Un diploma de escritura creativa y algunas preguntas sobre cómo se construye hoy un autor

¿Se puede enseñar a escribir? ¿Los géneros oprimen u ordenan? ¿Cuál es la importancia de la experimentación con el lenguaje? Entrevista con los profesores y directores de la Diplomatura de Escritura Creativa que lanzó la Untref junto con Fundación Medifé para los residentes fuera de AMBA

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Julia Magistratti, Iosi Havilio, María Negroni, Daniela Gutiérrez y Julián Gorodischer (Foto: Guillermo Monteleone)
Julia Magistratti, Iosi Havilio, María Negroni, Daniela Gutiérrez y Julián Gorodischer (Foto: Guillermo Monteleone)

El sol se mete por los ventanales abiertos de la Fundación Medifé y dibuja sombras en las paredes. Es viernes al mediodía. Se escuchan, afuera, los bocinazos, el apuro. Adentro, en cambio: la pausa de la conversación. Sobre la mesa blanca, exageradamente blanca —un blanco casi robótico—, hay un lunch, vasos, pocillos, codos apoyados. María Negroni toma la palabra. Es la directora de la Diplomatura de Escritura Creativa que lanzó en conjunto la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF) y la Fundación Medifé. A su lado, la gerenta general de la institución, Daniela Gutiérrez. En frente, los tres docentes que integran el programa: Iosi Havilio dará el seminario de ficción, Julián Gorodischer el de no ficción y Julia Magistratti el de poesía. Los tres son, además, docentes de la Maestría de Escritura Creativa. “Este proyecto no es todo lo que puede ser, pero abre una serie de enormes posibilidades”, dice Negroni, entusiasta, y subraya el foco: sólo pueden participar quienes residen fuera de AMBA. Ni porteños, ni quienes viven en el conurbano bonaerense. Es el turno del “interior del país”.

—Iosi Havilio: Yo tuve la oportunidad de dar talleres en ferias del interior. Hubo un tiempo que no fue ideal pero pasaron cosas: desde el Ministerio de Cultura se armaban giras de escritoras y escritores en la Feria de Jujuy, en la del Chaco, en Resistencia. Fue en la década del 10. Con las contradicciones, hay algo que ahí se cortó claramente. Estaba el Filba Nacional también. Estuve en Mar del Plata, en Bariloche...

—Daniela Gutiérrez: Era la época del Bicentenario, ese era el impulso. Hubo un espíritu muy bicentenario.

—Iosi Havilio: Sí. Y todas esas experiencias fueron muy amorosas, muy contundentes. Es verdad que era algo medio insólito ese contacto. Insólito que sea insólito. Y muy latinoamericano también, que es el centralismo. La discusión entre unitarios y federales ahí está muy vigente. Y ni hablar que las crisis económicas que desde el 15 se vienen sucediendo, además la pandemia. Y la pandemia abrió esta posibilidad única que ahora se está desarrollando: la posibilidad de tener gente de Tierra del Fuego y Cultral Co en un mismo espacio.

—¿Qué ven en todos esos alumnos que viven fuera del AMBA?

—Iosi Havilio: Lo primero que hay es una expectativa muy grande de qué viene, qué mensaje, qué devolución iluminada me van a dar, no sólo desde Buenos Aires sino también desde una institución. Hay un desprejuicio, incluso mayor del que encuentro acá. La ansiedad del que vive en la Ciudad y en el conurbano y está traficando sus textos y queriendo publicar... bueno, allá la mayoría no la tiene; al contrario, lo ven tan lejano. Esa ansiedad yo no la veo tanto, entonces aparece el desprejuicio y también aparece, y es ahí donde yo me siento convocado, una inclinación a lo lúdico y a la experimentación que tiene que ver con estar en realidades bien distintas y con formaciones distintas. Por ejemplo, en el 2021 una alumno se internó en el Impenetrable. Una muchacha que tenía sangre originaria. Había iniciado una investigación, una exploración en febrero del 20: conocer un poco sus ancestros. Y la agarró la cuarentena ahí. En la tercera o cuarta clase salió a la luz. No conocía esa lengua. Ella iba con un proyecto de escribir sobre eso, y quedó en suspenso. Habrá estado veinte días o un mes. Tuvo que aprender mucho. Si bien es una experiencia muy singular, acá en Buenos Aires es muy raro que pase algo así. Nos animó a todos a que el último ejercicio sea escribir en lenguas desconocidas. Fue muy increíble. Sin llegar a ese extremo, al estar en esas situaciones, en ciudades distintas y con situaciones socioeconómicas y políticas muy dispares, apareció una intervención en el lenguaje que está más a mano si se habilita.

