este último fenómeno configuraba un nuevo paradigma en cuanto a la producción/distribución y el consumo de contenidos culturales, la brecha digital —tanto tecnológica como simbólica— condicionaba el acceso y el uso, pero la aparición de los cibers (locales en los que se alquilaba por hora el uso de computadoras con acceso a Internet) posibilitó, en un primer momento, que muchos jóvenes sin acceso a dicha tecnología se encontraran diariamente en estos recintos y compartieran de forma colectiva la experiencia colaborativa de aprendizaje, sistematización y distribución de conocimientos, experiencias y contenidos. Por otra parte, programas estatales que repartían netbooks a todos los estudiantes de escuelas a nivel nacional impactaron notoriamente en la democratización tecnológica.

Desde el inicio de este trabajo de documentación realizamos lo que llamamos “investigación situada”, o sea, no nos paramos como investigadores externos y objetivos a observar este fenómeno, sino que formamos parte de la movida desde nuestra posición, intentando aportar algunas ideas. Y como soy adepto a la fotografía desde la época analógica (en la cual compraba rollos blanco y negro para retratar los barrios del conurbano con alto contraste), me sumé como fotógrafo y videocamarógrafo (filmmaker) a muchos de estos grupos. La técnica evolucionó y la fotografía digital permitió elegir con un solo clic el tipo de imagen que uno tomaba; a su vez, como mi técnica es la fotografía directa (sin posproducción), desde el principio continué con la técnica del blanco y negro.

Con mi cámara, comencé a recorrer los estudios de grabación de los raperos de los ochenta, los noventa, algunos shows en locales o eventos en vivo, y, por sobre todo, recorrí los barrios marginales de toda la ciudad de Buenos Aires y su conurbano (25 distritos o municipios en total). Al poco tiempo, mis fotos empezaron a aparecer como portadas de perfil en las redes sociales de muchos raperos y como materia prima del diseño de flyers y afiches promocionando fiestas y recitales, etc. Mi trabajo, en un principio tímidamente anexo, ya formaba parte de la movida de forma activa.

Esta publicación es un recorrido fotográfico de algunos de esos encuentros, espero puedan disfrutarla.

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