María Suárez, una vida de sinfonías: “Si tu trabajo está bien hecho no importa qué género tengas”

La compositora argentina dialogó con Infobae Cultura sobre “Animales de poder”, su trabajo con la arpista Mara Diniello, como del lugar de la música clásica, entre otros temas

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María Suarez
María Suarez

Para la compositora argentina María Suárez, septiembre de 2022 quedará enmarcado en el cuadro de honor de su historia. Protagonista de la 8 Semana del Arpa de Buenos Aires, entre el 6 y el 9, tres días después presentó, junto la arpista neuquina Mara Diniello, una masterclass en La Domaine Rieussec y un concierto en la iglesia de Saint Guilhem Francia durante el Festival Internacional de Arpa de Occitanie.

Pero eso no fue todo. A las clases de Composición aplicada al Arpa Contemporánea y el concierto ofrecidos en el encuentro porteño y a su paso por el tradicional evento francés, donde volverá a representar a la Argentina el año próximo, con Diniello agregó otros dos conciertos a los que se sumaron la guitarrista rionegrina Lorena Zarranz y el contrabajista galo Sebastien Jeser, en La Grange Passion de Dambach La Ville.

“La recepción de nuestra música fue desbordante. Nos llevamos una grata sorpresa. El próximo año estamos invitadas nuevamente”, actualiza Suárez desde la localidad granadina de La Zubia, en la región de España que empuja hacia el Sur su orilla sobre el Mar Mediterráneo, donde prepara varios conciertos y masterclasses, aunque ya sin su “socia” patagónica.

Una vertiginosa hoja de ruta que le da sentido al escenario desde el que antes de su partida la artista conversó con Infobae Cultura a través de un Zoom que mostraba encimadas sobre su piano las partituras de 286 corales de Bach, arreglos de obras propias y un toco y canto del tema Carinhoso, de Marisa Monte, en lo que bien puede ser considerado como una síntesis del universo musical que vive en la artista.

Es que en la amplia paleta que abarca la producción musical de la compositora platense, que incluye unas 30 obras teniendo en cuenta las piezas que integran sus series de cámara y solista, el arpa ocupa un lugar destacado, fundamentalmente como eje del proyecto Almasonora, que con Diniello llevan adelante con el objeto de generar material para ese instrumento en todos sus formatos, en plan solista, de cámara y orquestal.

Según contaba entonces Suárez, haberse conocido con su actual compañera de ruta marcó un rumbo en sus vidas musicales. “Muy pocas veces se produce el milagro de generar vínculos tan fructíferos”, destaca la compositora, que explicó que Almasonora no sólo hace foco en la interpretación de sus obras, sino también en la investigación, la ampliación de los recursos del instrumento, su difusión y la capacitación.

“Desde hace un tiempo estamos tocando juntas músicas mías y del repertorio argentino con versiones originales para voz, guitarra y arpa. El arpa argentina tiene todavía mucho por decir y nosotras quisiéramos formar parte de eso. Es un instrumento muy complejo a la vez que generoso; ofrece muchas posibilidades tímbricas y expresivas”, ampliaba Suárez, quien junto a Mara en 2021 publicaron el álbum Animales de poder, al que define como un homenaje a los pueblos originarios de América.

Apenas uno de los trabajos editados por la artista, que desde 2006 vive en Neuquén y que, al mismo tiempo que fue nutriendo su catálogo “académico” con obras como Kushe Papai, estrenada en noviembre de 2021 por la Orquesta Sinfónica de Neuquén dirigida por Andrés Tolcachir, o el Concierto Migrante para Arpa y Orquesta —uno de los pocos de su especie en el repertorio argentino—, estrenado el 1 de julio de este año, también registró Río Madre (2009), el bellísimo Fabulario (2017) y Respiraluz (2019), con composiciones propias, y Brasilerías, dedicado a música del Brasil y grabado con el trío Flor de Lis.

En el camino, también aparecen la serie Micromundos, para quinteto de oboe, corno inglés, fagot, contrafagot y arpa, y Ciudad perpetua, una composición para cuarteto de cornos franceses, además de Kokoro, una pieza para trío de flauta, oboe y arpa; en tanto que en el horizonte aparece la ópera Secretos del árbol, que espera estrenar en 2023, más una cargada agenda de encargos.