Iosi Havilio (Foto: Guillermo Monteleone)
Iosi Havilio (Foto: Guillermo Monteleone)

—Julia Magistratti: Este año el seminario me tocó en pleno invierno. Un día puntual una alumna de Cutral Co dijo: disculpen, está nevando. Hubo una nevada histórica. Y había otra alumna que estaba en Formosa y hacía mucho calor. El Diplomado y estos encuentros de estas geografías diferentes generan estas vinculaciones. Hay una especie de conciencia de los pares que está también trabajando ahí. Hay una cosa que se genera colectiva que es como una mecha que después dispara todo: las lecturas, el pasarse textos. Es algo fenomenal. Porque hay mucha gente que está más enfocada en el cuento o en la escritura de no ficción, sin embargo todos se animan a transitar el terreno de la poesía. Hay muchas personas que no son de las capitales, que son de lugares que están más alejados. Este año hay una chica de San Luis que vive en un pueblito. También es interesante porque descentra.

—¿Cómo trabajan las clases y qué sucede ahí que se vuelve experiencia?

—Julián Gorodischer: Nosotros trabajamos el texto vivo. Originalmente habíamos planteado un sistema de seguimiento en el cual se invierte el signo del seguidor de redes sociales. Acá el seguidor es el que va a tener la responsabilidad de hacer una supervisión del proceso de escritura del compañero. Iban a ser células y se convirtieron en pares. Los tengo actualmente, el módulo está transcurriendo ahora. En tres clases se vio cómo se acentuó el conocimiento del trabajo del otro. Es revolucionario trabajar la escritura creativa en la ficción porque el acento siempre está puesto en el objeto, en el tema. En México te dirán: nosotros no trabajamos escritura creativa en no ficción porque los temas no lo justifican. Mientras que en Estados Unidos es académico. Nosotros trabajamos con relatos breves. Yo les digo que no piensen en productos. Y ahora les di la potestad a los seguidores de intervenir en el texto del compañero. Enfréntense a lo que va a ser la industria y lo que va a ser tener un editor. Que no haya diferenciación: no va a haber un original, el texto se trabaja de a dos.

—Julia Magistratti: El año pasado todos abrieron un grupo de Facebook donde se compartían producciones. Pasó una cosa insólita en el seminario de poesía. Habíamos estado trabajando la poesía oral y a la clase siguiente ellos habían organizado, todos en diferentes puntos del país, una performance, cada uno en su cuadrito, diciendo un poema de Gelman y repitiéndolo como un mantra. Uno tocaba un cuenco tibetano, por ejemplo. Habían estado practicando y ensayando esa intervención. Todas las clases algunos alumnos leen las producciones que surgen. Entonces hacemos corrección colectiva y edición. Son muy interesantes las devoluciones que se van haciendo y también las vinculaciones inesperadas que se producen. Situaciones de la escritura, incluso.

—Julián Gorodischer: Agradecen mucho la autoconciencia de escritor que le da. No abundan los lugares donde afirmarse como escritor o escritora. Ellos, formando parte del grupo, uno de los principales aportes más allá del técnico, es ser parte de un grupo de escritores que se leen unos a otros a la par de autores publicados.

—¿Cómo se diferencian los tres seminarios que dan para la Diplomatura de los que dan en la Maestría?

—Ioso Havillo: Este año rebauticé el seminario, no sé si te enteraste, María [Risas]. Le puse: Algunos problemas alrededor de la práctica de escritura. Ahí es donde se hermana con el de la maestría. El de la maestría es un taller de obra, es el seminario que cierra la maestría junto a otro donde trabajamos la tesis de narrativa, de poesía, la miscelánea que se está pareando. Acá, este seminario de ficción, que se llama Algunos problemas alrededor de la práctica de escritura, es el primero. Luego hay una segunda instancia y una tercera, que son los seminarios de poesía y no ficción.

—Julia Magistratti: Vos les prendés el fuego [Risas].

Julia Magistratti (Foto: Guillermo Monteleone)
Julia Magistratti (Foto: Guillermo Monteleone)

—María Negroni: La diferencia fundamental es que la maestría tiene una tesis, una obra final. Se termina la maestría con al menos un boceto de novela o de libro de poemas o de ensayo. Acá no hay. Y tiene otra intención: busca acompañar en la formación durante el tiempo que dura. Fortalece y permite algunas ideas sobre qué es la escritura. Va más allá del género, se trata de un sistema de ideas sobre qué es escribir. Ese es el objetivo nuestro.

