El legado intelectual de Bruno Latour, de la Teoría del Actor-Red a las críticas feministas

¿Por qué es relevante este antropólogo, sociólogo y politólogo francés? ¿Cuáles son sus ideas centrales en ciencia, tecnología y comunicación? A una semana de su muerte, este es un recorrido por su pensamiento, que sigue vivo

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Bruno Latour 1947-2022
Bruno Latour 1947-2022

Bruno Latour, antropólogo, sociólogo y politólogo francés de la ciencia y la tecnología, deja una gran legado de compromiso con el entendimiento de la ciencia y la tecnología como partes integrantes de la sociedad, por un lado, y de la sociedad como parte integrante y constituyente del conocimiento científico, por el otro. Su producción se extiende desde el ámbito académico al extra-académico. Los últimos libros que atravesaron las puertas de las universidades apuntan a despertar una nueva mirada a la política del medio ambiente.

Latour realizó sus primeras contribuciones en el campo de los estudios sociales de la ciencia en los años 70. Esos textos iniciales son un clásico para quien quiera acercarse al tema de la ciencia en la sociedad, objetos del campo académico definidos con el nombre de Ciencia, Tecnología y Sociedad (CTS). Ya en los años ‘60 habían surgido en América Latina análisis y reflexiones sobre los mecanismos políticos y sociales que rigen la ciencia y la tecnología con intelectuales como los argentinos Oscar Varsavsky y Jorge Sábato. Bruno Latour dio un impulso a este campo desde una mirada europea, una mirada que no fue indemne a críticas de sus pares.

Su producción académica tiene su fundamento en un enfoque fuertemente multidisciplinario. Cuando en los años 70, a partir de la sociología, la historia y la filosofía, comenzó a aparecer en los Estados Unidos y Europa el CTS como un campo de estudio por derecho propio, muchos académicos estaban analizando el conocimiento científico y tecnológico como algo ya existente en la sociedad. Esas contribuciones se limitaban al análisis retrospectivo de procesos sociales y epistemológicos ya terminados. En cambio, Latour (entre otros) presentó una investigación sobre el “conocimiento en el hacerse”, confiriéndole un gran impulso al subcampo del estudio de los procesos de formación de un saber científico. No solo combinó en su obra la sociología y la filosofía de la ciencia con la tecnología, sino que introdujo formalmente en las metodologías CTS a la antropología y el análisis del discurso.

En La vida en el laboratorio: la construcción de hechos científicos, publicado en 1979, Bruno Latour y Steve Woolgar observan y estudian las actividades en curso en el Instituto Salk de Estudios Biológicos en La Jolla, Estados Unidos. El grupo de personas que trabajan en esos laboratorios es considerado una “tribu” con un quehacer colectivo: la creación de hechos científicos a través de un proceso que genera orden a partir de una acumulación desordenada de información. Objetos, situaciones y humanos constituyen una red de entidades que interactúan durante dicho proceso. Los autores destacan la relevancia de los eventos fallidos y los episodios circunstanciales y cómo los fracasos y la accidentalidad se invisibilizan después, para la creación de los hechos científicos. La pandemia de COVID-19 que estamos todavía viviendo permitió que tal proceso de hacer y deshacer conocimiento, se hiciera visible también a los ojos de los inexpertos.

Central a la praxis del laboratorio es la producción de escritos y su comunicación. Los resultados experimentales de un fenómeno físico, químico o biológico se codifican en un gráfico o una tabla que adquieren capacidad de actuar al ayudar a los humanos a convertir un artificio en una realidad objetiva (primero dentro de la comunidad científica y luego dentro de la sociedad). El intercambio cíclico de información se modela en analogía con un sistema económico. La información es la moneda utilizada para adquirir “reconocimiento al mérito” y credibilidad. La dinámica de grupo y las trayectorias profesionales individuales están determinadas por la posibilidad de crear información confiable. La producción de información confiable garantiza capital de credibilidad. Con este capital, una tribu científica puede convencer a los inversores para que financien su laboratorio con el objetivo de producir mejores y más datos. El ciclo puede comenzar de nuevo.

