Gérard Haddad, el “hijo adoptivo” de Lacan que propone un cambio radical de paradigma en el psicoanálisis

El psiquiatra tunecino radicado en Francia, autor del libro “El complejo de Caín” que acaba de editar en español Pontevedra, conversó con Infobae Cultura. “Es preocupante el aumento de la violencia. Tenemos muchísimas razones para estar preocupados”, afirmó

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(Maximiliano Luna)
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Gérard Haddad trabajaba como ingeniero agrónomo cuando conoció a Jacques Lacan. Fue en el año 1969. Tenía 28 años y era un tunecino sefardí que vivía en Francia. “Fue muy simple: lo llamé una tarde y me recibió al día siguiente. Pensé que la ‘clínica’ de Lacan era donde se encontraban muchos asistentes, ese fue el malentendido. Mi caso debió haberle interesado, me tomó en consideración inmediatamente. Fue un verdadero terremoto. Toda mi vida cambió, sobre todo mis planes”, dice ahora en un breve intercambio vía mail con Infobae Cultura. Fue una experiencia de once años que se interrumpió con la muerte de Lacan: cáncer de colon, 1981. Efectivamente, todo cambió para Haddad, que dejó la agronomía, empezó a estudiar psiquiatría y a dedicarse al psicoanálisis.

“Mi deseo de ser analista data de mi adolescencia, pero en ese entonces no tuve el coraje de asumirlo. Este coraje lo encontré en los primeros meses de mi análisis. La profesión de agrónomo es una profesión apasionante. Lacan dijo una o dos veces que la agronomía se está acercando al psicoanálisis porque ambos recurrieron a un gran número de diferentes disciplinas que se necesitaba sintetizar. Durante los primeros años de mi cura -mientras estudiaba medicina- continué siendo agrónomo realizando misiones en África. Fue muy duro. Todavía me siento un poco ingeniero agrónomo, lo cual da un carácter particular a mi estilo de psicoanalista. Me gustan las cosas concretas, sólidas, bien construidas”, dice este psicoanalista de 82 años que ya se encuentra en Argentina con una agenda llena de actividades.

Ediciones Pontevedra acaba de publicar El complejo de Caín: ¿un punto ciego en la teoría freudiana?, que salió en Francia el año pasado y ahora llega a los lectores hispanohablantes gracias a la traducción de Agustina Blanco. En la portada, Sigmund Freud, autor del complejo de Edipo, sostiene una pieza del rompecabezas del que forma parte. “Este libro ha sido el resultado (inesperado) —dice Haddad— de un largo proceso que fue evolucionando con el paso del tiempo. Comenzó con dos sueños en mi análisis con Lacan que me tomó algunos años entender. Mi trabajo sobre el fanatismo y el terrorismo islamista me llevaron a comprender la importancia de la rivalidad entre hermanos. El complejo de Caín resultó mi gran descubrimiento profesional, un evento inesperado, un hallazgo”.

El futuro del mundo

En 2014 Haddad recibió una invitación. De su Túnez natal, le pedían que dé el discurso de cierre de un congreso de psiquiatría en Gammarth. Era un congreso muy especial: las asociaciones de psiquiatras habían decidido unificarse en el nuevo contexto: la nueva constitución tras la Revolución del Jazmín que derrocó al gobierno de Zine El Abidine Ben Ali erigía a Túnez como la primera democracia secular del mundo árabe. La preocupación de Haddad de ese entonces era tejer un diálogo judeo-árabe como primer paso para llegar al diálogo euro-árabe. “¿Qué es una revolución? Un cambio de discurso, de modelo. Un nuevo paradigma ocupa el lugar del anterior, lenta, insidiosa, progresivamente. Y ese cambio de paradigma nos concierne a nosotros, psiquiatras”, dijo en ese congreso.

"El complejo de Caín: ¿un punto ciego en la teoría freudiana?" (Ediciones Pontevedra)
"El complejo de Caín: ¿un punto ciego en la teoría freudiana?" (Ediciones Pontevedra)

Por entonces las ideas de terrorismo y fanatismo estaban ligándose en su cabeza. Trabajaba en un ensayo sobre el tema y pretendía trastocar un pilar de la teoría freudiana. En ese cambio de paradigma estaba también el feminismo, que venía a cuestionar a la sociedad patriarcal. “¿El patriarcado va a desaparecer? Seguramente no, pero en adelante se halla debilitado. Freud constituyó el psicoanálisis precisamente sobre el modelo patriarcal, sobre una teoría del Padre, guardián del orden simbólico y moderador de conflictos. Tal esquema me parece hoy insuficiente”, sostenía entonces. La cuestión de la fraternidad, tan presente en la Torá —”ignora totalmente el parricidio y plantea un fratricidio en el origen de la humanidad, el de Caín y Abel”—, le alumbraba un camino para indagar.