—Ioso Havillo: Acá lo que hay es un boceto virtual de posibilidades de tres zonas que se tocan, que se encuentran, que son claramente la misma cosa, que tienen que ver con el lenguaje. La paleta de posibilidades. En la maestría la ansiedad por publicar es muy clara, y está muy bien. Jugar con la ansiedad está bueno. De hecho, algo que les propongo es hacer el juego de que ese libro ya se publicó: trabajemos eso como algo ya publicado y empecemos a ver cómo fue ese camino. Acá en el diplomado es muy variado: hay quienes han publicado y hay otros que no y que no tienen el deseo, eso es muy interesante. Ser escritor no es solo publicar. Eso es elemental. De hecho, es lo menos importante. Lo fundamental es la práctica y de qué manera eso interviene en la vida intelectual, en la vida política.

—Acá un escritor pasa por tres géneros, algo que es prácticamente inédito en la formación de cualquier autor autodidacta o académico, incluso sabiendo que tiene o tendrá más inclinación por alguno de los tres.

—Julia Magistratti: La decisión de en qué genero se inscribe cada uno y qué le pasa con eso sucede después. En el diplomad se construyen identidades, porque muchas cosas se despiertan en ese proceso. En el seminario de poesía mucha gente que se identificaba con la narrativa, por ejemplo, después de haber pasado por todo el proceso de escritura de poesía encuentra ahí una gran afinidad.

—Julián Gorodischer: En no ficción tenemos una ventaja: trabajar con escritura de artículos, entonces se hace más cercana la posibilidad de visualizar una publicación. Hay muchos proyectos, poco se concretaron, porque después de cualquier cursada se diluye el lazo. El lazo está bien vivo durante la cursada.

—María Negroni: En materia de escritura todo sirve. En realidad no sirven esos compartimientos estancos. Si vos escribís poesía cualquier obra interesante de ficción te sirve, y de no ficción también. Todo va en la misma bolsa.

—Ioso Havillo: Es algo que tiene que ver con la escritura contemporánea. Si uno va a las pinturas rupestres, si le hablabas del género que estaba haciendo el muchacho cuando pintaba... ¿Poesía? ¿Narrativa? ¡Esto es no ficción, si nosotros cazamos este mamut!

—Julián Gorodischer: El periodismo siempre fue restrictivo.

—Ioso Havillo: ¿Cuánto hace que existe: 200 años?

—Julián Gorodischer: Y es un discurso que está perdiendo hegemonía.

Julián Gorodischer (Foto: Guillermo Monteleone)
Julián Gorodischer (Foto: Guillermo Monteleone)

—Ioso Havillo: Sí, por suerte. Yo les propongo a mis alumnos irse a dormir un rato y comprobar que cuando uno duerme, recuerde o no recuerde los sueños, tratar de discriminar qué géneros intervienen en el sueño es imposible. ¡Están todos! Incluso si entrás a una casilla de mails: en los últimos cincuenta mails están todos los géneros interviniendo. Uno tiene comunicaciones vinculares de trabajo, amorosas, y está la poesía, la ficción, la no ficción. Y aparece, como dice María, la retroalimentación. Entiendo también lo que dice Julián: venimos habitando nichos. Para salir a la luz, para ser publicados, poder nombrar de alguna manera específica en las librerías: esto es esto. ¿Pero de acá a cincuenta años...

—María Negroni: Va a estar todo mezclado.

—Julián Gorodischer: Volviendo a la primera pregunta, demográficamente me impresiona mucho y me conmueve que la gente quiera masivamente estudiar, no un cursito, carreras completas de prácticas no rentables. La Escritura Creativa de 2020 es la Ciencias de la Comunicación de los noventa: la masa de todos los estudiantes de Comunicación que se interesaban por ese poquito de Escritura Creativa que tenía la absorbió tanto la UNTREF como la UNA. Y te digo más: di unos seminarios en Letras UBA y justamente mi incorporación, que fue un área de vacancia, fue porque todo el comité directivo había considerado que UBA se estaba quedando fuera del mapa sin contener la Escritura Creativa.

—María Negroni: Qué interesante. ¿Y Letras?

—Julián Gorodischer: Las dos. Lo que pasa es que Comunicación siempre fue masiva. Letras siempre tuvo pocos egresados. Lo interesante que ocurre ahora es que las personas se forman bien en el grado y después van a buscar el ejercicio profesional en el posgrado o la maestría.

—¿Cómo creen que interviene esta diplomatura y sus seminarios en la construcción del escritor argentino?

