Transitar el camino inesperado, evitar el lugar común, perseguir la sorpresa. Tres ideas que van a aparecer en el diálogo con el músico, compositor y gestor cultural Martín Bauer. Con una larguísima trayectoria que lo tuvo al frente de ciclos y programas en el Teatro Colón, en el San Martín y en el Argentino de La Plata —del que fue director general y artístico entre 2015 y 2019—, parecería que Bauer intenta, ya no salir, sino erradicar “la zona de confort”.
Un ejemplo de esto se va a ver hoy a las 20.30 en la Sala Casacuberta del Teatro San Martín, cuando presente en el marco del Festival No Convencional la obra Experimentum Mundi, de Giorgio Battistelli: una pieza de teatro musical para 16 trabajadores, 1 narrador, 4 voces femeninas y 1 percusionista que será dirigida por Lucas Urdampilleta.
Esta es la segunda edición del Festival No Convencional, que tiene un programa muy ambicioso: además de la obra de Battistelli —que se presenta hoy y mañana—, el sábado habrá en Fundación Santander la puesta de una pieza de percusión minimalista a cargo del grupo Tambor Fantasma, y en noviembre se realizarán la ópera experimental Welt Parlament (Parlamento mundial) y la performance teatral Setenta balcones creada por Lisandro Rodríguez, y, con la participación de Renata Schussheim, Toto Castiñeiras y Matías Sendón, se desarrollará en los balcones de un edificio en construcción en Maipú y Tucumán.
“Si hicieras una encuesta entre comunicadores, todos te aconsejarían no tener un nombre que empiece con la palabra ‘No’”, dice Bauer en diálogo con Infobae Cultura. “Pero, en cualquier caso, me pareció bastante representativo de una búsqueda, que, en realidad, es un modo. Siempre tuvimos la misión de eludir la convencionalidad”.
Experimentum Mundi es, en ese sentido, un claro ejemplo de esa misión: en la ópera participan trabajadores como un zapatero, un herrero, un carpintero, una chica que hace pastas. “Ellos son una parte esencial de la obra”, dice Bauer. Los materiales, los sonidos, los olores de estas labores se articulan con la música y las descripciones tomadas del Diccionario Razonado de las Ciencias, las Artes y los Oficios, de Diderot y D’Alembert. Una vez finalizada la obra: cada uno ha realizado su tarea —han hecho el pan, han arreglado un par de zapatos— en perfecta sincronía con los músicos. “Lo que tiene de interesante”, dice Bauer, “es cómo Battistelli logra orgánicamente transformar el oficio en música. Porque eso lo tenés que escribir y organizar en una partitura”.
—Janacek, recuerdo, salía a caminar para escribir las voces de la gente.
—Sí, por supuesto. Hay toda una tradición. Sciarrino hizo una obra que se llama “Cuaderno di strada”. Hay momento donde el compositor necesita salir a la calle; hay otros que están todo el día en la calle, como John Cage. Es un concepto es muy interesante porque te lleva directamente a los intérpretes que nos son profesionales. Es muy interesante en determinados contextos. En este caso está llevado al extremo, pero también Cage tiene obras que podían ser hechas no por profesionales, pero sí por estudiantes.
—¿Se puede leer en esta opera un manifiesto del trabajador?
—Lo que se puede leer es un respeto y admiración por el trabajo y por los oficios, por los saberes particulares o circulares. No en el sentido de lo que nosotros llamamos político. Si ponés en el escenario a trabajadores haciendo algo de un altísimo refinamiento musical podés llegar a la política sin perder autenticidad. Si te alejás del panfleto, decís mucho más. Creo que cuando no hace falta decir nada es donde uno encuentra una cosa políticamente potente.
—Con tanta experiencia en el Colón, en el San Martín, en el Teatro Argentino, ¿qué representa estar en los escenarios públicos?
—Son mi casa. Yo todavía trabajo en el Colón; lo siento en casa. Dirigí el Teatro Argentino, que es un teatro que quiero muchísimo. Ahora, que estamos hablando de una ópera de trabajadores, yo creo que establecimos un diálogo de mucho respeto y mucho cariño con los trabajadores de la casa. En el San Martín estuve veinte años haciendo el ciclo de música contemporánea. Aprendí muchísimo. Y el Colón es mi casa. Particularmente, este es un buen momento para el Colón. Estoy muy contento.
—¿Por Jorge Telerman?
—Sí, porque el director tiene una visión con la que me siento absolutamente representado. A veces trabajás a contrapelo de las direcciones y a veces trabajás a favor. Cuando un teatro pasa por un buen momento es cuando tiene la posibilidad de hacer cosas imprevisibles.
—¿El Festival No Convencional tiene, como parte de su vocación, la búsqueda de nuevos públicos? ¿En esta relación a músicos amateurs también se espera un público “amateur”?
—No existe el público “profesional”, pero sí el conocedor. Pero el tema de nuevos públicos es medular. Vayamos un paso atrás: el público es la razón de todo. La música tiene una doble pertenencia; tiene un pie en el mundo de la Academia y un pie en el mundo del espectáculo, y cuando uno dice que trabaja para el público parece una obviedad, pero es la verdad. La cuestión de nuevos públicos es muy interesante porque no hay recetas, no hay manera de decir cómo se construye. Y ahí también recomiendo eludir los lugares comunes. Si tuviera que decir cuál es el corazón de mi experiencia, es esa: encontrarme con gente que fue público de cosas que por ahí no entendían o no conocían. Creo que la sorpresa es una de las mejores cosas que a uno le puede pasar.
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