Entonces, la realidad que irrumpe con su peso trágico: una oleada de atentados terroristas azotó a Francia como la que se vivió en la redacción de la revista Charlie Hebdo y en la sala de conciertos Bataclan. En la mayoría de estos ataques, descubre Haddad, había hermanos. “La cuestión fraterna ocupa un sitio privilegiado en la estructura psicológica que sustenta el fanatismo y el terrorismo que a menudo deriva de él”, escribe en El complejo de Caín. Cuando comenzó a desarrollar puntillosamente las ideas de este libro entendió que “la necesaria revisión y ampliación de la doctrina psicoanalítica” implicaba indagar en la relación entre la civilización musulmana y la occidental. Es más, la conclusión a la que llegó es que “de este diálogo y de su éxito depende, en cierta medida, el futuro del mundo”.

El tótem y el tabú

En la mitología griega, Edipo fue un rey de Tebas que, sin saberlo, mató a su propio padre. La versión más conocida de esta historia es la de Sófocles en la tragedia Edipo Rey. El oráculo le dice a Layo, padre de Edipo, que va a ser asesinado por su propio hijo, entonces cuando el niño nace lo entrega a un sirviente para que lo abandone en un cerro, pero las circunstancias hacen que el bebé llegue al rey de Corinto y lo críe como si fuese su hijo natural. Cuando crece, el oráculo le dice a Edipo que su destino es asesinar a su padre y casarse con su madre, entonces huye para evitar hacerlo. Llega a Tebas y en una discusión callejera mata a un hombre, a Layo, que desconocía, que era su padre. Luego se enamora de la esposa de Layo, Yocasta, que es en realidad su madre, y se casa con ella. Esa es la historia.

(Maximiliano Luna)
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Freud toma esta leyenda para establecer la teoría pilar del psicoanálisis: el complejo de Edipo. Así lo explica Haddad: “El Edipo, hoy todos lo saben, es esa etapa subjetiva formadora en la cual el niño experimenta un deseo erótico por el padre de sexo opuesto, asociado a un anhelo de desaparición y muerte respecto de la persona de igual sexo. Idealmente ese momento subjetivo culmina en una renuncia —o castración— a ese primer objeto de deseo para proyectarse hacia el investimiento de otros objetos que la prohibición del incesto sí le permite. En ningún caso, esto se resuelve en un parricidio, aun simbólico. Al contrario, es el sujeto el que atraviesa ese momento de muerte simbólica y quien conservará de esa experiencia inicial de su vida amorosa una cicatriz que lo acompañará para siempre”.

Continúa: “El complejo de Edipo es para Freud el pivote en torno al cual se construye la realidad psíquica. De su resolución nace la Ley”. En Tótem y tabú Freud da otra explicación alegórica sobre el “origen de la humanidad”. Los primeros humanos se formaron en torno a un supermacho, él único que tenía el goce exclusivo de todas las hembras. Un día sus hijos lo matan y sienten una gran culpa que se traduce en un ritual de celebración al gran padre (el tótem) y a su ley (el incesto: el tabú), la cual respetan y reproducen. “De ahí la generalización efectuada por Freud: todo grupo humano tiene como origen un parricidio. ¿Qué pensar de una historia tan rocambolesca?”, se pregunta Haddad en su libro donde propone una alternativa y una complementación: en definitiva, un cambio de paradigma.

La marca de Caín

“El complejo de Caín es el paradigma que opera en los fenómenos grupales. Querer analizar fenómenos en términos edípicos es una cruzada quijotesca”, escribe Haddad en su libro. También dice que en el complejo de Edipo “yace la piedra que hace tropezar al psicoanálisis” y que “la fuente de la violencia humana reside en el complejo de Caín”. Ahora, en diálogo con Infobae Cultura, sostiene: “El complejo de Edipo es muy importante, pero es una concepción corta de vista que no alcanza para dar cuenta de la realidad psíquica. Para entender el mundo en que vivimos, con todo su relieve, se debe mirar con los dos ojos, Edipo y Caín. Además, el complejo de Edipo es solo una parte del complejo de Caín, que tiene un desarrollo autónomo. Como una raíz que se ha independizado del árbol para dar vida a otra especie”.

