Pasaron 16 años entre la publicación del álbum debut de Los Abuelos de la Nada y la de Tangos bajos. El primer disco del primer grupo de rock de Daniel Melingo salió en 1982. El primero de los muchos discos de tango, en 1998. Desde entonces, el cantante, clarinetista, guitarrista, saxofonista y compositor no volvió a hacer rock. La cuenta es sencilla: Melingo acumula más años como músico de tango que como músico de rock. Para toda una generación, sin embargo, sigue siendo un rockero que se dedica al tango. Para toda una generación de argentinos y argentinas, claro. Porque para el resto del mundo no hay dudas: Melingo es sinónimo de tango. Y de la Argentina.
—En Europa soy más argentino que nunca, como un embajador. La diferencia la marco siendo argentino, haciendo música argentina, no haciendo rock. Yo pertenezco al tango. Sería vanidoso decir que soy el tango, pero soy argentino, porteño, soy parte del tango. Mi abuela cantaba ópera, mi abuelo era músico rebétiko, mis primos eran rockeros, mis tíos eran tangueros... Me conocieron como artista de rock y pude hacer esa suma, demostrar que había algo más. El que hace música, hace música. El análisis viene después, por los analistas. El que hace música genera el sonido y la emoción que conlleva ese sonido. El resto es el análisis para los periodistas.
Esos sonidos y esas emociones generadas por Melingo han ido tomando distintas formas a lo largo de los últimos 40 años. La última, que acaba de estrenarse, se titula Ópera Linyera, una ópera de cámara audiovisual que es resultado de las múltiples búsquedas e inquietudes artísticas y familiares de Melingo, en las que conviven sus raíces italianas, sus conocimientos académicos, los miles de kilómetros recorridos en giras europeas, sus compinches del rock, el cine y la plástica, sus barrios porteños y hasta antepasados griegos con palacios en Viena. Por supuesto, él lo explica más lindo y mejor.
—La Ópera Linyera tiene que ver con todo este entramado, no solo con el tango y la rebétika, que es la música de los bajos fondos griegos. Incluye mi entidad familiar, que tiene que ver con Buenos Aires y con Grecia pasando por París... En realidad, es un falso París el que abduce al Linyera, es como un inframundo. Hay mucha fantasía y mucha mitología dentro del cuento, pero tiene un poco que ver con todos estos temas, estas hibridaciones entre el tango, la rebétika y mis lazos familiares sobre una especie de Olimpo del rock, porque están Andrés Calamaro, Enrique Symms y Fernando Noy. Un falso Olimpo, también. Andrés y Symms aparecen grabados en voces y en videos animados. Nos inspiramos en las personas que pusieron sus voces para crear los personajes. O sea que, para El Adivino, que es Enrique Symms, nos inspiramos en él. Para Siete Vidas nos inspiramos en Andrés Calamaro. Y después ellos pusieron sus voces. Para el chamán nos inspiramos en la figura ancestral de Fernando Noy, y él es uno de los actores en vivo. En el escenario se ve a Fernando, a mí, que canto, a los músicos y a dos bailarines que intercambian personajes para darle un poco de carne y hueso.
—Muchas de tus canciones tienen distintos personajes como protagonistas. ¿Por qué, de todos, es el Linyera el que sobrevivió?
—No sobrevive: mueren todos, como en toda buena ópera. Es una masacre.
—Estás espoileando el final.
—Sí, lo espoileo porque en la ópera vos tenés que conocer el argumento; si no, no se entiende muy buen lo que pasa. Cuando vas a ver una ópera necesitás saber qué va a pasar, lo que vas a ver es cómo lo están diciendo los intérpretes.
—La pregunta apuntaba a saber por qué es el Linyera el personaje que elegiste para desarrollar la historia.
