Luis Machín: “Luego de la pandemia, me convertí en productor de mi mismo”

El actor rosarino vive una semana plena de actividad, entre los estrenos de las películas “Perros del viento” y “Siete perros”, y la sexta temporada del unipersonal “El mar de noche”. Todo eso más una cantidad importante de proyectos en progreso. “No padezco el trabajo, no soy de esas personas que están esperando el fin de semana para hacer un asado”, afirma

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Tráiler de la película "7 perros", protagonizada por Luis Machín, y dirigida por Hugo Guerrero

¿Es posible estar involucrado en una docena de proyectos y al mismo tiempo sentir que no se está del todo activo? Para Luis Machín no solo es posible: es inevitable. “Es una sensación que tuve casi de manera constante”, admite con resignación. ¿Qué resultado arroja un repaso sucinto? Machín hoy protagoniza El mar de noche, unipersonal que va por su sexto año en salas de todo el país y también del exterior. Esta semana se estrenó Perros del viento, largometraje rodado en Rosario que Machín protagoniza. El próximo jueves llega a la pantalla grande Siete perros, película también protagonizada por él, en este caso filmada en Córdoba. A su vez, continúa dando clases de teatro, y empieza los ensayos de La última sesión de Freud y de la versión local de El Rey Lear, de Shakespeare. Mientras tanto, espera que distintas plataformas estrenen las series Melody (comedia musical infanto-juvenil para Netflix) y Diciembre 2001 (thriller de Star+ que recrea la crisis argentina de esos días, en la que interpreta al ex ministro de Economía, Domingo Cavallo). Y hay más: acaba de grabar un largometraje en coproducción con Chile titulado Los colonos; recientemente participó en la biopic de Tangalanga, hizo una serie sobre barrabravas llamada El hincha, y participó en la versión para la cadena mexicana Telemundo de Historia de un clan, que se está por estrenar.

¿Entonces?

Luis Machín sonríe no sin algo de pesar: “Es algo que nos pasa a los actores, sentimos que estamos por atrás de las cosas”. Lo cierto es que septiembre no podría encontrarlo con más actividad. De Jujuy a Buenos Aires, de allí a Rosario, luego a Córdoba, más tarde a Tucumán... “Yo siempre funcioné mucho mejor en la hiperactividad”, reconoce.

Crédito: Maximiliano Luna
Crédito: Maximiliano Luna

—No padezco el trabajo, no soy de esas personas que están esperando el fin de semana para hacer un asado. De hecho, cuando hacía novelas que se grababan de lunes a viernes, los viernes no era un momento feliz para mí. Recién cuando nacieron mis hijos empecé a tener una configuración distinta, a querer que lleguen las vacaciones, pero por cómo las disfrutan ellos. Las vacaciones no son algo que yo ansíe locamente. Sí, viajar, pero por trabajo. Una actriz rosarina lo definió bien; decía: “Me gusta viajar si soy parte de la geografía”. Es buena la idea: no estar como espectador sino ser parte.

Los caprichos de las carteleras y la pandemia, que interrumpió proyectos en proceso y postergó otros casi listos, pusieron a Machín en una situación curiosa: con diferencia de siete días se estrenan dos películas que lo tienen como protagonista. Pero como también tiene su unipersonal en cartel, empieza por allí.

El mar de noche (escrito por Santiago Loza y dirigido por Guillermo Cacace) propone una forma muy curiosa de actuación. No inventa nada, ya se ha experimentado, pero propone un estado que hoy en la cartelera porteña no lo ves. En general, al unipersonal se le demanda que el actor o la actriz hagan muchos personajes, que sea llevadero y dinámico, que tenga música. El mar de noche te lleva un territorio totalmente opuesto: es el hombre ahí, contando su estado y por qué está así. No vuela una mosca, y no es que no vuele una mosca en (la sala) Caras y Caretas o en Timbre 4: no vuela una mosca en Luján, en Ituzaingó, en Santa Fe, en Montevideo, en Holanda, en Chile... El clima que se genera es notable, lo que devuelve la gente que espera a la salida o escribe al Instagram es muy conmovedor. Darle a la gente todo el tiempo una dinámica tiktokera pensando que es lo que quiere, y que pospandemia todos nos queremos cagar de risa, es subestimarla en su deseo.

