Es el sector que mejor refleja las mutaciones de la escena artística local. Tal vez por eso su nombre se redefine con cada una de las últimas ediciones, desde lo que fue mucho tiempo Barrio Joven hasta el anterior Factor Studio, para reinventarse nuevamente como Utopia, un concepto elegido antes de que irrumpiera la pandemia, pero que recién cobra una dimensión real en este 2022. Aunque hay obras y emprendimientos que llevan de un modo u otro las marcas de esa etapa reciente, se respira un clima más fresco en esta edición pospandemia. “Hay un pequeño reverdecer, se sienten las ganas de estar juntos, de hacer arte y ver lo que se está haciendo. Además los artistas están trabajando en formatos de escala más humana que permiten a nuevos coleccionistas acceder a esas piezas”, dice Carlos Huffmann, uno de los curadores de la edición 2022 de arteba.
El predio de Costa Salguero les juega esta vez a favor a las 22 galerías de Utopia, con un espacio más integrado en el circuito y lo suficientemente amplio para darle visibilidad a las obras. Algunos de los galeristas desplegaron todo su ingenio en las nuevas proporciones, como en el caso de Ohno, que dispuso un conjunto heterogéneo de piezas dentro de una larga vidriera rota que emula los escaparates de las viejas galerías comerciales. Inspirado en los paseos parisinos de Walter Benjamin, el montaje busca anular la distancia con el público y acercar los distintos imaginarios que exploran sus artistas. Cuadros de Marina Daiez y Nazareno Pereyra conviven con unos displays tenebrosos del tucumano Benjamin Felice, uno de los responsables de este proyecto, y con las esculturas vanidosas de Juan Ojeda, unas figuras etéreas que lucen sus plumas sobre estuches de joyería.
Transformar el espacio de exhibición es un leitmotiv para algunas de las galerías de Utopia. “A veces cuesta atraer gente más allá del día de la inauguración, por eso buscamos que nuestras muestras sean experiencias inmersivas que solo se pueden disfrutar in situ, y que las obras se puedan ver en un contexto pensado especialmente”, le dice Lucía Evangelista, de Moria Galería, a Infobae Cultura. Sus dos salas de Villa Crespo atravesaron varias metamorfosis a lo largo del año, con nuevas muestras casi todos los meses. En arteba, la cabina de tonos pastel de Moria es una de las más vistosas e integradas. Una alfombra intervenida por Celina Eceiza congrega su exuberante mundo natural plasmado en figuras de yeso, tizas sobre lienzo y patchworks de telas teñidas y cosidas a mano, con los organismos de cuerdas en relieve sobre telas traslúcidas de Aurora Castillo y los acrílicos de Juliana Iriart.
“El rasgo en común de estas galerías quizás pasa por un modo de hacer más experimental. El hecho de que sean espacios menos constituidos les permite de repente jugar con ideas más enloquecidas”, le dice Huffmann a Infobae Cultura. Desde los tapices con reminiscencias cubistas y del anime bordados a máquina por Juan Martín Solari, artista de una de las galerías más jóvenes de la feria, Casa Proyecto, o las clepsidras de Carolina Fusilier, en Fantazía, hasta los dibujos e intervenciones plásticas de Charly García en el stand de Galería Popa, es muy diversa la cantidad de propuestas que se hallan en este lado de arteba, que históricamente se caracterizó por presentar a los artistas más emergentes. De todos modos, es posible identificar narrativas y estéticas en común, con líneas de cruce entre distintas técnicas artesanales y el modelado 3D.
Uno de los números más convocantes de la feria es el solo show de Kavro, una serie de obras de Franco Palioff entre las que destaca un morboso avatar programado por el propio artista de Aura NFT y materializado gracias al trabajo en equipo con VTV en una instalación robótica con pantallas recuperadas y tubos de hierro reciclados. El raro organismo digital se satisface con una víbora cibernética que se arrastra por la furiosa alfombra naranja del stand y es parte de un videojuego que está diseñando Palioff, en el que Kavro sobrevive a base de los desechos que van a parar a las alcantarillas donde habita.
