Por qué Gran Hermano ya no exhibe la misma intimidad que en sus comienzos

El reality más famoso de la historia pone evidencia los consumos culturales actuales, qué es o no político y hasta dónde puede llegar su alcance

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Gran Hermano (Telefe)
Gran Hermano (Telefe)

Al final de cuentas, Gran Hermano es un gran despiporre epistemológico. ¿Cuál es la búsqueda y significado, el objetivo y el alcance estratégico del reality show que emite Telefé (y que reproducen hasta el hartazgo programas del mismo canal y de los canales de la competencia también, amén de la transmisión en vivo a la que se llega bajando una aplicación en el teléfono celular)? No digamos que se trata solamente de un programa televisivo, de una forma de la cultura de masas de tal o cual cualidad. O que se trata de mero esparcimiento. No. En estas dos décadas y media desde que el formato se estrenó en la televisión holandesa (más precisamente, en 1999) la discusión de ideas acerca del fenómeno televisivo provocó la intervención de las mejores mentes de las ciencias de la comunicación y la sociología, de la antropología y la filosofía y, obvio, del panelismo en todas sus variantes. Y cada especulación, cada teoría, cada estudio realizado aportó al Gran Hermano de su propio tiempo de realización y emisión. Porque a cada época corresponden nuevos participantes y nuevos seguidores de los “jugadores” dentro de la Casa (esquivaremos en este texto la descripción minuciosa del mecanismo del reality show, ya que lo más probable es que tan solo una ínfima minoría de la humanidad no lo conozca). Por ejemplo, las primeras observaciones acerca de Gran Hermano en los comienzos de siglo hacían hincapié en una nueva, para entonces, forma de exhibición de la (o intrusión en la) intimidad mediada por el sistema televisivo.

Dos décadas después, las redes sociales deshicieron aquella primera pregunta sobre la intimidad y GH, ya que, poblacionalmente, Facebook es la nación más grande de la Tierra y, generacionalmente, Instagram y TikTok son las herramientas elegidas por los más jóvenes para hacer de su intimidad una obra artística. Boris Groys, el crítico cultural ruso-alemán, señalaba que las redes sociales (se refería en particular a FB en su libro Volverse público, que en el país editó Caja Negra) hacían de cada persona un “artista de sí”: cada usuario edita la persona que quiere ser para ser vista por los demás de esa manera, realiza una profunda edición fotográfica que aprueba y descarta imágenes de sí y que, luego, puede retocar antes de publicar. El actual participante de Gran Hermano ha sido entrenado desde su infancia en la exhibición de la intimidad (salvo los jugadores de más edad, que, de cualquier manera, comentan en esos momentos permanentes de “no acción” la cantidad de seguidores o “amigos” que tienen).

Tomás Holder, el primer eliminado
Tomás Holder, el primer eliminado

Por otro lado, la actual manera de la conversación sobre Gran Hermano ha variado en forma radical debido al uso de las redes sociales. Según un estudio realizado sobre el show en la televisión española en 2019, llamado Los formatos de televisión más consumidos por los jóvenes: telerrealidad y empoderamiento de la audiencia: “Gran Hermano es el espacio “rey” en redes sociales, siendo capaz de “generar picos de conversación más altos que un debate político”. De hecho, durante la emisión de Gran Hermano 17, se contabilizaron más de 400.000 usuarios únicos, más de 200.000 menciones de media durante una gala y más de 7.000 comentarios por minuto”. El fenómeno se replica en la Argentina.

Y así como los participantes cuentan con las herramientas de la intimidad mediatizada de diferente manera que a principios de siglo, del mismo modo los espectadores buscan introducirse en la intimidad de la Casa de maneras diferentes a las de la primera época. Es evidente que ya no causa expectativa, por ejemplo, las imágenes de las duchas en los baños en busca del desnudo de los jugadores, sino que, probablemente, sean las narrativas que se tejen el objeto del deseo del show. “A mayor grado de incertidumbre sobre el devenir del juego, aumenta en los sujetos telespectadores el régimen de creencia que hace que el efecto de realidad se trastoque en realidad ficcional, y al aumentar el régimen de creencia aumenta la convicción de que solo ellos pueden dar certidumbre a la incertidumbre del juego”, escribía el sociólogo Luis García Fanlo hace ya una década. Como se puede ver, desde hace mucho tiempo ya que intelectuales, de aquí y de allá, intentan alcanzar el fruto de la sabiduría que pende de las ramas de Gran Hermano. Pero es que tal árbol solo se vende en la temporada de ofertas del vivero.

