Como continuidad de un trabajo iniciado en 2007, el colectivo Estrella del Oriente presenta en el CCK la instalación La Ballena. El metamuseo, un periplo por los grandes museos del mundo en torno a la migración y el valor de la vida humana: ¿puede un migrante convertirse en obra de arte? se interrogan los integrantes de este grupo que tiene entre sus filas al músico Tata Cedrón y a los artistas Roberto Plate y Daniel Santoro.
En el marco del Proyecto Ballena que desarrolla el Centro Cultural Kirchner desde 2020 y que este año hace foco en los sentidos de la palabra “libertad”, una segunda pregunta se hace necesaria desde el “metamuseo”: ¿hasta dónde la sociedad se permite abordar la crisis migratoria que asola costas y mares que engullen cuerpos de los que escapan en busca de una vida?, ¿quién decide? Santoro, desde una ironía perspicaz y crítica llena de humor por lo absurdo de ciertas situaciones, indica que si es más sencillo exportar e importar obras de arte según las regulaciones internacionales, entonces los migrantes a los que les está vedado el ingreso a los “grandes países”, al ser transformados en obras de arte podrán acceder sin mayores problemas a cruzar fronteras aduaneras.
Parte de la lógica del colectivo que integra a Ana Aldaburu, Juan Carlos Capurro, Tata Cedrón, María Negro, Roberto Plate y Pedro Roth, y que impulsa este proyecto por momentos “absurdo” surgido a partir de las noticias del arribo de migrantes a Lampedusa (Italia) hace varios años, son las contradicciones propias de la escena artística que acepta como obra de arte el mingitorio de Marcel Duchamp, la banana pegada con cinta de Maurizio Cattelan o las “latas de mierda” del italiano Piero Manzoni que llegaron a ser vendidas en 500.000 dólares.
Entonces, dice un Santoro risueño, “podríamos vender estás latas de mierda de migrantes por 50 dólares cada una y autofinanciar el proyecto”, y remarca sobre estos valores asignados: “estas son todas las imposturas”.
“La intención es una gran crítica a lo que es el sistema del arte y la idea que dispara todo es ¿por qué los migrantes no pueden ser obras de arte?, y si son obras de arte, ¿por qué entonces no pueden entrar al primer mundo siendo obras de arte? Esas son las lógicas”, resume Santoro sobre la instalación que “se llama metamuseo porque tiene a bordo la representación de todos los museos y todas las instituciones del arte” y por ende la capacidad de legitimar.
Con una profusa ironía y una crítica destinada a esas inmensas ballenas que son los grandes museos herederos del modernismo decimonónico y a la figura de sus curadores que instalan gustos y legitiman obra y artista, el colectivo Estrella del Oriente invita a desplazar miradas en la gran instalación compuesta por maquetas, videos, mapas conceptuales, testimonios en video, exposición de latas de mierda (literalmente) a lo Manzoni; u obras fotográficas derivadas de La familia obrera de Oscar Bony (1968) pero con Eduardo Costantini, Amalita Fortabat y Federico Klemm como La familia burguesa, porque como dice Santoro “no se van a mostrar nunca de esa manera al escrutinio público (los dueños de museos), se muestra al pobre, y eso es un tema interesante porque el mundo del arte lo soslaya y naturaliza como qué obra genial”.
Y desopilante el vivo dito a lo Alberto Greco en el cual los reconocidos curadores Florencia Battiti y Rodrigo Alonso son señalados como obras de arte por una migrante afgana, en La Boca.
La instalación, que se aloja en una sala del séptimo piso del CCK hasta el 18 de diciembre, es frondosa en citas que invitan a ser descubiertas, como las de León Ferrari o Marina Abramovic en ese maravilloso paneo histórico que realizan.
En la gran sala, una espléndida maqueta representa un crucero que navega en un mar verde, contiene los museos, y es el escenario de la historia: una balsa con migrantes de piel oscura que son rescatados por curadores rubios, blancos, que los ayudan a subir y ascender por una escalera similar a la del parisino Centro Pompidou.
Es llamativo ver la pirámide vidriada del Louvre y el boceto del Monumento para la Tercera Internacional del constructivista ruso Vladimir Tatlin (1919-1920), llamada Mirador Tatlin en esta oportunidad, ambos ubicados en la popa, como exponentes de la modernidad.
Luego de atravesar salas con grandes cuadros colgados, los migrantes pasan por el Domo de Adaptación Guggenheim donde “empiezan el ascenso por el concepto, se abandona el arte retiniano y empieza el arte conceptual”, explica Santoro, tras pasar por distintos “puentes” -Duchamp, Warhol, Beuys, por ejemplo-, y como destino, el mingitorio.
