Preparar escenografías que entren en una valija. Animarse a un cambio de paisaje feroz: dejar el frío y los días de poco sol para esta época de “la isla”, como nombran sus habitantes a la provincia de Tierra del Fuego, para cruzar toda la Argentina y llegar a un norte caluroso y de pura luz. Hablar de las raíces, denunciar todo lo que les falta, verse las caras. Decir que por estos días se desarrolla en Chaco la edición número 36 de la Fiesta Nacional del Teatro, implica pensar todo este movimiento de más de 600 artistas y otros 250 trabajadores que por siete días tratan de llevar espectáculos de artes escénicas a 30 localidades del noreste argentino.
La Fiesta Nacional del Teatro, que comenzó el jueves 29 de septiembre y este jueves, es un encuentro de la democracia que, al mismo tiempo, exhibe la desigualdad. Desde hace 36 años, se apuesta a una reunión federal de las artes escénicas. Durante los primeros años, se hizo en el teatro Cervantes, en Buenos Aires y los elencos de distintos puntos del país viajaban para mostrar sus obras y generar un intercambio, fundamental, para los artistas.
Luego, desde la creación del Instituto Nacional del Teatro (INT), hace 25 años, la fiesta comenzó a ser itinerante y viajar por distintas ciudades argentinas y ya no volvió a la Capital Federal, en un intento más contundente de lograr un movimiento real por las provincias. Recordar su historia no es un dato menor, ya que el nivel de postergación y escasez de recursos en las localidades que se alejan del microclima porteño es abismal.
Cada año que se realiza este encuentro gestionado por el INT la sensación es contradictoria. Por un lado, el Estado promueve el movimiento de artistas, la producción y la presentación de espectáculos y por el otro, queda en evidencia todos los lugares adonde no llegó históricamente. En otras palabras, hay un porcentaje del público que por estos días ve teatro en la ciudad de Resistencia que accede por primera vez y al mismo tiempo, existe otra gran mayoría que ni se puede plantear la posibilidad de ir al teatro.
“Mientras hablamos de cultura, no estamos ajenos a las detonaciones que estamos escuchando”, dice Gustavo Uano, director del INT. La frase ni siquiera es una metáfora. La ciudad de Resistencia vive en este momento un estado de combate y desesperación. Barrios de pie, empleados de ATE, asambleas permanentes por el avance del desmonte eran algunas de las marchas y reclamos que frenan todas las calles del centro, con estruendos, megáfonos y piquetes, que ninguna de las personas que participa de este encuentro puede ignorar. Las últimas cifras del Indec dejan en evidencia un correlato histórico: en la capital chaqueña casi la mitad de la población no tiene los ingresos necesarios para comprar la canasta básica. Hay un 49,9% de la población en situación de pobreza y un 15% en la indigencia. Resistencia es la ciudad más pobre del país. El número de pobreza que refleja el Indec se explica por una combinación de tres elementos: la escasez de trabajo, salarios muy bajos y una inflación exacerbada que hace que incluso quienes tienen empleo formal no puedan cubrir la canasta básica con sus ingresos.
La noticia podría ser que en este contexto, el teatro todavía existe. Es injusto, también, hablar de Chaco solamente para mencionar la pobreza. De alguna manera, la estigmatización continúa e impide ver que también es la ciudad de las esculturas (hay un promedio de tres obras por cuadra), de su literatura incuestionable y del paisaje que todavía sobrevive, entre tantos valores y futuros latentes que se respiran en el noreste argentino, si la desigualdad no fuera tan salvaje. “Tenemos un arte público, cerca de los vecinos. Estamos por promulgar la ley de la comedia chaqueña, que prevé un elenco estable que se concursa de manera anual. En la provincia tenemos 22 salas de teatro entre públicas y alternativas, ocho de ellas están en Resistencia y hay en funcionamiento 28 grupos de teatro”, cuenta Francisco “Tete” Romero, presidente del Instituto de Cultura del Chaco, mientras resalta los intentos de integración con la comunidad Qom, el apoyo a la diversidad, el colectivo de autoras que crece en Chaco, el trabajo con el arte regional y recuerda el legado de los escritores chaqueños que formaron parte de la generación del 37. Claro, la cultura y la historia están, pero no es ajena a la concentración desigual. Un dato más: el INT tiene registradas 600 salas de teatro en todo el país, de ese número el 50 por ciento se ubica en la Capital Federal y la provincia de Buenos Aires.
