“Joven judía-italiana hace folklore en Chacarita” podría decir un aviso clasificado que ofreciese los servicios la compositora, pianista, arregladora y cantante de Luna Sujatovich. Pero la revista Segundamano ya no existe, y los géneros musicales –o al menos los prejuicios en torno a ellos–, a esta altura, medio que tampoco. Sin embargo, para Luna, que canta y toca que es una maravilla, la cuestión de las raíces sigue siendo un tema. “A veces me da vergüenza”, concede con timidez, y explica: “Todavía estoy viendo cómo llevo esto de no ser de una provincia ni provenir de una familia de folkloristas”. “Pero es algo que me pasa a mí, nunca nadie me dijo nada”, agrega y se ríe de sí misma. Hace bien, porque no tiene razón alguna para avergonzarse.
Lleva casi 20 años formándose como música y al menos 10 como profesional, acaba de ganar dos premios Gardel por su disco debut, y si bien su apellido no remite a tierra adentro, goza de un linaje musical espléndido: Sujatovich es sinónimo de rock, jazz, tango; por Leo, padre de Luna (Spinetta Jade, Tantor, Porsuigieco, Nito Mestre, bandas de sonido, Horacio Ferrer, ballet de Julio Bocca y más) y por Mateo, hermano de Luna y líder de Conociendo Rusia. O sea, como Luna se dice a sí misma: “Pará con la persecuta”.
Es cuestión de abrir el foco para observar el cuadro completo y ver que si algo no le falta a Luna Sujatovich es background. Además de haberse recibido en la carrera de Composición en la actual Universidad Nacional de las Artes (UNA), cursó allí un año de piano, y suma más de 15 tomando clases de piano, canto y canto lírico con distintos maestros y maestras. Trabajó al lado de su padre; grabó voces en Canciones para aliens, de Fito Páez; toca teclados, hace coros y es arregladora en la banda de Coti Sorokin desde una década, y también desde hace 10 años es parte del ensamble latinoamericano La Colmena. Y mientras cosecha premios con su álbum de canciones, titulado Desafío guerrero (2021), acaba de lanzar Como callan los tractores, un EP con cuatro “obras” instrumentales para piano y, en algún caso, voz.
–¿Por qué “obras” y no “temas” o “canciones”?
–Yo les digo “obras” aunque sería más apropiado llamarlas “piezas para piano” que forman este EP que, académicamente hablando, sería una “suite”. Así que sería una suite de piezas para piano. Pero tampoco lo quiero llamar “suite” porque la suite es un formato cerrado, compuesta por una cantidad exacta de obras. Por ahí son doce, por ahí son ocho, y para mí esto no está cerrado. Es lo que compuse en este tiempo y que vi que que tenía una familiaridad. Y les di un marco con esto de los tractores. Entonces sería una suite de piezas con impronta folclórica que puede llegar a continuar.
Como callan los tractores contiene músicas compuestas entre 2009 y 2015, y combina jazz con folklore argentino y música contemporánea, influencias del Cuchi Leguizamón, Carlos García, Manolo Juárez, Egberto Gismonti. Los títulos dicen mucho: “Vidala de la amistad”, “Preludio malambo”, “Zamba del laberinto” y “Chacarera del inconciente”.
–El folklore me empezó a gustar después de escuchar al Dúo Salteño y a Carlos García. Mucho de todo eso está acá. A veces la identidad es un misterio, y la música también. No hay mucho más que explicar. Me pasa que yo me siento al piano y empiezan a surgir influencias de la música popular, pero no sé bien qué es lo que estoy haciendo ... Empiezo a tocar algo nuevo y no sé si es un huaino, una chacarera... No sé qué es.
–Cómo fue salir de Buenos Aires para presentar estos “aires folklóricos” en las provincias.
–Hace unas semanas toqué en Rosario y en Córdoba y no hubo ningún problema (risas). Pero en mi actitud en el escenario es siempre de mucho respeto.
–Jugás de visitante.
–Re de visitante. Aunque en realidad me siento visitante en todos lados porque no soy de ningún palo. Si me junto con músicos académicos, me siento afuera; si me junto con full rockeros, también; con gente del folklore, lo mismo.
–Pero ese dilema seguramente se termina cuando arrancan a tocar.