En La Biblia, Caín es el primogénito de Adán y Eva, y Abel es su hermano menor. Un día llevan al altar de Dios sus sacrificios. Abel ofrece “las primicias y la grasa de sus ovejas” y Caín “los dones de los frutos del campo”, pero Dios prefiere la ofrenda de Abel. Celoso, furioso, Caín lo mata. Cuando Dios le pregunta dónde está Abel, Caín responde: “¿Acaso soy yo el custodio de mi hermano?” Dios lo condena a vagar por la tierra y le coloca una marca para que lo proteja. A partir de esta leyenda Haddad habla de “la marca de Caín como origen de la historia” y dice que “ya no es entonces la figura del malo por excelencia” sino “el hombre que asumió la totalidad de su ser”, “el asesino, pero también el creador de la civilización, su fundador; en él las pulsiones de vida y muerte conviven sin negarse entre sí”.

(Maximiliano Luna)
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En el prólogo, el psicoanalista y ensayista argentino José Luis Juresa —quien define al complejo de Caín como “una teoría del reconocimiento”— dice que “desde Adán y Eva somos todos ‘caídos’ del paraíso, y somos todos ‘hermanos’ más allá de la sangre. De lo fraterno no salimos, entonces, si no es eliminando al hermano y a la humanidad entera, no se trata de ‘salirse’ de lo fraterno, sino de reconocer la hermandad. La confrontación con ese imposible -teniendo en cuenta que Lacan definió lo Real de esta manera- nos lleva al ‘salto’ hacia lo múltiple, hacia las ‘múltiples vidas’ que implica lo fraterno. Y como la vida acontece en el cuerpo, por transitividad, también podemos hablar de múltiples cuerpos que se anudan en lo que se denomina ‘la comunidad’”.

El concepto se abre y ayuda a “comprender las convulsiones que sacuden la historia humana”, escribe Haddad. Así lo explica a Infobae Cultura: “Miremos a nuestro alrededor. La guerra en Ucrania ¿no es -acaso- una guerra fraternal? Los conflictos entre sunitas y chiitas, ¿no pertenecen a las guerras fraternas? Los ejemplos se pueden multiplicar hasta el infinito. Los asesinos del Bataclan en París no vinieron a matar al padre, pero odian a los hermanos. Curiosamente, Freud había captado esto cuando le escribió a Thomas Mann en 1936 que las guerras de Napoleón que provocaron cientos de miles de muertes en Europa tenían sus raíces en su odio por su hermano José. Pero curiosamente no desarrolló esta brillante intuición. La historia del psicoanálisis mismo es una historia cainita. Los psicoanalistas en sus análisis intentan atravesar su complejo de Edipo. Después de su análisis didáctico -donde no tocan la cuestión de Caín- se terminan matando entre ellos”.

Pensar lo contemporáneo

“Este análisis de la violencia sopesada a la luz de la rivalidad fraterna no es lo más usual en el mundillo psicoanalítico”, escribe. Pensar lo contemporáneo se ha vuelto necesario para muchos psicoanalistas que además del diván se dedican al ensayo. Una necesidad de interpelar la realidad, de interrogarla, de desarmarla. Consultado por los problemas que enfrenta hoy nuestra sociedad, dice: “Es preocupante el aumento de la violencia. La fantasía del suicidio que se cierne sobre nuestro mundo. El complejo de Edipo se resuelve en el surgimiento de la Ley y tiene la facultad de frenar la violencia del complejo de Caín. La crítica del ‘patriarcado’ -diría, de la ley- dio rienda suelta al aumento de la violencia cainica desenfrenada. Mustafá Safouan habló de la muerte del psicoanálisis como resultado del ocaso del complejo de Edipo y del padre. La decadencia de las religiones, experimentadas de manera razonable, dieron lugar al surgimiento del fanatismo, la barbarie y el caos”.

