La naturaleza muerta o bodegón sea quizá el género a partir del cual los neerlandeses, en el siglo XVII, se permitieron ingresar a la alegoría, pero sin romper con su tradición por la fidelidad por “lo visto”. En el Museo Nacional de Bellas Artes, el artista Rob Verf (Amersfoort, 1964), con su muestra Vanitas, ingresa en este legado pictórico pero con un elemento que por cotidiano puede parecer invisible, la basura.
El neerlandés Verf, que reside en Buenos Aires hace poco más de dos décadas, continúa esta “tradición holandesa” y juega a resignificarla, dando un paso más hacia adelante en esto de construir a través del ojo mediatizado, del ojo que ve la realidad desnuda, sin los ideales de la escenificación metafórica, pero a su vez conteniendo el costado alegórico.
“El motivo barroco de la fugacidad de las cosas terrenales, que solo dejan restos, huellas del esplendor y la prosperidad pasadas, es el eje sobre el cual gira el conjunto de trabajos que presenta Rob Verf: una obra indudablemente contemporánea que, a la vez, tiende un puente con la tradición artística y cultural de los Países Bajos”, escribe Penhos en el texto curatorial.
Así se observa en Resonancia magnética, imagen de la sociedad, una pintura coral compuesta por cinco individuales, que capta la atención extendiéndose a lo largo de toda una pared de la sala del segundo piso del MNBA.
En la obra, Verf da un salto tecnológico, ya no pensando la realidad como una observación del ojo mediatizado por una lente como hicieron los “antiguos”, sino a partir de la tecnología de escáneres que, de la misma manera que el microscopio en el XVII, produce una imagen que trasciende lo evidente.
Y el tema de la tecnología, el de la ciencia, fue en aquella época dorada holandesa un tema crucial. Estamos hablando de un tiempo en que el poeta humanista Constantijn Huygens valoraba las imágenes y los fenómenos´visuales como la base del conocimiento, en la que se desarrollaba el perfeccionamiento (y uso) de la cámara oscura, en el que surge el modelo del ojo de Johannes Kepler, y la techné como modelo para el arte de Francis Bacon ingresaba en los círculos intelectuales, mientras Robert Hooke escribía su Micrographia, el tratado en que sostenía que las lentes, el microscopio propiamente dicho, eran una ayuda indispensable del ojo para conocer la verdad.
En ese sentido, por mucho tiempo se pensó a la pintura de aquel momento de manera simplista, presentándolas solo como escenas de interiores, con cierto desprecio a este estilo tan idiosincrático que fue juzgado bajo las teorías del arte de raigambre italianizantes, de la mirada renacentistas como el absoluto de la representación y la belleza. Incluso, Sir Joshua Reynolds sostuvo que las obras eran un “estéril entretenimiento” si se las comparaba con el periodo flamenco.
En su gran mayoría, los holandeses colocaron por delante la “realidad vista” por sobre el estilo personal o individual, aunque por supuesto tuvieron sus diferencias, y regresando al tema del subgénero de las Vanitas se surgimiento se produce dentro de un contexto histórico religioso -recordemos que la hoy Países Bajos era protestante y la extinta Flandes, Bélgica, católica-, ya que había en estas obras un mensaje sobre la vida como un fenómeno pasajero, en el que lo material no era lo importante, sino la preparación para el futuro, que no era otra cosa que la vida después de la muerte, la salvación.
El trabajo de Verf no solo continúa la tradición del subgénero como alegoría contemporánea desde su propuesta conceptual, sino que desde ese lugar ya no recorre el imaginario del mensaje religioso; no es una cuestión de la vida eterna en el más allá, sino el de la vida cercana en el más acá: la existencia del hombre, en el siglo XXI, no puede ser analizada desde la fe ciega en lo perpetuo y su salvación no provendrá de la aceptación de dogmas, sino de sus acciones en lo real.
Es que la basura como tópico no solo nos habla del resultado de un hábito consumista, sino también del efecto, las consecuencias, de ese modo de habitar el planeta. “Cuando consumimos se produce basura. Los cuadros son en un punto tradicionales y también dicen mucho sobre la sociedad, sobre la vida social. Cuando miras eso, es como que estamos viviendo en la basura y no lo notamos”, explica el artista a Infobae Cultura.
