Hace una década el Museo de Arte Contemporáneo de Buenos Aires (Macba) abría sus puertas en San Telmo para presentar una de las colecciones de abstracción geométrica más importantes del mundo.
El argentino Aldo Rubino, fundador del espacio, dialogó hace unos meses con Infobae Cultura sobre la historia de esta colección que comenzó con 50 obras y hoy supera las 500, que formaron parte de muestras en el MoMA de Nueva York, el Museo de Bellas Artes de Boston, el Museo de Arte Moderno de San Francisco, el Centro Pompidou de París, el Reina Sofía de Madrid, el Museo Guggenheim Bilbao, Museo de Arte Moderno de Viena (MUMOK), el Kunstmuseum de Stuttgart, y el Museo Kunsthal de Rotterdam, entre otros.
El espacio, que cuenta con cuatro niveles, sumará un quinto en los próximos meses con un nuevo piso en un proyecto financiado con fondos propios y en el que se proyectan muestras dedicadas a la fotografía y al videoarte. En el mientras tanto, festejará sus 10 años el viernes 16 de Septiembre, a las 18 horas, en la que se podrá recorrer de manera gratuita dos muestras: La llave y el testigo de Diego De Aduriz, y Visibilidad variable, de Pablo Rosales, ambas con curaduría de Florencia Qualina. Las exposiciones se mantendrán abiertas hasta el 20 de noviembre.
En ese sentido, Rubino comentó que el Macba busca abrirse a nuevos lenguajes plásticos. “La abstracción geométrica siempre será una parte fundamental del museo aunque, para los próximos diez años, la institución ha decidido abrir la programación a nuevas líneas curatoriales de la escena contemporánea”.
En planta baja y el primer piso se presenta Visibilidad variable, de Rosales (Buenos Aires, 1977), en donde se exhibe una selección de obras realizadas entre 2001 y 2022, en una suerte de “panorama antológico centrado en algunos de los procedimientos estéticos y líneas conceptuales que guían su trabajo”, escribe la curadora.
En las obras de Rosales se entrecruzan cierta estética de lo urbano, a través del esténcil y el uso de periódicos como lienzo o incluso lo arquitectónico, con una relectura de los lenguajes de las vanguardias en piezas que, por separado o conformando la serie Continuación de lo mismo, indagan en el quehacer artístico como desafío y tradición.
“Las vanguardias son el arte popularmente dicho, yo lo conocí en casa por libros y fascículos como estimo la mayoría de mi generación y decirlo ya es un lugar común. El mensaje de las vanguardias es ‘¡esto lo podría hacer tu hijo!’ y hasta que no se comprenda vamos a tener que seguir repitiéndolo. Hablo de repetir porque creo que cuando llegué, el arte ya estaba hecho, documentado, y archivado, y quizás esa creencia sea constituyente del arte contemporáneo: homenaje, cita, apropiación, alteridad, son todas formas de continuar lo mismo”, comentó a Infobae Cultura.
La experiencia urbana es un núcleo que se traza en las referencias arquitectónicas de calles y paredes dispuestas para ser intervenidas a través del uso del esténcil; en los recorridos en transporte público o bicicleta; en el avistaje satírico de monumentos y museos destinados a la consagración.
Las referencias a Lucio Fontana y Alberto Greco están allí, como al surrealismo y a Mondrian, que aparece de manera redonda, junto a una serie de obras de marco recortado. Rosales comenta que el trabajo en esténcil se plasmó en afiches de papel, cartón, plástico, o madera, “adaptándose a los espacios en que los instalaba”.
“Cuando pinté papeles de diario quise imitar la economía del afiche pero que todos fueran originales, quiero decir, distintos entre sí, y lo más variados que pudiera lograr. Las pinturas sobre rombos intentaban imitar la frescura de los papeles y jugar con el efecto óptico de la perspectiva oblicua del soporte. Pero de alguna manera los soportes inconvenientes son la excusa (el proyecto) que me permite pintar. Intente pinturas ‘derechas’ pero no me conforman. En Continuación de lo mismo quise llevar al formato cuadro la lógica que usé en instalaciones anteriores, cada obra es un montaje que incluye a otras obras realizadas en distintos tiempos, son como pequeñas antologías personales”, explicó.
Sobre esta retrospectiva de dos décadas de trabajo, dijo: “Es difícil mirar la propia producción a través del tiempo, creo que la mayoría de los artistas prefiere evitarlo. Yo en cambio miro mucho para atrás. Y puedo ver: un balde con una luz adentro, un Mondrian redondo, una pintura más o menos automática sobre un soporte en forma de rombo, una máscara, un piso de baldosas y una pared de ladrillos y todo esto sostenido por una estructura de madera. Eso es todo, la repetición con variaciones que tempranamente llamé Estancamiento, y el después. Nunca trabajé sistemáticamente en el taller, siempre produje en función de una muestra, de exposición, es mi único valor”.