Tráiler de la película "Perros del viento", protagonizada por Luis Machín y Gilda Scarpetta, dirigida por Hugo Grosso

Ya volverá a hablar sobre teatro. La agenda le impone otras urgencias. La primera tuvo fecha el jueves 15 pasado, cuando se estrenó Perros del viento, dirigida por el rosarino Hugo Grosso. La segunda, el próximo jueves 22, día de la premiere de Siete perros, del cineasta cordobés Rodrigo Guerrero. Sí, muchos perros. “Pura coincidencia”, asegura Machín. No tanta coincidencia es, en cambio, que se trate de dos películas rodadas en sendas ciudades del interior. “Hay un gran movimiento”, dice Machín. Pero de inmediato advierte: “Gran movimiento que se vería absolutamente interrumpido si no sale la ley de apoyo”. La interrupción está justificada: Machín se refiere a la prórroga de las asignaciones específicas establecidas en la Ley 27.432 para las industrias e instituciones culturales, que fue aprobada por la Cámara de Diputados en junio pasado y que debe ser aprobada en Senadores antes de que finalice el año.

—Faltan tres votos de tres senadores. La ley se vence en diciembre y si bien se habían llegado a algunos acuerdos entre oficialismo y oposición, sigue pendiente. Si no se renueva esa ley, será un golpe mortal para la producción independiente. Estamos en una encrucijada muy grande, es como si nos hubieran dado tres meses de vida. Así de grave es la situación.

—Volviendo a las películas que se estrenan en estos días, ¿existe un lenguaje cinematográfico propio en cada provincia, distinto al porteño?

—Es muy personal y subjetivo. En el caso de Perros del viento, se trata de un tema propio de Rosario, un mito urbano muy preciso: el de los perros que se “suicidan” cayendo al vacío en el Parque España. Con el tiempo, el mito fue teniendo derivaciones, diversas explicaciones de por qué sucede, desde que es un portal hacia otra dimensión hasta que es producto de que los perros tienen una percepción del sonido distinta a la de los humanos y por eso escuchan cómo se arremolina el viento, acuden a ese llamado y caen. O que es porque ven los pájaros volar sobre la línea del horizonte como si estuvieran al ras del piso, y se caen porque corren para agarrarlos. En el Instagram de Perros del viento colgaron algo de todo eso. Hay un médico veterinario de Rosario que atendió más de 40 casos de perros que se tiraron: algunos los pudo salvar. Y aunque se tomaron muchas medidas y hay muchos más cuidados, todavía sigue pasando. Hasta el perro del ex gobernador de la provincia de Santa Fe, Antonio Bonfatti le pasó. Creo que Perros del viento es una muy buena metáfora entre lo que es instintivo de los animales y lo racional del hombre: cómo asoma un hombre al abismo de su problemática personal, en este caso amorosa, cómo racionaliza eso a lo que el perro responde de manera más instintiva. Tomar como puntapié inicial este mito urbano que surge de acontecimientos reales y equipararlo con una situación de búsqueda personal. Me parece que es una es una muy linda historia.

Luis Machín (Crédito: Maximiliano Luna)
Luis Machín (Crédito: Maximiliano Luna)

Siete perros, en cambio, transcurre en Córdoba, pero esa situación de un hombre solo compartiendo un departamento pequeño con siete perros podría ocurrir en cualquier ciudad grande del país. Y es muy angustiante.

