Literatura y pluriempleo se juntan en la pregunta ¿Se puede trabajar de escritor?

En la vida de varios autores contemporáneos la creación convivió con otros oficios, en algunos casos, insólitos. A propósito, Infobae Cultura recrea las historias de Camila Sosa Villada, Eduardo Álvarez Tuñón, Marina Yuszczuk y Kike Ferrari

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De izquierda a derecha, Kike Ferrari, Eduardo Álvarez Tuñón, Camila Sosa Villada y Marina Yuszczuk, escritores que ttrabajan de otras cosas
De izquierda a derecha, Kike Ferrari, Eduardo Álvarez Tuñón, Camila Sosa Villada y Marina Yuszczuk, escritores que ttrabajan de otras cosas

Actriz. Abogado. Editora. Empleado del subte. Son muchos los escritores y escritoras que, además de teclear en busca de la palabra o frase precisa, supieron conciliar el quehacer literario con los trabajos más diversos.

En diálogo con Infobae Cultura, Camila Sosa Villada, Eduardo Álvarez Tuñón, Marina Yuszczuk y Kike Ferrari reflexionan sobre el pluriempleo, con sus respectivas ventajas y desventajas para la creación literaria, así como sobre las curiosas influencias cruzadas que pueden emerger entre ocupaciones.

Sosa Villada, multipremiada por su novela Las malas, afirma que lo que más disfruta es escribir. Y, desde Córdoba, celebra que, a diferencia de la actuación, la escritura “permite armar un mundo chiquito y único, en casa”. Aunque al mismo tiempo se encarga de aclarar que el goce “no se obtiene de ningún oficio”.

El ingreso de la actriz transgénero al mundo editorial se produjo cuando aceptó la publicación de la primera versión en formato libro de La novia de Sandro, a partir de su blog homónimo.

En el caso de Álvarez Tuñón, abogado de larga trayectoria, su experiencia en tribunales le aportó algunas historias que trasladó a la ficción, mientras que también se enorgullece de haber incluido metáforas y alusiones literarias en escritos judiciales.

El autor del volumen de cuentos El tropiezo del tiempo y las novelas El diablo en los ojos y El desencuentro se muestra convencido de que, en definitiva, la literatura “es transformación de lo real. Una suerte de alquimia”.

A la escritora y editora Yuszczuk, al frente de Rosa Iceberg, le resultó “bastante natural” armar una editorial, al proceder de un ambiente de poetas y sellos independientes autogestionados.

La autora de las novelas La sed y la reciente Para que sepan que vinimos confiesa a la vez que lo que más le importa es la escritura. Y comenta que “buena parte de ‘escribir’ un libro es editarlo”, aunque “a veces la claridad solo puede venir de alguien que no esté tan involucrado”.

Kike Ferrari, empleado en la línea B, llegó a teorizar durante una misma noche sobre la creación literaria y a limpiar excremento en el subte poco después. El novelista (Que de lejos parecen moscas, El significado del fuego) subraya la libertad que le brinda su trabajo asalariado.

Porque, le interesa destacar, lo “distancia un poco del momento de escritura y lo hace deseable”, a la vez que le permite sentarse a escribir ficción más allá de criterios de mercado.

Camila Sosa Villada
Camila Sosa Villada

Escribir... y ejercer el pluriempleo

Entonces, ¿cómo fueron incursionando estos autores y autoras en el trabajo artesanal con la palabra? ¿Cómo lidian o se organizan con tareas a veces tan distintas, si esto realmente resulta posible?

Sosa Villada lo resume así: “Una entra a la literatura porque entra a la literatura. O se duerme un día y amanece dentro de ella. Pero sí entré al mundo editorial porque era mediocremente conocida como actriz acá en Córdoba”.

Y recuerda que, en sus inicios, “publicaba algunos escritos hechos con bronca, algunos poemas. Algunas editoriales los leían y pensaban que eso podía publicarse. Pero yo me negaba siempre. Hasta que un día no me negué más. Y acepté armar un libro que fue la primera versión (y no será la última) de La novia de Sandro”.

Respecto de cómo desplegarse entre distintos oficios, la autora del volumen de cuentos Soy una tonta por quererte y el ensayo El viaje inútil considera: “Lo que pasa es que yo escribo desde que aprendí a escribir. No es ni difícil ni fácil. No incorpora ni quita nada. Es así, como es. Vivo con esto, como una enfermedad crónica. La llevo desde que soy una criatura y siempre ha sido así. No es ninguna novedad”.

