Desde su casa en Los Angeles, la meca del cine (y la suya propia, cabe suponer), Axel Kuschevatzky reflexionó sobre el fenómeno generado por la película Argentina, 1985: cultural, social, político y económico.
Todos tienen algo para decir de “la película de Darín sobre el Juicio a las Juntas”. La genda se emociona, silba, ríe y aplaude en el cine. Se suceden las columnas de opinión, desde distintos puntos de vista. Es un tema de conversación en la Argentina temporada primavera 2022. Se habla de la inflación, de fútbol y de Argentina, 1985
En doble estándar de exhibición desde el pasado viernes (tanto en salas de toda la Argentina, a excepción de la provincia de Formosa; y en la plataforma de streaming Prime Video del gigante Amazon), Argentina, 1985 ya vendió más de 800 mil entradas en sus tres semanas exclusivas de exhibición en cines y se convirtió en la película argentina más vista en la era de la pospandemia.
De todo esto y mucho más -su historia familiar, el futuro del cine y la posibilidad de ganar el gran premio global del cine que no hay que nombrar porque trae mala suerte-, Kuschevatzky habló extenso y profundo con Infobae Cultura. A continuación, los tramos más salientes del diálogo.
—Parecía inevitable por el tema que trata la película y así está sucediendo ¿Cómo te llevas con todas las opiniones, reclamos, disidencias que genera?
—Yo descubrí varias cosas. Lo primero es que la gente a veces tiene una posición por default, entonces le adjudica cosas a la película sin haberla visto. Cosas a favor. Cosas en contra. Y esto no es una cuestión de interpretación (uno puede interpretar la obra y no estar de acuerdo, no pasa nada). Luego están los que la vieron pero le reclaman cosas que creen que no están. Pero están.
Me pasó con alguien que escribió en Instagram. “La película es injusta con Alfonsín y con la Conadep, a la que ni siquiera menciona”. Le respondí: “sobre la Conadep hay dos carteles enormes en la película. Se habla del programa de televisión donde se presenta el informe. Aparece el testimonio de Estela de Carlotto en el mismo programa. Los chicos de la Fiscalía van a la Conadep. Una de las personas de la Conadep les ofrece leer los expedientes, inclusive los de Watts y Mejide. Los chicos se sientan en la oficina de la Conadep a leer el informe y lloran. Alfonsín es nombrado 40 veces y todo el tiempo se muestra cómo decide activamente involucrarse en el mecanismo jurídico. Entonces, decir que una película que pone a Strassera del centro de la narrativa, es injusta… Empiezo a creer que no la viste o que estabas distraída. O que tenés problemas de comprensión”.
Lo que te pasa con una película así, que entra en un lugar de tanta sensibilidad, es que uno asume que siempre va a venir alguien y te va a decir “Uy, falta tal cosa, falta tal otra” o te va a cuestionar por qué elegiste un cierto punto de vista. La realidad es que nosotros no hicimos un documental. Esto es una ficcionalización. Es una dramatización inspirada en hechos reales. No pretendemos que la película reemplaze las experiencias reales de las personas que lo atravesaron. Entendemos que hay millones de puntos de vista posibles para contar esta historia.
—¿Intuías, o mejor dicho, sabías que la película iba a generar todo esto? Para mucha gente que lo vivió, es volver a verse reflejada en un tiempo muy especial de la Argentina.
—Yo soy el más grande de los tres que arrancamos creativamente el proyecto, es decir soy más grande que Santiago y Mariano. Y vengo de una familia muy politizada, sin militancia, pero con muchos amigos militantes, con lo cual crecí en una casa donde había amigos exiliados por ejemplo. Yo crecí en una casa donde si nos íbamos de vacaciones en la época de la “plata dulce” de Martínez de Hoz, mi papá compraba en el exterior los libros prohibidos en Argentina y los traía de valija de doble fondo. Pertenezco a una familia que me dijo “no vamos a salir a festejar el Mundial 78 ni el juvenil del 79… Cuando seas más grande, lo vas a entender”.
Y cuando los comandantes en jefe salen corriendo después de Malvinas y el gobierno de Bignone instaura primero una autoamnistía y después una quema sistemática de archivos, en mi casa se hablaba de este tema. De la misma manera que, con sabiduría, mis viejos, a partir de octubre del 83, me empezaron a decir “mesura, porque esto es frágil”. Entonces, atravesamos esos dos o tres primeros años de democracia, con mucha conciencia de las debilidades del sistema y con la absoluta certeza de que estos tipos estaban allá afuera, no se habían ido. Recuerdo charlas, en el 84 más o menos, sobre “en seis meses vuelven”. Esta charla existía en la clase media.
La sociedad en esos años creció un montón y abrazó algo que por ahí antes era impensable. Asumió los hechos, lo fáctico, como verdades y no como interpretación de una verdad.
—Al margen de la historia de la película, apareció otro tema y fue su distribución en Argentina. Las grandes cadenas multinacionales de salas decidieron no exhibirla. Esto me lleva a preguntarte por el debate actual del cine, entre las salas tradicionales y las plataformas de streaming...
