La belleza de la semana: “Trabajando el mármol”, de Jean-Léon Gérôme

En este singular lienzo, el pintor francés —que también era escultor— se retrata a sí mismo. Lo vemos a él, a la modelo desnuda, a la obra en construcción que va tomando forma y a toda la intimidad del acto creativo

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“Trabajando el mármol” (1890) de
“Trabajando el mármol” (1890) de Jean-Léon Gérôme

Si como escribió el autor inglés John Ruskin, que “la escultura no consiste en el simple labrado de la forma de una cosa, sino el labrado de su efecto”, entonces ¿qué vemos cuando alguien esculpe el mármol? Efectivamente, no se trata de un trabajo funcional, no se trata de “copiar” algo sobre la piedra. En todo caso lo que se busca es copiar algo que no se ve con claridad: su efecto. “Para mí la escultura es divinidad”, decía Jacques Lipchitz. Quizás tenga razón.

En el siglo XVI, Giorgio Vasari escribió que “el escultor saca todo lo superfluo y reduce el material a la forma que existe dentro de la mente del artista”. Acá hay una clave para pensar este singular arte. El escultor no copia sobre la piedra el cuerpo que posa frente a él. Al menos no es lo que busca. Se trata, más bien, de establecer una imagen imaginaria —que solo “existe dentro de la mente del artista”— a partir del cuerpo modelo para luego construirla. Como dijo Ruskin: su efecto.

En la pintura, sobre todo antes de que exista la fotografía, muchos artistas decidieron plasmar en el lienzo esa escena magnífica: la de un escultor trabajando su piedra a partir de un modelo. Quizás una de las mejores sea Trabajando en mármol de 1890, un óleo sobre lienzo de Jean-Léon Gérôme, que se encuentra en el Museo de Arte de Dahesh y es considerado una cumbre en la pintura académica.

Escultura de Jean-Léon Gérôme: “Tanagra”
Escultura de Jean-Léon Gérôme: “Tanagra” (1890) en el Musée d’Orsay

El único museo en los Estados Unidos dedicado a la colección y exhibición de arte académico europeo de los siglos XIX y XX se llama Museo de Arte de Dahesh. Ubicado en Manhattan, ciudad de Nueva York, se originó con el escritor y filósofo libanés Salim Moussa Achi, cuyo seudónimo era Dr. Dahesh. Posee una colección de más de 2000 pinturas académicas. Sin dudas, una de las joyas es Trabajando en mármol.

Gérôme nació en Vesoul el 11 de mayo de 1824. Fue un destacado pintor en su época. En sus obras convivían la historia, la mitología, el orientalismo, retratos y otros temas. Dicen que fue el que llevó al academicismo tradicional a un clímax artístico. Estudió en la Académie Julian, donde trabajó para Paul Delaroche, a quien acompañó en su viaje por Italia entre 1844 y 1845. Su influencia es notoria.

“Pigmalión y Galatea” (1890) de
“Pigmalión y Galatea” (1890) de Jean-Léon Gérôme

Además de pintor —aquí está el dato clave—, Gérôme fue pintor. ¿Cómo, sino, podría pintar semejante escena? Volvamos al cuadro. Lo que vemos en este autorretrato es, según la descripción que hace el Museo de Arte de Dahesh, “un resumen de la notable carrera como pintor y escultor”, pero también es una conmemoración de su famosa escultura Tanagra creada en 1890 y que se encuentra en el Musée d’Orsay en París.

También aparece, al fondo, en la pared, su pintura hecha ese mismo año: 1890. Se titula Pygmalion y Galatea, las vistas frontales. Hay otra, igual, pero de distinto ángulo, que está en el Met de Nueva York. Ambas son oníricas, mágicas. La escena la toma de la metamorfosis de Ovidio y representa al escultor Pigmalión besando su estatua Galatea en el momento en que la diosa Afrodita le da vida. ¿No es acaso el sueño de todo escultor —de todo artista, en realidad—: que su obra cobre vida?

En Trabajando en mármol lo vemos en su estudio. Los historiadores develan una falsedad: su taller quedaba en el segundo piso, así que era imposible que haya ingresado allí un mármol sin terminar de semejante tamaño. Tampoco nos importa demasiado hoy. Sabemos que no se atenía a la realidad, que enseguida podía hacer que esa escultura cobre vida, que se abre con su creador, incluso que bailen. No importa lo que pasó, sino —otra vez— el efecto.

“Pigmalión y Galatea, las vistas
“Pigmalión y Galatea, las vistas frontales” (1890) de Jean-Léon Gérôme

El Museo sostiene en su descripción que esta pintura “evoca poderosamente la interacción continua entre pintura y escultura, realidad y artificio, además de resaltar la naturaleza inherentemente teatral del estudio del artista”. Sin dudas, algo teatral, escenográfico, incluso performático se cuela en la obra. Vemos todos los materiales de trabajo, vemos el lugar, la luz que entra por la ventana, la belleza de la modelo, cómo resalta el mármol, la pose del artista, el gesto dedicado.

La escritora estadounidense Kathleen Rooney publicó en 2011 la novela Desnuda: mi vida como objeto donde retrata esa escena clásica, pero no desde el lugar del artista, mucho menos de un espectador voyeur, sino desde quien posa. Podría ayudarnos a entender la intimidad de la pintura. La autora escribe: “Los primeros 30 segundos de desnudez son siempre los más crispantes, los más cargados de electricidad para mí y para los que me rodean”.

“El momento en que me quito la bata es un sobresalto amable, una sorpresa, una especia de lavado de ojos. Mi desnudez puede parecer irreal, como si fuese algo que en realidad no puede estar ocurriendo, como si esa persona, una desconocida, no pudiera presentarse desnuda y permitir, además, que otras dibujen su cuerpo. Mi desnudez también puede producir una sensación hiperrealista, como si esa misma persona fuese el objeto más tridimensional en el espacio”, escribe.

Jean-Léon Gérôme, por Nadar
Jean-Léon Gérôme, por Nadar

Pocos artistas han sido tan meticulosos como Jean-Léon Gérôme. Su objetivo era pintar, sí, pero también esculpir, y en algún momento pensó que podía meter una cosa dentro e la otra, como una mamushka, como un juego óptico que nadie se daría cuenta más que él. Bueno, y nosotros, que mucho tiempo después logramos apreciar la belleza, la intimidad y la potencia de un cuadro que da cuenta de los efectos del arte.

El 10 de enero de 1904 Gérôme estaba en su taller. Trabajaba como cualquier día de su vida. Estaba frente a un retrato de Rembrandt. Se desplomó. Cuando los médicos lo vieron, ya estaba muerto. Tuvo un entierro sencillo, incluso sin flores. A la misa de réquiem fueron varios pintores, escritores, incluso políticos y hasta un expresidente. Está enterrado en el Cementerio de Montmartre de París.

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