Continúa así Gérard Haddad su reflexión: “Tenemos muchísimas razones para estar preocupados, motivos a los que se suma la angustia sobre los problemas ecológicos. El mundo occidental se ha convertido a la llamada ideología ‘neoliberal’ -que no tiene nada de liberal-, teorizada en Estados Unidos. a partir de una comprensión particular de la teoría de Darwin por Fritz Lippmann, según el cual los pueblos no pueden adaptarse espontáneamente a los cambios del mundo. Solo una élite -una casta- es capaz de esto. Gracias a los métodos de propaganda -que construyen un consenso general- asistimos a la bancarrota de esta ideología, bancarrota de la que resulta el auge del ‘populismo’ antielitista”.

(Maximiliano Luna)
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El hijo adoptivo

Una noche, Haddad tiene un sueño. Uno muy particular. Lacan está sentado al borde de su cama. Para entonces ya no era su analista, ya había muerto hacía rato. En el sueño, Lacan llora y le dice: “No arreglé todos sus problemas”. Haddad trata de calmarlo pero él insiste en su reproche contra sí mismo, hasta que lo mira y le dice: “Usted es mi hijo adoptivo”. Esto está contado por el propio Haddad en el libro El día que Lacan me adoptó, publicado originalmente en 2002 y traducido al español en 2006). José Luis Juresa y Cristian Rodríguez recorren la relación de ambos psicoanalistas en el libro Gerard Haddad, un periférico del psicoanálisis. Después de Auschwitz y a partir de Lacan, así como también la potencia de la obra del tunecino, que ahora, con El complejo de Caín, adquiere más intensidad.

“Lacan nunca pretendió ser un filósofo —dice ahora—, pero estaba muy interesado en la filosofía. Desde Platón hasta Heidegger, pasando por Aristóteles, Hegel, Kant, y tantos otros. Yo no puedo decirle lo que aportó a la filosofía, lo que sí quiero decir es que le dio al psicoanálisis una nueva vida, una llama que había perdido. Lacan era un apasionado de la clínica psicoanalítica. A pesar de su celebridad respondió y recibió a todas las personas que le pidieron una consulta. Generaba un maravilloso calor humano. Introduciendo el lenguaje y la lingüística en la obra de Freud, dio al psicoanálisis una orientación que lo alejó de toda confusión biológica. Él estaba abierto a todas las disciplinas y en particular a la teología cristiana y judía. Lacan no excluyó ninguna de las dimensiones de la aventura humana”.

“Era un hombre excepcional y le debo todo. Incluso un estilo por el cual intento ser yo mismo sin imitarlo. Aún hoy lo sigo amando. Desafortunadamente, no alcanzó a resolver su sucesión. Después de él vino el caos y la tiranía de los pequeños gurúes sin alcance intelectual real”, continúa. Sobre ese punto, el de la doxa del psicoanálisis, el de la institucionalidad, el libro tiene varias definiciones. Por ejemplo: “¿Por qué la práctica psicoanalítica conduce a veces, antes que a la liberación, al embrutecimiento, a instituciones en forma de Iglesias o sectas, al cisma?” En ese sentido, este autor de 82 años tiene una mirada crítica sobre la disciplina por la que se apasiona, trabaja y escribe; quizás eso lo llevó a desarrollar la posibilidad de un cambio de paradigma.

“Desgraciadamente el psicoanálisis de hoy no tiene nada de agudo para pensar la contemporaneidad”, dice en esta conversación vía mail y concluye de esta manera: “El psicoanálisis se ha convertido en una disciplina sesgada, encerrada en sí misma. Intento desde hace mucho tiempo, con los medios que tengo, cambiar esta situación. Pensadores como René Girard o Jean Baudrillard, Michel Foucault, o incluso Guattari, me parecen relevantes para pensar este asunto. Algunos psicoanalistas como Otto Rank o Szondi intentaron ampliar la mirada psicoanalítica y los echaron de la Casa Freudiana. Yo también me sitúo un poco dentro de esta línea herética”.

(Maximiliano Luna)
(Maximiliano Luna)

* Gérard Haddad estará este jueves 29 en el Espacio Cultural Universitario de Rosario, el viernes 30 en el Museo del Libro y la Lengua, el sábado 1 en la Facultad de Psicología de la UBA, el lunes 3 en DAÍN Usina Cultural y el martes 4 en la Universidad Católica de Córdoba.

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