Las fotografías son apenas un tibio reflejo. Un enorme estudio de grabación. Un puñado de músicos tras los atriles. Solo esbozos de la singularidad del momento. Entonces el epígrafe entrega los datos esenciales. El lugar es Abbey Road, “la casa de Los Beatles”. El grupo: Escalandrum. El sexteto argentino de jazz que lidera Pipi Piazzolla un 23 de octubre de 2017 -hace exactamente 5 años- llevó su música a la mítica casona londinense donde el rock construyó su mejor historia.
Por entonces hacía tiempo que el mánager Horacio Sarria era un integrante con voz y voto en el reducido núcleo de las decisiones de la banda. Un lugar que había comenzado a ganarse en aquel lejano 2002, cuando obtuvo un contrato para actuar en el Primer Festival de Músicos Argentinos en San Martín de los Andes, cuando el grupo no tenía ni la experiencia ni la popularidad para un escenario de tal magnitud.
Y como si se tratara de un estudiado paso de comedia, una década y media después volvió con otra propuesta tan “descabellada” como aquella y una vez más sacudía la credulidad de los escalandrunes. Fue en medio de una gira por Brasil. Recuerda Piazzolla: “Estábamos esperando un vuelo en el aeropuerto y de pronto Horacio nos dice que el próximo disco lo íbamos a grabar en Abbey Road, en Londres. Todos nos quedamos mirándolo. Creo que no le dijimos nada en ese momento, pero fue algo así como ¿Ahh, sí? no me digas. Que fácil… Pero finalmente tuvo razón. Y fue increíble”.
El escepticismo de los músicos ante la idea de Sarria (junto al deseo latente de que fuera una posibilidad cierta) tenía una razón fundamental. El estudio Abbey Road era –y lo sigue siendo–, un verdadero templo de la música popular, Un ícono construido con los cientos de grabaciones históricas que se desarrollaron entre sus paredes. “Yo fui sin expectativas, no quería desilusionarme”, dice Pipi Piazzolla. “Pero la verdad es que desde que entramos hasta que salimos todo estuvo cien puntos. El trato, el lugar, las historias, todo impregnaba el ambiente”.
El estudio fue inaugurado en 1931 bajo las órdenes del empresario Louis Sterling con un concierto de la Orquesta Sinfónica de Londres, con dirección de Edward Elgar. Pero fue recién a finales de los 60, y todavía bajo la denominación EMI Studios, cuando se constituyó en un lugar esencial en la historia de la música popular de la mano de Los Beatles, que grabaron allí buena parte de su discografía.
De las 210 canciones que los de 4 de Liverpool editaron entre 1962 y 1970, nada menos que 190 salieron del interior de aquella vieja casona isabelina. Allí el legendario George Martin, acompañado en la última etapa por el joven ingeniero Geoff Emerick; cambió para siempre la estricta formalidad técnica británica, modificando la distribución de los micrófonos, agregando distorsiones, ecos, loops de cintas tocadas al revés y efectos totalmente disparatados para la época.
Entre junio de 1972 y enero de 1973, otro gran disco salió de la casona inglesa: The Dark Side of the Moon, el octavo registro en estudio de Pink Floyd y uno de sus trabajos fundamentales. Desde entonces, la cantidad de artistas que poblaron sus estudios es enorme. Desde Stevie Wonder, U2 y Michael Jackson hasta Radiohead, Red Hot Chili Peppers, Lady Gaga y Amy Winehouse, entre otros cientos. Extensa y calificada lista a la que también se agregaron los argentinos Divididos, el Indio Solari y Gustavo Cerati.
Abbey Road brindó también el título para el último álbum de Los Beatles, publicado el 26 de septiembre de 1969 por su propio sello Apple Records. Si bien un año después las bateas de todo el mundo se poblaron con Let it Be, este registro había sido grabado con anterioridad, entre 1968 y 1969, y solo postergado en su edición por las disidencias y el desinterés del grupo.
