Hola, ahí.
Hago listas y leo listas. Listas de compras, listas de prioridades, listas de acciones que no debo olvidar antes de un evento como un viaje o una actividad especial; listas de personas a las que quiero entrevistar, listas de libros/películas/obras que pueden formar parte de una nota como esta.
Hay estudios que aseguran que la gente puede actuar mejor si previamente escribe lo que tiene que hacer. Hay otros que afirman que:
1- Las listas ponen orden en el caos.
2- Las listas nos ayudan a recordar cosas.
3- Las listas alivian el estrés y enfocan la mente.
4- Una lista se siente como algo definitivo sobre un tema.
5- A todos nos gusta adivinar lo que habrá luego del título que presenta la lista.
6- Y más nos gusta confirmar que acertamos.
7- Una buena lista puede impresionar a otro u a otros (y a veces necesitamos parecer más inteligentes e informados de lo que en realidad somos).
8- Hacer una lista es una forma de jugar a predecir el futuro haciendo una revisión del pasado.
9- Las listas suelen condensar cosas complejas en forma simple.
10- Las listas, de algún modo, nos dan seguridad.
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Entre las cosas que encontré sobre el tema, leí que según el Oxford English Dictionary, la palabra “lista” se remonta al Hamlet de William Shakespeare. Entre las que no necesito que nadie me cuente, está el hecho evidente de que Internet consiguió consolidar las listas como insumos básicos de nuestra manera de informarnos.
En 2011, los psicólogos Claude Messner y Michaela Wänke investigaron el fenómeno de que cuanta más información y opciones tenemos, peor nos sentimos. Concluyeron que nos sentimos mejor cuando se reduce la cantidad de trabajo consciente que tenemos que hacer para procesar algo; cuanto más rápido decidimos algo, ya sea lo que vamos a comer o lo que vamos a leer, más felices nos volvemos.
Le pregunté a mi neurocientífico de cabecera Pedro Beck por qué amamos las listas. Pedro es investigador especializado en el tema memoria, director de Investigación en Fundación INECO, autor de varios libros sobre su especialidad y me respondió esto:
”Nosotros estamos preparados para reconocer patrones y tratar de encontrar regularidades en el ambiente, que normalmente es cambiante. Entonces las listas son de alguna forma un patrón que hace más predecible el mundo. Nos ordena como para poder disminuir la incertidumbre. Y, por otro lado, la manera en que nosotros recordamos también es por patrones. Si te fijás cómo nos acordamos de nuestro número de documento, que hacemos como un cantito, eso es porque uno trata de agrupar determinados ítems para poder recordarlos mejor y en una lista es mucho más sencillo agrupar esos ítems y después recordarlos, es decir que la lista también ayuda a la memoria. Si uno está haciendo una lista de compras, inclusive la organiza por categorías -lácteos, frutas, verduras- y eso también ayuda a recordar mejor y a hacer más eficiente el tipo de visita que uno hace al supermercado”.
Dicho esto, deberíamos ya mismo establecer diferencias entre lo que son las listas de nuestros quehaceres y acciones que formulamos para no olvidar ni postergar obligaciones (evito la palabra procrastinar, no me gusta, no la siento propia, perdón a todos los que la hayan incorporado con entusiasmo en su lengua cotidiana en estos años) y aquellas otras que nos fascina leer o que leemos compulsivamente (el psicólogo dirá) en nuestra búsqueda de proyectos y vastos pendientes por placer.
Pensemos listas juntos
Mientras escribo, se me ocurren decenas de listas. Una buena sería, por ejemplo, enumerar los soportes en los cuales escribimos (o grabamos, porque hay quien las graba) nuestras listas.
Empiezo yo. Sigo escribiendo en papeles sueltos -cualquiera, cualquier tamaño, cualquier espacio libre que aparezca- y cuadernos de todo tipo; hago listas en google docs y uso mucho -muchísimo- las notas de Keep de Google que se bajan en el celular y se pueden ver luego en la computadora. Me gusta resaltar las más relevantes dejándolas arriba de todo y con color. Algunas las conservo a lo largo del tiempo, a otras las voy eliminando.