Un presente que en Suárez comenzó a tomar forma cuatro décadas atrás, cuando transitaba sus primeros cinco o seis años de vida y, recuerda, se quedaba haciendo foco con la mirada en algún punto mientras en su interior se iba construyendo un planeta musical de horizontes infinitos. “Vivía como en otro mundo; me evadía hacia otros lugares”, recordaba en la charla. Y confesó que su mamá en algún momento llegó a pensar que tenía “algún problema”.

Animales de poder
Animales de poder

Nada más alejado de su realidad. La lectura alimentó su amor por las palabras, a los 9 llegó la guitarra, un año después el Conservatorio y el bachillerato en Bellas Artes le abrió las puertas a su pasión por la composición. “Me gustaba sentarme a resolver los problemas de las sonoridades. No me cansaba, hacía trabajos extra. Era algo que me volvía loca”.

Y enseguida resaltó el impulso que su maestro Roberto Attaguile le dio para profundizar en ese terreno, en el que se internó aún más en la facultad, donde una marcada orientación hacia la música contemporánea entró en algún tipo de conflicto con su profundo amor por la popular.

Académica y popular

Los mundos de la música clásica y la popular suelen ser vistos como ámbitos separados, e inclusive se los ubica en distintos planos de relevancia.

—Sí, tal cual. Y yo tenía un amor muy grande por la música popular. Transitaba sobre todo lo que es la bossa nova, iba a estudiar improvisación, canto, guitarra… Me juntaba con amigos a tocar. Tenía como una vida paralela. Estaba un poco como escindida entre la guitarra clásica, la guitarra jazz, el canto popular y la música contemporánea. Sentía como una esquizofrenia musical donde no sabía muy bien dónde terminar de situarme. Es una sensación que me acompañó toda la vida.

Pero desde que me reencontré con la composición sinfónica académica, hace unos años, lo estoy viviendo con mucha naturalidad. Mi música está atravesada por la música popular; no reniego de ella. Es más, hago de eso mi bandera. Es lo que sé hacer, tengo los dos mundos dentro de mi música, y he encontrado un montón de compositores y compositoras que están trabajando en la misma línea.

¿En algún momento esa convivencia fue difícil?

—En un momento lo viví como una crisis, porque tenía muchos intereses y no podía parar de aprender y dejarme empapar por un montón de cosas que me estaban pasando musicalmente. Pero hoy en día puedo disfrutar de todo ese combo y disfrutar de lo que hice.

Para mucha gente el término “compositor” está asociado a nombres ilustres como los de Beethoven, Mozart o Vivaldi. ¿Cuáles son las referencias que toma alguien que es compositor aquí y ahora, y va al super o la farmacia del barrio como cualquier hijo de vecino?

—Para mí las referencias son las que acabás de decir, los compositores europeos y latinoamericanos que han habido a lo largo de la historia; pero también tenemos referentes como (Ástor) Piazzolla, (Antonio) Jobim, George Gershwin y otros más actuales. En la Argentina hay músicos exquisitos como Andrés Pilar, Exequiel Mantega, Diego Schissi… Artistas que han renovado la lenguaje del folclore como el ‘NegroAguirre, los hermanos Archetti (Marcos y Ana), que son amigos y a quienes admiro un montón; Andrés Beeuwsaert, Mariano Cantero

Hay un montón de músicos populares que andan dando vueltas y han renovado los aires de la música en este sentido, y hoy los terrenos se mezclan. Hermeto Pascoal, Egberto Gismonti, Cetano (Veloso), Gilberto (Gil)… Soy amante de la música brasileña, y todas esas músicas me han atravesado muchísimo. Ni hablar de los referentes del jazz.

Está claro lo de la composición como una pasión. ¿Es posible vivir de eso?

Vivir de la composición solo es algo para los muy consagrados. Incluso grandes compositores de la historia de la humanidad han tenido que trabajar en la docencia o lo que sea. Es muy complicado. No hay una mínima idea del trabajo que lleva, la investigación, conocimiento y oficio que tenés que tener para poder escribir una obra. No se puede medir.

