Josefina Delgado, una vida plena de literatura

Con una extensa carrera en el mundo editorial y la dirección de bibliotecas, será reconocida como personalidad destacada de la Cultura. En este diálogo, repasa sus historias con Borges, Cortázar y más

Josefina Delgado

Dice que ya tenían todo listo para irse, que hasta les hicieron una fiesta de despedida en la casa de Beatriz Sarlo. Dice que no aguantaba más, que tenía dos hijos y que cada vez que sonaba el teléfono anticipaba la amenaza. Dice que varios de sus amigos ya se habían ido —se habían tenido que ir— y que de noche atravesaban un mueble delante de la puerta: dice que pensaban que eso les iba a dar unos segundos extra. Dice miedo y dice horror y dice terror y se le oscurece la mirada. Dice que cada tanto se escuchaban explosiones y que el hijo de diez le decía al de cinco: “No te asustes, Tato, fue una bomba”. Dice que Cortázar, a quien había conocido en 1973, estaba atento a su situación —hay una carta que lo documenta—, y que Arocena les había conseguido casa y trabajo en Austin, Texas, dando clases de español. Dice que ya tenían todo listo para irse, pero que algo pasó: no salió el trabajo o el alojamiento, y de repente se vieron atrapados en un problema sin solución y decidieron quedarse.

Borges y yo

“Nosotros no lo queríamos a Borges”, recuerda ahora, en un bar de Uriburu y Melo, en Recoleta, un sábado de sol que caldea el invierno y en donde las camareras la conocen tanto que le sirven el café sin preguntarle. “Yo era del PCR y él se había afiliado públicamente al Partido Conservador”, dice, “lo respetábamos literariamente, pero él era, como decirte, el testigo del infierno”.

El nosotros se refiere a Ricardo Rey, José Malagón y Luis Tedesco, con quienes fundó la revista El Búho, una suerte de respuesta a El escarabajo de oro, de Abelardo Castillo. Era el comienzo de la década del 60, y habían ido a verlo a la Biblioteca Nacional, donde los recibió sin audiencia previa. Para no caer en la discusión política —a la que Borges, de todas maneras, no se habría prestado—, la entrevista fue estrictamente literaria. Ninguno de ellos podía prever que, treinta años más tarde, Delgado iba estar a cargo de la subdirección de la Biblioteca y que iba a recuperar para el patrimonio argentino las primeras ediciones y manuscritos de muchos de los cuentos que hablaron aquel día.

Aunque con saltos, los encuentros con Borges se mantuvieron a lo largo de los años y la aprehensión inicial fue dejándole lugar a un sentimiento de amistad que pervive en el recuerdo. Delgado le dedica varios pasajes a Borges en su autobiografía, Memorias imperfectas (2014). Habla, por ejemplo, de los meses en que tuvo el encargo de acompañarlo mientras él escribía el prólogo a las tragedias de Shakespeare.

“Me acuerdo especialmente del día en que se dirimía el Premio Nobel”, escribe en el libro. “La noche antes, Fanny tuvo que darle una pastilla para dormir. A la mañana siguiente, ella me dijo que había estado nervioso. Sin embargo, nada en nuestra conversación dejó entrever aquella posible inquietud. Pocos días después, cuando ya era claro que no se lo darían, me confesó que le hubiese gustado tener dinero para comprarse una casita en el barrio sur”.

Josefina Delgado en la Fundación Walter Benjamin, Frankfurt, 2011 (La foto es de Mordzinski)

Sobre el arte de la novela

En los años 70 y 80, Delgado era una gestora cultural que intervenía activamente con el rescate de obras, la promoción de autores jóvenes de la Argentina y el extranjero, etc. Formaba redes entre esos escritores y también hacía de puente para que algunos de ellos pudieran ir a visitar a Borges: la brasileña Nélida Piñón, el chileno Jorge Edwards, tantos otros.

Delgado habla y los nombres aparecen en fila: Beatriz Guido, José Donoso, Antonio Di Benedetto, José Saramago, pero también Julian Barnes, Juan Cruz Ruiz, Sergio Ramírez, Mario Vargas Llosa. Pero ese namedropping es un ejercicio de ocultamiento. Delgado cuenta su vida, pero a través de los demás. Como quitándose importancia.

Hay un último hecho que envuelve a Borges y que durante mucho tiempo formó parte de polémicas y versiones. A finales del 82, Borges fue jurado en un premio literario organizado por la editorial donde trabajaba Josefina Delgado, y que se completaba con la presencia de José Donoso, Enrique Pezzoni, Jorge Lafforgue y ella misma. Se presentaron más de 1.700 concursantes. El premio tenía dos cuestiones significativas. La primera era el monto: el ganador recibía 5.000 dólares, que por entonces representaba el valor de un departamento de un ambiente; la segunda era que podían participar los escritores argentinos que vivieran en la Argentina y en el extranjero, lo que significaba un manifiesto político y el reconocimiento a los exiliados. El ganador fue Carlos Gardini con un cuento sobre Malvinas, “Primera línea”.

Memorias imperfectas, de Josefina Delgado (2014)

Uno de los concursantes había sido Rodolfo Fogwill que durante años contaba cómo le habían leído su cuento a Borges. Borges ya estaba ciego y necesitaba que le leyeran. Yo mismo reproduje la versión de Fogwill en una entrevista de 2010: “Es uno de mis mejores cuentos”, decía, “se lo leyeron Pezzoni y Josefina Delgado y los dos hicieron lo mismo: se salteaban la parte en la que el personaje se pone a coger”. Y remataba la anécdota con el juicio de Borges: “Este hombre domina el arte de la elipsis”. El año pasado, Delgado salió a aclarar por Twitter que: “lo que contaba Fogwill era completamente falso”.

