¿Recuerdan este increíble diálogo, pero no increíble por imposible sino por único, memorable, clásico, irrepetible? Se producía entre el abogado y teniente de navío Daniel Kafee (interpretado por Tom Cruise) y el Coronel Nathan Jessup (el grandísimo por siempre Jack Nicholson) en Cuestión de honor. Pongamos un poco de contexto al momento del interrogatorio judicial. Dos soldados estadounidenses en Guantánamo (la base del gran país del norte ubicada en territorio cubano) eran acusados de haber asesinado a otro cuando en realidad, se defendían los soldados, la víctima había perecido en medio de un castigo llamado “Code Red” ordenado por las autoridades superiores de la base. Se entablaba, entonces, un juicio militar contra los soldados. Kafee y su equipo lograban que subiera al estrado Jessup, que se había negado hasta entonces. Y el diálogo en el tribunal decía así:
JESSUP: ¿Quieres la verdad?
KAFEE: ¡Quiero la verdad!
JESSUP: ¡Tú no puedes aguantar la verdad! Vivimos en un mundo que tiene muros y esos muros están vigilados por hombres armados. Yo tengo una responsabilidad mayor de la que tú jamás podrás imaginar. Lloras por Santiago y maldices. Tienes ese lujo. Pero la muerte de Santiago quizás salvó vidas y mi existencia, aunque grotesca e incomprensible para ti, salva vidas. En zonas de tu interior de las que no charlas con tus amiguitos, tú me quieres en ese muro. Me necesitas en ese muro. Nosotros usamos palabras como honor, lealtad, que son la columna vertebral de una vida dedicada a defender algo y no tengo ni el tiempo ni las mínimas ganas de explicarme ante un hombre que se acuesta con la manta de la libertad que yo le proporciono y después cuestiona el modo en que lo hago.
Máxima tensión, gran diálogo de Aaron Sorkin, que luego daría grandes líneas a otras películas. Y un excelente momento tribunalicio en un film del género que se puede ver en Prime Video. Digamos: “género: película de juicio”.
Según parece, el momento tribunalicio de la realidad argentina en el juicio que acusa a la vicepresidenta Cristina Fernández y que tiene como contraparte al fiscal Diego Luciani tiene también momentos intensos, como el de la acusación del fiscal (cuyo histrionismo nadie duda) y del alegato de la acusada (cuyo histrionismo la caracteriza). Como es la realidad, y la realidad argentina además, casi todo el mundo toma partido por la parte acusadora o la parte acusada y depositan en cada uno el destino de la república y la democracia. Hay quienes señalan, esto es verdad, que si una posición se siente con las entrañas es entonces verdad, ya que aquellas posiciones sometidas al raciocinio podrían ser manipuladas por redes, el algoritmo y toda la cuestión. El esoterismo entre nosotros.
Y para más color local, todo el juicio se transmite en zoom. Porque pese a ser un juicio oral, el post Covid permite a las partes brindar su testimonio ya sea desde un parque (con buen wifi), el despacho de la fiscalía o las oficinas vicepresidenciales. Pero el zoom, ¿no les parece?, quita intensidad. Es como aquellos cumpleaños durante el confinamiento que se festejaban frente al celular mientras en cuatro otras pantallas todos hablaban más o menos al mismo tiempo o silenciaban el zoom propio porque los niños se habían entusiasmado quién sabe por qué. Esperemos que Hollywood no realice películas de juicios en zoom.
Hubo grandes películas de juicios. Recuerden nada más a Erin Brockovich, con Julia Roberts (film que la convirtió en estrella todo terreno). Unas napas contaminadas, una mujer de clase trabajadora, un estudio de abogados, el empeño investigativo de Brockovich (la tal mujer protagonista) y el litigio colectivo que permitía un resarcimiento millonario a los enfermos. Se le podría plantear la objeción ideológica que el leit motiv es el intercambio de muerte por dólares, pero eso ocurre en la realidad y la película funciona realmente bien. Además de que Erin Brockovich también gana sus buenos cheques. Igual, en este film no se llegaba a la instancia tribunalicia, ya que antes sobrevenía el acuerdo. Está alojada en HBO Max.
Un clásico imbatible es Anatomía de un asesinato, con James Stewart y dirigida por Otto Preminger, que se puede ver en HBO Max (que tiene el honor de alojar a muchos clásicos del cine hollywoodense). Stewart es un abogado un tanto retirado a quien acude una mujer, cuyo marido está detenido acusado de haber asesinado al dueño de un hotel-bar. El hombre dice no recordar nada, pero alega que el finado violó a su mujer. Los abogados acusadores acusan a la mujer de haber coqueteado con varios hombres, incluso el asesinado. Y así empieza una trama tremebunda que se introduce laberínticamente en los acontecimientos de la realidad, a la vez que en la acción decisiva de un abogado y una buena defensa. Es un must para quien quiera desarrollar hacia atrás en las películas de Tribunal.
Entre las recientes, se puede mencionar a la muy buena Cuestión de justicia, con Michael B. Jordan que interpreta a un abogado perteneciente a una organización que brinda defensa a personas de color sin recursos, que se pone al frente de la defensa de un condenado a muerte por un crimen, alega, no cometió. Jordan es excepcional. Luego jugaría un gran rol en Black Panther.
Sólo porque hizo mucho aspaviento aunque en realidad se trató de una película mediocre, pero reciente, se puede mencionar a Los 7 de Chicago, de 2020, dirigida por Aaron Sorkin, que demostró ser un gran guionista. Una suma de clichés interpretados por un elenco de estrellas acusados de haber estado al frente de las manifestaciones en la Convención Demócrata de 1968. Que haya sido nominada a la mejor película en Oscar quedará como un misterio aún mayor que el del Santo Grial.
Dos últimas cuestiones sobre juicios que podrían parecer de ficción, pero que sucedieron en la realidad (entre tantos otros, claro, la justicia actúa según intereses y pensar que lo hace en reverencia a la señora de la balanza y los ojos vendados puede hacerlo, pero conociendo el carácter idealista de su posición). El stalinismo durante su apogeo en la Unión Soviética produjo las Grandes Purgas iniciadas en 1936 que llevaron al estrado de los acusados a decenas de dirigentes y militantes que habían tomado parte de la revolución de 1917. El objetivo de Iosif Stalin era no sólo sostener la suma del poder público, sino eliminar a cualquier atisbo de enemigo a su dictadura burocrática. La norma era que altísimos dirigentes se autoacusaran de ser agentes del nazi-trotskismo para destruir a la Unión Soviética. Escalofriante. La película documental El proceso, de 2018 y dirigida por Sergei Loznitsa se basa en cintas encontradas sobre un juicio de 1930 que parece ser un ensayo general del horror por venir. Es una película que se ve en MUBI.
¿Y ver a El Mal sentado frente a unos jueces? Bueno, por lo menos, una parte de El Mal: los juicios de Nuremberg fueron el escenario en el que se acusó a los nazis por los crímenes contra la humanidad, por el genocidio, cometidos durante la Segunda Guerra, cuando el Tercer Reich soñaba con mil años de imperio fascista en el mundo. Hay varios documentales. Uno de ellos se vio en el BAFICI 2010 y se puede encontrar en YouTube, se llama Nüremberg, its lessons for today, de 1948 y escasamente proyectado. Simplemente, como consejo: no se debe esperar histrionismo. No alcanzarían mil zooms para verlo.
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