Hoy no es un día típico de playa. El cielo esta gris y hay demasiado viento. La playa tampoco es típica. Sobre el borde del mar, decenas de hileras de redes están dispuestas para la recolección de ostras. La tranquilidad de la escena es interrumpida por el suave sonido de un scooter eléctrico conducido por una joven militar. Ella y un viejo tanque oxidado enterrado en la arena, son los únicos habitantes de la playa. Sobre el borde del mar, una mirada más precisa identifica que la última hilera no es como las otras. Es en realidad una serie de barricadas y parapetos dispuestos a defender la costa de un ataque enemigo. Cruzando el mar y a menos de dos kilómetros, una impresionante cantidad de rascacielos se adivinan entre las nubes.
Estamos en Kinmen, o Quemoy, la isla que da nombre a un pequeño archipiélago a dos kilómetros de China continental, pero perteneciente a Taiwán que se encuentra a 200. Kinmen está a una hora de vuelo de Taipéi y a sólo 20 minutos de ferry de Xiamen, la ciudad china de grandes rascacielos que se divisa desde la otra costa.
Con una población de menos de 130,000 habitantes, la isla ha estado poblada por siglos por pescadores y cultivadores de sorgo. Por su ubicación estratégica frente a la costa de China, fue ocupada por los holandeses, la dinastía Qing y los japoneses, antes de que las fuerzas nacionalistas de la República de China la tomaran durante la Guerra Civil.
Aunque la Guerra finalizó oficialmente en 1949, continuó combatiéndose en las islas. En 1955, Estados Unidos y Taiwán firmaron un tratado de defensa que no incluyó a Kinmen, lo que le brindó a Mao Zedong una arena de testeo donde evaluar las reacciones de Washington. Hasta la década de 1970, las islas fueron el sitio de tres asaltos anfibios y repetidos bombardeos. Estados Unidos no intervino, sino que suministró artillería y misiles a Taiwán. Comunistas y nacionalistas, el presidente Mao y el generalísimo Chiang Kai-shek, se enfrentaron en Kinmen en la versión china de la Guerra Fría.
El ataque de 1958 casi hizo que la Guerra dejara de ser fría y se desatara la Tercera Guerra Mundial. Las repercusiones del episodio fueron tan profundas que convirtieron a las islas en el principal tema de discusión internacional en el debate presidencial más famoso de la historia, aquel que se produjo entre los candidatos John F. Kennedy y Richard Nixon en 1960.
Kinmen estuvo administrada por el ejército hasta 1992, cuando tras años de campaña contra el régimen militar represivo del partido nacionalista Kuomintang, los activistas lograron que las islas pasaran a la esfera civil. Al retirarse casi 100.000 efectivos de las islas, el colapso económico parecía inminente. Sin embargo, el turismo se convirtió en la alternativa económica para el vacío producido por la retirada de las tropas.
El trabajo para preparar las islas para el turismo fue arduo. Se debieron limpiar casi cien mil minas diseminadas en diferentes campos. Las islas se convirtieron en un museo a cielo abierto de la Guerra Fría. Las fortificaciones contra bombardeos y las barricadas en las playas se transformaron en atracciones para turistas, así como los múltiples y enormes túneles cavados en la roca, diseñados para distribuir alimentos y abastecer a la isla durante los múltiples sitios a los que fue sometida.
Los altavoces gigantes que alguna vez emitieron propaganda a todo volumen dirigida desde la costa a la China continental actualmente reproducen música suave. Los proyectiles de artillería son ahora reciclados y convertidos en cuchillos. Su constructor, Wu Tseng-tong, se transformó en una de las personas más famosas de la isla.
Para los adolescentes, el paraíso lo constituye el viejo tanque M18 abandonado en la arena. Se convirtió en la estrella de Instagram. Para los mas grandes, las atracciones militares son acompañadas por la visita a la fábrica de Kaoliang, el licor a base de sorgo considerado el mejor de Taiwán y probablemente, de todo China.