Y agrega: “El cuadro está formado por estos estudias que te hacen en un hospital. Te sacan fotos de tu cuerpo para ver qué cosas están mal o cómo está tu cuerpo. Bueno, pinto el estado del mundo socialmente de una manera que no solo es mostrar la basura, sino como si fuera un hospital, para reflejar lo que está mal”.
Para Verf los deshechos pueden componer una poética del caos. Por un lado, considera que se puede encontrar una belleza estética más allá de sus significados. “Nunca trabajo con fotos. Por eso, saco la basura de día y voy mirando las cosas directamente caminando la calle, pienso ‘este objeto es interesante’ como si fuera una escultura y lo grabó en mi mente para recrearlo”.
La muestra está construida a partir de 14 obras de Relf que entran en juego con las del acervo del Bellas Artes, que incluyen piezas de artistas paradigmáticos lo que, en palabras de Relf, revela cómo “la vanitas han sido desde su creación un tema al que los artistas regresaron” y que en este diálogo se puede “ver el interés y cómo el tiempo fue cambiando la manera en que se representaba”.
La curaduría de Marta Penhos coloca en escena una serie de obras de artistas muy reconocidos o especializados en el tema, como la de los flamencos Jan Fyt y Hendrik Martens Sorgh, ambas del siglo XVII, junto a unas pinturas en pequeño formato de Renoir; Diego Rivera, Pettorutti, Martín Boneo, Lía Correa Morales, Aquiles Badi, o Georges Braque.
Las otras piezas pictóricas de Verf están compuestas por dos obras de los inicios de los ‘90, cuando finaliza sus estudios en la Academia de Utrecht, y varias más de hace solo algunos años. En el juego entre éstas se observa el cambio de la composición lumínica, siendo las primeras más cercanas al claroscuro, en las que el uso de la luz está al servicio de lo dramático, mientras que en las más actuales se produce un proceso de asepsia del fondo, que coloca al objeto en el centro sin equívocos, aquí lo dramático ya no es la representación, sino el cuerpo.
“La propuesta de Verf ‒sostiene Penhos‒ se inscribe en la conciencia de la temporalidad de todas las cosas, y supone una intervención en el escenario contemporáneo de las discusiones sobre los efectos devastadores del Antropoceno, la era caracterizada por la acción de los humanos que produce un cambio radical en el planeta y pone en riesgo su propia existencia”.
En trabajos como Naturaleza muerta: frutas artificiales (2019) o Comienzo de una vanitas (2011) se observan otros elementos del siglo de oro, como la cuestión de la perspectiva de Vredeman de Vries, construida a partir del uso del piso de mosaicos, tan presente en pinturas de interiores de Vermeer, Gabriel Metsu, Pieter de Hooch, etcétera.
La muestra continúa con la videoinstalación Producto X, una secuencia en la que un líquido oscuro corroe un vaso de poliestireno tras ser vertido en su interior. La cuestión de la X, que también se aprecia en algunas pinturas, explica el artista, hace referencia al estado de desconocimiento que se tiene sobre cualquier producto en general y las consecuencias desconocidas que puede tener, y a su vez que puede ser trasladable al propio humano como sujeto de prueba.
“Todos los productos que consumimos fueron alguna vez un producto X, porque estamos habituados a comparar uno nuevo con otro que ya conocemos, pero que alguna vez también fue X. Entonces, todas las cosas son producto X, pero también es un tema social, porque lo mismo sucede con las personas. Consumimos y nos relacionamos en comparación a otros objetos u otras personas. Entonces en nuestra forma de convivir existe como una lógica de producto”, comenta.
En otro sector se encuentra otra videoinstalación de fotografías de Verf con basura como escultura efímera y a su lado una serie de cinco pequeñas obras donde los deshechos se materializan en 3D como si los detalles de algunas de las pinturas se separaran del lienzo.
Las piezas condensan muchos de los elementos ya recorridos del subgénero y son de una singular belleza, donde reina un contraste del dorado con el claro oscuro, minimalista y fantasmagórico a la vez, como marcas de una experiencia palpable en el Siglo de Oro de la basura.
Las obras, dice Verf, son “un mensaje también para el futuro, porque este es nuestro paisaje cotidiano. Es una muestra de cómo cambió la vida en la tierra y así el paisaje, que no es otro que un paisaje humano de la ciudad”.
*Rob Verf, Vanitas, en el segundo piso del Museo Nacional de Bellas Artes, Avenida del Libertador 1473, CABA. En entrada libre y gratuita, hasta el 9 de octubre.
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