“Yuyo” Noé, una memoria del arte que celebra la vida (más allá del caos)

A los 89 años, el artista presenta 12 nuevas obras en “Vida es una palabra abstracta” en Galería Rubbers y finaliza su próximo libro sobre el caos, mientras se prepara un 2023 pleno de homenajes

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Luis Felipe "Yuyo" Noé presenta
Luis Felipe "Yuyo" Noé presenta “Vida es una palabra abstracta” en Galería Rubbers

Luis Felipe Noé. Yuyo Noé. Yuyo. Son pocas las personas que con solo dar su nombre o apellido se sabe de quién se habla. Poquísimas. Hay un solo Borges, un solo Diego, una sola Marta. Hay un solo Yuyo.

Y en el caso de Noé la cuestión se vuelve más personal, más humana, porque prescinde del documento, de la herencia familiar, y se centra en el apodo como marca de afecto hacia un artista multi generoso, tanto en su quehacer pictórico e incluso el ensayístico, sino que además a sus 89 años pone el cuerpo y su conocimientos cuando se lo requiere sin que eso le suponga ningún beneficio.

Porque Yuyo ya tiene un nombre -un nombre, un apellido y un apodo mejor dicho-, que es tan inconfundible como su obra, lo que suma otra características que lo convierte en uno de los artistas argentinos más importantes: la voz propia, el estilo, esa potencia que reverbera en los ojos, que queda atrapada en el inconsciente y lo hace único.

El artista acaba de presentar Vida es una palabra abstracta, una muestra feroz en la Galería Rubbers a partir de 12 cuadros -casi siempre en gran formato- realizados en los últimos meses, en los que también se dedicó a escribir las últimas páginas de su nuevo libro que, comenta a Infobae Cultura, le “encantaría que se publique el año que viene”.

Noé y una parte del
Noé y una parte del vitral que realiza para el Museo de los Inmigrantes Muntref

Y es que el 2023 tendrá una serie de festejos en torno a sus 90 años, que comienzan de alguna manera con esta exhibición, seguirá con la presentación de un escultura de cinco metros en Museo Campo, la nueva sede de la Fundación Tres Pinos en Cañuelas (a mediados de diciembre), continuará con la colocación de la segunda parte del vitral que está realizando para el Museo de los Inmigrantes-Muntref y luego tendrá una serie de eventos en otros espacios, públicos y privados, aunque los detalles están aún por revelarse, explicaron desde su Fundación.

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Yuyo mira el pasado y el futuro con la misma lucidez, una lucidez sin tiempo en medio del caos. Durante este encuentro, va y viene entre memorias y proyectos, quizá sea por el momento de su vida en el que la reflexión es una constante, pero hay algo en ese devenir que tiene un fuerte arraigo en su mirada de entender el mundo, la existencia.

“El caos es la vida misma y hay muchas cosas que son maravillosas, porque ahí está todo, hasta lo bueno, lo que pasa es que no nos damos cuenta porque creemos que solamente es lo malo. Está todo mezclado. En los momentos de orden y tranquilidad se está gestando todo el desbole, porque el escenario del caos es el tiempo. El caos no es un concepto, es una vaga concepción, tan vaga como el tiempo. No hay nada más misterioso que el tiempo y la prueba está en que hasta los mismos científicos no han podido definirlo. Y el caos es la vivencia del tiempo”, comenta.

 La muestra está compuesta
La muestra está compuesta por 12 cuadros realizados en los últimos 3 meses

El caos ha sido una marca de su estilo, eso es bien conocido, y se expresa en esas obras en que la pincelada limpia puede convivir con la saturación del impasto, en las que la materidad se convulsiona, surge y se apacigua, a partir de unas estructuras pictóricas que brotan de su interior instintivo.

Y sobre el caos es también acerca de lo que está escribiendo, en el que sería un nuevo título tras Antiestética, Mi viaje-Cuaderno de bitácora y El arte entre la tecnología y la rebelión. En torno al ‘68, entre otros. “Por caos no entiendo desorden, sino el ritmo mismo de la vida. Creo que al caos lo constituimos entre todos nosotros desde que el ser humano existe. La prueba está en que el ser humano nunca ha podido vivir sin guerras”.

“Creo que estoy en las últimas partes (del libro), tengo esperanza de terminarlo antes de fin de año y ajustarlo en el verano. Bueno, entregaré a la editorial, que después tiene sus tiempo y todavía guarda un misterio. Ojalá que se publique el año que viene, está dentro de mi deseos, pero que esté dentro de mis deseos no quiere decir que se cumpla. Además, a mi edad que esté dentro de mi deseo no quiere decir que esté vivo. Los 90 años son para mí algo… mi padre murió tres meses antes de cumplir 90, por lo cual indicaría que a fines de febrero me tendría que ir, espero no ser tan fiel a la vida de mi padre”, reflexiona.