Suárez junto a  Mara
Suárez junto a Mara Diniello

¿Y dónde está la satisfacción? Porque la respuesta, medida en cantidad de público que va a un concierto o escucha la obra, no siempre es proporcional a ese esfuerzo.

—Personalmente, me gusta lo que se genera cuando la música transmite una emoción. A mí la música me tiene que tocar el alma. Y sueño con que la música que escribo le toque el alma a la mayor cantidad de gente posible. Por eso me gusta situarme en esos lugares. Pero ojo, que no siempre son auditorios tan pequeños. Hay salas como la del CCK, que suelen estar llenas. Y hemos estrenado obras en salas de acá, con 700 ó 600 personas, que me parece un muy buen número.

Pero lo que preguntás es algo de lo que se hablaba y debatía en los pasillos de la facultad. Para quién hacemos lo que hacemos. Por qué. Es un interrogante que nos hacemos siempre los artistas. Parece que tuviéramos que justificar qué es lo que hacemos cuando hacemos música. Por qué, para quién… Y el artista es artista. No puede hacer otra cosa.

Es un poco una necesidad física de hacer música, de entregar arte y, en el mejor de los casos, llegar a tocarle el corazón a las personas. En mi caso personal tengo una relación muy sensible con la música. No voy a poder correrme de ese lugar nunca. Han pasado muchos años y no me dejo de sorprender, me encanta.

Y al ir a escuchar un concierto es lo mismo. No me pongo a juzgar si hubo un error. Disfruto mucho la música como un ritual que une las almas. Mientras me siga pasando eso me va a seguir pareciendo un lugar hermoso en el que quiero estar siempre.

El Sur también existe

¿Por qué elegiste Neuquén para vivir?

—Porque en La Plata había menos oportunidades de trabajo. Me vine primero por cuestiones familiares, me instalé y después decidí quedarme. Es un entorno en el que siento que me puedo desarrollar. Es un ámbito en el que hay orquestas, hay movimiento y todavía está todo para hacerse. Hay mucho que aprender.

Estamos en ese proceso, y es lindo formar parte de un crecimiento, en una comunidad en la que se van abriendo salas nuevas y teatros como el Complejo Cultural Cipolletti. Creo que como ámbito para desarrollarse está bueno, siempre y cuando no te quedes encapsulado.

¿Es más fácil estrenar obras con orquestas locales que con las nacionales? ¿Qué tan difícil es, desde lejos, lograr que se interesen en Buenos Aires por lo que estás haciendo?

—Las políticas culturales han ido cambiando, y hace unos 20 años hay espacios que no están pudiendo ser ocupados, que hay que ir ganándolos de a poquito. Este año me incorporaron a la Asociación Argentina de Compositores, que fue una institución muy prestigiosa y está tratando de recuperar espacios que ya no están. Yo misma me estoy ofreciendo para traer ciclos de compositores y compositoras argentinas a la Patagonia, hacer un trabajo activo, generar puentes, federalizar las composiciones.

Las dificultades son reales, y por eso es importante tratar de vincularse. Yo estoy agradecida de lo bienvenida que fue mi música por parte de músicos que están en organismos muy importantes. Y es importante el compromiso con que el trabajo que hacemos sea relevante para la comunidad. Trato de no olvidarme nunca de eso. De ser fiel a mi música pero también fiel a lo que necesita la gente. Que haya un puente, una comunicación. Porque a veces los compositores nos olvidamos de que hay alguien ahí, que escucha.

"Me gusta lo que se
"Me gusta lo que se genera cuando la música transmite una emoción", dijo

¿Cómo detectás esa comunicación?

—No tengo la menor idea. Creo que tiene que haber una intuición, y una profunda y sensible comunicación con el entorno. Estar abierta a lo que sucede.

¿Cómo te das cuenta de que esa conexión funciona?

—Supongo que, por ejemplo, si mi música no fuera relevante, aunque sea para un sector de la comunidad, no estaríamos interesándonos en esta charla. Son los parámetros de la gente que te pide que le escribas una obra, que muestra interés en tu trabajo; o los concursos. Ahí se evalúan un montón de parámetros, que no tiene que ver tan solo con los aspectos técnicos de la obra sino también con el mensaje que tiene que ser relevante.

