Del cumpleaños de ET al asesinato de Mariano Ferreyra y la candente cuestión de la eutanasia

Cruces de arte, política y vida cotidiana, de Steven Spielberg a José Pedraza. El cine, la literatura y el teatro nos sirven para alumbrar las zonas oscuras de nuestra historia, como individuos y en sociedad

Inolvidable postal de la pelicula "E.T." de Steven Spielberg, para la posteridad (Foto: Sunset Boulevard/Corbis via Getty Images)

Seguramente fueron muchos quienes se alegraron al conocer la noticia: en noviembre se podrá ver de nuevo en los cines la maravilla de Steven Spielberg, genio inmaculado, héroe a prueba de toda kryptonita —verdadero Avenger del cine contemporáneo y del cine clásico—. Esa película hermosa llamada ET. Es decir, ET, el extraterrestre, una obra que conjuga un planteo cinematográfico perfecto con una historia que atraviesa todos los géneros, que fue amada al mismo tiempo por públicos de segmentos etarios diferentes (pero diferentes mal) y que hizo llorar a cada espectador en cada butaca de cada cine del planeta Tierra (llorar de emoción, llorar de felicidad, también de risa).

Recuerdan el argumento. Comienza con el plano abierto de una noche oscura en la que una nave espacial —o eso parece— aterriza en un bosque (luego sabremos californiano) y se ven varios pares de piecitos raros explorando el paisaje terrestre. Desde la nave parece emitirse una orden para regresar, todos lo hacen menos uno. Siguiente plano: hombres oscuros con linternas iluminan el espacio boscoso y alrededores en busca de quién sabe qué. Hombres amenazantes, ¿policías? La acción pasa a una familia compuesta por una madre y tres hermanos. Ella trabaja mucho para mantenerlos, como toda madre sola. Ellos pasan un rato largo solos. Elliot, el menor de los dos varones, juega solo en el patio, lanza una pelotita, la pelotita es devuelta. Algo pasa. Explora. Encuentra. ¡Gritos! Elliot encuentra un extraterrestre (más tarde será presentado a sus hermanos) y comienza el sueño de regresarlo a su planeta Mientras tanto, se harán amigos con tanto amor, tanto, que no les cabe en los cuerpos.

Así es, ET-40 años. Cuarenta años de “ET go home”. Cuarenta años de las bicicletas surcando el cielo nocturno con una luna llena gigantesca iluminando desde atrás. Hay que ir haciendo planes para ver la peli en una sala, adelantar a los más jóvenes y chicos de qué se trata (¡pero sin spoilear, por favor!), Al hacer un balance de este año es posible decir que salas comerciales pusieron versiones remasterizadas de El padrino, de Ford Coppola; Mamma Roma, de Pasolini; Casablanca, de Michael Curtiz, Tiempos violentos, de Quentin Tarantino y alguna que otra más; mientras que la Sala Lugones mantuvo la gran tradición de ciclos de cine que se mantiene desde décadas y décadas para solaz de los guerreros cinéfilos y la del Malba también se mantuvo bien. Es bueno.

No será esta columna el espacio para la discusión sobre el tema, más actual que nunca por la transformación del visionado de films en casa y con pantallas chicas (por más pulgadas que tengan), debido al consumo mayoritario en plataformas de streaming (que están muy bien, claro, no es un ataque a ellas). De todos modos, se puede adelantar una conclusión inapelable: vayan a ver cine en salas de pantalla grande. De nada.

Mariano Ferreyra, militante del Partido Obrero asesinado en 2010

Las películas mencionadas iban a las salas ya que cumplían aniversarios, claro que son muy disímiles en cantidad de décadas o años. Se celebraba así entonces. Esta semana, el jueves 20 de octubre, se recordó con actos en distintos puntos de la ciudad el doceavo aniversario del asesinato de Mariano Ferreyra, militante del Partido Obrero que en 2010 fue asesinado por una patota sindical de la Unión Ferroviaria, que dirigía hacía décadas el peronista —una vez peronista de izquierda, compañero de Rodolfo WalshJosé Pedraza. Por esas cosas del destino y del oficio, escribí entonces el libro ¿Quién mató a Mariano Ferreyra?, primero por Norma editado por Hinde Pomeraniec; después en una edición ampliada publicada por editorial Planeta, con la edición de Paula Pérez Alonso. Una serie de indignaciones, digamos, llevaron a la escritura del libro. Primero, claro, el asesinato político de un joven dirigente socialista que se encontraba en una manifestación para mejorar las condiciones de trabajo de ferroviarios tercerizados. Fue tremendo el sentimiento que se abatió sobre muchos cuando este hecho se conoció.