–Exacto, después digo bueno, “pará, tranquila”, porque agarro el bombo y acompaño perfectamente a alguien que canta en una peña en Salta (risas). Pero sé que existe esa “pica” entre el interior y y Buenos Aires, así que yo voy con respeto y con humildad.
–¿Te gustaría tocar en Cosquín?
–Estaría re bueno, claro. En realidad, apuesto a esto que está pasando con los géneros, que todas las barreras de los géneros se están difuminando. Me parece que yo soy un poco reflejo de eso. A lo mejor es darle un poco más de tiempo para ver que los géneros tienen sus porosidades... Y que además a nosotros, los argentinos, nos define mucho la inmigración. Entonces también tenemos que ser un poco más condescendientes con aquellos que somos mezclas. Yo no elegí lo que soy, no elegí venir de Italia y de Rusia y que mis papás se conozcan y que yo nazca así. Los dos premios que gané justamente definen de alguna manera la indefinición: “Mejor Álbum Canción de Autor” y “Mejor Álbum Fusión Instrumental”.
–¿Por qué “tractores”?
–Porque quería que tuviese una impronta folclórica en el título, pero no quería ir por el lado del canto de los pájaros sino por algo un poco más terrenal, aguerrido. Y pensé en los tractores como herramienta de trabajo del campo. Nuestro folklore nace en el campo y me gustó jugar con la idea del silencio del tractor, el momento en que se callan, descansan, cuando se deja de trabajar y se agarra una guitarra y se destapa un vino. Mi mamá, que es psicóloga, me decía que a veces los tractores son como esos ruidos internos que uno tiene en la cabeza; bueno, en este caso, sería cómo callan esos ruidos. Pero también me gustaría dejarlo a libre a la interpretación de cada uno.
–”Desafío guerrero”, tu primer disco, tiene un sonido, un clima muy de los años 80. ¿Hubo una intención de revisitar ese esa época o salió así de manera inconsciente?
–En lo personal siento que es un reflejo de todo lo que he escuchado.
–Y escuchaste mucha música argentina de los 80.
–Sí, un montón.
–Porque más allá la obviedad de relacionar “Sujatovich” con el rock nacional de aquellos años, hay algo ahí que se escucha.
–Yo, la verdad, no me di cuenta. No hubo una bajada de línea consciente de eso. Pero es genial porque en esa época, los 80 y un poquito de los 70, toda la música popular empezó a absorber el lenguaje del jazz. En la música de los 60 está todo muy dividido por géneros. Y no solo en el rock argentino. Si escuchás a Fattoruso, hay un cambio rotundo entre esa música y Jaime Ross. O entre Manal y Spinetta. Y sí, en casa se escuchaba mucha música y muy diversa...
–¿Por qué caminos creés que puede transitar una posible nueva evolución del folklore después de aquellas fusiones?
–Hay que ver hacia dónde van las cosas. En retrospectiva, sabemos que el Cuchi se influyó por el lenguaje del jazz, y eso es lo que hizo que el folclore tomara otro rumbo. A lo mejor hay que ver ahora qué es lo que va a intervenir. Yo veo que hay algo con las nuevas sonoridades, los nuevos timbres. Hay un montón de grupos que fusionan folklore y músicas del Río de la Plata con nuevas tímbricas
–¿Existe un circuito para la fusión instrumental?
–Sí, existe. Está un poco englobado en el concepto cantautor. Y somos muchos los que estamos en ese lugar, hay una red recontra grande en todo el país.
–¿Y canales de difusión?
–Hay movidas autogestivas, hay festivales... Pero sí, no es mainstream.
–¿Te preguntás dónde va a sonar lo que estás haciendo en el momento que componés?
–Me lo pregunto, la pregunta aparece, pero me doy cuenta de que no me sirve para nada. Todo lo contrario, me re limita. De hecho, parte del entrenamiento es lidiar todo el tiempo con eso. Hay que intentar no pensar. Y tomarlo como un juego, porque si no, adiós.
*Luna Sujatovich presenta “Como callan los tractores” el miércoles 12 de octubre a las 20.30 en Café Berlín, Av. San Martín 6656, Villa Devoto, CABA, y el domingo 16 de octubre a las 13 en Color Humano, Bosque Peralta Ramos, Mar del Plata.
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