—Ioso Havillo: En esta discusión de si escribir se enseña o no, esta diplomatura, pero también incluyo a los talleres, la sacuden y desempolvan. Es una discusión estéril. ¿Caminar se enseña o no? Expresarse es lo mismo. Ahora, armar un proyecto, encarrilarlo, ampliar y expandir la caja de herramientas, eso es algo que se puede transmitir. Una institución como esta, en una tradición que no había acá, entra a jugar de otra manera en la construcción del escritor. Pero también es discutirla. Creo que se amplía fuertemente el campo de experimentación y también el campo de proyección personal, y de elección también. Hay muchos que pasan por la maestría y el diplomado y tienen una cantidad de experiencias intelectuales y emocionales que los forma en sus caminos.

Daniela Gutiérrez y María Negroni (Foto: Guillermo Monteleone)
Daniela Gutiérrez y María Negroni (Foto: Guillermo Monteleone)

—María Negroni: Un escritor, una escritora son un mundo. Hay una forma de concebir la literatura que varía de persona a persona. Cuando vos tenés a alguien, estoy hablando de la maestría pero se puede aplicar al diplomado, que durante dos años se va enfrentando a distintos desafíos, va haciendo una gimnasia de que no hay una sola forma de concebir la literatura ni hay una sola estética posible, y que hay muchos espacios para que, a su vez, esa persona sea una singularidad. Eso es muy importante. Porque en el taller tenés solamente al maestro, y a los compañeros.

—Ioso Havillo: Claramente lo que se propone es una gama, una paleta de interlocutores que vienen trabajando hace mucho tiempo. Y lo que agregaría: el conocimiento de sus pares.

—¿Encuentran cosas novedosas en los seminarios?

—Ioso Havillo: Estoy en una época zen: veo novedad en todos lados. El camino de la angustia lo tengo muy transitado. Lo masivo también es un caldo de cultivo de donde va a salir algún tipo de expresión singular, con el tiempo, a veces es la resaca de eso. Si uno mira atrás, los siglos anteriores, está eso. Mi viejo, que era un lector muy formado, hablaba siete idiomas, me hablaba Shakespeare y de los incontables autores que escribían en la época isabelina, ¡muchísimos!, y que no están en las librerías. Podría decirse Ben Jonson, pero no está en las librerías, hay que ir a las bibliotecas. No es que no conocemos a los contemporáneos de Shakespeare porque eran todos malos, no, escribía un montón de gente. Y mi viejo me decía algo muy piola: ellos escribían para él. Porque nadie escribe solo. Claramente aparece en el seminario: hay textos que sacuden, pero es en el conjunto. Yo creo en el conjunto: son voces que emergen con algún tipo de singularidad pero que están concebidas colectivamente.

—Julián Gorodischer: Lo que observo mucho en este año son los cambios. Antes armábamos una hemeroteca del curso con textos que ellos traían. Ahora eso se llama transmediateca, porque los aportes son hasta podcast. Eso por un lado, y por otro: el impudor. Trabajamos mucho con crónica íntima. Hay un nivel de desprejuicio en el relato del cuerpo y la sexualidad que no hay que hacer un trabajo de aflojar y ablandar. Es como que vienen con toda la carne al asador. Y el deseo de participación.

—Daniela Gutiérrez: De todo las cosas que leo, lo que más noto venido a menos es la no ficción. Hablo de medios. Esa crónica que ya sé cómo va a ser. Cuando el primer renglón seguro es una frase punch. Es el género que encuentro menos novedoso.

Julia Magistratti, Iosi Havilio y Julián Gorodischer (Foto: Guillermo Monteleone)
Julia Magistratti, Iosi Havilio y Julián Gorodischer (Foto: Guillermo Monteleone)

—Ioso Havillo: Soy un zen pero también soy un ser muy oscuro. Donde hay novedad va abrevar lo viejo. Lo viejo entre comillas. La muchacha yendo a buscar en el quechua. En la de Cultral Co, claramente. A nivel personal y a nivel literario: ahí aparece algo nuevo.

—Daniela Gutiérrez: El otro día, a raíz de los hechos de público conocimiento [el intento de magnicidio contra Cristina Fernández de Kirchner], fui al Museo Moderno, entro a la muestra del primer piso y la obra principal que mide tres metros por dos es una obra de Ana Gallardo que se llama Sicaria: una persona apuntándote. Es como el otro punto de vista de lo que veníamos viendo. Me pareció muy fuerte. Y después: a raíz de ayudar a una sobrina con la tarea de la escuela, me topo con un texto de Los 7 locos y era la descripción de la escena de todo lo que es posible en un momento. No lo hubiera vuelto a leer.

—Julián Gorodischer: Yo lo leo todo el tiempo a Arlt, está muy vigente. Pero coincido con vos: a nivel medios no se valora más el estilo, sino el predominio del click. Porque el click no es lectura efectiva, sino una curiosidad superficial sobre el tema.

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