En el caso de Yuszczuk, asimismo, ingresó primero a la escritura, aunque llevar adelante una editorial siempre le pareció “lo más normal del mundo”. Su sello independiente, Rosa Iceberg, nació en 2016.

La ganadora de la primera edición del Premio Nacional de Novela Sara Gallardo con La sed se encarga de aclarar: “Me importa mucho más escribir, por supuesto. Es lo que soy. Con todo el malestar, el éxtasis y el desborde que eso implica. Editar, sí, me gusta. Escribir es otra cosa”.

La poeta y periodista asegura no disponer de una fórmula para repartirse. “Improviso, supongo; no tengo una organización pautada. Por lo general todo lo que tiene que ver con la editorial es más urgente y la escritura suele ubicarse en el tiempo que queda, pero también tomo decisiones como publicar menos títulos al año en Rosa Iceberg para poder escribir más”. Y, con esta misma meta, de momento no da talleres de escritura.

Ferrari concilia el oficio literario con sus labores en la estación Pueyrredón de la línea B. A sus compañeros del subte –donde trabaja hace nueve años– al principio les llamaba más la atención que él fuera escritor, aunque “ahora están todos bastante acostumbrados”.

El autor de novelas y cuentos del género negro tuvo una motivación económica para incursionar en ocupaciones no vinculadas con el quehacer literario. Pero ve una ventaja en esta decisión: “La literatura me hace ingresar una plata, pero no es mi principal fuente de ingresos. Y entonces eso me da libertad para escribir muchas veces la novela que se me da la gana, y que no necesariamente es la que requiere el mercado”.

Álvarez Tuñón, por su parte, se recibió muy joven de abogado y se desempeñó como empleado, secretario, juez de primera instancia y fiscal de cámara. “No me resultó muy difícil hacer convivir mi actuación con la literatura. Traté de imponerme un orden, una suerte de agenda para aprovechar el tiempo”, resume su devenir.

Las razones para que el sobrino nieto del poeta Raúl González Tuñón se volcara al mundo del derecho fueron de índole económica. “Vengo de una familia que no tenía dinero. Mi madre era viuda, maestra de escuela pública y, como digo siempre, empecé a darme cuenta de que, para participar de la fiesta de la vida y poder pagar aquello que me gustaba (la literatura, comprarme libros, viajar) debía tener una profesión que lo sustentara”.

Actualmente retirado después de cuatro décadas en el Poder Judicial, explica: “Alguna vez dije que si hubiera podido dedicarme exclusivamente a la literatura no hubiera condescendido al derecho. Lo cierto es que, luego, el derecho comenzó a gustarme y lo he ejercido con cierta pasión”.

El académico de número de la Academia Argentina de Letras cree, por lo tanto, que su plan original se cumplió. “Mi ejercicio profesional en la Justicia me permitió vivir como quería y financiar mis lecturas, mis creaciones y mis viajes”. Sin embargo, asegura que esto no fue gratuito: “Le he dedicado mucho tiempo a la labor judicial. He leído muchas leyes en vano, muchos decretos…”

Eduardo Álvarez Tuñón (gentileza Libros del Zorzal)
Eduardo Álvarez Tuñón (gentileza Libros del Zorzal)

“Todo es literatura”

Tanto Álvarez Tuñón como Ferrari rescataron material narrativo, que reflejaron en sus ficciones, de sus respectivas incursiones laborales en el derecho y en el subte. A la vez, estos otros mundos del trabajo, ¿pueden brindar nuevos enfoques o herramientas para la creación literaria?

El abogado, narrador y poeta señala que su paso por los tribunales le acercó historias: “Como, por ejemplo, la de mi novela El desencuentro, basada en un juicio laboral, originado en un noviazgo pago. También mi cuento “La suprema ayuda”, de mi libro Armas blancas, que trata de un accidente de trabajo en la construcción”.

Pero la influencia se dio además a la inversa, desde su condición autoral a su carrera en la Justicia. “El proceso es escrito y traté de cuidar la palabra, de incluir en las sentencias o dictámenes alguna metáfora, alguna alusión literaria y creo que lo he logrado. No creo que el derecho y la literatura tengan lógicas distintas. La literatura, la creación, se nutre de todo, de lo lógico y de lo ilógico. Está en otro plano”.

