La versión 2022 de “Animals”, de Pink Floyd, revitaliza el clásico Roger Waters vs. David Gilmour

El pleito que mantienen el bajista y el guitarrista, doble comando de una de las bandas más grandes de la historia del rock, demoró la reedición de este clásico. Un disco oscuro y profundo, publicado en 1977, cuando los punks habían irrumpido y se avecinaba la era thatcherista

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Remezcla 2022 de "Dogs", canción de Pink Floyd incluida en el disco "Animals" (1977).

Podría decirse que se trata, como tituló el excelente ensayista inglés Christopher Hitchens a uno de sus libros, La victoria de Orwell. Cuatro años después de su anuncio oficial finalmente llegó la reedición definitiva de un disco clásico en la historia de Pink Floyd, Animals, inspirado en Rebelión en la granja del escritor, periodista y acaso futurologo del siglo XXI George Orwell. Las versiones individuales en CD, Blu-Ray y vinilo arribaron a las disquerías del mundo, y la versión digital ya está en la popular plataforma de streaming Spotify.

Cada una de las versiones físicas viene con un libro de 32 páginas con fotos inéditas (varias se reproducen en esta nota) con la remezcla a cargo de James Guthrie. Para los más codiciosos (justamente el tema de este álbum conceptual), la lujosa versión cuádruple saldrá a la venta el 9 de octubre. Incluirá todo lo anterior cobijado en un packaging de lujo. O sea, LP (180 gramos) CD/DVD/BLU-RAY, un libro en tapa dura, con la remezcla de 2018 y además la mezcla original del disco, de 1977. La tapa, con el cerdo volante sobre la estación eléctrica Battersea Power Station fue finamente reelaborada, respetando el original pero dándole un sentido aún más contemporáneo.

La reedición 2022 de “Animals”, de Pink Floyd, renovó su arte de tapa y convirtió la emblemática imagen del cerdo volando entre las torres de la central eléctrica de Battersea Park, en una postal de Londres en pleno siglo XXI
La reedición 2022 de “Animals”, de Pink Floyd, renovó su arte de tapa y convirtió la emblemática imagen del cerdo volando entre las torres de la central eléctrica de Battersea Park, en una postal de Londres en pleno siglo XXI

¿Cuál es Pink?

Pero la pregunta, cuando lo escuchemos desde ahora mismo en cualquier servicio de streaming es por qué en los créditos puede leerse “2018 remix”. Cuatro años de espera desde que la remezcla estuvo lista y acaso muchos más en comparación con otros clásicos de las discográficas de Floyd (The dark side of moon o Wish you were here, incluso con monumentales ediciones aumentadas, Immersion) que gozaron de reediciones previamente. Y la respuesta es, otra vez, quién es más Floyd de los miembros del grupo que se separó en 1985 para volver a tener una inesperada sobrevida desde 1987 con el disco A momentary lapse of reason.

O como se escucha en la autoconsciente y casi autoparódica (como sostiene el escritor Rodrigo Fresan) la canción Have a cigar”. “Ah, y por cierto, ¿cuál de todos ustedes es ‘Pink’?” Ni Waters versus la guerra, ni contra la rígida educación británica de su infancia, ni contra Margaret Thatcher. Ni siquiera contra el tiempo o contra la figura castradora materna. No, más bien Roger Waters vs. David Gilmour.

El disco en su nueva versión estaba listo para salir en 2018 pero David Gilmour vetó las liner notes (o texto del cuadernillo) que acompañaría estas reediciones. La réplica de Waters a la negativa de Gilmour y el texto original que finalmente no fue incluido puede encontrarse en el sitio oficial de Waters. Allí el bajista y cantante dice: “Gilmour ha vetado el lanzamiento del álbum a menos que se eliminen estas notas. No discute la veracidad de la historia descrita en las notas de Mark Blake, pero quiere que esa historia permanezca en secreto. Esta es una pequeña parte de una campaña de Gilmour/Samson (N. del r.: Polly Samson, la esposa de David Gilmour) para reclamar más crédito para Dave por el trabajo que hizo en Pink Floyd de lo que le corresponde.”

Las notas de Mark Blake más que negar la participación de Gilmour en este disco describen el foco que todo el tiempo ejerció, como en casi todos los álbumes, Waters. Fue su idea la adaptación orwelliana de describir a la sociedad en tres especies casi encarceladas en un círculo vicioso y violento: las serviciales ovejas bajo el yugo de cerdos burgueses y perros déspotas velando por la seguridad de estos últimos.

