En junio de 1816, el mundo había cambiado tras una explosión colosal de un volcán de Indonesia, que había trastocado el funcionamiento del clima. El verano había llegado demasiado lluvioso a Ginebra y un grupo de amigos pasaba sus vacaciones en un encierro inevitable. Entre ellos, la autora Mary Shelley.
Luego de una noche de lectura grupal, Shelley se encerraba en su habitación. No hacía mucho había perdido a su primera hija y el dolor la atormentaba en sueños. En una de aquellas noches tormentosas del ‘16 nacía Frankenstein o el moderno Prometeo.
Era marzo, 2020. Desde hacía unos meses el mundo había cambiado. Una pandemia se expandía y llegaba el confinamiento. La artista argentina, Valeria Maculan, residente en España, se aislaba en la casa de un familiar en las afueras de Madrid. Lee la obra de Shelley, una y otra vez. Sin material para trabajar, toma unas cajas de vinos abandonadas y realiza unas máscaras tipo tribales, africanas. Nacía, sin saberlo, su último proyecto artístico y que se presenta en Escenario, en Smart Gallery.
“El libro habla de algo que no se nombra. De un ser que aprende escuchando a esta familia venida a menos, que amaba la música, las cosas delicadas. Es un ser sensible que cuando sale de esa cueva se encuentra con que no pertenece, que nadie tiene empatía. Y me pareció un tema súper contemporáneo en el continente europeo, con todos los inmigrantes, personas a las que solo por su aspecto, por lo físico, se las rechaza, y lo único que quieren es un espacio, un lugar, un poco de empatía”, comenta a Infobae Cultura.
Radicada en España desde hace una década, Maculan (La Plata, 1968) presenta en su solo show un desprendimiento de la obra que se le conocía, como las instalaciones con la naturaleza como centro, surgidas de la experiencia del fraccionado paisaje cotidiano urbano de Buenos Aires, o las telas intervenidas al estilo collage, aunque en sus nuevas piezas persiste el equilibrio de la geometría, la superposición y esa “urgencia del ser”, como ella lo llama, en un proceso creativo en que lo intuitivo emerge en la búsqueda estética.
Y es interesante ver en Maculan la cuestión de la superposición, ese fraccionar que hace de las partes un todo sólido porque, de alguna manera, parece ser el espíritu que rige más allá en el tiempo y que a pesar de los cambios de soportes y objetos de representación se mantienen en lo que, inconsciente o no, remite a la búsqueda artística dentro del campo de lo personal.
En 2021, Maculan forma parte de la residencia Matadero Madrid, experiencia a partir de la cual terminaría de desarrollar las obras que presenta en la galería porteña con la sombra de Frankenstein sobre sus espaldas: una serie de Autómatas, piezas de madera que a partir de poleas, hilos y gomitas se mueven de manera algo inanimada, algo brutales y toscas, como la creación de Shelley.
“Son como pequeñas piezas de madera, que tiene esa cosa romántica como material, que entonces serían el esqueleto y un poco como Frankenstein, se activan cuando reciben una descarga eléctrica, que es la del cuerpo humano”, dice.
En ese sentido, comenta la artista, los Autómatas están en un punto relacionados con obra anterior, como Mi ejército y yo, presentada en arteba en 2017, en que había “desarrollado estos textiles, como unos esqueletos también, que estaban sometidos a la gravedad y a su peso”.
A partir del libro de Shelley, como “del teatro griego, el teatro ruso, los cuentos medievales y las vanguardias” compuso el resto de las obras de la muestra. Son “personajes que aparecen como en las fronteras de los cuentos medievales o del teatro griego, del que siempre estuve enamorada. Tienen esa historia de la frontera húmeda que es donde se produce la magia, aparece esa transformación, la fantasía”.
Allí se encuentran las Gorgonas, que refieren a estos seres femeninos de la mitología griega que fueron monstruos y, a la vez, protectoras. Una relectura de su representación y su significado ajustado a estos tiempos bien podría ponderar la cuestión de la misión por sobre la estética. Y Maculan las presenta, como a Frankenstein, a partir de la suma de las partes, con su propio cuerpo como molde, y la superposición, que están “inspiradas en la obra de Matisse”.
“Para esta idea del cuerpo por piezas empiezo a calarme a mí misma. Si bien soy yo, se reorganiza de otra manera. Tiene también esta posibilidad de la urgencia. Pintaba siluetas de mi cuerpo separadas y las empezaba a unir y armar diseños con esta idea unida a la de Frankenstein”. Y agrega: “Estas figuras femeninas cuidaban la entrada de los templos y me gustaba como la idea de que es una mujer un poco desesperada y, a la vez, es una de las pocas figuras que miran de frente en la cultura griega, por el poder que tienen los ojos”.
En el caso de las Cariátides, figuras femeninas en columnas, surgieron tras una invitación a intervenir un edificio en Madrid y se presentan a partir de una serie de telas colgantes de dos caras en las que busca “sintetizar unas formas un poco antropomórficas que definen figuras humanas pero desde la geometría” y que al ser “tan abiertas, cada uno ve cosas, por lo que pueden ser banderas, estandartes”, y que tienen “todo ese amor de las vanguardias por estas formas básicas” y que permiten ese juego “con la fantasía y la transformación”.
“Los autómatas, las máscaras, los cetros proponen un espacio escénico, la galería como un escenario. Son personajes que están ahí, esperando poder pertenecer a algo”, comenta.
Si bien Maculan cambia su objeto de representación -ya no mirando hacia una ciudad en conflicto, sino al individuo que se reagrupa- continúa dejando espacio para lo intuituivo como sistema. “Creo que necesito algo de la sorpresa, algo que no esté como controlado por mi cabeza. Entonces a veces esos juegos me generan cosas, me detengo cuando me gustó, son sensaciones que tienen que pasarme. Estuve durante un tiempo intentando ver cómo sacar a la pintura de la pared, como liberarla. Usar telas, dejar el bastidor fuera, me sirvió para desarrollarlo, a través de superponer estas figuras en el espacio como si fueran pinturas. Luego, se fueron transformando, tomando un carácter antropomórfico y ahí aparece para mí el cuerpo”.
Desde 2014, Maculan dirige el proyecto Alimentación30 en el barrio de Lavapiés, en la capital española, a partir del cual, comenta, pudo integrarse a la comunidad artística de la ciudad. “No fue sencillo ser aceptada en un lugar en que nadie conoce tu obra. Tenés que empezar de cero. En las exposiciones, las inauguraciones, nadie te mira. Hay que reorganizrse toda para poder entrar y presentarte de nuevo. Alimentación30 no es un lugar al que se entra, sino solo una vidriera. Entonces la gente que pasa, que no tiene que ver con el mundo del arte, se lo encuentra como un accidente. Eso a mí me facilitó poder contactar con un montón de artistas de la ciudad que no conocía y ofrecerles un espacio que creo es interesante porque está como colado dentro de un circuito con muchísimas galerías”.
Escenario es una muestra que presenta un cambio de Maculan y a la vez que retrata un espíritu de época que ella hace personal, el de los movimientos migratorios y la indiferencia, el de la imaginación y la fantasía como isla y nexo para la construcción de una identidad que se produce por partes, poco a poco, y que revelan esa “urgencia del ser”.
*Escenario de Valeria Maculan, hasta el 30 de septiembre en Smart Gallery, Av Alvear 1580 PB. Entrada gratuita.
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