En el mejor de los casos, hay algo de este gran movimiento humano y económico que implica desarrollar una Fiesta Nacional, que luego le queda a la provincia que se instala como sede. Según informaron las autoridades, el INT realizó una inversión de 60 millones de pesos para concretar este encuentro, a esa cifra se suman otros 15 millones para equipar las salas del noreste argentino (Chaco, Corrientes, Misiones y Formosa) que participan de este encuentro. Además, el gobierno provincial chaqueño aportó otros 60 millones de pesos.
“Las tejedoras están preparando unas canastas de mimbre para entregarles a los artistas que llegan”, cuentan en la organización. El aviso, en términos de metáfora, podría ser imaginar un tejido de actividad económica, de dignidad, de trabajo, de servicio que se activa cuando hay un encuentro de esta magnitud. Pero es probable que esa energía se irradie apenas un tiempo más a los ocho días de la fiesta.
Los espectáculos
“Ya nos acostumbramos a armar escenografía que nos entre en una valija” cuenta Alfaro Valente, actor de Comodoro Rivadavia (Chubut), que llegó a Chaco con el espectáculo La bendición, escrito y dirigido por Silvia Araujo. Entre un mundo místico y de represión, la obra recuerda un hecho que en la memoria de los pueblos patagónicos se conserva como una reliquia: la visita al Sur de Lady Di. “En Chubut las distancias son enormes, para poder viajar necesitamos una escenografía fácil de transportar”, explica.
“¿Y qué pasa cuando se cruza el Estrecho de Magallanes? Mucha gente ni sabe que en Ushuaia hay teatro y artistas y hacemos mucho esfuerzo para producir y que el público se acerque”, suma Valiera Mire, actriz de la obra La mujer puente, que llegó al norte directo desde Tierra del Fuego.
En las cifras que plantean desde la organización, la Fiesta Nacional del teatro alcanza a 30 localidades de todo el noreste argentino. En total, se realizaron 250 funciones en 40 salas o espacios no convencionales. También hay talleres de formación, a cargo de referentes teatrales, como Federico León y Arístides Vargas, charlas y presentaciones. Además, se reinauguró el Complejo Cultural Guido Miranda, lugar en el que participó además la obra invitada Juana Vive, de Luisa Kuliok. En el domo de Chaco, definido durante este encuentro como el “Escenario de la Diversidad” todos los días hubo espectáculos gratuitos y programados con artistas chaqueños. Algunas perlitas de esta fiesta que tiene como lema “el teatro nos une”.
Desde Traslasierra, Córdoba, se presentó Podestá, un unipersonal de clown de Gisela Podestá, quien habla de su linaje real, como parte generacional de la mítica familia Podestá, la creadora del Circo Criollo, de Pepino el 88 y el enorme actor que fue Pablo Podestá. La memoria circula, siempre, por estos espectáculos. La fundación del teatro nacional, un título enorme, en el cuerpo de una actriz payasa, que se ríe, crea imágenes y juega con el público. Desde la ciudad de Aluminé, Neuquén, la obra Los Santos presentó un circo minimal. Sus intérpretes, Claudio Inferno y Eleazar Fanjul, crean personajes y un relato, mientras hacen notables acrobacias y juegos con botellas, vasos y equilibrismo sobre una mesa. Un precioso trabajo de composición.
También se destaca la obra Deshojado, unipersonal de un actor ciego Ariel Astrada, quien a modo de biodrama cuenta su historia, entre la discriminación y el humor, los encuentros amorosos, los problemas para vivir del arte, todo condensado en su interpretación, conmovedora y con muchos recursos.
Pero lo más potente de la Fiesta Nacional sucede justo después de las funciones, cuando los artistas se conocen, hablan de sus experiencias, se intercambian materiales, se cruzan con funcionarios a quienes exigirles acceso a más formación, derechos, difusión y empiezan a tejer redes. Esa red que dio origen al nacimiento del teatro independiente, allá por 1931 y la que sostiene este fenómeno único en el mundo, al día de hoy.
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