—Sí. Te liquida. Yo la vi tres veces y sí, es muy conmovedora. Y las devoluciones de la gente también. Quizás lo esperanzador de la película tenga que ver con las cosas que se puede llegar a ser por amor, ¿no? Pero sí, es muy angustiante. La enfermedad del protagonista, su vínculo con la hija, las dificultades para relacionarse con los demás... Las veces en que vi las proyecciones, se produce un mecanismo un poco psicótico, ¿no? Porque te estás viendo a vos mismo y te emocionás con eso; no hay muchas actividades que produzcan eso. A mí me llama la atención porque cuando veo una película en la que yo trabajo, y sobre todo en la que tengo una carga importante o soy el protagonista, en general lo que se me produce es distancia. La primera vez que la veo, me detengo en los errores, lo que se podría haber hecho y no se hizo... Me lleva tiempo amigarme. Siete perros la vi el año pasado y enseguida me conmovió mucho, y ahora que la vi dos veces más, la segunda vez tuve que evitar ver una de las escenas porque no podía tomar distancia; no puedo tomar distancia de mí. Por un lado me parece maravilloso, pero es raro: te estás emocionando con vos mismo. Siete perros también. Cuenta una soledad. Los dos personajes son muy solitarios a su manera. Ariel en Perros del viento está tratando de resolver un problema de su cabeza y de su corazón, y necesita un poco la soledad, desprenderse de su pareja en España para solucionar estos interrogantes que tiene, sobre todo en relación a la paternidad. Y en el caso de Ernesto, en Siete perros, es también una persona que dentro de su parquedad, su soledad y su incapacidad en apariencia de vincularse con el otro, hace todo lo posible para mantener su núcleo íntimo de amor, que es tratar de que los perros estén lo más cerca posible suyo. Y hacerlo con picardía, me parece que en el fondo Ernesto es bastante pícaro y se sale con la suya; logra mantener ese vínculo de unidad con el cotidiano amoroso que son sus perros. Logra mantenerlos cerca.

—A diferencia de las películas clásicas protagonizadas por perros, esta no los humaniza: son perros que tienen vida de perros.

—Nunca fue la idea. La premisa fue no trabajar con perros adiestrados. Estaba la persona que los pasea, nada más. Yo estuve unos días antes conviviendo un poquito con los perros. Fue fácil pero podría haber sido un desastre: siete perros adentro de un departamento que no era muy grande, con todo el equipo de filmación... Y que los perros estuvieran atentos a mí...

Luis Machín protagoniza "Perros del viento"
Luis Machín protagoniza "Perros del viento"

—¿Cómo te llevás, en general, con los perros?

—Hacía mucho tiempo que no tenía contacto con perros. Yo me crie con perros, en Rosario siempre tuvimos perros. Pero desde que me vine a vivir acá, en el 93, no tuve más... hasta ahora. Hace un año y medio tenemos a Tato, que lo trajimos con la familia de Rosario.

—La familia es parte fundamental en Perros del viento. ¿Cómo fue trabajar con tu esposa (Gilda Scarpetta) y tu hijo (Lorenzo Machín)?

—Una experiencia muy buena. Gilda había hecho algunas participaciones en programas en los que yo estaba, pero cosas pequeñas. En este caso, tanto el de ella, el de (el actor uruguayo) Roberto Suárez, el de mi hijo Lorenzo y el mío son personajes protagónicos. Y está mi hija Aurora, también, que hace una pequeña participación. No es la primera vez: en Milagros de otoño, que también se filmó en Rosario hace tres o cuatro años, Lorenzo tiene una participación bastante importante, y mi mujer y la nena también hacen una escena chiquita. Pero esto fue distinto, fue una película familiar... aunque no siempre lo fue. De hecho, el director le pasó el guion primero a Gilda para el personaje de Laura. Eso fue hace más de 10 años. Y yo, de curioso, lo leí y le dije “Si te da, si te parece, a mí me gustaría hacer el personaje de Ariel”. Y así empezamos a pensarla para los dos. Y como la película tuvo reescrituras, idas y venidas con el Incaa, problema de financiación, intentos de coproducciones con el exterior, bromeábamos entre nosotros diciendo “si a Lorenzo le llega a gustar lo de ser actor, va a terminar haciendo el personaje de Juani”. Y así fue: con 12 años, Lorenzo hizo el personaje de Juani. Se terminó convirtiendo en una especie de empresa familiar: pasábamos la letra entre los tres y nos involucramos mucho. Y como fue filmada todavía en pandemia, el hecho de poder estar haciendo una película los cuatro juntos terminó siendo una especie de oasis. Vivíamos en un hotel muy bonito de Rosario que lo teníamos para nosotros solos porque no había huéspedes excepto los fines de semana, así que íbamos, filmábamos, volvíamos, cenábamos... Fue una especie de situación ideal en contexto muy adverso.

Luis Machín, con su esposa Gilda Scarpetta y su hijo Lorenzo (Crédito: Maximiliano Luna)
Luis Machín, con su esposa Gilda Scarpetta y su hijo Lorenzo (Crédito: Maximiliano Luna)

—¿A Lorenzo le gusta la actuación?

