La segunda jornada del ciclo Proyecto Ballena, un evento anual que se lleva en el Centro Cultural Kirchner y que propone un espacio de reflexión para explorar los sentidos contemporáneos desde la filosofía, tuvo como plato fuerte un reportaje en directo con el teórico alemán Boris Groys. Desde Nueva York, a través de una pantalla que dejaba ver su biblioteca personal, el autor de ensayos que ayudan a pensar la escena del arte contemporáneo, dialogó con el periodista y docente Víctor Lenarduzzi por espacio de una hora y media. Con el eje en la temática de libertad y democracia que plantea el ciclo, el ensayista europeo recorrió diferentes tópicos y conceptos que de un modo u otro aparecen en sus libros.
Lenarduzzi, doctor en ciencias sociales y atento lector de Groys, inició la charla con una pregunta sobre la actualidad de la filosofía y la importancia del pensamiento en el mundo contemporáneo. El teórico alemán señaló que la globalización y la tecnología nos plantean nuevos problemas que llevan a reformular las clásicas preguntas que la filosofía aborda desde siempre. “Estamos inmersos en la realidad actual, actuamos en el tiempo presente abordando ideas y discutiéndolas, si bien muchas veces esto no nos gusta a los filósofos. Pero la filosofía nos permite tener una visión más crítica respecto del propio tiempo, algo que es difícil en nuestra contemporaneidad”, respondió Groys.
Aunque no pudo venir esta vez a la Argentina, el autor de obras como Volverse público y Arte en flujo, editadas en nuestro país por Caja negra, también está presente por estos días en el CCK con la instalación Pensando en loop, que muestra su faceta de artista conceptual. Uno de los tres mediometrajes que incluye esta obra lleva por título Cuerpos inmortales y aborda la eternización de los cuerpos que promueve la cultura contemporánea. En este sentido, Groys se refirió en la charla a la comparación entre el cuerpo humano y la obra de arte, una idea ya evocada por Nietzsche y que lo obsesiona hace mucho tiempo, según confesó.
“La situación de un paciente en un hospital es muy similar a la de una obra de arte colgada en un museo. El sistema de cuidado que se pone en actividad en ambos casos es similar, basta pensar en el origen de la palabra “curador”. Lo que me irrita es que muchas veces se considera que hay artistas que están muriendo y se plantea cuál es el rol que puede tener el museo, lo mismo que la medicina con su afán de desarrollar un punto de vista de eternización de un cuerpo, cuando en realidad es finito”, dijo.
Boris Groys también aportó su mirada sobre la creciente digitalización de la existencia. “En los inicios de internet muchos estaban entusiasmados porque creían que iba a hacer realidad los aspectos positivos del sueño comunista. Era imaginado como un lugar donde todo el mundo iba a poder expresarse libremente y comunicarse. Pero en cambio ha desarrollado una desigualdad creciente, como demuestra la estructura de los sitios web o diferentes cifras presentes en los medios. Son las personas que tienen éxito las que logran tener un eco a nivel global y las que atraen la mayor cantidad de público. Y esa tendencia la vemos en todo el mundo, con una resistencia a ver propuestas provenientes de otros lugares. Internet ha conducido a una centralización de la política del reconocimiento y de la atención y a una fragmentación de las antiguas masas”, reflexionó.
La conversación fue derivando de este modo hacia la idea de democracia que articula la programación del ciclo. “Cuando hablamos de democracia, hablamos de la soberanía del pueblo, aunque Hegel era escéptico de esa definición. Con la globalización los procesos financieros y culturales de los cuales dependemos están siendo influenciados unos a otros, por lo que un individuo de un país no puede tener una implicancia en su propia esfera”. Para Groys, cuando la economía está globalizada pero la política es local hay un desequilibrio que propicia un entorno político y cultural poco claro en el que emergen las teorías conspirativas.
“Los nuevos movimientos nacionalistas son una reacción a una paranoia excesiva debido a este desequilibrio entre lo global y lo local. Estos movimientos sin embargo no son fascistas, añoran el pasado, a diferencia del fascismo que tenía una orientación hacia el futuro. Están caracterizados por una población que está altamente frustrada y que se desarrolló en un sistema internacional que le resulta opresivo o deprimente”, consideró el crítico. Como contracara de este fenómeno, Groys valoró la evolución actual del feminismo, que considera como un factor clave en el desarrollo de la cultura occidental. “De esta ola surgen preguntas muy interesantes en términos filosóficos, por ejemplo cuál es la naturaleza de la razón. ¿Es la misma para todas las personas o existe una razón femenina?”, apuntó. Otra pregunta decisiva para Groys gira en torno a la liberación de la mujer, que plantea la posibilidad del progreso profesional pero también podría plantear un cambio radical de la sociedad.
Lenarduzzi quiso conocer además la perspectiva de Groys sobre el conflicto bélico entre Rusia y Ucrania. El propio recorrido de vida del autor lo llevó a experimentar de primera mano la “restauración” soviética camino al capitalismo hacia fines del siglo XX, cuando enseñaba en Moscú. “La única respuesta que cabe es la condena de la invasión rusa. Esta no solo se destaca por su criminalidad y crueldad, sino que es también un acto suicida que traerá cambios en su estructura territorial”, afirmó el pensador, y luego señaló: “La política actual de Rusia no tiene nada que ver con la Unión Soviética. La ideología oficial condena la revolución bolchevique y al comunismo y su forma de liderazgo tiene que ver con la Rusia imperial”. Sin temor a ser enfático, remarcó: “Es un gobierno de derecha extremadamente nacionalista y orientado al pasado, hay una incapacidad de los líderes rusos de encontrar y definir un rol para Rusia en el contexto del mundo actual”.
Para cerrar el encuentro, Groys intentó redondear las relaciones entre arte, sociedad y libertad en el mundo actual. “La liberación es más importante que la libertad porque implica una acción. El arte es el lugar donde eso ocurre, y es una liberación de la opinión pública, que puede ser muy peligrosa para los que piensan”, opinó. En ese sentido, también consideró: “La gente critica los museos como instituciones elitistas que presentan el arte del pasado y no de nuestro tiempo, lo cual no es verdad. Son instituciones que nos ofrecen una promesa de futuro y una liberación del presente. Los artistas son comprendidos mañana, no ahora”.
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