Manuel García revela en Buenos Aires sus vivencias de trovador universal

El cantautor chileno presenta en el CCK su disco “El caminante”, grabado junto a figuras de la música popular latinoamericana como Silvio Rodríguez, Mon Laferte, Pedro Aznar y Francisca Valenzuela. “Hay una conexión natural con ellos”, afirma

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El cantautor chileno Manuel García se presenta este sábado en el CCK de Buenos Aires
El cantautor chileno Manuel García se presenta este sábado en el CCK de Buenos Aires

Cuando cumplió cincuenta años el trovador chileno Manuel García, Premio Nacional de la Música en 2008, ganador de un premio Gardel junto a Pedro Aznar por el disco Abrazo de Hermanos (2020), referente de una generación de nuevos cancionistas del siglo XXI, detuvo su marcha y miró hacia atrás. Lo que vio fue a ese niño que miraba encandilado a su padre, mientras tocaba la guitarra en serenatas improvisadas en el patio de su casa en Arica, en el extremo norte de Chile. Vio a ese adolescente de 14 años que escuchó por primera vez el disco Al final de este viaje de Silvio Rodríguez y sintió que ese era el camino que estaba buscando. Vio a ese compositor debutante del álbum Pánico (2005), al que le siguieron más de una decena de discos y una reputación que fue creciendo en todo el mundo musical de América Latina y España.

Su último álbum El caminante es una prueba de eso. Allí canta versos junto a Mon Laferte, Silvio Rodríguez, Lenine, Eva Ayllón, Martirio y Raúl Fernández, Muerdo, El Kanka, Vivir Quintana, Francisca Valenzuela, Gaby Moreno, Pedro Aznar y su padre, entre otros. “Hay una conexión natural con muchos artistas en el mundo. Muchas de las colaboraciones fueron muy amorosas y naturales. Hay cariño, amistad, encuentros, conversaciones. Eran temas que habíamos hecho en escenarios compartidos con algunos, o en distintas casas cantándolas”, dice el hombre, que anda como un nómade por diferentes países por el impacto que tuvieron sus temas en otros artistas.

El caminante es un recorrido por todo ese trayecto de vida concentrado en quince canciones que revelan su oficio de trovador universal. A los 52 años, el músico que quiso ser dibujante, poeta, concertista clásico, y es un poco de todo eso, conversa con la guitarra y habla de la propia vida con una belleza poética incendiaria: el amor y la tragedia, la luz y la sombra de la sociedad chilena en la que habita, el origen de una familia campesina, la marcha urbana, las dudas existenciales y el oficio de cantar. Sus últimos dos discos –Compañera de este viaje (2018) y El Caminante (2022)– funcionan como un díptico, una síntesis, el cierre de un ciclo. Ese resumen de su existencia es lo que viene a presentar este sábado, a las 20, la sala Auditorio Nacional del CCK junto a la pianista Carmen Paz “Kuki” González. Una mirada hacia atrás para poder caminar hacia adelante.

Manuel García grabó junto a su padre en el álbum "El caminante"
Manuel García grabó junto a su padre en el álbum "El caminante"

—Después de un disco de canciones nuevas, hiciste un disco con temas de toda tu historia cantadas por otros. ¿Cómo surgió esa idea?

—Mis últimos discos son parientes y pertenecen a un mismo proceso de vida espiritual y creativa con distintos resultados. Forman parte del proceso de cuando cumplí 50 años en 2018, donde me tomé muy en serio esto de sentir que estaba cerrando un ciclo. Recuerdo a mi abuela Gumersinda cuando llegaba del sur de Chile a casa y decía: “Ya tengo medio siglo, pues, m’hijito”. Este medio siglo mío, visto también en retrospectiva, o incluso en la historia de cualquier persona, representa ciertos hitos de la vida. Para mí, fue parecido a lo que le pasa al Quijote que tiene 50 años cuando sale a cabalgar con el sentimiento de la tierra del mapuche en su corazón. Fíjate que uno de los libros que Miguel de Cervantes salva en ese relato de la quema es La araucana de Alonso de Ercilla. Estos cincuenta años estaban bien para celebrar una especie de ritual que me permitiera detenerme y mirar hacia atrás.

—¿Compañera de este viaje, tu anterior álbum, también fue un punto de inflexión de alguna manera?

