En las dos últimas décadas, la consolidación de las series de televisión como las narraciones más importantes de la cultura mediática contemporánea han promovido que este período sea considerado como una nueva “edad de oro”.
El drama, como su gran género, ha traído consigo un mayor desarrollo de los personajes femeninos. El surgimiento de nuevos modelos de mujer, de perfiles más variados y plurales, ha incrementado su presencia en diferentes géneros narrativos (animación, acción, ciencia-ficción…). Este amplio abanico permite articular imágenes más complejas que proponen relatos con los que las audiencias pueden dialogar.
Sin embargo, estos avances no son suficientes para terminar con cualidades o comportamientos que remiten a estereotipos femeninos tradicionales, que representan a las mujeres caracterizadas como sensibles, dulces, maternales, protectoras y cuidadoras. Asimismo, los personajes femeninos suelen encasillarse en dicotomías como el ángel del hogar o la femme fatale o ser víctimas de violencia.
This Is Us ha llegado a su fin tras la sexta temporada. La serie cuenta la vida de la familia Pearson, un matrimonio con tres hijos: Kevin y Kate, mellizos, y Randall, un bebé adoptado el mismo día que estos nacieron. A través de saltos en el tiempo, se muestran las aventuras y desventuras cotidianas de los hermanos y sus progenitores.
¿Estamos ante una de las series que con más tino ha explorado las relaciones paternofiliales y fraternales? Seguramente. ¿Una de las que más nos ha hecho llorar? Posiblemente. Y también probablemente estemos ante una de las ficciones que mejor ha tratado temas complejos como la adopción o la dependencia en la vejez.
La hija del clan Pearson
Aunque nos quedamos con ganas de analizar a Beth o a la matriarca Rebecca Pearson, aquí nos vamos a detener en Kate Pearson (Chrissy Metz), por ser un personaje complejo a nivel narrativo y novedoso a nivel físico debido a su sobrepeso. Hasta no hace mucho, un personaje como el suyo hubiera sido secundario, testimonial, ciertamente trágico, sin profundidad psicológica y basado en estereotipos.
Kate Pearson articula una serie de discursos en disputa. Por un lado, observamos características que dibujan al personaje encorsetado en un rol tradicional femenino. Además de que la historia cuenta que se siente personalmente realizada a través de la maternidad en las primeras temporadas, hay otros detalles presentes, como la sobreprotección que ejercen sobre ella su padre y sus hermanos.
Según Bonino, los micromachismos son aquellas acciones casi imperceptibles que constituyen “formas de dominación suave”, si bien “muchos de estos comportamientos no suponen intencionalidad, mala voluntad ni planificación deliberada, sino que son dispositivos mentales (…) en el proceso de ‘hacerse hombres’”.
Esto último es claramente aplicable a los Pearson. Ejercen michomachismos cuando actúan desde el afecto. Kate es infantilizada y necesita ser cuidada y rescatada de sus desgracias por un personaje varón. Esa infantilización no le permite avanzar o desarrollarse al mismo ritmo que lo hacen sus dos hermanos. Y, aunque podemos decir que en las últimas temporadas se libera, su viaje interior se desarrolla más lento que el de los personajes masculinos a lo largo de las primeras cuatro temporadas.
La falta de confianza en sí misma por su peso, la mencionada sobreprotección masculina y algunos momentos de la relación con su marido la incapacitan para tomar buenas decisiones. Esto presenta a Kate como una mujer insegura y pasiva, que no se cree capaz de conseguir sus objetivos, como dedicarse a la música, que dejó de lado por su falta de autoestima y por el trauma por la muerte de su padre.
Pero lentamente observamos ciertos aspectos de empoderamiento en ese mismo entorno, gracias a su relación con Toby (Chris Sullivan). El “amor romántico” impulsa a Kate a retomar su profesión y finalizar su carrera universitaria. Gracias a ese amor también alcanza otro de sus sueños: ser madre.
El papel de los sentimientos
Las emociones y sentimientos forman parte del viaje de Kate. Son los que provocan que se acepte, se reconcilie con su madre, se case y tenga un hijo. También su profesión, primero como cantante y después como profesora, tiene que ver con los sentimientos y los cuidados. Sigue presente en ella, por tanto, el ideal de que las mujeres buscan emociones porque son “emocionales” por naturaleza.
Esta característica resulta de nuevo ambivalente. Por un lado, observamos cómo Kate cumple ese mandato de género en su rol de cuidadora tanto para su marido depresivo como para su hijo invidente, su mellizo alcohólico o su madre enferma. Además, a menudo actúa como mediadora entre sus hermanos debido a su difícil relación.
En este sentido, resulta positivo que la heroína se presente como una figura con gran fortaleza interior, alabada en diversas ocasiones, aunque ella no es consciente de esa cualidad hasta que se la subrayan. Pero, con la excusa del sacrificio que todo héroe –en este caso heroína– experimenta, en Kate continúa presente, a pesar de estar ante un relato contemporáneo, el ideal de mujer abnegada y sacrificada, que vela por mantener el bienestar y la unión de la familia.
En un determinado momento de la última temporada, en plena crisis personal, Kate sube una colina en San Francisco –un esfuerzo a nivel físico–, donde reside y trabaja Toby, y sabemos que a partir de ahí su vida va a cambiar. Se divorciará, aceptará un puesto de responsabilidad en el colegio en el que trabaja, sanará la compleja relación que tiene con su madre al convertirse en su tutora y volverá a casarse, esta vez con un hombre que la comprende como persona y la apoya como profesional. Es decir, alcanzará el éxito a todos los niveles.
La belleza como mandato
El personaje de Kate también reproduce otros mandatos de género, como la búsqueda de la belleza y el anhelo de la maternidad. En el primer caso, aunque lucha contra el sobrepeso y los cánones de belleza actuales, su aspecto siempre luce cuidado, mostrando su capacidad para cumplir con la “feminidad” a pesar de no poseer un cuerpo no normativo. En el segundo, su objetivo de tener un hijo articula una narrativa de la maternidad como destino y realización.
No obstante, encontramos elementos positivos, como su aceptación de la corporalidad no canónica, visibilizando y normalizando otras realidades, su fortaleza y resiliencia, que en cierto sentido la empoderan, o su sincera amistad con Madison (Caitlin Thompson). También su evolución personal y éxito profesional en la última temporada muestran a una mujer satisfecha ya en plena madurez.
En definitiva, el análisis del arco de transformación de Kate Pearson ilustra un afán por crear personajes complejos que fomenten la diversidad, la igualdad y la inclusión.
A pesar de ello, la reflexión feminista actual se inquieta ante la existencia de discursos en los medios de comunicación que, si bien se proponen como emancipadores, son altamente ambiguos y utilizan con frecuencia la retórica feminista para encubrir ideas sexistas y misóginas. Si analizamos más detenidamente desde una perspectiva feminista aquellos personajes femeninos que se nos venden como novedosos y empoderados, podemos observar que en el fondo subyacen discursos tradicionales que articulan paternalismos o narrativas de género sexistas como el amor romántico.
* Natalia Martínez Pérez es profesora en el Departamento de Comunicación de la Universidad Carlos III.
* Nerea Cuenca Orellana es personal docente e investigador en el Departamento de Comunicación Audiovisual de la Universidad Rey Juan Carlos.
Publicada originalmente en The Conversation.
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