Como escribo, necesito insumos. Nunca sé de dónde saldrá esos materiales y por eso confecciono listas a futuro. Por ejemplo, hace tiempo que tengo una de “Olores que ya no están”, como el hollín, el incinerador, el aserrín, el Blockbuster de los 90, el alcanfor…Tengo varias tituladas dentro del amplio universo llamado “Ideas” que incluyen imágenes o frases vividas o leídas o escuchadas que aspiro a usar alguna vez. Acá va una de esas listas:
*Mi solero azul a lunares blancos, el que tenía puesto el día que me hicieron la foto de mi libreta universitaria
*Mesita de hierro y vidrio que había en los jardines
*Mi mamá subiendo con esfuerzo la escalera en Medicus antes de quedar internada por primera vez por insuficiencia renal*La madre de Celia Paul, la artista plástica que escribió Autorretrato, subiendo los 80 escalones hasta el atelier de la hija para posar para ella
*Hinde revisando con frenesí el placard de la tía Pelusa en busca de la ropa para salir ese sábado
*Los niños de Sorolla en la orilla del mar
*Síndrome del ocaso o sundowning: ansiedad que aparece cuando cae el sol en las personas mayores con demencia*Las agujas de tejer como antena provisoria del televisor
*Cómo se descompone una familia
Pienso en listas y pienso necesariamente en Woody Allen, en el final de Manhattan, tirado en un sofá y grabando algunas cosas por las que vale la pena vivir. La peli es de 1979 y estas son las cosas que enumera.
1- Groucho Marx
2- Willy Mays (el beisbolista)
3- El segundo movimiento de la sinfonía “Júpiter” de Mozart
4- Louis Armstrong y su grabación “Potato head blues”
5- Algunas películas suecas
6- La educación sentimental de Flaubert
7- Marlon Brando
8- Frank Sinatra
9- Esas increíbles peras y manzanas de Cezanne
10- Los cangrejos de Sam Wo´s
11- El rostro de Tracy
Libros y más libros
Días atrás, el periodista y escritor Jorge Carrión, gran confeccionador de listas buenísimas, tuiteó:
“He aprovechado que me pasaba el día limpiando y ordenando la sección de ficción contemporánea de mi biblioteca para anotar el título de 15 novelas realmente importantes del siglo XX, que no deberían faltar en ninguna biografía lectora. Abro hilo con las ediciones que he leído”:
1- La montaña mágica, de Thomas Mann (Edhasa)
2- El entenado, de Juan José Saer (Rayo Verde)
3- Pedro Páramo, de Juan Rulfo (Cátedra)
4- Beloved, de Toni Morrison (PRH)
5- La pasión según G..H., de Clarice Lispector (Siruela)
6- Solaris, de Stanislaw Lem (Impedimenta)
7- Una tumba para Boris Davidovich, de Danilo Kis (Acantilado)
8- El cuento de la criada, de Margaret Atwood (Salamandra)
9- Los detectives salvajes, de Roberto Bolaño (Anagrama)
10- La plaza del diamante, de Mercé Rodoreda (Club Editor)
11- Las ciudades invisibles, de Italo Calvino (Siruela)
12- Claus y Lucas, de Agota Kristof (Libros del Asteroide)
13- Véase amor, de David Grossman (Tusquets)
14- La campana de cristal, de Sylvia Plath (Penguin Random House)
15- Confesiones de una máscara, de Yukio Mishima (Alianza)
Tal como dicen los expertos, hay satisfacción en confirmar cosas (cuántos de los libros mencionados por Carrión ya leí; cuántos buenos que quiero leer son legitimados por su lista) y también en darle un marco a lo ilimitado porque hoy, a partir de la enorme producción de libros, ese universo es cada vez más parecido al infinito.
Le escribí a Jordi para preguntarle por qué pensaba que nos gustan tanto las listas. Esto me dijo por DM de Twitter:
”Creo que vivimos en un momento de crisis de la prescripción y de exceso de oferta. La tormenta perfecta. Nos pasamos horas buscando qué ver en Netflix, qué escuchar en Spotify o qué comprar en una librería. Creo que mis listas de libros, series o podcast en Twitter encuentran una cierta audiencia porque es lo que necesitamos para orientarnos en el nuevo ecosistema. Alguien que conozca ese lenguaje y nos comparta su selección”.
Comparto esta mirada del autor de Membrana y Lo viral y admiro siempre la claridad que tiene para expresar sus ideas. Después de ver su lista, me acordé de esta otra, integrada por las novelas que elegí hace unos diez años para la sección “Los imprescindibles” del blog de Eterna Cadencia. Sigue siendo bastante parecida a lo que elegiría hoy. Creo que agregaría El jilguero, de Donna Tartt y tal vez Claus y Lucas. No tengo idea de cuáles sacaría...
1- Cumbres borrascosas, Emily Brontë
2- Pastoral americana, Philip Roth
3- La pérdida del reino, José Bianco
4- El limonero real, Juan José Saer
5- El mundo según Garp, John Irving
6- Anna Karenina, Leon Tolstoi
7- Ada o el ardor, Vladimir Nabokov
8- Sobre la belleza, de Zadie Smith
9- De vidas ajenas, Emmanuel Carrere
10- Desgracia, Coetzee
Lo que me gusta, lo que te gusta
Uno de los libros que más me gustó leer en estas semanas es No me acuerdo de nada, de Nora Ephron (1941-2012). Es el último libro que publicó en vida la gran periodista y guionista norteamericana y reúne textos breves y biográficos llenos de ingenio, humor e inteligencia.