En un pasaje de Memorias imperfectas habla del concurso. Aquí dos fragmentos:

“Aprendí mucho leyéndole [a Borges]. El recuerdo de su genuina sorpresa ante ‘Primera línea’ solo lo tengo yo. ‘Tiene mucha fuerza’, decía. ‘¿Será cierto lo que cuenta?’ Cuando le dije que yo creía que no, concluyó que lo importante era precisamente su convicción. Le gustó mucho ‘Visita nocturna’, ‘El plagio y la muerte’, ‘El pretendiente’, ‘Iniciación al miedo’, Consideró una curiosidad el cuento de Fogwill. No le gustó ‘Llano del sol’ ni ‘Los festejos’, al que Donoso calificó de un cuento muy maduro”.

“Luego, la entrega de los premios [fue] en el Hotel Claridge, a la que Borges no vino, y una suerte de reclamo hacia la limpidez de este concurso hecho en forma de carta de lector por un escritor finalista: Rodolfo Fogwill”.

En la tumba de Cortázar

Te vas Alfonsina

Cuántos hechos alcanzan para contar una vida. Cuántas historias, cuántas tragedias, cuántas batallas, cuántos libros. Hay, entre los varios libros que publicó Delgado, uno que se destaca por encima de los demás: Alfonsina Storni. Una biografía esencial (Planeta, 2001).

Su historia con la autora de Poemas de amor empezó cuando estaba en 5to. grado y la maestra, que se llamaba Rita Victoria, les hizo leer “Voy a dormir”. Ese poema, que habla del suicidio, encendió el espíritu gótico-romántico de las alumnas. “Dientes de flores, cofia de rocío, / manos de hierbas, tú, nodriza fina, / tenme prestas las sábanas terrosas / y el edredón de musgos escardados”, dice la primera estrofa, y cierra “Ah, un encargo: / si él llama nuevamente por teléfono / le dices que no insista, que he salido”.

Las chicas terminaron la escuela con la promesa de reencontrarse y de visitar el monumento de Mar del Plata. Alfonsina nunca soltó a Josefina Delgado. Tanto así que, en 1986, fundó la Biblioteca de la Mujer, a la que llamó “Alfonsina Storni”. Tanto así que cuando Félix Luna le contó que estaba preparando una colección de las mujeres de la historia ella le dijo, casi le gritó, “¡Yo hago Alfonsina!”.

Josefina Delgado en la Feria del Libro. Visitó el stand de Ticmas

La desesperanza destripada

La entrevista termina, pero Delgado envía por WhatsApp un largo audio sobre su amistad con José Donoso. Tiene voz soñadora:

“Lo conocí en el 82, cuando fue jurado del premio y nos hicimos muy amigos de inmediato. A él le gustaba recorrer las calles de la ciudad. Yo lo acompañaba y hacíamos verdaderas excursiones, como ir al Tigre en tren. En años sucesivos, nos parábamos en librerías donde sabíamos que estaban sus libros, y yo entraba a preguntar cuántos quedaban. Él empezó a escibir La desesperanza, que era la novela del regreso, y, como venía habitualmente a Buenos Aires, solía traer los borradores y yo le opinaba, y lo sentía como un privilegio maravilloso. Tengo una tarjeta que me escribe en noviembre del 85, donde dice. ‘Tengo la desesperanza destripada y tirada en el suelo. Yo estoy en el mismo estado’. En el 90 publica Taratuta/Naturaleza muerta con Cachimba, que son dos relatos, y en “Taratuta”, yo soy uno de los personajes, justamente la que camina con el escritor. Aparezco con mi nombre más doméstico, Pepita”.

Con Borges en 1992

Personalidad destacada

Desde el regreso de la democracia, Josefina Delgado tuvo funciones en la gestión pública. Fue directora de las Bibliotecas de la Ciudad de Buenos Aires durante dos gestiones: se ocupó de los catálogos, de la puesta en valor de catorce edificios, trabajó en la recuperación de grandes escritores y en un gran homenaje por el centenario de Borges, que incluyó la edición de una antología que se regalaba con la compra de cada libro de autor argentino.

En la presidencia de Fernando De La Rúa continuó su labor en la Biblioteca Nacional. Iba a ser directora, pero fue el flamante presidente quien pidió que Francisco Delich —ex rector de la UBA— estuviera al frente y ella fuera la segunda. Asumieron el 17 de enero del 2000. La gestión terminó anticipadamente con la renuncia de De la Rúa, y poco después, gracias a una propuesta de Kive Staiff, se incorporó en el Centro de Comunicación del Teatro y la Danza del Complejo Teatral de Buenos Aires para dedicarse a la preservación del archivo del Teatro San Martín. En 2007 asumió como subsecretaria de Cultura de la Ciudad y desde ese lugar promovió el trabajo de escritores jóvenes para presentarlos ante editores del país y del extranjero: Hernán Ronsino, Gabriela Cabezón Cámara, Esteban Castromán y Julián López son algunos de los autores a los que le dio lugar.

El arco biográfico de Josefina Delgado es un capítulo más del relato que explica al país: presa política en los años 60, perseguida por la dictadura genocida en los años 70, funcionaria de la democracia desde la década del 80, la semana próxima recibirá un premio a la trayectoria por la Legislatura porteña. El próximo lunes, 19 de septiembre, gracias a una iniciativa del diputado Ariel Álvarez Palma, será reconocida como personalidad destacada de la Cultura.

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