Son en su mayoría arquitectos, pero también artistas plásticos y dibujantes aficionados. Con carbonillas, lápices, acuarelas o marcadores, los croquiseros urbanos son capaces de traducir en una imagen su visión desautomatizada de la ciudad, su percepción poética, más atenta a los detalles.
Desde 2010, este grupo de más de cien dibujantes se reúne una vez por mes a representar artísticamente distintos puntos de la ciudad. Su actividad fue declarada de interés cultural por la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires en 2015, y en estos días serán reconocidos por la Fundación Konex con el diploma al mérito en el rubro Colectivos Artísticos.
Se identifican con un croquis dibujado por el arquitecto francés Le Corbusiere, que fue convocado por el gobierno, en los años 20 del siglo pasado, para hacer una propuesta de resituación del centro de la ciudad. “Él propuso hacer una ciudad administrativa sobre el Río de la Plata, hizo este croquis con las torres a lo lejos. Posiblemente ese dibujo haya tenido modificaciones, pero ese es el motivo por el que todos los que amamos a la arquitectura y a Le Corbusiere amamos ese croquis”, dice Sandro Borghini, arquitecto, docente en la Facultad de Arquitectura de la UBA y miembro del grupo organizador de Croquiseros Urbanos de Buenos Aires.
Entendimiento, sentimiento y acción
Los Croquiseros Urbanos de Buenos Aires comenzaron a reunirse a instancias del arquitecto, escultor y pintor Roberto Frangella, cuando le propuso a su amigo Coco Rasdolsky formar un grupo junto a otros arquitectos para salir a dibujar distintos sitios de la ciudad.
En la presentación del proyecto, surgido en noviembre de 2010, el texto fundacional en su blog invita a “registrar desde el entendimiento, pasando por el sentimiento y poniendo en acción la mano para dibujar la ciudad donde habitamos. Lo haremos de una forma analítica, crítica y sensible, registraremos así el hábitat en que vivimos en sus valores esenciales, y sus características”.
El propósito es incluir además en los dibujos a los protagonistas de los espacios urbanos visitados, “los habitantes en sus trabajos, en sus esparcimientos, en sus actividades varias” para intentar “una radiografía social completa y compleja”.
Si bien visitan lugares emblemáticos de la ciudad, tienen un especial interés en ocuparse de “una Buenos Aires desconocida, oculta, en sus rincones alejados”. Entienden que de esta manera pueden conocerse las riquezas y las necesidades de nuestra ciudad.
La primera salida se realizó el 13 de noviembre de 2010 y el punto de encuentro fue La Boca, como un homenaje al pintor Benito Quinquela Martín, con la participación de quince croquiseros. A partir de ahí, el grupo fue creciendo. En menos de un año, el colectivo contaba 400 integrantes en total, aunque no todos se suman a todas las fechas. En cada salida participan no menos de 60, y a veces el número llega a unas cien personas ávidas de descubrir, o de volver a mirar, y recrear en el papel sus impresiones.
Las diferentes actividades (salidas, exposiciones, charlas, viajes, etc.) están coordinadas por un grupo organizador de seis integrantes encabezados por el arquitecto Sandro Borghini, quien en diálogo con Infobae Cultura contó: “El grupo organizador hoy se compone de seis compañeros; yo un poco tomé ese papel porque soy el más viejo, tengo un poco más de tiempo para dedicarme y tengo más contactos, y eso facilita a veces las cosas. Croquiseros Urbanos lo fundó Frangella con Rasdolsky y Di Maio. Al año de la primera salida, Roberto me pidió que yo ocupara su lugar, y ahí decidí, junto con los otros dos compañeros que estaban, ampliar el grupo organizador a cinco miembros”. “La idea era garantizar al menos doce salidas anuales, porque en el primer tiempo algunas salidas se interrumpieron por vacaciones de verano o motivos similares. Esa fue, creo, la decisión más importante”, amplía Borghini, coautor (junto a Edgardo Minond y Víctor Vega) del libro Perspectivas, publicado en 1978.
Uno de los valores que sostienen los croquiseros es la creación de un ambiente democrático. “Croquiseros es un grupo abierto, cualquiera puede incorporarse. De hecho, es lo que fue pasando: en la primera salida a La Boca, en Vuelta de Rocha éramos quince; hoy el promedio de asistencia está entre sesenta y setenta personas. No hay ninguna restricción –remarca Borghini–. Lo único que pedimos es que soliciten al grupo organizador ser incorporados al mailing, y de ahí en adelante que sigan las instrucciones”.