Gran Hermano (Telefe)
Gran Hermano (Telefe)

Por ejemplo, se señalaba el gran fenómeno de la conversación en tiempo real que permitían las redes sociales cuando el tema era el programa Gran Hermano. ¿Es esto una virtud para los hombres, mujeres y niños contemporáneos? No necesariamente. Si bien es deseable que las conversaciones tiendan caminos de unión e intercambio entre los individuos y los pueblos, también es cierto que una vez hubo quienes intentaron ampliar el campo de la conversación, levantaron la torre de Babel y –por un tiempo– reinó el desconcierto. Tanto una cosa como la otra pueden pasar. Observemos el diálogo producido en la red social Facebook encontrado por la guionista Micaela Libson (que suele producir y hallar tesoros). La consigna planteada preguntaba sobre el origen del nombre del programa. Un usuario contestaba: “Proviene del nombre de un libro donde el gran hermano era aquel que lo veía todo”. Respondían: “Lo escribió Emile Durkheim, si no me equivoco, y habla de como estaban planificadas las cárceles”. Corregían: “1984, de George Orwell”. Volvían a corregir: "

Durkheim escribió Un mundo feliz, que es otra maravillosa, de lo mejor que se ha escrito”. Concluían: “Un mundo feliz es de Huxley”. Lo cierto es que Durkheim se habría sentido halagado ante semejante atribución de obra. En todo caso, en particular, esta discusión puede causar ternura, empatía o divertimento. Otras, no tanto.

"¿Por qué se llama GH?"
"¿Por qué se llama GH?"

Como aquella promovida por el área comunicacional del presidente Alberto Fernández. Es decir, nadie nunca sabrá la decisión de anunciar que el primer mandatario demandaría a un jugador de Gran Hermano y a Telefé. Fue obra de un genio de la comunicación política de masas o una torpeza política del tamaño de Groenlandia. Todo parecería indicar que se trata del segundo caso, pero cómo saber. La cosa es así: en uno de esos momentos de dolce far niente que son el magma en el que se mueven los participantes del show, uno de ellos, Walter “Alfa” dijo que conocía bien a un amigo de Alberto Fernández, y dijo que el presidente lo habría coimeado muchas veces. A pesar de que tal acusación (dicha por un señor que se hace llamar Alfa, que tiene 60 años, ninguna simpatía oficialista y que pasó el casting para ser parte de la camada 2022 de Gran Hermano) había sido formulada no en la televisión abierta, sino durante alguno de los momentos de la transmisión en vivo durante las 24 horas del show, la portavoz presidencial anunció en Twitter que Fernández iniciaría acciones legales contra el participante y contra Telefé.

El anuncio provocó desde azoro hasta burlas generalizadas. Al día siguiente, el abogado del presidente ratificó que se presentarían ante la Justicia para demandar una retractación. Pasó un día más hasta que Alberto Fernández enfatizó que era suya la decisión. Gran Hermano se había introducido en la política argentina o viceversa: pocas veces había sucedido algo así. Los más memoriosos señalaron que se trataba de un talante parecido al del Oso Arturo y el entonces presidente Fernando de La Rúa en el programa Showmatch de Marcelo Tinelli. Así de embarazoso. O así de genial: el Poder Ejecutivo mandaba al Congreso en esos días un presupuesto de ajuste en todas las áreas, pero en áreas sensibles como salud y educación en particular. Por varias horas se discutió sobre Alfa y la demanda del Presidente, no del ajuste económico en curso. Quién sabe. Tal vez ese resultado comunicacional haya salido de pura suerte. Como si el Gobierno fuera un jugador de Gran Hermano que se salva de la nominación por pura distracción de sus compañeros participantes. Como en la vida, en un reality todo puede suceder.

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