Y la figura del padre, Julio Noé, resurge cuando se le pregunta sobre sus propios usos del lenguaje, del pase de lo pictórico a lo textual, porque el tiempo -una vez más- se descompone: “Puedo decir que tengo dos lenguajes: la palabra, en español, en la escritura, y el de la pintura, pero eso viene un poco de mi familia. Cuando yo nací mi padre tenía 40 años y ya había publicado dos antologías de poesía argentina. Era secretario general de la revista Nosotros, que en los 40 era la publicación literaria más importante del país y después la reemplazó Sur”.

Yuyo posa con "Divagaciones" detrás
Yuyo posa con "Divagaciones" detrás

“Además fue secretario general de una organización de señoras de la alta sociedad que se llamaba Amigos del Arte, que fue muy importante para realizar conferencias y demás. Traían a Ortega y Gasset, de quien mi padre fue amigo. Y también organizaban exposiciones de pinturas, la mayor parte de los pintores de toda esa época, desde Fader, de Quirós, Pettoruti, Xul Solar, etcétera, expusieron ahí”.

“Mi padre me hablaba tanto de literatura como de pintura, pero a mí la verdad que siempre me atrajo más quedarme quieto mirando una imagen que leer una novela. A mí las imágenes me decían mucho, y tenía que descifrarlas internamente. Y todo tipo de imagen. Si me preguntan por un recuerdo infantil sobre cuál es la imagen que más me impresionó. Me acuerdo que en el libro de lectura de primer grado inferior, en la tapa había un chico leyendo un libro, y entonces yo me preguntaba ‘¿cuál es el último?, ¿el que está en la tapa o soy yo?’ Entonces ese diálogo que tenía con la tapa lo tenía con viese lo que viese, porque era lo mismo. Podía ver un cuadro y más allá del palabrerío, de términos que todavía no dominaba, yo sentía por ejemplo que ver un cuadro de Rembrandt era muy distinto que ver uno del Renacimiento”, dice.

Noé en su estudio de
Noé en su estudio de San Telmo (Ariel Torres)

Las muestras, en ese sentido, causaron una marca profunda en el Yuyo pintor por venir, un proceso de endogeneidad que esperaba brotar. Así, recuerda que cuando iba al Salón Nacional con su padre “así como los chicos reconocen marcas de autos” él “decía ‘este cuadro es fulano, este de mengano’”. Y que desde esa edad, confiesa, supo que lo suyo era la pintura: “Siempre quise ser pintor, pero en esa época no se tenía la menor idea de cómo se enseñaba la pintura a los chicos. Yo dibujaba más que pintar, la pintura la tenía acá (se toca la cabeza), pero no tenía la práctica tanto de manejar colores”.

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Pero a pesar de esa llamada temprana, tuvo primero que recorrer el camino de satisfacer el mandato paterno. “Cuando terminé el bachillerato quería estudiar pintura, pero mi padre me dijo, ‘¿de qué vas a vivir?’ Mi padre entre otras cosas también era abogado y me metí en la Facultad de Derecho. Hubiera querido estudiar filosofía, pero era lo mismo que con la pintura, ¿de qué iba a vivir?. Estuve 4 años paseando por los pasillos de Derecho, pero me sirvió para dos cosas: primero cuando me bocharon por segunda vez en derecho penal, me dije ‘esto no es para mí’. Después, en ese momento, Perón tenía muchos diarios intervenidos y muchos periodistas se quedaron sin trabajo y había vacantes. El diario El Mundo era un caso y mi padre conocía al interventor y ahí entré en el periodismo; al poco tiempo vi que no había crítica de arte y me animé a pedirlo. Tenía 23 años. Como crítico no lo hacía tan mal porque respetaba a los artistas y así podía hacer lo que yo quería. Recién mi primera exposición la hice cuando tenía 26, tres años después. Entré al taller de Horacio Butler y esa fue mi formación”.

Ernesto Deira, Rómulo Macció, Jorge
Ernesto Deira, Rómulo Macció, Jorge de la Vega y Luis Felipe Noé

La historia que sigue es bastante conocida. En una muestra del ‘59 en la Galería Witcomb comenzó a frecuentarse con otros referentes como Rómulo Macció y Jorge de la Vega, quienes junto Ernesto Deira, Sameer Makarius y Carolina Muchnik integraron la Otra Figuración en la galería Peuser en 1961, para luego partir hacia Nueva York con una Beca Guggenheim y a París, hasta su regreso definitivo en 1987. En el 2009 fue el representante argentino en la Bienal de Venecia y en 2017 tuvo su merecida retrospectiva en el Bellas Artes.

