“Vino la pelea Firpo-Dempsey y en cada casa se lloró y hubo indignaciones brutales, seguidas de una humillada melancolía casi colonial.” (Circe, Julio Cortázar)
En 1923, Jack Dempsey era uno de los deportistas más famosos en Estados Unidos, y verlo vulnerable, sacado a golpes del ring, fue sin dudas una conmoción. Ese instante quedó grabado en la cultura popular. Una prueba de eso es la pintura del estadounidense George Wesley Bellows, un óleo sobre tela realizado entre 1923 y 1924. En la imagen se ve al boxeador Luis Ángel Firpo –argentino, nacido en Junín– de frente. Acababa de asestar una mano izquierda a Dempsey que cae lentamente entre las sogas hacia afuera del cuadrilátero, sobre los periodistas en el ringside. Incluso, el mismo Bellows se pintó a sí mismo entre quienes están en la primera fila.
La pintura, titulada Dempsey y Firpo o Dempsey entre las cuerdas, se convirtió en la obra más famosa de Bellows e integra hoy la colección del Whitney Museum of Art. El artista comenzó la pintura unas semanas después de la pelea, y murió poco más de un año después de terminarla. En un texto que escribió para la revista The Atlantic, dice Alan Barra acerca del cuadro: “Tienes todos los detalles y un recuento vívido de la acción que es el centro de la narrativa. Puedes oler el sudor y el humo de cigarro, y sentir el calor que desprende la multitud presente”.
Con unas pinceladas brillantes, Bellows capta con gran expresividad la instantánea del momento. Aunque el boxeo no era una temática habitual en el arte de la época, el pintor documentó en sus lienzos cientos de veladas pugilísticas a lo largo de su carrera, quizás con la intención de homenajear a su deporte favorito, mostrar la atmósfera oscura de estos combates y, de paso, hacer un estudio de la sociedad neoyorquina.
*
Corría el año 1923. La Argentina estaba presidida por Marcelo T. de Alvear, Jorge Luis Borges publicaba su primer libro de poesía, Fervor de Buenos Aires, y estaba de visita en el país el filósofo español José Ortega y Gasset. Pero ese 14 de septiembre era un evento deportivo lo que tenía en vilo a los argentinos: la pelea de boxeo por el título mundial de peso pesado entre el campeón estadounidense Jack Dempsey y Luis Ángel Firpo, conocido como “El Toro Salvaje de las Pampas”, que se disputaría en el Polo Grounds de Nueva York.
Entonces, la noche de la pelea tenía dos grandes lugares de encuentro: uno era en Nueva York, donde 80.000 personas se reunían para ver el combate; el otro punto de encuentro era el viejo edificio del diario La Prensa situado en Avenida de Mayo, en la ciudad de Buenos Aires, porque allí se había instalado una antena para seguir la transmisión. Además, se había convenido que si ganaba Firpo se encendería una sirena verde para comunicar la victoria, mientras que si el triunfo correspondía a Dempsey la sirena sería roja. Este código lumínico se estableció también para el Palacio Barolo, recientemente inaugurado. En los barrios, las pocas casas que disponían de un receptor de radio congregaban también a los vecinos.
En La vuelta al día en 80 mundos, Julio Cortázar cuenta cómo vivieron en su casa el histórico duelo entre Firpo y Dempsey: “En 1923 los argentinos escuchamos la transmisión casi directa desde el Polo Grounds de Nueva York, el relato del combate en que Jack Dempsey retuvo el campeonato mundial de peso pesado al poner fuera de combate a Luis Ángel Firpo en el segundo round. Yo tenía nueve años, vivía en el pueblo de Banfield, y mi familia era la única del barrio que lucía una radio, caracterizada por una antena exterior realmente inmensa, cuyo cable remataba en un receptor del tamaño de una cajita de cigarros pero en el que sobresalían brillantemente la piedra de galena y mi tío, encargado de ponerse los auriculares para sintonizar con gran trabajo la emisora bonaerense que retransmitía la pelea. Buena parte del vecindario se había instalado en el patio, con visible azoramiento de mi madre, y el patriotismo y la cerveza se aliaban como siempre en esos casos para vaticinar el aplastante triunfo de aquel que los yanquis habían llamado El Toro Salvaje de las Pampas, y que era sobre todo salvaje”.
La pelea de Jack Dempsey contra Luis Ángel Firpo, el 14 de septiembre de 1923, fue histórica no sólo por lo que sucedería después en el ring: era la primera vez que un púgil iberoamericano peleaba por el título mundial de peso pesado, y sería uno de los combates definitorios de la carrera de Dempsey. El norteamericano había sido campeón desde 1919, y Firpo era uno de los máximos pesos pesados del mundo.
Firpo mostró su poder de inmediato, cuando derribó a Dempsey con una mano derecha justo después del comienzo de la primera ronda. Dempsey cayó sobre una rodilla y se recuperó rápidamente, tras lo cual se abalanzó sobre su rival y lo derribó siete veces en un minuto y medio.
Pero solo medio minuto después, hacia el final de la primera ronda, Firpo volvió a golpear. Atrapando a Dempsey contra las cuerdas, golpeó con otro derechazo a la barbilla de su rival, que cayó hacia atrás fuera del ring. Dempsey cayó sobre un fotógrafo y se golpeó la cabeza con una máquina de escribir, lo que le produjo un corte en la nuca. Desparramado sobre los escritorios de los periodistas del ringside, Jack Dempsey intentaba desesperadamente recomponerse y regresar al combate. El campeón mundial de todos los pesos, el deportista de mayor fama del planeta, no podía creer que ese tosco gigante –al que él mismo acababa de derribar ¡siete veces!– estuviera en el medio del ring con la única compañía del árbitro.
