Stephen King, los barbijos y las cruzadas de los niños en la era de la pandemia

¿A los jóvenes les cuesta dejar de usarlos? ¿Es una generación conservadora? La película “La edad media”, de Acuña y Moguillansky, y el libro “La cruzada de los niños”, de Marcel Schwob, revolotean la cuestión. Mientras tanto, el rey del terror contribuyó a impedir un monopolio

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Habrán notado que, a pesar del levantamiento de su obligatoriedad, en todos lados hay gente que usa barbijos. Es decir, ya ni siquiera en los hospitales es necesario portar uno para prevenir el contagio del COVID, pero en las calles, en las plazas, en los edificios; hay barbijos. Y muchos adolescentes los usan, muchísimos, como el resguardo posterior a una medida que habría quedado atrás. ¿No los vieron caminando mientras charlan con otros adolescentes con barbijos? ¿O paseando el perro, más a la noche, usando tapabocas? Se supone (digo, es un suponer) que los primeros en sacarse el elástico de las orejas para tirar los barbijos a los cielos (como hacían las chicas hippies culminando la década de 1960 con sus sostenes) debían ser los más chicos. Pero parece que no.

Lo mismo observó el conductor de televisión y comediante Bill Maher en su último show de stand up Adulting (HBO Max), que sucedía, por lo menos, en Los Angeles, Estados Unidos. Maher (cuyo El show de Bill Maher deberían ver, en HBO también, como un termómetro de la política en los Estados Unidos y al que asisten tanto demócratas liberales, izquierdistas de décadas y recalcitrantes trumpistas del Partido Republicano) plantea que el fenómeno se debe a un confort en la inmadurez de las generaciones más jóvenes, un cierto miedo que impediría reclamar y ejercer ese mínimo gesto de libertad pasado lo peor del COVID (y cuando el Estado y sus departamentos de salud permiten no llevar puestas esas semi máscaras de tela). En el espectáculo de stand up Bill Maher les pide a los jóvenes que no sean conservadores.

Bill Maher, comediante y conductor de televisión en Estados Unidos
Bill Maher, comediante y conductor de televisión en Estados Unidos

Sin embargo, tal vez sea una postura adulta superficial. Y el tema sea más complejo. Es decir, a primera vista podría causar asombro. ¿Pero y si fuera una reacción natural al mundo en que vivimos? Digamos, las sensibilidades de los más chicos debieron atravesar dos años de peligro, de encierro, de un planeta desolado por la muerte que acechaba por todos sus poros. Terminada, supuestamente, esa etapa, comienza la guerra. Una guerra que en Rusia y Ucrania tiene muertos que se cuentan no por centenares, sino por miles. Y muertos apenas más grandes, en edad, que los adolescentes a los que nos referimos. Una guerra que amenaza con ser nuclear por parte de Rusia y por parte de Zelenski, que tiene detrás a todos los países miembros de la OTAN. Un mundo en crisis económica global, sufriendo la escasez de trigo y energía y con Europa temiendo que llegue, como llegará, el puro invierno. ¿No será posible que la permanencia del barbijo implique un espacio chiquito de resguardo? ¿De seguridad, es decir, de improbable seguridad? Quién sabe.

En todo caso, siempre es bueno atender a las razones de los chicos. Una vez un amigo, Alejandro Horowicz, mientras charlábamos en el patio de una redacción y yo despotricaba por los “emos”, me dijo: “Pero si seguro ni conocés un emo. Quejarse de los más jóvenes por puro prejuicio es señal de haber llegado a viejo”. Tenía razón. Es que los barbijos recuerdan la presencia de la pandemia. “Esto ha sido, esto es, continuamente”. En China, el Estado continúa interviniendo de manera férrea. En Chile, el ministerio de Salud planteó que se discutía la posibilidad de volver a exigir el uso del barbijo en lugares de alta conglomeración poblacional ante un rebrote del virus. Parafraseando la frase de Woody Allen: “Que sea hipocondríaco no significa que no haya una enfermedad amenazando”.

 "La edad media", película de Luciana Acuña y Alejo Moguillansky que se exhibe en Malba Cine
"La edad media", película de Luciana Acuña y Alejo Moguillansky que se exhibe en Malba Cine

Sin embargo, hay otras maneras de recordar la pandemia (aunque suene raro hablar de recordar algo tan reciente y quizás presente) nada mejor que ver la película La edad media, en el Malba, que se exhibe los viernes a las 20 horas y fue elegida como “Mejor Largometraje” en la Competencia Argentina del BAFICI 2022. Sus directores son Alejo Moguillansky y Luciana Acuña y junto a su hija Cleo representan a una familia perdida en el absurdo del encierro en una comedia que puede llegar a ser hilarante, pero que a la vez construye una narración cinematográfica entrañable, linda.

