Tres lágrimas perladas caen. Sus ojos miran al centro, directos a las entrañas del visitante. Están expresivamente congeladas en el tiempo. El dolor de aquel instante, en que Frida Kahlo pintó Diego y yo, aún puede palparse. Y en esa capilla, montada especialmente para la ocasión, los visitantes se amontonan, algunos para observar la pequeña obra de cerca, otros para fotografiarla y fotografiarse junto a ella, y alguien dice, no sin humor, no sin algo de razón, que es una experiencia similar a la de ver a la Mona Lisa en el Louvre.
La obra de la artista mexicana forma parte de Tercer ojo, la mega muestra que el Museo de Arte Latinoamericano (Malba) presenta a partir de hoy compuesta por más de 200 piezas —pinturas, fotografías, esculturas e instalaciones— entre las que se encuentran las del acervo del espacio —muchas que salen a la luz desde la reserva— y las que pertenecen a la colección privada —más de 100— de quien fuera fundador del espacio porteño y hoy presidente honorario, Eduardo Costantini, algunas de ellas adquiridas en los últimos años y que se presentan públicamente, en algunos casos, después de décadas de estar “guardadas” en otras colecciones. En otras palabras, el Malba abre sus puertas con una renovación estética profunda y abarcativa que une a grandes nombres del modernismo del siglo XX con contemporáneos.
Bajo la tutela de la curadora en jefe del Malba, Marita García, se propone un viaje a través de dos grandes núcleos conceptuales, Habitar y Transformar, que a su vez poseen subdivisiones — Al límite, La tierra, La Ciudad, Construir, Urbanos, en el caso del primer núcleo y Lo social, Afrodescendencias, El dispositivo, La realidad, El cuerpo, La Palabra, en el segundo— a través de los cuales se indaga en problemáticas que comienzan a hacerse presente en las obras y por ende en las vidas de las sociedades a partir del siglo pasado como la sustentabilidad del planeta, las eternas demandas sociales y la mirada subjetiva a través de la autorrepresentación, por nombrar algunos.
En su propuesta laberíntica de múltiples salas, la muestra despliega cada uno de los temas de una manera accesible y coherente para todos los públicos, a partir de la comunión de artistas que se conectan y que, a su vez, provocan una transformación radical a aquellas obras que ya suelen estar expuestas. En ese sentido, es una experiencia abrumadora en estímulos, plena de detalles, por lo que lo ideal es dejarse poseer por un espíritu contemplantivo y no apurar el paso para ver a la estrella de la función.
Tercer ojo es una muestra A.M./P.M, antes y después del Malba. Así lo entiende Costantini, quien durante la presentación comentó que la “idea del diálogo, de la integración de ambas colecciones”, “que no pretender ser enciclopédica”, es “reunir diversos periodos y escuelas” y que el título de la muestra no solo refiere a la características compositivas de Diego y Yo, sino también que incluye a todas las personas que lo ayudaron a saber elegir las obras, desde su mentor Ricardo Estévez, los diferentes directores del Malba, galeristas y su esposa Elina, quien le “insistía para que comprara” la Frida. “La colección es el resultado de muchos ojos, que me llevaron a aportar esa cantidad de obras fundacionales que le dio la identidad al museo”, dijo.
La lista de participantes es, en un punto, bestial. Tercer ojo es una exhibición que sabe cómo interpelar a la sensibilidad y a la lógica, y si bien tiene en Diego y yo su punto cúlmine, se expande en imaginarios absorventes en todo su recorrido. En pos de generar un paneo de esta constelación de artistas destacados, se lucen en las dos niveles que conformar la muestra Liliana Porter, León Ferrari, Clorindo Testa, Guillermo Kuitca, Yente, Magdalena Jitrik, Miguel Covarrubias, Pettoruti, García Uriburu, Alfredo Jaar, Xul Solar, Juan O’Gorman, Horacio Coppola, Berni, José Cúneo, Torres García, Portinari, Botero, Seguí, De la Vega, Alberto Greco, Leónidas Gambartes, Figari, Raquel Forner, Mildred Burton, Grete Stern, Gego, Martín Blaszko, Juan Carlos Distéfano, Luis Fernando Benedit, Spilimbergo..... y más y más y más.