El mito indica que la cuenta llegó a 17, pero eso nunca pudo ser confirmado, ni siquiera con la película del match. Lo que sí se puede observar es la ayuda que Dempsey recibe de los periodistas para volver al ring, algo fuera del reglamento. Correspondía a todas luces la descalificación para el púgil norteamericano, pero incluso el árbitro, Jack Gallagher, separó las cuerdas para que el estadounidense volviera al combate sin mayor dificultad, en una actitud sorprendentemente antirreglamentaria –Gallagher fue suspendido cinco semanas después por la Comisión Municipal de Nueva York, y tiempo después puso fin a su vida en un hotel de la Gran Manzana–.
Después de ese susto, el Matador de Manassa se recuperó y salió decidido a terminar el pleito. Lo hizo con dos caídas –producto de sendos ganchos de izquierda–, la última de ellas definitiva, a los 57 segundos de esa ronda.
El New York Times resumió en su crónica las razones por las que la pelea quedó grabada en la memoria: “En la más corta y fiera batalla peleada entre pesos pesados, Jack Dempsey noqueó a Luis Firpo en el Polo Grounds. Pero ningún campeón había estado más en peligro en la historia”. “(Firpo) es duro y es el más duro pegador que he enfrentado –dijo Dempsey al final del combate–. Era la primera vez que me derribaban desde que me convertí en campeón, y nunca lo olvidaré”.
A pesar del revés, el boxeador juninense quedó en la historia por su bravura y por ser el protagonista principal de una imagen que recorrió el mundo, en la cual aparece contemplando cómo el gran Dempsey traspasa la valla de sogas y cae fuera del ring.
**
La llamada “pelea del siglo” fue el primer acontecimiento deportivo transmitido por radio al país. Esa transmisión se cortó cuando Firpo expulsó a su rival fuera del ring, lo que generó nervios, gritos y ansiedad. Algo escandaloso estaba ocurriendo en la otra punta del continente. Muchos porteños apostados frente a la puerta del diario La Prensa, en la Avenida de Mayo, festejaron anticipadamente la victoria, pero luego las noticias sobre el segundo round quebraron la ilusión de tener al primer campeón mundial de boxeo argentino.
Cuenta el periodista Justo Piernes: “La raya verde que cruzó el cielo porteño desató la euforia incontenible. De los barrios salieron manifestaciones con banderas, carteles, gritos y ataúdes para enterrar al norteamericano. De pronto la línea roja paralizó los corazones. Los altavoces de los diarios completaron la noticia. Firpo había perdido y junto a él todo un pueblo. El júbilo se convirtió en llanto colectivo. Los ruidos en silencio. Todo en sólo tres minutos. Los ataúdes que quedaron olvidados en las calles del centro patentizaron la primera derrota del triunfalismo argentino”.
La actuación del boxeador juninense no alcanzó para el título, pero sí para el reconocimiento popular. Fue venerado en Argentina y en la mayoría de los países de América Latina, al punto de que existen varias calles y avenidas que llevan su nombre. Incluso en El Salvador se fundó en 1923 el Club Deportivo Luis Ángel Firpo, uno de los equipos de fútbol más importantes de Latinoamérica.
***
Para 1923, las funciones de box estaban proscriptas en Argentina, por lo que el deporte se practicaba en forma amateur y sus exhibiciones eran clandestinas, lo que no quitaba que fuera un deporte muy popular. En consideración de la trascendencia que tuvo el duelo Firpo-Dempsey, el gobierno argentino, encabezado por Marcelo Torcuato de Alvear, decidió darle curso legal a la práctica y la exhibición del boxeo para 1924. El 3 de febrero de ese año, a Firpo se le otorgó la licencia número 1 como boxeador profesional, por ser el primer argentino en pelear por una corona mundial y por su desempeño en aquel combate.
Y cada 14 de septiembre, como el día que Firpo peleó con Dempsey, en Argentina se celebra el Día del Boxeador.
****
George Wesley Bellows empezó a ganar fama en 1908, cuando junto a otros estudiantes de arte organizaron una exhibición de trabajos basados en el ambiente urbano. Esas escenas neoyorquinas de Bellows describían con crudeza el caos de los vecindarios de obreros y también satirizaban a las clases altas. Sin embargo, sus pinturas en las que retrata peleas de boxeo amateur fueron posiblemente su gran contribución a la historia del arte. Esas pinturas están caracterizadas por ambientes oscuros, en donde las brillantes pinceladas que representan a las figuras humanas vívidamente dan un fuerte sentido de movimiento y dirección.
El cuadro de Bellows sobre el instante en el que Firpo saca del ring a Dempsey encontraría también su lugar en otro ícono de la cultura popular moderna, Los Simpson. En el episodio 3 de la temporada 8, convencen a Homero de que tiene una condición médica que le impide ser noqueado, y lo invitan a probar suerte como boxeador profesional bajo las órdenes de su amigo Moe.
En este capítulo, el padre de la familia amarilla se transformó en ídolo de sus vecinos, con algunos nocauts a deportistas locales. Matt Groening, creador de la serie, homenajea a Luis Firpo con una representación de su derechazo más recordado, con el que casi dejó a Dempsey fuera de combate. A golpes, Homero saca a su rival del ring y la escena se detiene en el momento justo en que queda como la pintura de George Bellows.
Una prueba inequívoca de que tanto aquella pelea por el título mundial de los pesados como la “instantánea” al óleo concebida por Bellows han dejado su huella en la cultura popular, cien años después.
SEGUIR LEYENDO