—Porque me dio más tela. En esta historia, el cuento es el siguiente. El Linyera tiene un sueño con una melodía que nunca escuchó, y va a investigar de dónde viene esta melodía. Es algo que a mí me pasó en 1985: me desperté con la melodía de (la canción de Los Twist) “La cueva de Alí” en la cabeza. Ese hecho es el disparador de esta historia. El Linyera va a buscar de dónde viene esa melodía, se imaginaba en una mujer de espaldas tocando un instrumento griego, cree que venía del puerto de La Boca. Va a la Isla Maciel pero se decepciona porque no viene de ahí. Y en su búsqueda tiene ofrecimientos, le cambian su galera por un barco, cruza las grandes aguas, naufraga y termina abducido en las aventuras y desventuras del inframundo. Logra escaparse con su aliado, Siete Vidas... y al final terminan todos masacrados entre sí. Pero hay un epílogo: ellos atraviesan la muerte y llegan a lo que finalmente había soñado el Linyera. Y todos los personajes que habían muerto llegan juntos hasta el lugar que el Linyera había soñado. No te espoileo el final-final, quién fue la factótum, la que manipuló toda la historia. Te cuento hasta ahí.
—¿La historia existe desde 1985?
—No, la empecé a escribir en 2017, le fui dando forma a partir de las canciones que salieron en el álbum Oasis (2020), y hay un volumen 2 de Oasis que va a salir después del estreno de la ópera. Algunos personajes tienen dos, tres canciones... Y le fuimos dando forma de una manera operística. Con Rodolfo (Palacios, coautor de Ópera Linyera) hicimos un taller de guión de ópera para darle esta estructura, con las arias, con las canciones, los recitativos que son las partes más habladas y que cuentan la trama y que están a cargo mío y de Fernando.
Linyera fue editado en 2014. Ese disco fue el puntapié inicial para una de las derivaciones más curiosas en el derrotero de Melingo. Porque es sabido que nació en Parque Patricios, que tocó con Milton Nascimento en Brasil, que integró Los Abuelos y fue uno de los líderes de Los Twist, que fue músico de Charly García, que se radicó en España y formó Lyons en Love, que grabó un muy lindo disco de reggae en 1995 y que después todo fue tango, primero en su formato más clásico y luego más experimental y volador. Lo que no estaba en los planes de nadie es el capítulo griego de la historia de la familia Melingo. Otra vez, nadie lo relata mejor que él.
—A partir del álbum Linyera conozco a Daniela Melingo, que es una nieta del hermano de mi abuelo; como una prima segunda, sería. Ella nació en Viena junto con Manuel y con Cristo, tres hermanos que son nietos de Paolo, el hermano de mi abuelo. Mi abuelo Piero y mi abuela nacieron en Trieste. Y mi abuelo, cuando emigró a Buenos Aires, nunca más volvió a su tierra natal. Bueno, conozco a Daniela por Facebook. Me daba mucha curiosidad una Melingo que vivía en Viena, no hablaba español... Cuestión que en giras mías, empieza a venir a verme. Lisboa, Londres, Alemania, París, en un momento ya viene con su marido... Una señora de mi edad. En París conoce a Celeste, mi mujer, y a Félix, mi hijo... Y un día, en París, nos dice: “Los quiero invitar a Viena para que conozcan el Palacio Melingo”.
—...
—Claro: ¡Palacio Melingo! Así que terminamos yendo a Viena: hacemos el paseo como turistas, en el micro sin techo, conocemos el Danubio y vamos al Palacio Melingo, que resultó ser de un ancestro nuestro que había sido mercader y que perdió todo en el juego. Pero el palacio quedó. Estamos una semana invitados por ellos. Y bueno, me muestra el árbol genealógico, y la rama de Piero, mi abuelo, decía “Piero”, “Novella”, que era la hermana de mi abuelo, “Buenos Aires” y un signo de interrogación: no sabían nada de lo que había pasado en Buenos Aires. Claro, cuando se enteran de que yo era el nieto de Piero y que tengo un hijo llamado Félix, se empiezan a fascinar. Y mi gran pregunta era por qué, si estaba casada, Daniela seguía manteniendo el apellido Melingo. Resulta que mirando el árbol genealógico, veo que en el tronco, una de las primeras familias venía de Zakynthos. Y digo “Yo estuve en esa isla”. Zakkynthos es una isla de Grecia que yo había conocido unos años antes, en una gira. Lo curioso fue que todas las personas que trabajaron conmigo eran mujeres: la sonidista, la road manager, todas chicas. Y mi prima Daniela me dice: “Sí, porque el escudo de familia original es de Zakynthos; los Melingo se conocen desde 1400 en la isla de Zakynthos. Y la isla tiene una antigua tradición de matriarcado, por eso cuando nos casamos, hicimos un acuerdo, aparte del matrimonio, para mantener mi apellido original”.