Muy bien, puede sumarse quien quiera a dibujar, pero ¿de qué disciplinas provienen los croquiseros? ¿Son todos profesionales del dibujo? Quienes iniciaron el grupo son arquitectos, entonces la primera convocatoria circuló entre sus pares más cercanos. Por otra parte, lo que los mueve a salir es el interés en dibujar la ciudad, el entorno construido, es decir, no solamente las edificaciones sino también la calle y el equipamiento urbano. “Pero hay gente de otras disciplinas, otros que son pintores, artistas plásticos, médicos, psicoanalistas. No es un requisito ser arquitecto –aclara Borghini–. Y aunque hay artistas plásticos en nuestro grupo, no nos consideramos artistas. Nos consideramos amantes de nuestra ciudad y de salir a hacer relevamientos gráficos. Cada uno tiene su técnica, donde incluimos la fotografía. Nos acompañó desde el principio un grupo de fotógrafos urbanos. Después hay gente que usa distintas técnicas, como óleo, acuarela, hay algunos que dibujan con tablet. El sistema es absolutamente libre”.
La elección del punto de reunión mensual arrancó por una lista de sitios obvios de la ciudad de Buenos Aires, con las plazas y las avenidas más importantes; una lista muy grande que con el tiempo se fue reduciendo (la salida mensual de agosto fue la número 134). El grupo organizador se encarga de buscar otros lugares y de ir a chequear previamente el sitio, “porque no todos los lugares justifican que sesenta o setenta compañeros se pongan a dibujar –explica Borghini–. Si hay que ir a dibujar el edificio Kavanagh, se elige plaza San Martín y el entorno. Además, el grupo organizador recibe sugerencias de cualquier otro integrante de Croquiseros, que viven en distintos barrios y encuentran ahí algo interesante para dibujar. Cualquiera puede opinar o proponer, y el grupo organizador recibe la propuesta, va a verificar y decide si es factible o no”.
“Y otra forma de elegir el lugar para ir a dibujar es que, a medida que fuimos siendo conocidos, nos invitan –continúa–. Hay entidades a las que por algún motivo les interesa nuestra presencia, y a nosotros muchas veces nos interesa responder a esa invitación porque nos permite posiblemente tener acceso a algunos lugares a los que de otra manera no podríamos llegar. Por ejemplo, nos invitaron al Colegio Nacional Buenos Aires, del departamento de arte del colegio. La municipalidad de Buenos Aires nos invitó a dibujar Diagonal Norte y la calle Florida desde las terrazas del edificio Bencich. En general los que nos invitan y las invitaciones que aceptamos son de entidades que de alguna manera están en la misma onda, preservación del patrimonio, no solo urbano. En pandemia hicimos una salida por invitación de Basta de Mutilar los Árboles de Buenos Aires, que es una entidad que se ocupa de eso”.
A un promedio de 50 dibujantes por cada salida, y a un promedio de dos o tres dibujos por cada uno, “hacé la cuenta de cuántos registros de la ciudad hay asentados en el blog de Croquiseros –dice Borghini–. Y algún día eso puede ser una curiosidad y hasta serle útil a alguien”.
A dibujar
“El momento de dibujar, o de sacar una foto, es un momento muy íntimo, de mucha concentración propia, de mucha soledad frente al papel –o la máquina de fotos, o la tela– y lo que uno decide representar”, explica Borghini. Entonces, ¿cuál es el plus que encuentran en salir a dibujar con otras personas? “Cuando vos estás dibujando en un lugar y alrededor tuyo hay sesenta o setenta compañeros que están en la misma, se genera una cierta energía que es distinto que si vos estas solo. Yo a veces he salido a dibujar solo, sobre todo cuando viajo, y realmente la sensación es absolutamente distinta. En general, te diría que es motivadora esa energía”.
“Y luego, desde ya, está el encuentro, al final de cada salida, después de tres horas de dibujar. Nos mostramos todos los trabajos en el piso, sacamos fotos, hacemos comentarios, y eso es muy simpático. Además, se ha generado una unión grupal muy linda. Hoy por hoy, lo que te motiva a ir a la salida está repartido entre el interés por ir a dibujar y el encontrarse en esa situación con los compañeros. No sabés lo que fue el reencuentro después de un año largo en el que dibujamos virtualmente durante la pandemia”, rememora.
El arquitecto Rodolfo Besada, que se sumó a Croquiseros Urbanos desde la tercera salida, da más detalles de cómo fueron esas “salidas virtuales”: “Se elegía un punto de la ciudad por Street View y buscábamos alrededor algún sitio interesante para dibujar, siempre según lo que mostraba el mapa de Google. Esto le permitió participar a la gente que vivía en otros lugares, como una mujer que venía al comienzo de las salidas, que se fue a vivir a España. Cuando se enteró de que las salidas eran virtuales, se sumó y volvió a participar”.