Las dos Fridas
Dicen los catadores de ánimos que hay ciertas sensaciones que pueden palparse en atmósferas cerradas. Si por ese saber nos guíamos, podríamos asegurar que la ansiedad reinaba en los minutos previos de comenzar el recorrido de prensa. Y se veía en los pasos apurados, en las contundencia de los cuerpos buscando el resquicio por el cual poder adentrarse con mayor velocidad a la capilla de la estrella invitada.
Diego y yo (1949) se presenta junto a Autorretrato con chango y loro (1942), una de las obras fundacionales que Costantini donó para conformar la Colección Malba, acompañadas por fotografías, cartas y objetos personales de la artista mexicana. Allí se pueden apreciar imágenes de diferentes momentos de su vida, correspondencia y un huipil que le perteneció.
La obra obtuvo la atención mundial debido a que cuando salió a subasta en Estados Unidos en noviembre de 2021 alcanzó un valor de casi USD 35, lo que la convirtió en la más cara de la historia de cualquier artista latinoamericano y, a su vez, cuadruplicó el anterior máximo histórico de la propia pintora mexicana, que había sido de USD 8 millones, en 2016.
La obra de pequeñas dimensiones —30 centímetros de alto y 22,4 de ancho—, es un autorretrato, algo clásico en la obra autorreferencial de Kahlo, que ya tenía una historia de “récord”, cuando en 1990 alcanzó los USD 1,4 millones, lo que supuso entonces la primera vez que se superó en una puja el millón por una obra de un artista de la región.
En el sentido de lo autobiográfico, la obra fue pintada en la época en la que Diego Rivera tuvo una relación amorosa con la estrella de cine María Félix, mientras le realizaba un retrato, affaire que llegó a la primera plana de los periódicos, y que es el último autorretrato finalizado por Kahlo antes de su muerte en 1954.
Por su parte, Autorretrato con Chango y Loro es una obra anterior, cuando la nacida en Coyoacán ya era reconocida por su trabajo tras exponer en Nueva York y París y formaba parte de una organización oficial del ministerio de Cultura para la divulgación, publicaciones, debates y otros etcéteras del acervo del país norteamericano.
Casada entonces en segundas nupcias con Rivera, la década del ‘40 fue muy prolífica en encargos de retratos de busto. De acuerdo a los especialistas esto sucedía porque, por un lado, le daba tiempo a Kahlo a producir en mayor cantidad y, por otro, los coleccionistas evitaban las representaciones de cuerpo entero, en las que el marco narrativo que proponía la artista podía generar ciertos “sobresaltos” en el concepto de arte como aparato para ser apreciado dentro del hogar. En cambio, estos retratos poseen, muchos de ellos, unos fondos de profusa vegetación y aparece acompañada por algunas de sus exóticas mascotas. La fórmula perfecta.
“Entiendo que Frida se esté llevando todas las miradas porque Frida es Frida, de eso no queda la menor duda, pero también hay otras obras que rajan la tierra”, comenta Costantini y enumera, entre otras, Urso de do Rego Monteiro; “una pequeña obra de Covarrubias”, y dos Alejandro Otero.
Además, anunció que las grandes ausentes Simpatía (La Rabia del gato) y Armonía (Autorretrato sugerente), ambas de Remedios Varo, serán expuestas una vez que regresen de su préstamo de la Bienal de Venecia, lo mismo con Baile de Tehuantepec, de Diego Rivera, que se encuentra en el MoMA de San Francisco.
Y es así. Tercer ojo es mucho más que la obra récord de Kahlo. Es también una oportunidad para ingresar en una vasta serie de obras y autores que formaron parte del modernismo lationamericano que dominó la escena durante el siglo XX.