De todo esto, entonces, está hecha Ópera Linyera. El espectáculo se estrenó este viernes 16 y seguirá en cartel por otras siete funciones, los viernes y sábados a las 20 en el Centro Cultural 25 de Mayo, bonito teatro de Avenida Triunvirato 4444, en CABA. “Fue bendecido por el Papa”, acota Melingo. Y agrega: “Ahí cantó Gardel”. La descripción formal dice que se trata de un “poema épico con estructura operística, música original, proyecciones animadas, danza y tratamiento audiovisual,”. La adaptación, dirección y puesta en escena es de Pichón Baldinu; en escena tocan Muhammed Habbibi, Juan Ravioli y Gómez Casa.
—¿Los músicos que participan en la ópera son los mismos que te acompañan en las giras por el exterior?
—Sí, pero igual tengo muchas bandas. Suena medio fanfarrón, pero tengo un conjunto de músicos que me acompaña hace muchos años acá, que a su vez viaja conmigo cuando hace falta. Pero también tengo un conjunto de músicos en París que viven ahí, y también hace mucho que trabajan conmigo. Voy combinando de acuerdo a los compromisos y las posibilidades. Las giras de este año fueron con Juan Pablo Gallardo como pianista, arreglador y director de la Típica Melingo, que es una orquesta grande de tango formada solo por mujeres que viven en Europa. Pero también tengo un formato con una orquesta reducida, con músicos de allá... En esta ocasión, como se escucha en el álbum Oasis, es un sonido eléctrico. Conformamos un power trío para esta ópera. Y como es un audiovisual, hay de todo, es una técnica mixta de sonidos eléctricos, orgánicos, electrónicos... Yo tiro una paleta muy amplia, no hay una definición de estilo.
No exagera Melingo cuando se describe como un artista de paleta amplia. De hecho, su capacidad expresiva no se limita a la música. El cine también lo convoca, tanto delante como detrás de cámara. Como actor, ha tenido participaciones protagónicas en películas como Lulú (Luis Ortega, 2014), Una noche sin luna (Luis Tejeira, 2014) y Su realidad (Mariano Galperín, 2014), entre otras. Como realizador, este año estrenó El teorema de Mosner, cuya dirección comparte con Esteban Perroud.
—Habla de la página en blanco, de las motivaciones. Es una biopic de un artista plástico muy amigo mío que reside hace 40 años en París. Filmamos toda la película en su atelier. Y de alguna manera hicimos un hiper-realismo de esa cuestión: la incertidumbre de la página en blanco, la inspiración... Sobre todo cuando hay pedidos y a uno no le salen.
—Como casi toda tu obra musical, la película tiene algo de... ¿humor, ironía? ¿Cómo lo llamarías?
—Histrionismo. Humor también. Pasa que el humor es muy difícil. No todos elegimos ser payasos. Es muy difícil hacer reír. Porque hay una autenticidad muy importante. Una sinceridad... El humorista no puede hacer como que es humorista: el humorista tiene que hacer reír, y si no hace reír, no es humorista. El humor es muy necesario, es un condimento muy importante para decir algunas cosas que de una manera solemne no se pueden decir. Un ejemplo son Los Twist de la primera época. En La dicha en movimiento tocamos un montón de temas que, con la solemnidad de ese momento, era imposible tocarlos. La crítica, el humor, el histrionismo, la ironía para mí son todos elementos que vengo trabajando como una argamasa desde hace más de 40 años. Desde el Ring Club con Vivi Tellas, te diría. Ahí ya trabajábamos ese doble sentido... Tiene que haber un subtexto, siempre.