“Las salidas son una vez por mes, un sábado después del mediodía, hasta las seis de la tarde, unas tres horas. Nos concentramos en un punto determinado, y de ahí buscamos en el entorno algún punto que nos interese, cada uno dibuja, y después de tres horas nos encontramos en el mismo lugar y mostramos entre todos los dibujos que hicimos”, cuenta Besada.
“Hay gente que lleva banquitos o sillas de camping. Yo en general no llevo nada, voy y mi punto de vista fundamental es donde tenga dónde sentarme. Algunos pueden dibujar parados, apoyando el papel sobre un cartón. Cada uno usa las técnicas que quiere. Si vos usás nada más que una birome, a lo mejor no necesitás tanta cosa. Otros sacan una caja de acuarelas, mojan la hoja, se llevan un tarrito con agua. Entonces, depende de la técnica varía la necesidad de estar sentado o parado. Hay gente que trabaja con óleos, con pasteles, hay gente que hace collages, lleva hojas y las recorta ahí, y va haciendo un collage que tiene que ver con lo que está pasando, lo que está viendo. Yo me tomo mi tiempo para recorrer el lugar. A lo mejor charlo con la gente, veo dónde me puedo sentar. Son maneras distintas de encararlo”, resume el arquitecto.
En el caso de Borghini, la elección de un motivo para dibujar está impulsada por una búsqueda particular: “Creo que cada uno de nosotros tiene distintas razones de atracción por un motivo. Personalmente, desde hace tiempo que me atrae encontrar interés en posiciones, en situaciones, en rincones que aparentemente no tienen ningún interés. Yo eso lo llamo, quizás un poco presuntuosamente, la belleza de lo feo. Es decir, hay lugares como una demolición, o una obra en construcción, lugares deteriorados, que si uno los mira con otros ojos, encuentra composiciones, relaciones, tonos, texturas que son interesantes, que motivan mucho a dibujarlos, eso a mí me encanta. Obviamente también me encantó ir a dibujar el Palacio Barolo, la zona del Obelisco”.
“Por ejemplo, a raíz del Obelisco, hay otra cuestión –continúa Borghini–. Hay lugares que son inhóspitos para la circulación diaria, como el cruce de Corrientes con la 9 de Julio, con el Obelisco en el medio: tráfico, semáforos, difícil cruzar. No es un lugar ameno y acogedor. Pero yo me acuerdo cuando hicimos la cuarta salida y me senté con mi sillita frente al Club Joyero Relojero, que no sé si sigue existiendo, con gente que me caminaba alrededor. Y yo puesto a mirar eso encontré una paz, una concentración y un silencio que me permitió hacer un dibujo donde se nota eso. Creo que los dibujos que más me gustan son los que no representan algo lindo de movida. Obviamente que si vas a dibujar el Colón, si tenés una aptitud técnica te va a salir un dibujo lindo, pero porque la obra es linda. Mientras que ir a buscar lugares que a priori no dicen nada, ir a encontrarle una composición interesante es un desafío más motivador”.
Y cuando están en las veredas, sentados a veces en el piso, dibujando, ¿cómo reaccionan los vecinos y la gente pasa?, preguntó Infobae. “En general se para gente, a la gente le da mucha curiosidad, pero creo que lo que más les da curiosidad es encontrarse a un señor ya grande, como somos todos nosotros –aunque hay muchos jóvenes que se prendieron–, un señor grande sentado en una sillita, a veces en el piso, con todas sus acuarelas alrededor, dibujando. Y después, a veces dicen ‘uy, qué lindo, ¿y usted cobra ese?, ¿por qué lo hace?’. Empiezan a preguntar. Pero el fenómeno es que los que mejor contacto hacen son los chicos, no son tímidos, no tienen tanto prejuicio para eso. A mí me paso muchas veces que se me juntaran alrededor dos, tres chicos, y lo primero que les digo es ‘¿te gusta dibujar?’. Y los chicos dicen siempre que sí. Entonces, como siempre tengo más de un block, marcadores, les doy y se ponen a dibujar al lado mío. Y a veces están paseando con sus padres y los padres le dicen “bueno, nene, vamos”, y ellos se enganchan dibujando, y es lindo eso”, relata Borghini.