“En 2015 con Artista Media Carrera intenté una muestra antológica contenida en un cajón de madera sobre un carro con ruedas, tirado por una bicicleta (podemos ver el cajón, como parte de esta exposición). Entonces ya tenía una predisposición a realizar una muestra como esta, pero no podría haberla hecho sin la mirada de Florencia Qualina que es quien seleccionó las obras que podemos ver en Visibilidad Variable que por suerte, no se parece a mi obsesión”.
Por su parte, La llave y el testigo es el nombre de la muestra y a la vez el de un tótem de De Aduriz (Buenos Aires, 1977) que en el centro de una de las salas condensa en detalles y en libros una cosmogonía desmesurada, pastiche, de influjos fluo y superposiciones que se desparrama por paredes y suelos y que invocan un imaginario voraz, por momentos fantasmagórico, pop, extraterrestre, sobrenatural.
Hay que mirar los títulos de los libros, que hay muchos en diferentes lugares, para ver en De Aduriz una glotonería por la literatura, las ciencias ocultas, el arte y personajes de la fauna pop local, por hacer una enumeración rápida, tendiendo así un puente, un “marco teórico”, con el resto de su producción artística.
“El tótem es una cabeza de maniquí que tiene una caracola que le crece del chacra corona, y a su lado hay un aro de luz de colores, de esos que usan los youtubers, y del otro lado hay un celular donde se ven en loop todas mis historias destacadas de Instagram. Entonces recorrés la sala, y hay momentos de silencio y hay otros donde aparece de la nada música e imágenes de lo más random, Bach, Malcolm McLaren, cumbia ‚un video de Boy George haciendo la V con los dedos mientras suena la marcha peronista, y así así así”, dijo el artista en diálogo con Infobae Cultura.
La muestra reúne dibujos, videojuegos, pinturas, videos e instalaciones que toman forma de portales abiertos a dimensiones paralelas donde habitan dibujos animados, felinos, hechiceros, pitonisas, percepciones extra-sensoriales, stickers, demonios, seres angélicos y criaturas de póster. En ese sentido, en la obra de De Aduriz la capas van a apareciendo como fracciones de un universo que se hace total y complejo, por momentos caótico, y que se presentan en tiza pastel, pastel óleo y marcadores, profesionales, indelebles, “y otros que usan los skaters y grafiteros”.
“Hay palabras y símbolos e imágenes. En las paredes hay un sobreimpreso hecho con stickers fluo y a su vez pululan por la sala distintos sonidos que salen de televisores, proyectores, tablets y teléfonos celulares. Me gustan las cosas sobrecargadas, espesas”.
Asegura que esa “fascinación por el collage, el sampler, los lenguajes mixtos, los cruces de disciplinas” es algo conformativo desde que jugaba al Pac Land y que aún hoy se ve inmerso en una suerte de Matrix onírica: “Sigo teniendo sueños donde me veo inmerso en un mundo que es como un videojuego, siempre me sentí dentro de una simulación, cosa de la que se habla bastante ahora, pero para mí no habría ningún conflicto en ello, por el contrario, supongo que prefiero tener una postura como de...’vamos a pasarla bien, disfrutemos este viaje’”.
“Sé que a veces sólo se ven colores, estridencias. No me importa tanto en verdad, me intriga aquel arte que George Gurdjieff ha denominado ‘ARTE REAL’, que es un arte objetivo, que está más allá de la emocionalidad del artista, y que es un arte que provoca en el observador/espectador/testigo algo muy concreto: estás frente a una obra y te da ganas de salir de viaje, o de bailar, o de dormir, o de cocinar, o de ponerte a recitar, o de quedarte quieto, en silencio”.
“Siempre trabajé con muchos lenguajes en simultáneo, y en este último tiempo, por ejemplo, saqué dos libros que fueron extraídos de mis posteos y catarsis y pavadas en redes sociales, cosa que yo considero mi CIENCIA, ni más ni menos. Lo más remarcable creo que sería Hoy recordé algo que había olvidado (Editorial Ivan Rosado, 2017) y Un beso en la casa de los sueños (Triana, 2021) Y ese rumbo de extracción y trabajo de archivo de mi propia obra, me llevó a presentar estas obras más recientes, en tablets y tv, con videos hechos con la aplicación Boomerang de Instagram”, finalizó.
*Museo de Arte Contemporáneo de Buenos Aires, Av. San Juan 328, San Telmo, CABA. Lunes a viernes, y sábados, domingos y feriados de 12:00 a 19:00. Martes cerrado. Entrada: de jueves a lunes, general: $400; estudiantes, docentes y jubiladxs acreditadxs: $200; Pase cultural: $150; Niños de 6 a 12 años: $200; menores de 6 años y personas con discapacidad, sin cargo. Miércoles: General: $200; estudiantes, docentes y jubiladxs acreditadxs: sin cargo; niños de 6 a 12 años: sin cargo.
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