—¿Te obligás a trabajarlo o aparece solo?
—Aparece solo, cuando vas creando las capas. Muchas veces hay una capa principal que es la que se ve, pero si uno raspa un poco, enseguida encuentra los subtextos.
—La música de Teorema de Mosner también es tuya.
—Es contemporánea a mi álbum Anda (2016). Así como la película anterior, Su realidad, dirigida por Mariano Galperín, es contemporánea al álbum Linyera, El Teorema de Mosner es contemporánea al disco siguiente, que es Anda. Es la música original del disco manipulada para la película, con algunos esbozos de lo que está pasando ahora. Porque en este momento también estamos con el teaser del nuevo largometraje que va a acompañar a Oasis0. Se llama El oráculo de Zakynthos y tiene que ver con la ópera. Con este formato que estamos intentando que siempre un álbum de música vaya a acompañado de una ficción, o una docu-ficción.
—¿Tomás el cine con la misma dedicación que la música?
–Bueno, tengo un poco más de oficio en la música, más años de experiencia. Con el cine, en la última década estuve trabajando y sigo trabajando muchísimo y con mucho entusiasmo, con muchos queridos compañeros como Luis Ortega, con quien estamos terminando dos largometrajes ahora. Uno es 29 horas y media que es la historia de Los Twist... Estoy trabajando varios proyectos cinematográficos, algo que me interesa mucho, siempre me interesó la música para cine.
—Y como actor también.
—Sí, sí. Digamos que puse mi histrionismo al servicio de varios directores que me convocaron. Ahora se va a estrenar Aguamadre, una película de Lucía Van Gelderen que filmamos en Puerto Pirámides, en la que interpreto a un avistador de ballenas... Y ahí me sentí actor. Me gusta. La verdad es que sin conocimiento porque nunca hice un casting y siempre llaman a Melingo, pero entrando por esa puerta fácil, cómoda, fui encontrando un gusto muy especial a actuar de esta manera.
—Volviendo a la música: el tango siempre tuvo una alta dosis de nostalgia, melancolía...
—Todos los géneros la tienen.
—Sí, pero... ¿creés que podría existir una lectura igualmente melancólica sobre, por ejemplo, el rock de los 80?
—Sobre la melancolía te puedo decir lo siguiente. Nuestra cultura está hecha sobre un principio de melancolía. La nostalgia es intrínseca a nuestra cultura. Y tanto en el rock, en el tango, en toda nuestra música, estoy convencido que se debe a que está construida por alguien que dejó algo atrás que tal vez no lo va a volver a ver más. La melancolía entonces es parte de esa energía del que está recordando lo que fue su pasado. Y eso pasa en todos los géneros, pero sobre todo en nuestros géneros vernáculos como el tango o el rock, que es un desprendimiento del tango. Tiene toda esa misma connotación. ¿Por qué? Porque nuestros ancestros dejaron algo atrás. Y eso nos cargó las tintas de lo que decimos. Es una teoría mía. Y creo que no hay que escaparle a la melancolía porque es nuestro principio fundamental de inspiración. Es todo un gran misterio. El ingrediente nómada, la diáspora está en todas las culturas, la diferencia se genera a partir del lugar de dónde vienen y adónde llegaron: eso define las características.
—¿Eso nos hace diferentes?
—Por supuesto, lo que pasa es que nosotros no lo vemos. Es solo salir del Río de la Plata para darse cuenta de lo definidos que somos nosotros como cultura. Acá discutimos si esto es así o se hace asá, somos todos jurados, somos todos jueces. Y muchas veces no nos damos cuenta de las características culturales tan marcadas que tenemos.
—Algo que es más valorado afuera que acá.
—No soy quién para decirlo.
—Bueno, podrías porque en principio, estás mucho tiempo afuera.
—Hasta que empieza a llover.
* Daniel Melingo presenta “Opera Linyera”, los viernes y sábados a las 20 h hasta el 8 de octubre, en el CC 25 de Mayo, Triunvirato 4444 (Villa Urquiza, C.A.B.A.).
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