Diploma Konex al mérito
La Fundación Konex premia a diez categorías de forma anual y rotativa. Este año entrega los premios a las artes visuales, que tienen una serie de rubros, entre los que está el de colectivos artísticos. “El gran jurado eligió darle esta mención a Croquiseros Urbanos –cuenta Sandro Borghini–. Aprovecho este tema para recordar una de las reglas no escritas de Croquiseros, que es que no aceptamos ninguna actividad que implique competencia, ni con terceros ni con nosotros. Eliminamos todo atisbo de competencia; nosotros vamos a dibujar, intercambiamos opiniones, generalmente elogiamos el crecimiento de muchos, pero no competimos. Hemos rechazado más de una vez invitaciones porque implicaban seleccionar dibujos para competir o entrar en un concurso. Lo aclaro porque esto es algo que surge exclusivamente del jurado de Konex”.
“Pero es interesante –continúa– porque creo que una de las cosas que nos han mantenido unidos todos estos años es que tenemos esta norma de convivencia que viene de la propuesta inicial de Roberto (Frangella) y que la mantenemos a rajatabla. No vendemos nuestros dibujos como grupo; por supuesto que cada uno es dueño de sus propios trabajos, y después si lo quiere vender, lo vende. Exponemos pero sin venta. Desde que empezamos hasta hoy, hicimos 52 exposiciones de nuestros trabajos, pero nunca pedimos hacer una exposición. Siempre fue por invitación de alguna entidad”.
“Por ejemplo, cuando nos invitaron a dibujar la casa sobre el arroyo de Amancio Williams, nos invitó una comisión que estaba trabajando en la recuperación de esa casa –ejemplifica–. Obviamente nos interesó, amamos esa obra, y fuimos en apoyo a esa entidad. Y después nos pidieron hacer una exposición de nuestros cuadros, y el que quería donaba para que ellos siguieran juntando fondos para recuperar la casa. Entonces ahí sí exponemos, pero no vamos a buscar exponer, porque tampoco buscamos una trascendencia, no nos interesa ser 500 ni ser súper conocidos. Todo se va decantando por la continuidad de nuestra actividad”.
Croquiseros Solidarios
Dentro de este colectivo, se formó durante la pandemia un grupo complementario. “Nos reuníamos por Zoom, y era asombroso cómo no faltaba nadie –cuenta la arquitecta Marita Salas, coordinadora de Croquiseros Solidarios–. Un día Frangella destacó que esa alegría que nos unía, que había permitido que durante una pandemia de dos años estuviéramos siempre presentes y siempre con muchísima alegría, teníamos que poder transmitirla en un momento del mundo en que las diferencias son tan marcadas. Él destacó que en Croquiseros, a pesar de las diferencias en todo sentido, jamás hubo una falta de respeto o una separación por esos motivos. Y pensamos que esa alegría de estar juntos y de dibujar y respetarnos era necesario transmitirla y que esta transmisión la considerábamos solidaria. Por lo tanto, teníamos que ver cómo hacer para transmitir estas ganas de estar juntos siempre a través del dibujo”.
La primera salida de este tipo fue en La Boca; allí los croquiseros invitaron a dibujar con ellos a los vecinos del barrio y a los estudiantes de la Escuela Quinquela Martín. A todos ellos se les facilitaron materiales de dibujo aportados por auspiciantes. “Fue el 27 noviembre de 2021, y se hizo en simultáneo con 12 puntos del país y también en Montevideo, Madrid, Colonia, Asunción del Paraguay –detalla Salas–. Lo que queremos es seguir esta simultaneidad hasta juntarnos en todos los lugares del mundo transmitiendo estas ganas de dibujar y de relacionarnos desde un lugar diferente. También fue gente de la Isla Maciel a dibujar con nosotros, estaban felices dibujando junto a los chicos de los colegios y los vecinos de La Boca, fue muy lindo. Ahora vamos a hacer una muestra, la Fundación Impulso nos ofrece su espacio para una muestra de Croquiseros Simultáneos y Solidarios que se inaugura el 10 de septiembre. Vamos a ver cómo hacemos para que todos los que dibujaron desde otros lugares puedan mandar un videíto para cerrar con moño esta primera salida simultánea”.
Otro aspecto solidario de los croquiseros urbanos se manifiesta en su respuesta a ciertas convocatorias: “Nos han llamado muchas veces para apoyar ciertas movidas, por ejemplo en Costanera, o en Olivos, para pedir que no se construyan torres frente al río. Eso también yo lo considero solidario”, evalúa la arquitecta.
Para cerrar, Marita Salas evoca un recuerdo de los tiempos difíciles de la pandemia que sintetiza el espíritu que une a los integrantes del grupo: “Me tocó hacer un brindis de fin de año en Croquiseros Urbanos y yo brindé por el Zoom, que nos había permitido estar juntos con una alegría y una entrega absoluta, con videos de las salidas que hacíamos virtualmente. No faltaba nadie, y siempre estábamos todos sonriendo. Fue muy valioso todo lo que sucedió entre nosotros”.
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