Claro también que más allá de las 17 canciones que integran Abbey Road, el álbum también pasó a la historia por la icónica foto de Iain MacMillan del 8 de agosto de 1969, con los cuatro músicos cruzando el paso cebra de Abbey Road y Grove End Road. Allí llegaron una fría mañana de octubre de 2017 Piazzolla, Nicolás Guerschberg, Martín Pantyrer, Gustavo Musso, Mariano Sívori y Damian Fogiel para seguir construyendo su propia historia donde anida la historia de todos.
El desembarco no solo incluía a los seis músicos, sino también sumaba a Facundo Rodríguez, dispuesto a no perderse la oportunidad de grabar en el lugar con el que había soñado toda su vida. Para el ingeniero había, además, un componente emocional agregado: “Yo viví muchos años en Londres, me formé ahí”, dice. “El manager del estudio donde yo trabajaba es amigo mío y amigo también del manager de Abbey Road, así que solía ir ahí en carácter de asistente. Tenía 20 años, recién estaba empezando. Por eso cuando volví con Escalandrum, ya con una mirada totalmente diferente, pensaba si todo aquella era solo cuestión de mística o realmente era un estudio increíble como yo lo recordaba. Y fue todo eso. Y totalmente potenciado”.
Ese maridaje del que habla Rodríguez es visto con conceptos similares desde adentro del grupo por el saxofonista Pantyrer, para quien el encuentro en Abbey Road fue lo mejor que pasó a nivel de sensaciones. “Hicimos un gran esfuerzo por llegar ahí sin saber lo que iba a suceder. Nosotros estábamos bien preparados para grabar. La mística del lugar puede jugarte en contra y transformarse en presión, pero nosotros lo pudimos disfrutar”.
Con esa mirada coincide Guerschberg, pianista y compositor de buena parte del repertorio del grupo. “Decidimos encarar la grabación por la nuestra. Nos bancamos la producción, la estadía, todo; fue una apuesta. Nos parecía una locura, pero una locura linda. Y cuando llegamos allá, se superaron todas las expectativas”.
Lo cierto es que el estudio puso todo a disposición del grupo argentino. Guerschberg tenía a su elección tres pianos de cola de excelente nivel. Sívori, por su parte, consiguió un contrabajo de un luthier inglés de primera línea, y Piazzolla, el equipamiento con las medidas que él necesitaba. La sala asignada a Escalandrum fue el Estudio 2, donde grababan Los Beatles; un espacio diseñado y puesto en funciones para las bandas de aquella época, donde todos ensayaban y grababan a un mismo tiempo. “La acústica del estudio era maravillosa y encima esta agrupación tiene una dinámica interna superbalanceada y sincronizada. Por eso, para mí, Escalandrum es parte de una especie en extinción. Porque son los dueños de su propio sonido. No hay secretos ni manipulaciones. Yo los he visto tocar en muchos escenarios, pero también los vi a pelo, es decir, sin micros ni amplificadores. Y siguen teniendo su sonido. Es mágico. Se mezclan solos”, dice Rodríguez.
El grupo había reservado dos días de estudio, el 23 y 24 de octubre. Pero la experiencia de años de tocar juntos hizo que el disco, con sus 12 temas (todos originales) fuera completado en poco más de una jornada. Entonces el grupo decidió aprovechar el tiempo sobrante para registrar algunas canciones más, sabiendo de antemano que no integrarían el trabajo. Aquellos temas tendrían una segunda oportunidad en marzo de 2020, cuando fueron incluidos en 100, el vinilo que el sexteto editaría en coincidencia con el centenario de Astor Piazzolla.
Studio 2, el disco de Abbey Road, seria lanzado casi un año después por Warner Music y marcó el inicio de la relación del grupo con ese sello internacional. La presentación oficial se hizo el 12 de octubre de 2018 en la Ciudad Cultural Konex, con entradas desde 500 pesos. Sobre el final de 2019, el disco ganó tres premios Gardel: Grabación del año, Ingeniería de grabación y Mejor disco de jazz. Escalandrum cosechó además su tercera candidatura al Gardel de Oro, repitiendo los méritos de Piazzolla plays Piazzolla, ganador en 2012, y 3001 Proyecto Piazzolla, nominado en 2017.
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