—Sí, estudia, tiene su taller de teatro, es un fanático, ve todo el cine que puede, tiene mucha curiosidad. De chiquito yo lo llevaba al teatro y tenía curiosidades por saber todo, desde cuántas entradas estaban vendiendo hasta cómo estaba funcionando el bar. Pero le gusta actuar.

—Durante la pandemia generaste un proyecto con ellos dos: teatro por streaming.

—Eso fue una convocatoria de la sala de teatro Nün. Pero sí, y también generé charlas con artistas y directores de cine, otro ciclo de entrevistas con colegas. El contexto de pandemia le dio algo introspectivo de lo que no había forma de escaparse. Eso a mí me daba tiempo para preparar las charlas... Por supuesto que no me considero periodista, pero sí alguien que conoce mucho su propia actividad, y de lo que hablamos fue de eso. Y la verdad es que me hizo muy bien. Considero que tengo una capacidad de trabajo muy grande, y pospandemia creo que me convertí en una especie de productor de mí mismo, también. Por ejemplo, las clases que doy me las gestiono yo, no se me caen los anillos.

Luis Machín protagoniza "7 perros"
Luis Machín protagoniza "7 perros"

—Y además estás con dos obras en etapa de ensayos.

—Estamos empezando a ensayar La última sesión de Freud, que ya hice hace diez años. Aquella vez, el personaje de Freud lo hacía Jorge Suárez; ahora lo voy a hacer yo. Se sabe que durante sus últimos años, Freud se entrevistó con gente que pensaba muy distinto a él. Quería cotejar formas de pensar... algo que viene muy bien para esta época.

—Una rareza: hoy nadie tiene ganas de ponerse a pensar si está equivocado.

—No, y Freud parece que sí, aunque creo que él sabía que no estaba equivocado. Pero sin embargo lo dice en la obra: “Me he pasado la vida examinando fantasías; en el tiempo que me queda estoy dispuesto a entender todo lo que pueda de la realidad”. Y con quien se entrevista en la obra es con Clive Staples Lewis, el autor de Las crónicas de Narnia, que se convirtió al catolicismo después de haber sido ateo. Freud no puede entender cómo alguien que compartió sus mismas convicciones ahora se abrace a “una mentira insidiosa” como él mismo dice. Entonces hablan de Dios y hablan de la ciencia. Es una discusión encarnizada entre ambos, en la que también se escuchan y hay una decisión de escucharse. No se sabe si Freud tuvo alguna de estas entrevistas con Lewis, no está documentado que ese encuentro haya sucedido, pero sí que tuvo este tipo de charlas con otros personajes de su época. Se presentará en el Teatro Picadero: yo haré a Freud y Javier Lorenzo hace de Lewis. El director es Daniel Veronese, el mismo que dirigió la versión anterior. En principio la voy a hacer cuatro meses, porque tengo pendiente por la pandemia el estreno de la versión argentina de El Rey Lear (de William Shakespeare), que estuvimos a dos días de estrenarla en el Teatro Cervantes en el 2020 y no llegamos. Hicimos un ensayo general, estaba todo montado, con vestuario, escenografía, todo, y se cerró el mundo. Así que ahora, finalmente, la vamos a hacer. A mediados de abril haremos ensayos abiertos, y entre mayo y junio arrancarán las funciones. Se llama La gesta heroica y la dirige Ricardo Bartis. Y trataremos de que conviva con La última sesión de Freud. Eso es lo que tengo previsto para los próximos meses en teatro. Probablemente grabe una serie en Uruguay, pero es algo de los no puedo decir mucho. Y seguiré con el unipersonal y dando clases.

—¿Te gusta ldocencia?

—Sí. No tengo formación docente y eso es lo que a mí me siempre me tiraba para atrás, pero me di cuenta de que tengo cosas para transmitir, y encontré la manera. Son encuentros de entrenamiento actoral, no son talleres porque no siento que pueda llevar adelante un taller con muestras a fin de año y todo eso. Pero no lo descarto, porque antes descartaba lo otro y ahora lo estoy haciendo. Parece que cuando uno se va poniendo grande, las cosas que uno sostenía con mucha vehemencia empiezan a relativizarse.

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