Carta a Carlitos Balá: dame un gestito de idea desde el cielo de la gente buena

El autor de “No le llames amor a cualquier cosa”, “Largavistas” y “Aspirinas y Caramelos” despide a un héroe de muchas infancias, fallecido hoy, a los 97 años

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(Facebook: Carlitos Balá)
(Facebook: Carlitos Balá)

Voy en taxi, camino a una intervención en la boca que me va a dejar dolorido unas cuantas horas. De repente, de la radio salen unos acordes, me transportan a la infancia, y luego tu voz que canta que acá llegaste y que el show va a comenzar. Se mete la locutora, anuncia casi lo contrario, dice que te moriste. Miro al chofer, debe ser un poco más grande que yo, nos lagrimeamos por el espejo retrovisor.

Bajo al teléfono y busco esta carta que te escribí hace años. Si la leíste, dame un gestiito de idea desde el cielo de la gente buena. Te quiero.

Yo supongo que no fue culpa tuya sino de alguno de tus productores, los productores de tele somos tipos muy jodidos. Es verdad que vivimos de tomar decisiones, alguien tiene que hacerlo, pero hay muchas que son injustas, algunas ni las pensamos. Corremos hasta cuando no hace falta, nos estresamos cuando el set está en paz y decidimos sin reflexionar cuando había tiempo para hacerlo. También es cierto que los conductores se enteran de cómo va a ser el programa un rato antes, en general no saben qué es lo que va a pasar. Como son los que ponen la cara, de vez en cuando se cabrean con ese poder grisáceo de los productores y pegan dos gritos para recordarnos que ellos son los “talentos”. A su vez, el productor vive un poco enojado porque está seguro de que conduciría mejor que ese señor que de vez en cuando le grita. El conductor suele pensar “se cree que me va a venir a enseñar a mí, que hago televisión desde que este saltaba de huevo en huevo” y el productor suele pensar “vos, si no me tenés a mí en la cucaracha, no existís”. Son los gajes del oficio, nadie se ofende.

Perdón, me fui por las ramas, pero tenía un sentido, porque yo elijo creer que fue tu productor y no vos, Carlitos, el que prefirió la mierda esa de “Mi pato no come milanesa”, en lugar de la maravillosa “Los goles de Bertoni que ya van a venir”. Elijo creer porque ya pasaron más de cuarenta años y porque no podría entender que vos, un tipo con sensibilidad, un creador de frases que nos van a acompañar de la cuna hasta el cajón, luego de leer “Los goles de Bertoni que ya van a venir” la hayas dejado a un lado. No, no puede ser, vos seguro que la elegías. Vos, el compositor de “Angueto, quedate quieto”, no podés haber dejado pasar “Los goles de Bertoni que ya van a venir”. No puede ser. Seguro fue el pelotudo de tu productor. Capaz manoteó alguna carta cualquiera, por apurado, apurado al pedo el infeliz. O por ahí le pareció graciosa la boludez esa de que un pato no comiera milanesa. A los productores a veces nos gustan esas mierdas.

Vos te debés acordar bien de los hechos, vos te debés acordar bien que le dijiste que la ganadora era “Los goles de Bertoni que ya van a venir” y que a último momento, el jodido del productor te cambió el papel por la pelotudez esa del pato vegano, y como en esa época todo era en vivo, no pudiste arreglarlo. Capaz tu productor no era un pelotudo, claro, qué ingenuo fui. Era un corrupto, que ya tenía arreglada la gira de presentación del pato de mierda ese. Ahora sé que lo echaste apenas terminó el bloque y que quedaste toda la vida arrepentido. Lo sé, o es mi fantasía. Aguante la fantasía.

Tengo cincuenta y tres años, pero como también tengo buena memoria, no me cuesta viajar hasta el living de mi casa en Barracas, Montes de Oca y Brandsen, frente a Los Campeones, más de cuarenta años atrás. Contra una pared hay una cama que a la noche se transforma en el dormitorio de mi hermana Mariana. En el medio, una mesa redonda en la que alguna vez vi a papá llorar. Estoy frente a la tele blanco y negro, en la pantalla hacés morisquetas, gestitos, preguntás qué gusto tiene la sal, yo contesto salaaaada. Una duda, ¿es el gusto salado o la sal salada?

Carlitos Balá
Carlitos Balá

Te contaba que estoy frente al televisor y anunciás que vas a hacer un sorteo. Te sentás al piano eléctrico marca Casio gris plata, tocás una melodía sencilla y mientras, explicás. La cosa es así: hay que mandarte una poesía a Pasaje Gelly tres tres siete ocho código postal catorce veinticinco. Entre todas las letras que te lleguen, vos vas a elegir una para ponerle música. Y además, el ganador se llevará el Casio gris plata que tiene un montón de botoncitos de colores. Tocás uno y suena una batería, tocás otro y parece que habla, una locura.

Pienso rápido. Quiero ese piano y tengo una poesía escrita, habla de un perro que se pierde y el dueño llora hasta que lo encuentran, pero me parece que no está a tu altura, Carlitos. Que un tipo que creó “La Carrindanga” no puede fijarse en esos versos tan pavotes. Y ahí fue que pensé en mandarte “Los goles de Bertoni que ya van a venir”. Me costó conseguir los derechos. Años después vengo a reconocerte que la firmé aunque no era mía, pero tanto quería ganar el concurso que lo senté a papá y se la pedí, porque me la cantaba para dormirme. Mamá se moría de amor, decía que esa canción la había inventado toda él, letra y música. Papá era un poeta frustrado, tenía muchos versos escritos en unos cuadernos de tapa negra, pero este era el que a mí más me gustaba. Enseguida me la imaginé en tu voz y hasta inventé la coreografía. Dibujé una cancha en el medio del estudio y te puse a bailar agarrado de los palos del arco.

Papá no estuvo de acuerdo. Me dijo que no le parecía que mintiera, que si quería mandar un poema estaba muy bien pero que escribiera uno mío. Y yo, creo que por primera vez, no le hice caso. Esa misma noche arranqué una hoja de mi cuaderno Gloria de cuarto grado y escribí esta cuartilla, en hexasílabos, con rima consonante.

Aplaudan, aplaudan

No dejen de aplaudir

Los goles de Bertoni

Que ya van a venir.

¿Quizás corta? Puede ser, pero no por eso disminuía la fuerza de la composición.

Cuando perdí, lloré con bronca. Era injusto. Hoy me tranquiliza saber que no fue por falso mal poeta, sino por la corrupción enquistada desde hace décadas en la sociedad argentina. Quiero vivir en Noruega, Carlitos. O en Finlandia, o en cualquiera de esos países en los que los concursos televisivos los ganamos los buenos. Son cosas que le hacen bien a la democracia y al futuro de nuestros hijos.

Chau, Carlitos, eaeaeapepé. Buen viaje en tu carrindanga ruidosa. Te quiero (te queremos) mucho.

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