Moguilansky dirige por Zoom a la pianista Margarita Fernández mientras Acuña ensaya con su grupo de ballet, en varias sesiones de pantalla. La falta de trabajo, el tedio, el fastidio y la incertidumbre se ven atravesadas por el humor y por un motociclista que llega cada tanto a dejar libros y que es atendido por Cleo en la puerta de la casa, como la posibilidad de recibir a un amigo. No se debe dejar de lado que la protagonista es Cleo quien, muy eficientemente, toma su rol con naturalidad y sin que el espectador se arrepienta de ver la película protagonizada por una chica un poco menor que los adolescentes de los barbijos. Cleo es una aventurera entre cuatro paredes y además, se propone adquirir un telescopio en medio de una sociedad con inflación. Si no la vieron aún, está en el Malba.

2 de agosto de 2022: Stephen King ingresa al Tribunal de Distrito de Washington para testificar en el caso antimonopolio contra la fusión de editoriales (Foto: REUTERS/Tom Brenner)
2 de agosto de 2022: Stephen King ingresa al Tribunal de Distrito de Washington para testificar en el caso antimonopolio contra la fusión de editoriales (Foto: REUTERS/Tom Brenner)

Otra persona preocupada por los jóvenes es el genio total, que ya alcanza ribetes de superhéroe, Stephen King, quien, con su declaración contra su propia editorial, ayudó a impedir la constitución de un oligopolio que podría llegar a manejar la mitad del mercado del libro en los Estados Unidos. Penguin Random House había llegado a un acuerdo en 2020 para comprar Simon & Schuster, el tercer mayor grupo editorial del país del norte, por 2.175 millones de dólares. La Fiscalía Antimonopolio había comenzado un proceso entonces que devino en juicio, en el que declaró King, en contra de su propia casa editora, Simon & Schuster.

En su declaración, King sostuvo que el mayor perjuicio de la fusión lo sufrirían probablemente los autores jóvenes, para los que cada vez es más difícil ganar lo suficiente para vivir de su oficio. Pero respecto a la tendencia monopólica de las editoriales (Karl Marx tenía razón, claro), añadió: “Llevo unos 50 años en el sector del libro. Cuando empecé, había literalmente cientos de editoriales. Una a una fueron absorbidas por otras o cerraron el negocio”. Una situación que se replica en todo el mundo y en las editoriales que publican en lengua española también. Aunque se debe celebrar que, con todo lo que cuesta a sus impulsores, aún quedan pujantes y hermosas editoriales independientes. La justicia estadounidense prohibió, en definitiva, la fusión editorial, aunque Random House señaló que apelaría la medida. Paradojas de la vida, Random Argentina es la editora de Stephen King.

"La Cruzada de los Niños" (Destino), de Marcel Schwob
"La Cruzada de los Niños" (Destino), de Marcel Schwob

Para terminar de hablar de pequeños, siempre es bueno regresar a Marcel Schwob, aquel autor francés que escribió, entre otros, el extraordinario libro Vidas imaginarias y ese texto corto La cruzada de los niños, que nos ocupa. Sobre el primer libro Borges escribió: “Inventó un método curioso. Los protagonistas son reales; los hechos pueden ser fabulosos y no pocas veces fantásticos. El sabor peculiar de esta obra está en ese vaivén”, que se puede aplicar a La cruzada… El origen mítico del relato señala que en 1212, pleno medioevo y las ciudades agitadas por las plagas y las cofradías cristianas heréticas, destacamentos de niños se propusieron, por mandato divino, revivir las Cruzadas y llegar al Templo en Jerusalén para establecer en territorio musulmán la ley católica. Iban llevados de a miles por las voces y un furor.

Schwob toma las voces de distintos protagonistas -la de los niños cruzados, la de un clérigo errante, la de un mahometano piadoso, la del Papa- y transforma esa leyenda demencial en literatura absoluta. Luego, la historiografía comprobó que no había habido tal cruzada de los niños, pero no excluyó otras cruzadas así de erráticas (un testimonio de la época indica que mujeres pasaban corriendo desnudas sin decir nada y sólo señalando al cielo). Sin embargo, queda el relato de Schwob. Que muestra a unos niños tomando la alocada delantera en una tarea que habían abandonado los adultos. Esta puede ser una interpretación ligera. Pero las cosas suelen suceder así.

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