El intercambio con la sociedad está dado por la salida de información del laboratorio y la entrada de recursos económicos al laboratorio. Incluso cuando Latour, unos años más tarde, amplió su escala de análisis a toda una sociedad, como en la descripción de la pasteurización de Francia, su marco convirtió a la nación en un entorno donde se reproducen condiciones de laboratorio.

La teoría que se desarrolla desde estos primeros estudios, la Teoría del Actor-Red, tiene como objetivo eliminar la dicotomía entre actores humanos y no humanos, sociedad y laboratorio. Objetos, situaciones y seres humanos tienen capacidad de acción y están conectados en una red no jerárquica de interacción. Este enfoque fue ampliamente utilizado y también recibió críticas que destacaban que un escenario hecho de redes planas de agentes no puede captar las dinámicas de poder que traen consigo jerarquías y desigualdades en la sociedad y en la ciencia.

Bruno Latour en su casa de París, durante la primera y más dura etapa de la pandemia, en mayo de 2020 (Foto: Benoit Tessier/ Reuters)
Bruno Latour en su casa de París, durante la primera y más dura etapa de la pandemia, en mayo de 2020 (Foto: Benoit Tessier/ Reuters)

Junto con los enfoques feministas, los estudios poscoloniales (un campo en rápido crecimiento en los Estados Unidos, Australia y Europa) propusieron la ubicación geográfica, el género y la etnicidad como categorías adicionales para el estudio de las desigualdades. La exclusión de las mujeres y las minorías de la producción tecnocientífica requieren una actitud reflexiva por parte de los investigadores. La filósofa feminista Sandra Harding criticó a Latour por su enfoque ciego al género y por ignorar las diferencias que se dan en la construcción del conocimiento científico según la ubicación geográfica y la historia local de realidades distintas a la europea. Harding afirmó que Latour, al definirlas “políticas de identidad”, se negó a comprometerse con los análisis aportados por los estudios de género perdiendo el aporte que las identidades autoproclamadas dan a la vida social.

Unos de los grandes aportes más recordados de Latour es su crítica a la modernidad como una noción basada en la separación entre hechos, valores y política, crítica que se basa en mostrar que tal división nunca fue realmente efectiva. Latour abolió la noción de modernidad y universalismo, pero, como señala Harding, presentó su enfoque como proveniente de una posición socialmente neutral, reproduciendo una retórica utilizada por la cultura hegemónica distintiva del grupo dominante (en este caso, el hombre blanco occidental). Proclamando su propia posición como neutral, el grupo dominante desconoce al “Otro” y lo mantiene al margen de sus propios relatos (en este caso, de la ciencia).

Bruno Latour murió el pasado domingo 9 de octubre, a sus 75 años (Foto: Benoit Tessier/Reuters)
Bruno Latour murió el pasado domingo 9 de octubre, a sus 75 años (Foto: Benoit Tessier/Reuters)

Latour, aunque no en la dirección señalada por los enfoques feministas de los estudios de ciencia y tecnología, dio más tarde un giro e incluyó las dinámicas del poder en la sociedad. Cabe destacar el ensayo publicado en 2004, ¿Por qué se ha quedado la crítica sin energía? De los asuntos de hecho a las cuestiones de preocupación como comienzo de su producción posterior, que ahora está recibiendo más atención. En este ensayo Latour se pregunta cómo afrontar, como intelectual, la “desconfianza de los buenos hechos disfrazados de malos sesgos ideológicos”. ¿Cómo reaccionar ante las teorías conspirativas y el revisionismo sin caer en una forma tecnocrática de abordar las decisiones políticas? El abuso y el mal uso de la crítica se pueden superar, según Latour, cambiando el enfoque de los intelectuales de los hechos a los asuntos de interés. Dado que la realidad no está hecha por cuestiones de hechos, sino por cuestiones de preocupaciones, el investigador puede utilizar sus preocupaciones como puntos de contacto entre la actividad intelectual y la interacción con y en la sociedad. Los académicos deben crear nuevas herramientas y nuevo vocabulario para analizar las preocupaciones que expresa la población sobre las controversias. Y esto es lo que Latour hizo en las últimas dos décadas.

Tanto sus teorías como las críticas que recibió ayudaron en gran medida a la comprensión de la tecnociencia como fenómeno social.

Merci Monsieur Latour.

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