En el caso de Kushe Papai, la obra con la que gané el concurso de Iberoamérica, es un homenaje a las abuelas y mujeres ancianas de la comunidad mapuche, que es el entorno en el que yo vivo y que es muy fuerte. Me atrae mucho la sabiduría indígena. Tengo un tránsito en esos terrenos, además de que soy descendiente de la comunidad aymara de manera directa, por parte de mi padre. Tengo una raíz ahí, un interés, una inquietud que me lleva a comunicarme con ese tipo de saberes.

La sabiduría originaria

¿Qué contacto tienen las comunidades de las que hablás con la música que inspiran?

—Las músicas que escribí para arpa solista en Animales de poder están inspiradas en la cosmovisión de los pueblos originarios sobre el poder de los animales, desde las miradas de pueblos de México, Colombia, lugares en los que tienen un vínculo más fuerte con la medicina de las plantas. Aquí, el uso de las plantas es más bien curativo, pero en otras culturas el consumo de ayahuasca, wuachuma en el Perú, o el peyote en México, tiene un sentido ritual más profundo.

La compositora hace foco en los retiros que las comunidades hacen a la montaña, las experiencias de ayuno, y establece el nexo entre ese universo y su música.

“Sólo intento agradecer a través de la música y la palabra el hecho de devolverme a mí misma, poder conectarme humanamente desde la compasión y la empatía, hacer los duelos de una manera visceral, poder seguir adelante, perdonar, perdonarme y permitirme transitar el camino de la creación sin prejuicios”, dice.

Y agrega: “Poder observar las especies animales, todo lo que tienen para demostrarnos a los humanos, que vivimos tan alejados de nuestra naturaleza animal, y aprender de eso. Verdades del cuerpo, verdades de la intuición, del espíritu. Estar alertas. Estar conectados con la intuición, con lo que comanda el corazón. Nuestra cultura disocia mente y corazón como si fueran dos cosas diferentes. Para mí está todo conectado. Cuando lográs esa conexión, es como que tu ser animal que va avanzando por el medio de la selva y sabe para dónde tiene que ir.”

Música y género

¿Hasta qué punto incide la cuestión de género en el ámbito de la composición?

—Trato de ir surcando un poco la ola en relación a esas temáticas, tratando de que el trabajo que yo hago se respete por el trabajo. Soy muy comprometida con lo que hago y quiero que quien escuche no esté pensando si es una mujer o un hombre quien escribió la obra. Pero hay cosas que están ayudando. Por ejemplo, este concurso de 2020 fue hecho para mujeres por la baja participación femenina que había en los concursos mixtos de Iberorquesta.

Hasta entonces, la participación de las mujeres era del 2 por ciento. Cuando largaron el concurso, fueron 27 las que participaron escribiendo obras sinfónicas corales. Es decir que estaban capacitadas para hacerlo. ¿Qué pasaba con esas mujeres? ¿Por qué no lo habían hecho antes? Me incluyo entre ellas.

¿Qué respuesta encontraste?

—Que no nos posicionamos nosotras mismas donde nos tenemos que posicionar, porque no nos dan la oportunidad o por un montón de cosas que pasan, pero que ahora hay una agenda de género y una posibilidad de poder alzar la voz y ser tomadas en cuenta se ven con más claridad.

La mujer está en un momento de transición muy fuerte, socialmente, porque al mismo tiempo que va ganando terreno en lo laboral y en lo profesional —que es algo histórico y no de ahora— no quiere por ahí relegar otras cuestiones que tienen que ver con los roles que ocupamos a nivel doméstico.

Una necesidad de integrar ambos mundos.

—Claro, la mujer hoy está dividida. No es nada nuevo. Es querer ocupar nuevos espacios que se van abriendo pero sin negociar el espacio sagrado de la maternidad, del hogar, que al menos para mí es absolutamente importante y es mi templo. Es un rol hermoso que tengo en la vida y me encanta ocuparlo. Entonces, hay que ir negociando los espacios.

