Fabián Soberón: “Los escritores que persiguen un estilo personal pueden ser monótonos”

A partir de la traducción al inglés de “Mamá”, una novela biográfica, el escritor argentino dialogó con Infobae Cultura. “La escritura autobiográfica indaga sobre los límites de la escritura”, dijo

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Fabián Soberón publica la edición bilingüe del libro Mamá. La traducción al inglés fue realizada por David William Foster, de la Arizona State Univesity (Estados Unidos). MamáMother– es una espléndida novela de ficción autobiográfica. La narración apuesta a evocar y capturar momentos esenciales de la vida de la madre de Fabián Soberón y también del autor como testigo privilegiado

—El narrador Fabián Soberón es capaz no solo de recuperar los intensos momentos familiares, sino de llevarlos en un viaje directo a la literatura. Creo que esa operación ya se anticipa con las citas literarias que abren la novela, dos de ellas, de reconocidos novelistas tales como Vladimir Nabokov y Richard Ford. Toda cita es una anticipación, la posibilidad de delinear un territorio.

—Es un desafío escribir sobre el pasado y, en particular, sobre el pasado familiar. El libro es una especie de autobiografía de mi madre escrita por su hijo. Es decir, intenté narrar una vida y al hacerlo me di cuenta de que, inevitablemente, iba a contar varias vidas. Entre ellas, la mía. Nadie puede contar la vida completa. Además, qué sentido tendría. La cuestión del montaje, de la selección de los fragmentos fue crucial. Escribí Mamá como un exvoto y como un desafío literario. Mientras lo hacía, pensé en el ensayo Evaristo Carriego, de Borges. En el libro sobre el poeta desconocido, Borges nos da una lección: enseña a escribir sobre un asunto que no es central para la indagación literaria. Nadie dice que la vida de una madre sea poco importante en sí misma. Lo que digo es que la vida de una madre está ligada a lo cotidiano y tiene un rol similar al de Carriego para el ensayo de Borges desde el punto de vista literario. Así, tomé la escritura de Mamá como el desafío Evaristo Carriego. Hice mi exploración sobre una serie de asuntos que, en principio, no son literarios. El reto fue convertir la vida elemental en materia literaria. Intenté que el pasado adquiriera el peso sutil de la materia de los sueños, según la metáfora del inglés insuperable.

—Esta novela estilísticamente se distancia de otros libros tuyos. La evocación se expande y la palabra se vuelve más austera, precisa. La escritura como un tiro al blanco a la memoria…

—Desde el punto de vista estético, mis libros son diferentes entre sí. Los escritores se dividen entre los que persiguen un estilo personal que cultivan hasta el último libro (quizás por eso pueden ser monótonos) y aquellos que no tienen como centro la idea de estilo sino la exploración de las posibilidades estéticas (es el caso de James Joyce y Fernando Pessoa). Arturo Serna ha dicho que Borges es un demiurgo monótono y que Pessoa es un dios múltiple. Es probable que yo aspire a seguir los pasos de Pessoa. En este sentido, Mamá es un hilo que funciona en la trama de una exploración estética que no termina nunca. De cualquier manera, he buscado en Mamá unir los bloques escritos del pasado con el trabajo de la prosa sentenciosa y precisa. El pasado solo existe en la memoria y lo que hace la escritura es golpear con su cincel hasta abrir los bloques de hielo de la memoria. Cuando el agua cae hay que estar atento para que el líquido se deslice por los cauces mínimos y múltiples.

—Esta edición de Mamá presenta su versión en inglés realizada por David William Foster. George Steiner escribió alguna vez que traducir es hacer un viaje por un país extranjero. ¿Cómo imaginás ese nuevo público lector que la traducción convoca?

—La versión en inglés ha llegado a lectores de Estados Unidos antes de que se edite el libro. El traductor David William Foster (Arizona State University) ha escrito un texto que está incluido en la edición de editorial Aurora. La escritora Chris Kraus y otros han leído el libro y me ha enviado sus impresiones. De cualquier manera, es difícil imaginarse un lector. Supongo que Mamá transmite una época que no existe más que en la mente de los que compartieron esa infancia y ese mundo. En este sentido, el libro puede leerse como la novela de unas vidas lejanas. Para los lectores que no vivieron aquellos espacios y tiempos Mamá es una novela fantástica. No hay un monstruo pero sí seres extraños que pueden ser vistos como los fantasmas que circulan en la memoria. Por otra parte, lo que dice Steiner es muy pertinente: no solo el traductor viaja por un país extranjero sino también los lectores. Cuando leo las novelas de los escritores islandeses, por ejemplo, viajo por los volcanes de fuego y los pueblos helados: me sumerjo en los baños de agua caliente bajo la fría noche estrellada.