La galería Remota, de Salta, presenta otra inquietante pantalla de la mano de Princex 13, una artista que explora el autorretrato a través del modelado en 3D. Sus obras digitales comparten lugar con los diseños autóctonos de Florencia Sadir y los tapices de hilo de chaguar de Claudia Alarcón, una referente de la comunidad wichi. “Representamos a artistas telúricos que usan materiales y técnicas ancestrales de la región, pero también tenemos artistas 3D que están todo el día en una computadora y crean un propio universo que es habitado en el Meta”, le dice a Infobae Cultura uno de los directores de este espacio que en la tarde del viernes recibió uno de los Premios en obra de arteba.
Las nuevas tecnologías también dan forma a las piezas y murales de Trinidad Metz Brea, quien ganó el año pasado el Premio en Obra de arteba con su bestiario modelado en digital e impreso en 3D. Un mural en alto y bajo relieve que lleva por título La oscuridad es mi caldo de cultivo se vendió varias horas antes de que iniciara la feria, que hasta ahora ha arrojado un saldo más que favorable para El Mirador, la galería que la representa. A un lado se exhiben los tejidos relucientes de Jimena Travaglio, que armó con cuentas de cristal checo una serie de relojes y tapices que remiten a la imaginería pixelada del 8-bit y el glitch. “Nuestro proyecto sugiere una vida distópica en un futuro no tan lejano, toma un recorte de narrativas posinternet que trabajan con las nuevas corporalidades más híbridas y cercanas al interespecismo que propone Donna Hathaway”, describe Joaquín Barrera, director artístico de la galería, para Infobae Cultura.
Como el año pasado, El Mirador también muestra en arteba las heroínas siniestras de Ornella Pocetti, que esta vez suma unas máscaras de cerámica inspiradas en el clásico de terror Hellraiser. Aunque la galería de Parque Lezama se ha afianzado en este último tiempo, Barrera asegura que es difícil sobrevivir y llevar adelante apuestas fuertes dentro de sus reducidas dimensiones. El proyecto funciona como fundación y además desarrolla un programa de artistas por artistas financiado a través de la comercialización de obra y un sistema de canje con coleccionistas, más algunos subsidios otorgados por Mecenazgo y el Fondo Nacional de las Artes. “Esperamos que arteba sea una instancia donde no solamente nos compren los mismos de siempre sino que nueva gente se atreva a comprar. No hace falta una gran inversión de dinero para comprar una obra”, dice.
Los valores que se manejan en Utopia son los más accesibles de la feria, y varias de las galerías ofrecen alternativas como la posibilidad de pagar en cuotas o la pesificación de algunas obras, una manera de atraer nuevos perfiles de coleccionistas e impulsar las carreras de sus artistas. Estas opciones se condicen con la versatilidad de los proyectos, en muchos casos autogestionados por quienes hacen arte. Hay galerías nómades como Intemperie o Fuga, que genera exhibiciones y actividades en diferentes espacios de la ciudad de Santa Fe. “Tener una galería fuera de Buenos Aires implica más trabajo porque el mercado de arte contemporáneo es incipiente aún. Pero es un buen momento porque están apareciendo nuevos lugares y de a poco se va generando un circuito”, le dice Florencia Palacios a Infobae Cultura. Fuga, que también representa a artistas de Entre Ríos y Corrientes, fue otra de las distinguidas con el Premio en obra en esta edición.
Otras propuestas, como la de Grasa o Casa Proyecto, montan sus muestras en el domicilio de los galeristas. “Nuestra expectativa fundamentalmente es que nos conozcan, porque somos un espacio muy nuevo con artistas muy jóvenes. Más allá de las ventas, me gustaría poder acercar las obras a colecciones y que ellos puedan alcanzar otras dimensiones o migrar a proyectos más consolidados”, le dice María Florencia Bruno, de Casa Proyecto, a Infobae Cultura. Las ganas de hacer una muestra colectiva mutaron por necesidad pura en una propuesta que convirtió el living de su modesto departamento de San Telmo en sala de exposición. Bruno se encarga de la producción en sentido amplio, pensando a la par con los artistas las obras que mejor pueden funcionar en ese interior, un modo de hacer que –según cree– aporta una mirada más sensible acerca de cómo mostrar obra, más allá de su rentabilidad: “Creo que la parte comercial viene después y un poco de la mano con esta mayor atención al aspecto sensible de las obras”.
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