Desde 2001, a los turistas taiwaneses se le agregaron los de China continental. Ese año, los gobiernos de los dos países acordaron restaurar el comercio y los viajes entre Kinmen y Xiamen. A China, la apertura le permitió que los habitantes de la isla pudieran ver los vertiginosos avances que se iban produciendo en su territorio, a partir del crecimiento de la ciudad portuaria de Xiamen, una puerta de entrada y de salida entre Occidente y Oriente desde los tiempos de la globalización temprana del siglo XVII.
Para los turistas de la China continental, las islas de Kinmen representan mucho más que un museo de la Guerra Fría. En las islas hay casas chinas tradicionales que datan de la época de la dinastía Qing. Algunas todavía están ocupadas por descendientes de los dueños originales. El largo periodo militar de Kinmen impidió que los desarrolladores inmobiliarios destruyeran el patrimonio arquitectónico de la isla.
El Gobierno del Condado de Kinmen promueve el turismo señalando que solo allí se puede encontrar la verdadera China. Sostiene que, en comparación con la destrucción causada por la Revolución Cultural y la política de reforma de China continental, y la desaparición de la cultura en Taiwán por el proceso de modernización, Kinmen actúa como un “reservorio de la cultura del sur de Fujian”.
La propaganda ha sido exitosa. Sólo en 2010, hubo casi un millón y medio de viajes entre Xiamen y Kinmen. Y desde 2001 hasta 2020, aproximadamente 20 millones de turistas chinos llegaron desde el continente a la isla. Desde 2020, sin embargo, el COVID ha interrumpido ese flujo de migrantes de China continental. La pandemia cortó los lazos entre Kinmen y China. Solamente desde Taiwán se puede visitar la isla desde entonces.
Estamos en un lugar cuyo turismo no está dirigido a nosotros. La mayoría de las atracciones de Kinmen no se indican en las guías que no estén en chino y muy pocos habitantes hablan otro idioma que no sea ese.
Durante la estadía, encontramos sentimientos de pertenencia complejos. Los lazos entre China y Kinmen se fueron multiplicando con los intercambios. Se llegó a pensar en convertir a la isla en una zona de libre comercio que atraiga inversiones chinas y acepte moneda china. Pero nunca se avanzó más allá de la idea.
Para Michael Szonyi, director del Centro de Estudios Chinos de Harvard, la relación de Kinmen con China es tan compleja y guarda los mismos interrogantes que los que se plantean en Taiwán, en África o en América Latina, sobre como relacionarse con una China en ascenso y cambiante.
En una democracia vibrante como la taiwanesa, que generalmente ha votado para alejarse de la órbita de China, Kinmen muestra su propio universo de debates. Sin embargo, a pesar de los lazos históricos de Kinmen con China, existe una creciente brecha generacional. Muchos jóvenes dejan Kinmen para buscar trabajo en otro lugar de Taiwán, y pocos pueden imaginar vivir bajo un sistema comunista.
Cuando a principios de agosto la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, viajó a Taiwán, para convertirse en la funcionaria estadounidense de mayor rango en visitar la isla en el último cuarto de siglo, Kinmen volvió a ser el centro de las noticias en el mundo. Los programas y las redes sociales mostraron convoyes de vehículos blindados desplazándose por las playas de Xiamen, movimientos visibles a simple vista desde Kinmen.
Sin embargo, en las islas la vida continuó con normalidad. Con cierto cinismo, algunos de los habitantes sostienen que el Ejército Popular de Liberación tiene ahora múltiples portaaviones y misiles balísticos para atacar directamente a Taiwán y no tendría una razón para invadir Kinmen.
Wěi, nuestro anfitrión en la isla, sostiene que si China está cerca de Kinmen, también lo están las cicatrices de la guerra. Tanto él, como los habitantes de la isla, valora mucho la paz.
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