Pasó un martes. Y un jueves la Plaza de Mayo se llenó de manifestantes exigiendo justicia. El miércoles, sin embargo, el actual ministro del Interior Aníbal Fernández (oscuro personaje eterno en el kirchnerismo, como Sergio Berni) le decía a Ernesto Tenembaum que la policía había actuado correctamente, que no había habido zona liberada, que ponía las manos en el fuego por ellos. Luego, la justicia condenó a un comisario a diez años de prisión y a otros policías con penas menores. La reacción mediática del kirchnerismo mediático fue: “¿Qué tenía que hacer Ferreyra ahí?”. Bueno, hubo que investigar para que no lo hicieran unos progresistas K y enterrasen la verdad del asunto.

Meses de investigación derivaron en la única entrevista que brindó Pedraza, donde se autoinculpaba. También hubo que encontrar, en puntos lejanos del conurbano profundo, a testigos de que Cristian Favale había sido el asesino de Ferreyra o cómo Favale tenía vínculos profundos con los sindicalistas y que por eso había anunciado que iba a “fajar a unos molestos para el sindicato” porque lo habían contratado para eso, unos días antes de la emboscada fatal. Cuento esto porque puede suceder que la investigación periodística para un libro logre sustraerse de la eterna grieta entre oficialistas y opositores que se parecen demasiado. Y porque un libro sigue siendo un hecho cultural: de hecho, al tiempo se realizó la versión fílmica, una docuficción protagonizada por el escritor Martín Caparrós, que hizo un gran papel como periodista investigador. Caparrós había asistido aquel jueves a la marcha que llenó Plaza de Mayo para demandar justicia por Mariano Ferreyra.

Portada de la película "¿Quién mató a Mariano Ferreyra?"

Volvamos no al cine, sino a sus héroes. Si bien fue señalado en las noticias, no fue profundizado el hecho de que la muerte de Jean-Luc Godard fue mediante eutanasia. Es decir, por el derecho de cualquier persona a poner fin a su vida cuando crea que la existencia en la enfermedad podría ser más dolorosa, insoportable, y una carga para los demás. Godard decidió morir. Recordaba la película Johnny’s got his gun, dirigida en 1971 por Dalton Trumbo (que había integrado el grupo de cineastas censurados en Hollywood por sus ideas izquierdistas) que se convirtió en un símbolo antimilitarista. Johnny vuelve de la guerra completamente destrozado, sin brazos, sin piernas, convertido en un torso sin habla, que sólo puede recordar. Después de años, pide morir. El ejército no le concede ese último deseo, y se infiere que el joven Johnny vivió así y que su maltrecho cuerpo resistió más allá de la resistencia.

Durante los noventa, el doctor Jack Kevorkian se volvió celebre en los Estados Unidos y en todo el mundo por construir aparatos que permitían a enfermos terminales, activar un mecanismo que les permitía morir. Kevorkian lo hacía como una militancia por el derecho a la vida y el derecho a la muerte, basado en la libertad de los individuos planteada en la Declaración de los Derechos del Hombre y en la Constitución estadounidense. Fue preso varias veces. HBO filmó No conoces a Jack, interpretado por Al Pacino, una muy buena película en la que Pacino hace un gran papel. Está en HBO Max, si pueden mírenla.

"Else y Henry", escrita y dirigida por Puy Navarro, se presenta en el Teatro El Extranjero, situado en el barrio porteño del Abasto

Y también pueden ir a ver la obra Else y Henry, que se pone en escena los sábados por la tarde en el teatro El Extranjero. Es una obra que tiene muchos puntos de extrañeza positiva. Transcurre en Puerto Rico, donde una pareja madura vive de modo descontracturado, feliz. Son los Else y Henry del título: ella es una mujer absolutamente seductora, bella en cuerpo, discurso y actitud. Ambos se dedican a algún oficio artístico o profesión liberal. Ella está enferma de modo terminal. Con flashbacks representados por otros actores, se conoce la historia de ese gran amor. De regreso al presente, se ve a un apesadumbrado Henry que no quiere verla morir. Su hijo llega de Argentina. Es posible que la puedan salvar.

La cuestión de la eutanasia está muy presente. ¿Hasta qué punto se es quien uno o una es, cuando el cuerpo y las capacidades psicocognitivas están deteriorados? ¿Cuál es el punto del límite del amor cuando se trata del destino del otro? Advertencia: la obra empieza con una escena incomprensible, que crea confusión y que no aporta nada al desarrollo de una obra muy potente. Es una lástima, pero no termina de herir al resto de la obra. Hay además una actuación increíble de Silvina Katz como Else, que ilumina todo el escenario. Vayan a verla. ¡Un sábado a la tarde! Será curioso salir entre otros espectadores con los ojos lacrimosos para comentar la obra bajo la luz primaveral del sol porteño.

* Else y Henry. Funciones: sábados a las 16 hs. Localidades: $1500. Teatro El Extranjero (Valentín Gómez 3380, CABA)

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