Hagamos un recorrido rápido antes de ingresar en algunas imperdibles en particular. En este “dar vuelta” el museo en Habitar Al Límite arranca con la escultura O impossivel de Maria Martins con Familias, el rompecabezas de Jorge De la Vega, detrás y rodeada de un óleo del venezolano precursor del Arte Povera Armando Reverón, y Liliana Porter, León Ferrari, Frans Krajcberg, Mathias Goeritz, y otras que “buscan poner en tensión la concepción canónica de lo artístico”, dice Marita García.
Luego, aparece Abopuru de Tarsila de Amaral, en el espacio Habitar La Tierra, donde también surge Urso (1925) de Vicente do Rego Monteiro, que muestra la herencia cultural brasileña al tomar los colores tierra de la cerámica típica de la cultura Marajoara, que se había desarrollado en la desembocadura del río Amazonas en tiempos precolombinos, traspolando todo en formas sintéticas del cubismo y las vanguardias europeas y que, en palabras de crítico y poeta Mário de Andrade, develan tanto el “estado de espíritu nacional” como el impulso hacia el “arte nuevo”.
También allí aparecen José Antonio Da Silva, Rubem Valentim, junto a piezas de artistas herederos de pueblos originarios como Abel Rodríguez y Sheroanawe Hakihiiwe, en un espacio que “indaga en los mitos y las culturas antiguas”.
En Habitar Construir hacen su debut en el museo, Consumatum Est, una fantástica tempera de Juan O’Gorman; Fourteenth Street, un óleo sobre cartón de Joaquín Torres García; varias fotos de Horacio Coppola, un óleo de Mario Carreño; una escultura de Gonzalo Fonseca, que dialogan con un Berni de su época surrealista (La siesta y su sueño) y L’epicerie du bon poet, una obra en ese tono de lo onírico que estaba fuera de exhibición del mexicano Roberto Montenegro.
Pettorutti, por supuesto, aparece en diferentes momentos, en una de ellas junto a la escultura musical Tocadora de Banjo del ítalo-brasileño Victor Brecheret., como lo hacen varios trabajos de Rafael Barradas que fueron parte de Hombre Flecha en 2021.
La “mirada del artista blanco moderno representando la negritud y la perspectiva decolonial de los contemporáneo”, dice García, se presenta en un espacio en los que se confronta a Pedro Figari con Aline Motta, Rosana Paulino o Sonia Gomes; mientras que “las poéticas de la razón y las poéticas de lo onírico” se cruzan en los fotomontajes de Grete Sterne, las pinturas de Roberto Matta y Juan Batlle Planas en conflicto con las piezas de Helio Oiticica y Lygia Clark.
Otra “pareja” que brilla en el recorrido son las obras de Miguel Covarrubias y Rosa Rolanda (Rosemonde Cowan Ruelas, de nacimiento).
El hueso, caseína sobre papel, es una pieza del polifacético mexicano de 1940, realizada tras su regreso al país, período en el que ingresa con mayor potencia en las tradiciones y la antrolopología. Hay 6 Covarrubias en la muestra, dos hacen referencia a su estadía en Bali, isla que conoció en los 30′s tras casarse con Rolanda y a la que regresó luego para realizar trabajos sobre aquel Paisaje exuberante y Escenas de jungla; que se le suman a George Gershwin, An American in Paris realizada durante su estadía en Nueva York; y dos retratos políticos que se encuentran en Transformar, el segundo núcleo, y que tienen como protagonistas a Josef Stalin y Theodore Roosevelt vs. Franklin Delano Roosevelt, de la serie Impossible Interviews realizadas, al igual que la de Gershwin, para Vanity Fair, aunque en diferentes soportes.
Así que la muestra posee, en un punto, una pequeña micro expo de Covarrubias que con El Hueso, en la que construye el momento en que un maestro rural de rasgos indígenas espera con sus mejores ropas que algún hombre de poder lo reciba, se complementan diferentes etapas de su extensísima carrera.