—Los cincuenta años, también, tienen que ver con haber hecho ese disco de guitarra y voz, que son discos escasos, porque es difícil grabar sólo guitarra y voz. Hay que acuñar un lenguaje lo más propio posible o humildemente unas buenas preguntas en el lenguaje de la guitarra hacia otras guitarras; y mis guitarras referentes son muy altas para alcanzarlas. En ese disco hago el esfuerzo que hace un niño por copiar un cuadro de Miguel Ángel porque una voz y una guitarra para mí es Atahualpa Yupanqui, Silvio Rodríguez, Violeta Parra, Víctor Jara, es Camarón de la Isla cantando con Paco de Lucía. Eso es lo que yo entiendo cuando digo hasta dónde nos habla y nos canta una guitarra, y hasta dónde una voz con una guitarra pueden nacer.

—¿Tuviste que estudiar mucho para ese proyecto musical?

—Tuve que acuñar algunas técnicas, acuñar mi propia manera de tocar la guitarra y recordar cuando descubrí un arpegio un poco propio; o cuando saqué un rasguido interesante; o les robé algo a esos viejitos que tocaban la guitarra en un bar, un puerto o en las cocinerías, donde hacían algo popular; o el arrastre bonito que hace Atahualpa en una canción y ver cómo dejaba cantando esas notas en el aire; o pensar cuando Víctor Jara contemporiza el sonido de la canción campesina. Era sacar cosas del pasado, mezclarlas y traerlas al hoy con distintas técnicas doctas como las de Leo Brouwer, Ginastera o el mismo Agustín Barrios “Mangoré”. Digo, humildemente aquí una melodía mía me conecta a eso, me remite a esos sonidos porque los estoy escuchando permanentemente, y eso se fue permeando en mi estilo a lo largo de los años. Mirá, esto es como un niño que se lleva unas caracolas del mar a su casa, se pone una caracola de mar en el oído y sueña que esta en el mar nuevamente. Para mí es eso, me traje poquitas cosas de esos mares a mi océano propio y las convido. Toco la guitarra desde que tengo doce años y canto junto a mi papá que tocaba la guitarra desde los cuatro años. Fue momento de refrendar aquello.

"El viejo comunista", canción interpretada por Manuel García y Silvio Rodríguez, del disco "El caminante" (2021)

—Mencionas a tu padre, que graba con vos en El caminante.

—Creo sinceramente que él tiene más condiciones que yo para estar en un escenario, solo que esa oportunidad oficialmente nunca se dio. En algún momento lo intentó y renunció a eso. Durante esos días cuando asesinaron a Lennon y empezaron a pasar música de Los Beatles mi madre me comentó no sé por qué que mi padre había querido ser músico profesional y eso se me quedó en mí internamente. No era algo que podía razonarlo como niño. Mi padre sin querer me entrenó en la guitarra sin el afán de que fuera artista, sino que estaba consustanciado con tocar y cantar. Tiene incluso más herramientas. A mí me cuesta estar sobre el escenario, a mi padre eso se le da solito. Él de hecho juntaba su público para cantar sus canciones populares, desde los Iracundos a Serrat. Muy guitarrero de amigos que juntaba en la calle y los llevaba a la casa. Ese era era su público de patio de casas. Tiene más de 70 años y hoy viene a mi casa, toma la guitarra y suelta los cantos con naturalidad y ganas. Este caballero es increíble, las ganas que tiene de estar cantando y armar el cuadro completo de la felicidad con la guitarra. Tiene su manera de hacerlo. Mucho swing con pocas herramientas técnicas. Admiro eso. Lo fui apreciando con el paso de los años por el feeling que tiene para tocar. Uno conoce artistas muy hábiles con mucha técnica, muy prolijos, pero no tienen gracia.

—¿Qué momento es este a nivel personal?