—Si vos repasas la historia del cine desde que el cine se industrializa, en los años 20, hace 100 años, lo que vas viendo es: transición e innovación, estabilización, institucionalización y todo se vuelve a repetir. Entonces entre 1912, que aparecen los primeros estudios de Hollywood, y hasta 1927, vos pasaste de que era un caos a que se encontró un sistema, una metodología de producción, distribución y exhibición. Esto venía con esa forma hasta que en 1927 se desarrolla el sonido y cambia la industria de nuevo. Caos. Nos adaptamos todo de nuevo ¿Qué hacemos? Caos. Para 1934, con el sistema ya establecido de nuevo y reconvertido al sonido, el gobierno norteamericano trata de intervenir. Y se crea lo que se llama el “código de producción”. Y a partir de ahí, hasta los años 50, el sistema más o menos no cambia. Hasta que en 1947 aparece un decreto del gobierno norteamericano que obliga a las autoridades de Hollywood a desprenderse de las cadenas de cine, de las cuales también eran dueños. Era un vertical, donde el que producía, distribuía y exhibía. Caos de nuevo. El sistema se acomoda, los estudios distribuyen y no son más dueños de las cadenas. Año 50. La televisión aparece, caos de nuevo. ¿Qué hace el cine para contrarrestar esto? Empieza a usar la pantalla panorámica, el sonido estéreo, introduce el 3D de una forma masiva. Y eso se mantuvo 20 años de nuevo hasta que llegan los 70. Se legaliza la pornografía. Las películas se vuelven más adultas para ganarle a la televisión por cable, que en ese momento empezaba a desarrollarse. Caos de nuevo, se estandariza.
Lo que nosotros estamos viviendo hoy, es un poquito más de estos ciclos. Parece que todo es caótico. En un año o dos se va a estandarizar. Y en dos o tres años va a haber presión gubernamental hacia todos los jugadores para responder alguna demanda nueva. Pues estamos atravesando un momento de transición donde parece que todos es caos, pero es un ratito. Todo lo que nos precede es una demostración de eso.
—Entonces ¿Qué pasó específicamente con el acuerdo para exhibirla en salas? Desde el viernes esto ya convive con la emisión por Prime Video...
—Hoy la Argentina no tiene capacidad de autofinanciación con películas caras. Los fondos públicos quedaron muy rezagados frente a los costos. No hay, o sea, recién ahora es incipiente, lo que se llama cash rebate en la ciudad de Buenos Aires. No hay inversión privada per se. Entonces lo que te queda es encontrar jugadores globales que crean los proyectos y te genere recursos, estructuras y estrategia para llevarlo adelante. En nuestro caso particular, nosotros con una película que teníamos desarrollada, le tocamos el timbre al que considerábamos que era el jugador ideal para esta película. que es Amazon. Ya Amazon nos dijo “Bueno nuestro modelo de negocio es tal: tres semanas de exhibición en cines y después conviven los cines con la plataforma”. Frente a esto, tres cadenas de cine que operan en la Argentina sintieron que el modelo de negocio no era el que ellos preferían. Con lo cual nosotros no íbamos dejar de estrenar la película, ellos no la iban a exhibir. Y haciendo un análisis muy profundo, nos pareció bien estrenar la película en las salas independientes argentinas, de dueños locales, que representan el 60% de la taquilla pero el 50% de las pantallas. En la Argentina hay poco menos de 900 pantallas y aproximadamente entre 450 y 500 son independiente, nos iba a permitir llegar de una forma amplia a casi todas las regiones de Argentina. Digo casi todas, porque la única provincia que hoy no tiene pantallas en Argentina es Formosa. Pero el resto de los lugares donde había pantallas, fuimos. No es censura. No parte de la maldad de nadie. Es básicamente miradas contrapuestas de cómo se construye la distribución.
También es real, y esta es la única posición que tengo con esto, es que no creo que se pueda realizar una producción local con los mismos ojos que analizas, una superproducción de estudio norteamericano. Una película argentina, en nuestro idioma, me parece que requiere un análisis un poco diferente a una película de superhéroes, de un estudio. Porque está creada en condiciones diferentes y tiene necesidades diferentes para existir. Pero después entiendo que en un universo de libertad de mercado. Y la verdad es que a la película le está yendo igual o mejor que si hubiese tenido esa exhibición, con lo que me parece que estamos todos en paz con esto.
—¿Crees que la película tiene chance de ganar el premio mayor del cine mundial? No lo nombro porque Mariano Llinás me dijo que hay que evitar mencionarlo por cábala...
—Para llegar a ese lugar, hay casi 90 países en competencia que enviaron sus películas. Así que hay otras 89 posibilidades. Los comités de la academia reven las películas. Quienes vieron una cantidad mínima, creo que son 15 películas en diferentes grupos, tienen la posibilidad de votar las que terminan siendo las 15 primeras semifinalistas. Eso se da a conocer el 21 de diciembre y en febrero la Academia anuncia las cinco finalistas. Que son las nominadas y entre febrero y marzo, los votantes pueden ver las cinco y votar.
Nosotros tenemos que trabajar para que la gente sepa que existe, que la vean y elijan. Hay una fantasía acerca del lobby: no hay lobby de los Oscars. No existe eso, no se compran voluntades, no se convence a nadie. Lo que sí existe y es lo que hace cualquier película que aspira a cualquier premio en cualquier categoría, es actividades de prensa para que la película tenga perfil alto.
—¿En tu opinión y percepción, qué es lo que llega tanto de esta película a la gente?
—Bueno, al ver la reacción de la gente aquí en Los Angeles: daneses, españoles, polacos, italianos, alemanes, mexicanos… He visto gente llorando. Diciéndome: “No sabíamos que esto había existido”. Es muy fuerte porque creo que nosotros en nuestro padecer cotidiano, con cierta cosa ombliguista de puerto lejano que tiene Buenos Aires y de la Argentina en su extensión y en su lejanía de muchísimos otros lugares, muchas veces se nos escapa que esta historia nos trasciende. Hay un elemento nuevo de universalidad, en la idea de que todos somos iguales frente a la justicia. O que todos deberíamos ser iguales frente a la justicia. Y que en realidad la batalla cotidiana es para sostenerse ese credo. Creo que explica un poco esto que está pasando en las salas en Argentina: nos amigamos con un bien común de los argentinos. El Juicio a las Juntas es un bien común que tenemos.
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