Luis Felipe Yuyo Noé hace una pausa, toma un sorbo de agua porque le recuerdan que tienen que parar. Podría seguir hablando sin notar que su garganta le pide un descanso, apasionado, labrador de sus memorias, parece tan compenetrado que se olvida de si mismo. Yuyo no para, solo emerge.

—Con una trayectoria tan extensa, ¿cuál es su método de trabajo hoy?

—A lo largo de mi vida han sido muchas las maneras en que he encarado la obra. Antes por ejemplo, cuando comencé, partía de la mancha, pero ahora la mancha es uno de los tantos elementos. Me interesa más bien poner, por ejemplo, muchos colores y luego empezar a dibujar los colores. Hay que buscar el contorno de los colores y después hacer todo un tejido de ellos o si no a partir de la línea o ir viendo cómo se controlan los espacios. En cuanto sí va a haber figuras o no, bueno, de repente aparece un señor y de repente ese señor es una amontonamiento de líneas que no tienen ni ojitos, ni cara, ni nada, sino que son nada más que líneas, un color, y así me voy a entendiendo. Lo cual es difícil cuando uno es viejito.

Detalle de "Todo es posible
Detalle de "Todo es posible a condición de que sea lo suficientemente absurdo (Niels Bohr)"

¿Se concentra en una obra por vez?

—Hago varios cuadros a la vez, vuelvo, y también a la vez estoy escribiendo. Es más, te voy a decir algo que a mí mismo me sorprende. No trabajo de apuro, sí con exigencia, porque he estado casi todo el año hasta el mes de mayo escribiendo y nada más que escribiendo porque quiero terminar mi libro y en el último día de junio partí para París y estuve tres semanas. Había hecho hasta ese momento un solo cuadro y no sé si terminado. Todo el resto lo he hecho desde agosto. Ahora cuando estoy apurado, es decir por el tiempo, me pasa lo mismo con la escritura, no me hace hacer las cosas rápido, al contrario. Enfermo de obsesión vuelvo y así como cuando soy capaz de escribir una misma página 10 veces, y volver y corregir, lo mismo. Este (señala un cuadro) tiene muchas cosas, pero todo este trabajito de líneas lleva tiempo. No apeló a los brochazos. Creo, humildemente lo digo, que uno no vive el cuhete, por suerte como todavía no estoy gagá, cosa que es el gran peligro de los viejos y no lo digo en chiste, sino que el Alzheimer es una cosa que me produce pánico; es decir, yo no lo tengo ningún miedo a la muerte, pero tengo pánico a la muerte en vida.

Por suerte todavía estoy lúcido y creo que cada vez más, porque creo que uno aprende el juego de sí mismo, tanto para pensar cuando escribo como para pintar. Si estoy trabajando en esta punta ya sé lo que me está reclamando la otra. Entonces estoy haciendo tensiones y demás. Nunca trabajo con bocetos, porque los bocetos son estupideces, porque es pensar en un espacio chiquito para proyectarlo a uno grande y ahí es totalmente distinto. Es como dar una batalla en un cuarto de baño, ¿no?, la batalla se da en el campo. Para mí en cierto modo es incluso más fácil entender lo que yo quiero en un cuadro grande que en uno chico por la simple razón que si uno tiene pasión por el baile se da cuenta que se baila mejor en un espacio grande que en uno chico. Uno se mueve más libremente en el espacio, pero también se producen muchos más desafíos, pero desafíos que salen naturalmente y que uno los va encarando y van enriqueciendo la obra.

La figura de un "señor"
La figura de un "señor" emerge en el medio del caos en la obra 'Aparezco' (Pastel graso y seco, tinta acrílica y acrílico sobre tela, 190 x 190 cm)

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En algunas obras de Noé, de Yuyo, aparece una figura, ese “señor”. A veces de cuerpo entero en el centro, otras un rostro que se pierde en la vorágine de líneas, colores y texturas. Para él no son más que accidentes, situaciones que ocurren, que a veces deja y otras “con la lógica de lo que venía siendo la obra no tienen lugar” y las tapa. Pero hay en ese “señor” algo de ese hombre, un reflejo de su propia humanidad que se proyecta en ese caos, y que persiste, memorioso y frágil, pero siempre creativo y que emerge aún cuando no lo busca, porque Yuyo no para.

*”Vida es una palabra abstracta”, de Luis Felipie “Yuyo” Noé en Galería Rubbers (Av. Alvear 1640). Lunes a Viernes, de 12 a 18 hs, hasta el 21 de diciembre. Entrada gratuita.

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