El capítulo “Periodismo: una historia de amor” es glorioso. Allí Ephron -guionista de Cuando Harry conoció a Sally, guionista y directora de Sintonía de amor, Tienes un email y la maravillosa Heartburn, en Argentina conocida como El difícil arte de amar, protagonizada por Meryl Streep y Jack Nicholson, en la que contaba su historia de amor, infidelidades y fracasos con el periodista Carl Bernstein- narra sus comienzos en el oficio, a principio de la década del 60 del siglo pasado, un periodismo lleno de posibilidades y periodistas apasionados por su carrera. Nueva York, en 1962: piensen un segundo y seguro que ya les dan ganas de leer.
Pues bien, en el final del libro hay dos maravillosas listas que leí en su momento, cuando el libro se publicó en inglés. Son listas pero son, también, poemas de una vida, la de Nora Ephron, que sabía que le quedaba poco tiempo y elegía despedirse del mundo con la gracia y la elegancia que la caracterizaron y, afortunadamente, sin melodrama. Tienen unos cuantos años pero, sin embargo, en algunos puntos parecen de visionaria...
Cosas que no extrañaré
La piel seca.
Las cenas indigestas, como la de anoche.
El correo electrónico.
La tecnología en general.
Mi armario,
Lavarme el pelo.
El corpiño.
Los funerales.
La enfermedad por todas partes.
Las encuestas que demuestran que el 32% de los estadounidenses creen en el creacionismo.
Las encuestas.
La Fox.
El colapso del dólar.
A Joe Lieberman.
A Clarence Thomas.
El Bar Mitzvá.
Las mamografías.
Las flores secas.
El ruido de la aspiradora.
Las facturas.
El correo electrónico. Sé que ya lo he dicho, pero quiero subrayarlo.
La letra pequeña.
Las mesas redondas sobre las mujeres en el mundo del cine.
Demaquillarme todas las noches.
Cosas que extrañaré
A mis hijos.
A Nick,
La primavera.
El otoño.
Los waffles.
El concepto de waffles.
El tocino.
Pasear por el parque.
La idea de pasear por el parque.
El parque.
El festival Shakespeare in the Park.
La cama.
Leer en la cama.
Los fuegos artificiales.
Las risas.
La vista desde mi ventana.
El parpadeo de las luces.
La mantequilla.
Cenar en casa los dos solos.
Cenar con amigos en ciudades en las que ninguno de nosotros vivimos.
París.
El año que viene en Estambul.
Orgullo y prejuicio.
El árbol de Navidad.
La cena de Acción de Gracias.
El blog One for the Table.
El cerezo silvestre.
Darme un baño.
Cruzar el puente hacia Manhattan.
Las tortas.
Seguro que te conmoviste, como yo.
Y como las listas te obligan a hacer tus propias listas, no pude negarme. En un cruce entre la de Woody Allen y la más optimista de Ephron, acá van 30 cosas por las que creo que vale la pena estar viva.
Chet Baker
Ver encender un fuego.
El aroma de los tilos.
Dormir bajo un edredón de plumas.
El Hermitage de San Petersburgo.
Los Soprano.
El sol de invierno en la costa.
Los helados.
Los quesos.
Leer antes de dormir.
Las camisas celestes.
El Earl Grey.
La Pastoral americana de Philip Roth.
Cualquier ciudad ajena en domingo.
Las bibliotecas.
El olor a tostadas por la mañana.
El chocolate con menta.
”Madalena”, en la voz de Elis Regina.
Todo Caetano.
Los Sugus confitados.
Las playas de Boudin.
El verde de Matisse.
Los cuellos de Modigliani.
Las risas de mis hijos cuando están juntos.
La Suite Troileana.
Cualquier película con Daniel Auteuil.
Las historias de amor.
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Vamos llegando al final.
Quiero contarte que recibí muchos mensajes como respuesta a los newsletters anteriores. Evidentemente no soy la única que extraña la correspondencia de cartas que llegaban en sobres (de hecho, un lector me envió un mail en el que incluyó la foto de una carta manuscrita que me escribió especialmente) y muchos de ustedes escribieron para mandarme abrazos cálidos y mensajes adorables para acompañar mi duelo. En muchos casos, además, me contaron sus propias historias de duelo, algunas de ellas recientes.
Sepan que valoro enormemente que se hayan tomado el tiempo de mandarme un saludo y de contarme cosas de ustedes.
Esta vez les propongo que me escriban para mandarme sus listas de “cosas por las que vale la pena vivir”. En un ejercicio estimulante y luminoso, se los aseguro.
Me despido dejando una imagen de Matisse y sus verdes, una de esas cosas que me hacen bien. Se trata de Mujer con sombrero, una pintura que está en el Museo de Arte Moderno de San Francisco.
Te recuerdo que mi correo es hpomeraniec@infobae.com.
Hasta la próxima.
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