Y al mismo tiempo vamos transformándonos como sociedad. No me gusta hablar sólo desde la perspectiva de la mujer. El hombre también se va corriendo, y eso va generando nuevas formas de tratarnos, de vincularnos; a veces más acertadas y a veces menos.

Entonces, trato de no enroscarme mucho con eso del género, y que tengo que abrirme camino y que me cuesta más porque soy mujer. No lo vivo así, yo trato de que mi trabajo hable por sí solo. Si tu trabajo está bien hecho no importa qué género tengas. Trato de pensarlo así para no enloquecer. Pero agradezco que se abran los espacios como este concurso, porque creo que eso sí está bueno.

Salir de la cápsula

¿Cómo se compone para otro? ¿Cómo se combinan la inspiración propia con la necesidad de quien encarga una obra?

—Volvemos a eso de poder salirnos de nuestro ego de compositores, de nuestro mundo propio y tratar de conectar con el mundo exterior. Cuando la conexión es fluida y nos dejamos llevar por estímulos y energías, creo que cuando se llega al acto de sentarse a escribir una obra por encargo el resultado difícilmente falle, porque la comunicación estuvo previa. Siempre hay un ida y vuelta y una comunicación que es la que hizo también que esa persona te encargará la obra a vos y no a otra persona.

Por supuesto que siempre hay una impronta muy personal en el arte, que tiene que ver con las vivencias musicales, culturales, con las miradas, los enfoques que cada artista tiene. No olvidemos que una obra de arte tiene al artista ahí, hablando todo el tiempo. Pero personalmente trabajar por encargo es lo que más me gusta. Me las rebusco para trabajar en equipo aún cuando compongo, que es un acto que la gente podría pensar que es absolutamente solitario.

A mí me gusta mucho la retroalimentación. Quiero saber quién va tocar la obra, porque cuando lo sé, sé lo que voy a escribir. Me inspiro viendo a la persona, físicamente, qué me devuelve su energía, los abrazos, la sonrisa. Eso, para mí es un puente que estamos generando. No sólo se trata de las notas y el instrumento. La clave para poder hacer un buen trabajo es comunicarse y establecer un puente que consiga que la obra esté al servicio de quien la va a tocar.

Y que no sea al revés y que el intérprete se quiera pegar un tiro cuando ve la partitura. No puede haber una dictadura de la partitura. No es el compositor, solamente, o el director el que va a definir lo que va a pasar ahí. Es bastante más complejo. Se trata de construir el discurso musical entre varias personas, que es hermoso.

La aventura europea y una ópera muy íntima

Mientras Suárez sigue ATR con su periplo europeo, en Buenos Aires la ópera Secretos del árbol se encamina a ser estrenada en el primer trimestre de 2023 por la Compañía Lírica Lado B, bajo la batuta de Ezequiel Fautario, con dirección escénica de Ximena Belgrano Rawson.

La compositora cuenta que la obra gira en torno a la discapacidad. “Quise tocar ese tema sin golpes bajos, con mucha poesía, y también recuperando la mirada de los pueblos originarios, retomando un poco esta cosa del ‘elixir del amor’; la fantasía europea trasladada a América Latina, con las plantas medicinales. El mundo del infierno tomado como el inframundo, el cielo y la tierra… Todo esto llevado al plano de la poesía y al plano de ser una mujer que vive en Latinoamérica”, explica.

Enseguida, Suárez sintetiza su argumento: “Es una historia de amor entre una mujer que está en silla de ruedas y un hombre que en sus tiempos libres, además de ser un director de una revista de modas y espectáculos, sale con sus amigos a cazar aves, por hobby; y avanza sobre la evolución de estos personajes y sus entornos.”

Y completa: “La historia está inspirada en mi hija, es un homenaje a su lucha por salir adelante. Batallamos a diario con situaciones a veces fuertes y adversas, pero estamos juntas en esto. La vida nos ha dado un mensaje claro de aquellos desafíos que se nos presentaron para aprender y evolucionar. Quisiera dejar un mensaje humano de profunda reflexión sobre el valor del amor, el vínculo con uno mismo y el entorno. El concepto de la obra es la evolución (revolución) humana, el poder volver a sentirnos comunidad y abrazar esas diferencias como parte nuestra.”

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