La edición bilingüe de "Mamá",
La edición bilingüe de "Mamá", de Fabián Soberón

—La novela se inicia desde un escenario disidente. El grito de la pequeña Soledad Rodríguez en su escuela encarna una denuncia social, la falta de libertad de expresión en el país en esos años. ¿Cómo se pasa del grito a una voz en la novela? ¿Es función de la literatura apelar a esa transformación?

—Las primeras escenas narran dos cosas: por un lado, el acto escolar de una niña común en un día diferente: el día de la muerte de Eva Perón. Por otra parte, mi abuelo Juan, sindicalista ferroviario, está en un acto en el que se menciona a la líder peronista. Supe desde el comienzo que esas escenas debían iniciar el libro. Cuando mi madre y mi abuelo materno me contaron sus versiones de los hechos por separado pensé que debían estar juntos. Pensé que la literatura une lo que la realidad separa. La escritura no tiene ninguna función prescrita. No creo que una novela o un poema deban enseñar algo. En todo caso, el lector hace lo que quiere y lo que puede con lo que lee. Es el lector el que da una función a lo que lee. Esa es la felicidad que nos provee la literatura: nos brinda un ámbito de libertad.

—Siguiendo por este camino, qué pensás acerca de la voz disidente en la construcción del rol del intelectual en “Fabián Soberón”, personaje de Mamá.

—Una parte de la construcción del personaje fue racional y elaborada. Ahora bien, sospecho que la realidad ha obrado también, más allá de mis decisiones. Mi propósito inicial no era contar una parte de mi pasado. Sin embargo, a medida que avanzaba en el proyecto se cruzó lo que llamé el desafío Evaristo Carriego. Nada hay más baladí, más rudimentario, que la propia vida. La pregunta que surgió fue cómo contar eso que llamamos (muy rápidamente) nuestra vida. La escritura de la experiencia puede ser una forma de la catarsis o de la evaluación. De alguna manera, la escritura autobiográfica indaga sobre los límites de la escritura. Es decir, ¿se puede escribir la vida? “Ni bien uno empieza a escribir se convierte en un clown”, dice Piglia. Hice al menos el intento de evitar el ridículo.

—“La bicicleta como método de pensamiento” escribiste al evocar en la novela los viajes en la Brodensen de tu madre. A través de esos recorridos el lector también descubre a la otra protagonista de esta historia, Tucumán. ¿Se puede, además, pensar la novela como una celebración de la geografía natal, tamizada por la experiencia literaria?

—Los escenarios provinciales y los otros son claves para reconstruir una época, un recorrido vital, para rumiar ese pasado que se ha fugado y que la literatura trata de elaborar. Lo que hice, creo, es evocar, es interpretar cómo sucedieron ciertos hechos, elaboré una trama que ayude a escuchar una voz, un sueño, una serie de deseos perdidos. Quise crear un sitio a donde ir después de pensar el tiempo: eso es esta novela, un sitio posible para pensar de qué está hecho el pasado y qué es el tiempo vivido. Por otra parte, la idea de la bicicleta cómo método para el pensamiento surgió después de haber visto a mi madre infinitas veces en su móvil y después de haber montado una bicicleta. El viaje, el trayecto del viaje, el viaje a cada una de nuestras Ítacas, es más importante que el punto de llegada, sobre todo si el punto de llegada es la muerte. En el trayecto indagamos, me parece, en el sentido de lo que hacemos. Y ahí sí la literatura puede convertirse en una posibilidad filosófica, no en la filosofía de toga solemne, sino en algo más elemental: la indagación del tiempo vivido. ¿Qué hemos hecho en todo este tiempo? ¿Qué hacemos con la evocación, qué hacemos con eso que se ha fugado, eso que se escurre como el agua en el agua?

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