—Es un momento de la vida complejo, porque es la edad media, te hacés cargo de los tuyos más pequeños. Tengo tres hijos y te empiezas a fijar que tienen otras problemáticas, te multiplicás en reflexiones y preocupaciones. Cada vez que salía de mi casa para ir a tocar, a girar, y volvía, los niños eran cada vez más grandes. Los niños ya no eran los niños, son adolescentes, y como me dijo mi esposa: “ya no les gusta que les digas mis caracolitos”. La conversación ya es otra con los chicos. Además por el tema del covid se murió un amigo muy querido de mi suegro y me dio mucha pena no haberle tocado la guitarra a ese viejo. Muchas veces porque no quise irrumpir en esas conversaciones que tenía con mi suegro en el campo, o por pensar que generacional o políticamente no les iba a interesar lo que les tocara. Me arrepentí mucho después. Por eso, le escribí la canción “Compañera de este viaje”, porque se quería mucho con su mujer. Para mí era como un tío adoptivo a quien nunca me animé a tocarle la guitarra en vivo, y de repente los viejos parten. Uno empieza a tomarle el peso a la vida cuando tenés 50 años. Esa medida de las cosas que es el tiempo, que empiezas a ponderar de otra manera al ver que se mueren los viejos y los chicos empiezan a crecer con velocidad, te hace dar cuenta de una cosa que es invariable para todo el ser humano, y es que uno nunca puede calcular bien para qué alcanza la vida. No escribo canciones de las contingencias chilenas, pero sí cada cosa que dije está influenciada por aquello, aunque fuera hablando de cualquier tema.

"Cuenta tu aldea y contarás el mundo", dice el chileno Manuel García
"Cuenta tu aldea y contarás el mundo", dice el chileno Manuel García

—En este contexto chileno, una canción tuya como “El viejo comunista”, que volviste a grabar con Silvio Rodríguez en El caminante, parece tener una nueva relectura.

—Se vuelve a resignificar absolutamente. Vuelve a ser un tema muy sensible, en el sentido de lo polémico y estar en medio de la discusión de hasta dónde practicar las verdades, tanto hacia el comunismo como hacia quienes han criticado al comunismo que está en el gobierno instalado, quiéranlo o no. A mucha honra en todo caso. No por mí, porque no soy directamente militante comunista, pero sí siento que el partido comunista hace mucho tiempo merecía una oportunidad de gobernabilidad institucional porque son las gentes que más hicieron en los barrios y más hizo patria en los momentos coyunturales de lo que significó la defensa de un pueblo en las calles: territorio, complicidad y comunicación extramuros con otra realidad. Algunos pensarán que toda la gente de la política en función del comunismo está preocupada por otras cosas, por esas típicas películas que se hacen del comunismo. Hoy es una palabra a la que en Chile todavía se le tiene mucho miedo. Pero el comunismo es una realidad en Chile. Viéndolo desde una perspectiva más alta, todavía está en juego y discusión una gran parte de los postulados que todavía no han sido echados a andar porque el comunismo va corriendo con muchos grilletes en los pies, porque hay mucho amarre de la Constitución que dejó escrita Pinochet. Y de un montón situaciones con las que cuesta gobernar más allá de las ideas de fondo. Hay una cantidad de trabas, que para dar un paso adelante hay que incorporar de forma dialéctica la perspectiva de la gente nueva y la sabiduría de lo ancestral, distinta a la del mundo occidental.

—¿Vos venís de una familia de orígenes indígenas? Es un tema que siempre está en tu discurso.

—Me he dado cuenta en este tiempo que tiene una realidad bien concreta, más de lo que yo creía. Mi padre muy moreno se fue de una ciudad de Ovalle, de la cuarta región del norte chico de Chile, hasta Arica y se identificó con las culturas indígenas. Ellos lo protegieron. Nosotros cuando nacimos crecimos en el mundo mestizo, pero asociados al indigenismo. Por otro lado, mi madre fue perdiendo sus raíces campesinas porque su propia madre viniendo desde los campos a la ciudad de Chillán, fueron también negando sus orígenes para poder adaptarse a las ciudades. Tengo bisabuelos en el campo que emigraron a las ciudades y ahí las almas que sentían vergüenza de su origen y ganas de adaptarse a las ciudades, fueron olvidando ese origen para que sus hijos tuvieran oportunidades de estudio y trabajo. En eso estamos todavía como sociedad. Te empujan a ser parte de una ciudad sin raíces. Mis raíces no sabemos, no están. ¿Qué pasa ahora? Nosotros como pueblo estamos reinventando eso. La bandera mapuche flamea en las marchas junto a la bandera chilena con toda libertad y nadie la cuestiona.

—En tus canciones, ¿querés contarte a vos mismo o a Chile?

—Cuenta tu aldea y contarás el mundo.

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