Una mujer madura, sola, despierta en su habitación, se levanta, en un espejo la fotografía de un joven y una joven: acaricia las caras con los dedos, esboza una sonrisa. Siguiente escena: la misma mujer en una dependencia policial. Al lado suyo hay un hombre, más o menos de su misma generación, los dos quietos hasta que la mujer policía les pregunta: “Motivo de la denuncia”. Y es que a su hija se la han desaparecido.
Así comienza la película mexicana Ruido, dirigida por Natalia Beristain y con el protagónico de Julieta Egurrola, en un rol que se pone el desgarrador film en los hombros con una gran actuación. Es la madre de Ger (de Gertrudis), desaparecida (Egurrola es, en la vida real, madre de la directora Beristain). La señora acude primero con su ex esposo a reconocer el cuerpo de una mujer que podría ser su hija (pero no), decide dejar de chocar con las paredes de las instituciones estatales y buscar ella misma, decisión que determinará un viaje a los fondos infernales de un México corroído por la violencia, la corrupción policial e institucional, la trata y el narcotráfico.
Pero también se trata de una película de iniciación: Julia, una artista plástica que pertenece a los sectores medios acomodados, se integra a una búsqueda que es la de tantas mujeres, madres o hermanas, de desaparecidas y desaparecidos por esa violencia. Asi se forman distintas redes de organización y, las más jóvenes van más allá: desarrollaran una política radicalizada para protestar contra el estado de las cosas.
Infobae Cultura conversó con Julieta Egurrola y Natalia Beristain luego de que Ruido, premiada en la competencia de Horizontes Latinos del Festival de San Sebastián, se estrenó en salas de Buenos Aires, Rosario y Córdoba.
“Aquí en México las desapariciones no respetan clases sociales”, dice Egurrola al comenzar, “ni tampoco género, hay desapariciones de hombres y de mujeres y aunque es cierto que en la mayoría de los estados son de sectores socialmente bajos la mayoría de los desaparecidos, también hay indígenas. Abarca todo el arco social. Todo es una desgracia. Cuando comenzamos la película los datos oficiales decían que había 90.000 desaparecidos. Hoy las cifras oficiales ya alcanzan a 105.000, por lo tanto las reales deben ser por lo menos de 200.000. No se denuncian todos los casos”.
—¿Cómo se relaciona un ciudadano común con este problema enorme?
—Hay asociaciones. Hace 10 años nos pidieron a varios actores y actrices e intelectuales que apoyáramos a familiares de desaparecidos y muchos lo hicimos y lo seguimos haciendo. Entonces los apoyamos yendo a manifestaciones, acompañándolos a los juzgados, acompañándolos con el Ministerio Público, siendo testigos, etcétera, etcétera. Yo pertenezco a la Compañía Nacional de Teatro y ahí también montamos una obra que tiene que ver con un grupo de mujeres que andan en busca de sus desaparecidos.
Porque en la mayoría de los casos son mujeres, no sólo madres, también son hermanas estos familiares femeninos que buscan. No es que no haya hombres, pero alguien tiene que trabajar en la familia y generalmente es el nombre el que trabaja y la madre la que busca. También hay un gran porcentaje de madres solteras. Una vez que desaparece un familiar en una familia la vida se trastoca, la vida cambia absolutamente. Hay mujeres que han perdido hasta cuatro hijos, que les han desaparecido hasta cuatro hijos.
—Ese trastocamiento le ocurre a Julia cuando su hija desaparece y a su familia.
—El Via Crucis por el que empieza una familia que pierde a un familiar. En este caso es una familia de la Ciudad de México, los padres están separados pero tienen una relación. Él está dando clases en la universidad, al otro hijo lo mandan afuera para que estudie a raíz de esta experiencia de perder a la hija, de no encontrarla. Ella es un artista plástica que pues igual deja todo por empezar a investigar pues creen en el Ministerio Público, los jueces, los fiscales. Así empieza la película. Y están trastocados todos los expedientes, nunca están claras las fechas. Están mal los datos, entran nuevos fiscales.