Detalle del interior del libro que acompaña las ediciones físicas de “Animals”
Detalle del interior del libro que acompaña las ediciones físicas de “Animals”

“Animals” modelo 2022

Si de los grandes artistas podemos comprender sus obras mediante períodos creativos, estilos o acaso eras, el mismo cuadro conceptual podría aplicarse a Pink Floyd. En Miles Davis distinguimos su primer quinteto, el quinteto eléctrico de los 60, las aventuras orquestales con Gil Evans y al final, su etapa fusión -y de admiración por Prince- en el sello Warner. Allí Picasso, por supuesto, con sus períodos cromáticos: rosa, azul y negro; para luego abrazar el cubismo. Y también David Bowie, que en cada ciudad que vivió y grabó (Londres, Berlín, Los Ángeles, Nueva York al final de su carrera), la urbe dio corazón y músculo a su discografía.

Con Pink Floyd distinguimos que luego de su post-psicodelia progresiva (Meddle y Atom heart mother) nace una trilogía perfecta compuesta por The dark side of the moon, Wish you were here y Animals. Los tres, absolutamente diferentes entre sí, aportan cada uno su elemento (musical) a un triunvirato moderno y clásico: la luz y el espacio exterior en el primero; la soledad mineral del segundo (”brilla sobre ti mismo, diamante loco’') y Animals, con su cuero, pelambre y humanismo antropomorfizado.

Y Animals es además acaso el más oscuro de todos ellos (incluso luego de la tortuosa experiencia de la visita de Syd Barrett a los estudios mientras grababan Wish you were here y su mirada “como ojos negros en el espacio”, como reza la letra de “Shine on you crazy diamond”). Sin bonus extras, la nueva versión permite un sonido más espaciado, con más aire, donde las capas de cada sonido -risas, aullidos y llantos marca registrada de Waters junto a ladridos, balidos y el gruñido del cerdo- resaltan aún más.

Una de las dobles páginas que compone el libro interno de la reedición de “Animals”, de Pink Floyd: el texto principal fue la piedra de la discordia entre Roger Waters y David Gilmour
Una de las dobles páginas que compone el libro interno de la reedición de “Animals”, de Pink Floyd: el texto principal fue la piedra de la discordia entre Roger Waters y David Gilmour

En más de una entrevista, Waters confesó haber dejado el material de lado en los 80 por su abominación y su violencia. Bien oído, un disco que se hacía cargo tanto de la debacle del imperio inglés, como del pesimismo europeo y del auge del thatcherismo, es terrorífico y real.

Y también lo es musicalmente hablando. En “Dogs”, el quirúrgico solo de Gilmour (allí, serruchando la carne de la melodía) que comienza en el minuto 5:36, alcanza un momento sanguíneo y brutal cuando se clava en esa nota larga, un La en el minuto 6:18 (estamos en la escala de re menor y la es el quinto grado de la escala, el de mayor tensión en cualquier escala). La frase posterior, que desciende con un efecto de distorsión y a modo de arpegio, da como una idea de respuesta. Desde 15:21, en esa oda a la batalla perdida que es la clase media más acorralada y que repite su “Who was…”, hay un riff y progresión armónica que se repite constante y solo cambia llegando al final, en el último verso. Provoca una sensación de tensión en crescendo. No hay escapatoria.

En “Pigs (Three different ones)”, entre alusiones a Margaret Thatcher, el teclado repetitivo del comienzo juega con las notas más agudas dando sensación de opacidad con un sonido más bien sombrío. Y en “Sheeps”, cuando Waters narra la rebelión posible de las ovejas, justo antes de la voz pasada por filtro que recita una versión truculenta y carnicera del “Salmo 23″ del Antiguo testamento (”El Señor es mi pastor… con cuchillos brillantes, liberará mi alma y me hará colgar como chuletas de ganchos en lugares altos”), hay un arpegio muy agudo sobre un acorde disminuido (re disminuido). Es lo que da la sensación de tensión y sonoridad dark.

Tensión social y musical. Rock ‘n horror. Como si Animals captará esa tradición inglesa que, incluso más allá de los animalitos parlantes de Rudyard Kipling en la vastedad del imperio brit, conjugó terror doméstico, distopía y mirada sociopolítica. Desde la película de The Servant, hasta El señor de la moscas o la extraordinaria His house, estrenada en Netflix, sobre una pareja de refugiados sudaneses que lucha en Inglaterra contra el fantasma de la guerra civil de su país.