Ferrari, quien asimismo dicta talleres de lectura y escritura, coincide en que “todo es material narrativo”. “Entonces todas las cosas que me suceden en cualquier ámbito de la vida, incluido el trabajo y el trabajo asalariado, de alguna manera nutren después mi escritura”. Así, uno de sus cuentos y un segmento de una novela suya transcurren en el subte.

Sosa Villada, por su parte, también piensa que “todo es literatura”. “Todo es posible de ser escrito, de modo que no soy capaz de diferenciar qué da saber hacer scones, limpiar baños en tiempo récord o actuar en una sala independiente de teatro. Ahora, cuando me preguntan, pienso que el hilo que cose es la oralidad. Pero viene de la vida. No de un oficio”.

Actualmente, lo que más disfruta la ganadora del Premio Sor Juana Inés de la Cruz y el Grand Prix de l’Héroïne 2021 a la novela extranjera por Las malas es escribir. “La actuación involucra a mucha gente. Y además no entiendo ahora para quién se actúa, qué mundo es este para actuar. En cambio, la escritura permite armar un mundito chiquito y único, en casa, tranquilamente, como si no hubiera mañana”.

La protagonista del unipersonal Carnes tolendas, la película Mía y la miniserie televisiva La viuda de Rafael cree sin embargo que “goce, lo que se dice goce, no se obtiene de ningún oficio”. Incluso al contrario: “Una odia escribir y odia actuar. No sé de dónde nos viene esa idea de que hay que amar lo que uno hace, como un placebo que consuela del hecho de trabajar. Pero una odia muchas cosas y las hace igual”.

A Yuszczuk, en tanto, ser editora la hizo leerse de otra manera. “Pero de todas formas uno no es editor de sí mismo; hay un momento en que necesitás la mirada de otro. Al menos con mis dos últimas novelas, antes siempre había editado mis propios libros”.

Y comenta que “en cada libro que uno escribe existe ese desdoblamiento entre escritura y edición, de hecho buena parte de ‘escribir’ un libro es editarlo. Pero a veces la claridad solo puede venir de alguien que no esté tan involucrado como uno está con un libro mientras lo está escribiendo, que es un momento de mucha compenetración y de llevarlo encima, tan hecho carne”.

La autora de los libros de cuentos Los arreglos y ¿Alguien será feliz? y el poemario Madre soltera sostiene que edición y literatura se manejan con lógicas completamente distintas. “No se hacen con la misma parte del cerebro. Cuando edito necesito ser completamente lúcida, entregarme al texto pero no del todo, leerlo como en dos niveles, entrar en el juego que propone pero a la vez observar cómo está construido y hasta descubrir, quizás, un texto mejor que contiene en potencia”.

Al escribir, en cambio, se trata de “llegar a un estado de concentración tal que se abra en uno aquello que le es desconocido, que no sabía que estaba ni de dónde viene”. “Creo que la relación con el saber es distinta porque hay un saber del editor, y se edita desde el saber, pero no se escribe sabiendo.”

Kike Ferrari (Foto: Eduardo Penagos)
Kike Ferrari (Foto: Eduardo Penagos)

Vivir solo de escribir: ventajas y desventajas

¿Es realmente beneficioso para los autores y autoras dedicarse de modo exclusivo a la labor literaria, en caso de contar con esa posibilidad?

Yuszczuk cree que sí, “porque ese ‘exclusivo’ no sería tan así. A todos los escritores nos interesan muchas cosas, y esos intereses terminan formando parte de la escritura; sería lindo poder darles rienda suelta sin estar urgido por la plata. Yo toco el piano, por ejemplo. Me gustaría dedicarle más tiempo”.

Hay libros, agrega, que no pueden concebirse sin esos otros intereses, “como Los llanos de Federico Falco, que es entre otras cosas el diario de un hombre que hace una huerta, o El nervio óptico, de María Gainza, donde vuelca su sensibilidad como crítica de arte”.

Sosa Villada afirma que consagrarse de manera exclusiva a la escritura “sería un lujo. No sé cuántas personas pueden darse el lujo solo de escribir. Yo no he podido. Tampoco sé qué ventajas puede tener un privilegio sobre un oficio que siempre se ejerce a contratiempo y contramano”.