Después se desespera porque no hay ningún apoyo. Luego el personaje de Julia pues busca quién está en estos grupos donde hay más madres, donde le dicen que no está sola y donde luego esta periodista la contacta para acompañarla. Ella conoce a una que conoce internamente cómo se maneja la trata. Hasta que encuentra el colectivo de estas mujeres que han visto que personalmente no se llega a nada, no alcanza, tantas fosas clandestinas, tantos cadáveres y huesos que no hay forense que alcance. Y entonces encuentra estos colectivos que se dedican a buscar.
—Las mujeres que hacen los rastreos no son actrices, ¿no?
—No, es un grupo de rastreadoras de San Luis, Potosí, que es un estado en donde filmamos la mayoría de las locaciones. En cada estado hay estos grupos de mujeres que a su vez empezaron así como cada quien hasta que se juntaron y empezaron a exigir al gobierno nacional o al gobierno de cada estado de modo duro como ya se presenta en la película.
—¿Cómo fue ser dirigida por su hija en un film de una temática tan tremenda?
—El conectarme con mi hija ya como directora, o sea, con una mujer de 41 años. Ella hizo su tesis en en el Centro de Capacitación Cinematográfica aquí en la ciudad de México y yo y su papá y otros amigos apoyamos y trabajamos en su tesis, y esto fue hace 11 años y entonces vuelvo a trabajar con ella ya como actriz otra vez. Yo llevo 45 años de actriz y ella ya lleva su tercer largometraje. Hacía un tiempo había dejado de hacer protagónicos y los personajes en películas no eran tan complejos ni con tanto peso en una protagonista. O sea, yo acabé tirada tres días en la cama después de que acabamos la filmación porque así es cargar un protagónico en una película.
Brevemente y en medio de una nueva producción, Natalia Beristain habló sobre su película.
—¿Cómo fue dirigir a su madre en un rol tan difícil?
—Sin duda que filmar a mi madre en un personaje así seguramente podría ser un caso digno de psicoanálisis. Pero así comprendí que el cine era mi manera de preguntarme cosas y poner preguntas allá afuera y que eso de alguna manera me parece terapéutico. Hacer una película así probablemente no podría haberla hecho con alguien que no fuera mi madre. Y es que como directora tengo a una señora actriz por madre. También me permitía adobar aspectos de Julia que no se ven, pero se sienten. Me permitía apretar mecanismos que ya quisiera tener yo con otro actor o actriz. Esta vez creo que fue más una ventaja que otra cosa.
—¿Considera que su obra es una película militante?
—Sí, creo que es una película militante y no rehuimos del tema, pues, al contrario. Ahí está parte de su poder y de su singularidad. En un país tan violento como México, tan corrupto; donde la impunidad en los diez feminicidios al día alcanza al 98,5%, es decir donde el 98,5% de los feminicidas no pisan la cárcel y ni siquiera llegan a juicio, me parece que no es un momento para andar con medias tintas. Desde mi quehacer intento acompañar el grito de rabia, de digna rabia, la de las más jóvenes que toman las calles, rompen vidrios, rayan monumentos, que nos hacen saber con su oleada que están aquí, que no se van a ir a ningún lado. Son la vanguardia. Y esta es mi manera de acompañar ese movimiento y el movimiento de las madres buscadoras, de decirles que no están solas, que las acompañamos, que las escuchamos, que nombramos a sus desaparecidos y desaparecidas, que son parte de nuestro contexto. Entonces sí, pienso que es una película militante, sí.
* Ruido se exhibe en las salas Cine Gaumont, Cinemark Palermo, Hoyts Unicenter, Abasto, Quilmes, Rosario, Showcase Rosario, Córdoba, Haedo, Norte, Belgrano, Cinépolis Recoleta y Avellaneda.
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