Roger Waters, el polémico genio creativo de Pink Floyd, envuelto en un pleito legal y personal desde hace más de 25 años con el guitarrista David Gilmour (Foto: David Thorpe/ANL/Shutterstock)
Roger Waters, el polémico genio creativo de Pink Floyd, envuelto en un pleito legal y personal desde hace más de 25 años con el guitarrista David Gilmour (Foto: David Thorpe/ANL/Shutterstock)

“Animals”, ayer nomás

Originalmente, dos de las canciones del disco se llamaban “You Gotta be Crazy” (Dogs) y “Raving And Drooling” (Sheeps), fueron parte de la gira que presentó The dark side of the moon y que llevó a Pink Floyd, acaso con Led Zeppelin, a ser uno de los grupos más convocantes de la década de los años 70 en Estados Unidos. Las canciones fueron reformuladas para entrar en el canon narrativo orwelliano, pero la base de su melodía era la misma.

El otro motivo (comentado recientemente por el baterista Nick Mason en una entrevista con la revista web Consequence of sound) del atraso de esta reedición es que paradójicamente no gozaron de la ingeniería de sonido de sus álbumes anteriores. Como la Titanic de James Cameron, Pink Floyd creó sus propios estudios (Britannia Row, donde grabaron luego desde Joy Division hasta Supregrass) para registrar el disco… Pero estos estudios no contaban con la tecnología de punta del afamado Abbey Road.

La saña con el capitalismo que orienta el disco -la debacle de la lucha de los mineros industriales, los disturbios raciales- y la ferocidad sónica también fueron una respuesta al incipiente punk inglés que despreciaba a Floyd como representante de un rock progresivo, jurásico y presuntuoso. Pero los Pink Floyd, como ese ruido de búsqueda de emisoras que se oye al comienzo de la canción “Wish you were here”, intentó cambiarle el dial a la enfurecida cresta inglesa: lanzaron un disco revulsivo, urgente y político que casi no permitía ser pasado en la radio por la extrema duración de cada una de las canciones. ¿Pink Floyd, el anarquista y anticristo comercial?

El extraordinario guitarrista David Gilmour mantuvo el nombre de Pink Floyd para salir de gira luego del alejamiento de Roger Waters (Foto: John Selby/Shutterstock)
El extraordinario guitarrista David Gilmour mantuvo el nombre de Pink Floyd para salir de gira luego del alejamiento de Roger Waters (Foto: John Selby/Shutterstock)

“Animals” hoy y mañana: la victoria de Orwell

Animals terminó de consolidar la figura casi opresiva y rectora de Roger Waters, heroico en sus ideas, egocéntrico en su trato con el resto del grupo. Desde ese entonces Rick Wright, su tecladista, tuvo un papel cada vez menor en el grupo. Y sin embargo, y a pesar del foco de Waters, en letra, música y en la ideología del disco, reina una democracia musical fructífera en el álbum: los solos de Gilmour (que además de tener la voz principal en “Dogs” toca el bajo eléctrico en casi todos los temas) son apabullantes. Y la destreza de Wright abunda en todo, con climas imprescindibles (un gótico social y musical) y en forma de órgano Hammond, sintetizadores, Fender Rhodes Minimoog, Farfisa y piano.

La gira del disco In the flesh fue multicontinental, duró casi un año y, sobre todas las cosas hizo nacer en Roger Waters el concepto de lo que sería The Wall. En julio de 1977, en la fecha final en el Estadio Olímpico de Montreal, unos fans exaltados irritaron a Waters a tal punto que el bajista y cantante los escupió. Más tarde Waters conversaría con el productor Bob Ezrin sobre su sensación de alienación y cómo a veces sentía deseos de construir un muro para separarse de la audiencia. Aún en construcción, sería el primer ladrillo para la siguiente etapa de Pink Floyd: The Wall.

Waters actualmente sigue enfatizando sus ideas como activista de izquierda o liberal de centro-izquierda. Parte de la puesta en escena de su reciente gira mostraba carteles que decían “Trump es un cerdo” cuando volaba el cerdo de la portada de este disco.

Nuevamente Animals, y ahora en su versión remix, vuelve a demostrar, como escribió Hitchens, la victoria de Orwell: la preocupación por el lenguaje, la corrección política, las cuestiones ligadas a los nacionalismos de ultraderecha, las fake news.

Pasaron 45 años y suena tan peligroso como entonces. El mundo y los fantasmas actuales de Europa (la guerra Rusia - Ucrania, la crisis del gas, la inflación y el gélido invierno que se avecina) también. Oink, oink.

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