El tercer ojo permite tener la oportunidad de apreciar a Tehuana, de la estadounidense Rolanda, un precioso óleo en el que retrata a la famosa actriz Dolores Del Río, una de las primeras estrellas femeninas latinoamericanas en triunfar en Hollywood. Como Kahlo, la también multifacética Rolanda —fue bailarina, coreógrafa, diseñadora de vestuario, fotógrafa y algunos etcéteras— fue una precursora en el uso de ropas tradicionales en la pintura y sus obras estuvieron centradas en mujeres indígenas, niñas, fiestas populares y autorretratos. Rolanda no se consideraba pintora, por lo que no exponía y vendía solo a sus conocidos, por lo que su obra no tuvo una apreciación en su tiempo y esa evaluación aún hoy está en deuda.
También en Habitantes se muestra Retrato de Berta Singerman, del guatemalteco Carlos Mérida, una obra temprana anterior a sus indagaciones abstractas-constructivistas que comenzaron con su viaje a París en el ‘27, año en que está fechada esta pieza en la que captura a la actriz ruso-argentina, como un Autorretrato de la franco-mexicana Alice Rahon, precursora del expresionismo abstracto en la región, ambas de la Colección Costantini.
También se exponen Elevador social, de Rubens Gerchman, y Maquete para Meu Espelho, de Antonio Dias, obras que en las últimas semanas estuvo relacionadas con un bizarro caso de un robo entre familiares de la Colección Boghici, en Transformar junto a Olho por Olho de Augusto de Campos; Soldados mexicanos, de José Clemente Orozco; 9 de abril, de Alipio Jaramillo, que se presentan en sociedad.
De origen cubano, protegido de Picasso, Wifredo Lam regresó a su país después de vivir en París en el ‘41, para realizar algunas de sus obras más emblemáticas como La jungla, que se encuentra en el MoMA, y Omi Obini (1943), que por USD $9.6 millones también marcó el precio top de venta para el artista vanguardista. Fue en esta dédada, también, en que su obra comenzó a tener mayor difusión y la gracia de la crítica y el público de EE.UU.
“Lam comenzó con un gran fondo de lo maravilloso y lo primitivo dentro de él, y buscó alcanzar el punto más alto de la conciencia asimilando luego las disciplinas más hábiles del arte europeo”, escribió André Breton sobre aquella época del artista en la que ingresó en la espesura de la vegetación tropical y en los mitos de las antiguas deidades negras ancestrales y ritos de origen africano que conformaban a su patria.
Luego de una sala también sobre romper el dispositivo, con piezas de marco recortado de Carmelo Arden Quin, Blaszko, Dorr y Melé, junto a las de Gumier Maier y Fernanda Laguna, el recorrido continúa en el área detrás de la tienda de libros, en la que se indaga sobre la palabra donde se destaca Windows, de Mariela Scafati.
En resumen, el listado de obras podría seguir ad infinitum, y toda enumeración resulta un tanto injusta para Tercer ojo ya que es tanto una muestra enorme en volumen, como en texturas y materiales, que sin dudas más allá de su “estrella” es una de las propuestas más nutritivas del calendario 2022 y, quizá, el tiempo dirá, se encuentre entre las más importantes del Malba que, como dijo alguien al pasar, no sin humor, no sin algo de razón, “va a romper récords de selfies”.
*Tercer ojo hasta el 1/9/23, en el Malba, Av. Figueroa Alcorta 3415, CABA. Jueves a lunes de 12:00 a 20:00; miércoles de 11:00 a 20:00, martes cerrado. Entradas: de jueves a lunes, General: $900; estudiantes, docentes y jubilados acreditados: $450; menores de 5 años y personas con discapacidad: sin cargo. Miércoles, General: $350; estudiantes, docentes y jubilados con acreditación,sin cargo. Personas con discapacidad: sin cargo.
SEGUIR LEYENDO