Precisamente, la obra Fuente (1917) de Duchamp es usada como metáfora del “chorro de agua” que exhalan las ballenas sobre sus cabezas, y corona el crucero. El objeto cotidiano, ese ready made duchampiano que inicia el arte conceptual, el de las ideas como la propia instalación, es el lugar de consagración del migrante que por un rito de pasaje se transforma en “obra de arte, migrante artista o migrante curador”, según elección.
Para comprender este recorrido se puede observar atentamente el diagrama de flujo denominado Sistema operativo de la nave de rescate y reubicación de migrantes, dispuesto sobre una pared o los innumerables nombres de museos, sobre otra; o bien ver esos casi cuatro minutos de la película La Ballena va llena (2014) que muestra al colectivo artístico reunido en la mesa de un bar.
Parte de esa transformación a obra o “ciudadano con derechos” es el paso obligado por un aula para interiorizarse sobre las novedades del mundo artístico contemporáneo, como haría una persona que llega a un país y debe aprender su idioma y costumbres. En el aula está emplazada los Baños pedagógicos de Roberto Plate, que vuelve a recibir escrituras de sus usuarios actuales, así como en 1968 fueron estas inscripciones críticas las que llevaron a censurar la muestra del Di Tella y luego el cierre de la institución, durante la dictadura militar de Onganía.
“En el aula de prácticas aplicadas los migrantes ven las novedades conceptuales más fuertes, donde ellos tienen la experiencia de por qué esto puede ser arte, y por qué ellos mismos pueden serlo”, dice Santoro, a la vez que indica la dificultad por parte de los migrantes que son en su mayoría musulmanes, como contraste cultural.
“Nosotros hacemos lo mismo para que los migrantes pongan lo que piensan de este aprendizaje y terminan escribiendo cosas que son terribles, como ´no se entiende nada´, por ejemplo. Se animan a decir cosas que en general en el mundo del arte nadie dice porque queda muy mal no entender”, asegura. Otras inscripciones que pueden leerse son: “Si fuera blanco sería feliz como ustedes, el arte es para blancos con plata, Estrella del Oriente nos usa y ni siquiera llegan a una bienal!!, nos imputan a nosotros mismos”, aclara divertido Santoro.
Entonces, las culturas se ponen en tensión en esta renovada instalación de Plate, pero “hay determinadas cuestiones en el arte que no son transmisibles a través de este mundo metropolitano del museo de arte contemporáneo que parece abarcar todo, que todo lo contempla”, señala Santoro como contradicción.
“Los migrantes tienen la posibilidad de ser concebidos como obras de arte, entonces con esa operación ellos pueden ser donados”, dice Santoro y descender por la escalera mecánica del Thyssen-Bornemisza de Madrid. Como parte de la lógica de la obra “metemos esta idea de que millones y millones de migrantes podrían estar a bordo de esta nave y ser entregados y patrimoniados en los museos del primer mundo”, detalla.
“El barco pone en crisis la circulación del poder, el poder de la institución. Un problema muy ignorado es que se amplía el concepto de arte: una lata de mierda puede ser arte, cualquiera puede ser artista con Beuys, incluso una liebre muerta, pero no cualquiera puede ser curador. Es un misterio. No hay concepto ampliado de curaduría. Porque la curaduría necesita un saber universitario y conocimientos porque es una trama de poder, no van a entregar un concepto ampliado de curaduría para que cualquiera, por ejemplo, mi tía que sabe tejer sea curadora de la Bienal de Venecia, eso sería sería la catástrofe, la desaparición del arte como lo conocemos en realidad”, indica Santoro.
Para el artista, el arte podría ser algo diferente a la crisis actual que atraviesa al estar “tomado por un criterio que es el poder del curador que es como el CEO de la empresa”, y redondea, “es más o menos la misma trama que está ahí sosteniéndose, y es un tema que nunca se aborda”, reflexiona.
Otras maquetas amplían detalles centrales de la nave y representan el devenir del arte moderno en contemporáneo y establecen en ese recorrido una crítica sobre “el sistema del arte” y la legitimación que se produce en los grandes museos que coleccionan obras y artistas.
La instalación circunscripta al mundo del arte profundiza el trabajo sobre arte y política destinado a reflexionar y poner en crisis las prácticas institucionales y sus representantes, la autoridad, el valor y el poder instalado en el sistema del “arte”, a partir de la presencia del “otro”, el extraño, el migrante que busca tener también un lugar, pertenecer, ser.
“La idea conceptual es desafiar, porque hay mucho silencio por el poder, la guita, las pertenencias, las invitaciones, mucho lameculismo de todos”, concluye el artista.
*La exhibición puede visitarse con entrada libre y gratuita de miércoles a domingos en el horario de 14 a 20 en Sarmiento 151, Ciudad de Buenos Aires, hasta el 18 de diciembre.
Fuente: Télam S.E.
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