Y aclara que “nunca se puede una dedicar solo a escribir. Porque dar entrevistas, ir a ferias, encuentros, participar en clubes de lectura, firmar libros, eso no es escribir. Pero forma parte de escribir”.

“De todos modos, las liquidaciones de mis libros son las que sostienen mi economía. Esto pasa desde octubre o noviembre del 2019. No fue voluntario, pasó así, y a mí me pareció bien. Me dio tranquilidad. Antes tenía que hacer muchas cosas para reunir lo mínimo para vivir. Digamos que estoy tomando un descanso”, agrega.

Álvarez Tuñón, por su parte, está abocado actualmente a la literatura. “Creo, obviamente, que es ventajoso. Tengo otro tiempo para la lectura, que es esencial en un escritor, y también puedo escribir con otros ritmos”, apunta el autor de los libros de poemas La secreta mirada de las estaciones y La ficción de los días.

En cambio, Ferrari no se muestra seguro de que la dedicación exclusiva a las letras sea beneficiosa. “Implicaría una serie de condicionamientos, para empezar económicos o relacionados con la economía. Por ejemplo, el tiempo de producción, que ahora no tengo. Pero, además, la posibilidad de hacer un trabajo me distancia un poco del momento de escritura y lo hace deseable”.

El ganador del Premio Memorial Silverio Cañada a la mejor ópera prima criminal en la Semana Negra de Gijón evoca una vieja anécdota, que reflejó al extremo su condición de pluriempleo.

“Un día me llegaron unos mails de una universidad de Estados Unidos, preguntándome por mi trabajo. En ese momento trabajaba en el subte a la noche, y entonces a las siete, ocho de la noche, contesté unos mensajes a esta universidad norteamericana hablando de mi literatura. Y cuando llegué al trabajo, un ciruja había hecho caca en una de las escaleras del subte, así que me encontré tres horas después limpiando mierda de un ser humano”.

Marina Yuszczuk (Foto: Anita Bugni)
Marina Yuszczuk (Foto: Anita Bugni)

El oficio literario: definiciones posibles

Luego de haber transcurrido por diversas ocupaciones, Infobae Cultura les consultó a estos escritores y escritoras de qué manera conciben el oficio literario.

Ferrari opina que la escritura “es un oficio del orden de lo artesanal, del viejo artesanato, relacionado con la herrería o la carpintería”.

La única diferencia, afirma el autor de la novela Todos nosotros y del libro de cuentos Nadie es inocente, “es que uno, una vez que aprende a hacer una reja o una mesa, ya sabe cómo hacerla y todas las veces que la haga, le va a salir igual. Pero nadie está seguro de cómo le va a salir el próximo texto, por mucho que haya aprendido las herramientas. Básicamente es eso: hay que conocer las herramientas, los materiales, y usarlos con la mayor eficacia posible”.

En palabras de Sosa Villada, se trata de “un oficio que no se puede rechazar”. “Y me aportó una sustanciosa caja de ahorro”.

Álvarez Tuñón, en tanto, define la escritura como un arte misterioso. “Por eso los antiguos invocaban las musas para darle una tenue explicación a ese arrebato que te lleva a volcar una primera idea en el papel y luego sentarte horas a darle forma, corregir y convertirlo en algo acabado”.

Y cree que la literatura le aportó ser quien es. “No me concibo sin ella. No puedo imaginarme. No fue una elección. Fue un destino. Mi destino”.

Yuszczuk se permite dudar si la escritura es un oficio. “O sea, sí, lo es, y entiendo y comparto la defensa de la escritura como trabajo y los reclamos laborales de los escritores. Pero la verdad es que si no recibiera un centavo por lo que escribo, escribiría igual. Y si nunca hubiera recibido un centavo y tuviera la certeza de que nunca va a pasar, escribiría igual”.

Esa es la fortaleza y la debilidad de escritores y escritoras, considera. “Ahí me parece que la escritura se ubica en un lugar radicalmente distinto y no puedo llamarla ‘trabajo’ como llamo trabajo a editar. Y no tiene que ver con romantizar, como se dice ahora, sino con un reconocimiento de que esto realmente es la misión de mi vida, es de otro orden. No hay nada que me interese o que necesite más, incluso no sé si me pienso como editora para siempre, podría dedicarme a otra cosa sin demasiado dolor, pero como escritora sí”.

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