Tome una pausa. Regrese a la imagen que abre este artículo y, como si fuera un show televisivo, determine cuál o cuáles de los seis cuadros que aparecen pertenecen a Johannes Vermeer y cuáles son falsificaciones. El resultado (quizá) lo sorprenda.
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Hubo un tiempo que fue hermoso para la Galería Nacional de Washington (NGA). EE.UU.; un tiempo en el que tuvo 6 cuadros de Johannes Vermeer, un número notablemente alto si se piensa que entre todas las que hay en el mundo no llegan a las 40. Después fueron 4, tras no quedar duda de que dos eran burdas falsificaciones y, en la actualidad, solo tiene dos, pero eso podría estar a punto de cambiar. O ya habría cambiado.
Durante el cierre por pandemia, la NGA pudo darse el lujo de descolgar 4 pinturas que posee siempre en exhibición, dos de las cuales no hay ninguna duda de que pertenecen a uno de los pintores neerlandeses más reconocidos del barroco, como Mujer sosteniendo una balanza (1664) y Joven escribiendo (1665), y otras dos sobre la que había dudas con respecto a su autoría y que se presentaban con el cartelito “Atribuida a”, lo que significa que se cree que las habría pintado, pero no hay forma de asegurarlo. O sea, existen elementos que ponen en duda su autoría.
Las 6 obras, las reales, las dudosas y las falsas, formarán parte de Los secretos de Vermeer que el museo abrirá al público el 8 de octubre, pero no será lo único que el publico disfrutará en esas fechas, ya que el examen con nuevas tecnologías tuvo como objetivo determinar si las dos piezas conflictivas —Niña con flauta (1665-75) y Joven con sombrero rojo (1666-67)— salieron o no de su mano. Entonces, dejarán su estatus de “atribuidas” para pasar a pertenecer a Vermeer o, en el peor de los casos, ser categorizadas como anónimas.
Pero el análisis de las 4 obras no solo resolverá este conflicto histórico, sino que además reveló información sobre el método pictórico del autor de La joven de la perla que sorprendió a los investigadores.
Una nueva mirada sobre Vermeer
Puntilloso. Perfeccionista. Detallista al extremo. Cuidadoso en cada una de sus pinceladas. Estas eran descripciones genéricas que se han escrito sobre Vermeer, del que se considera que se tomaba muchísimo tiempo para cada encargo debido a que no trabaja para el mercado, sino para encargos de particulares.
Los afortunados que pueden pararse frente a uno de sus cuadros podrían, en un abrir y cerrar de ojos, confirmar todas esas aseveraciones que los historiadores del arte han repetido como un mantra debido a que en estos las pinceladas no parecen fluir, sino ser parte de la vida misma, una precisa superposición que imita la realidad. Pero, el estudio científico, demuestra —una vez más— que por más que se crea saber mucho sobre arte, en realidad seguimos sin saber nada sobre los artistas.
Debajo de Mujer sosteniendo una balanza se descubrió que cohabitan capas de pinceladas espontáneas, gruesas, que presentan un escenario muy distinto al que se puede apreciar sobre la pulida superficie terminada. “Este descubrimiento cuestiona la suposición común de que el artista era un perfeccionista laboriosamente lento”, dijo uno de los investigadores de la NGA.
Si bien se espera la resolución —y las razones científicas que la avalen— Niña con flauta y Joven con sombrero rojo han aparecido ya en catálogos como obras del artistas. A veces soñar el sueño es más bonito que despertar, aunque en este caso parece que la ensoñación tendrá final final ya que hay pistas claras de que ambas piezas pasarán a formar el corto legado del pintor de Delft.
En 2023, el Rijksmuseum de Ámsterdam desarrollará la “exposición más grande de la historia” dedicada al maestro neerlandés del siglo XVII, que incluirá prestamos de todo el mundo y se organizará en colaboración con el Mauritshuis de La Haya. Esta será, anunciaron los espacios, la última vez que las obras de Vermeer viajarán para reunirse en una sala debido a temas de conservación, de cuidados de piezas que son muy frágiles, por lo que no solo será “la más grande”, sino también la única oportunidad de vivir tamaño evento pictórico.
La muestra incluirá no solo a La joven de la perla, propiedad del Mauritshuis, “la otra Mona Lisa”, sino también a los que son propiedad del Rijksmuseum, como La lechera (1658-1660) y La callejuela (1657-1658), entre otros. Si bien se desconoce quién es la joven a la que Scarlett Johansson dio vida en la película de 2004, para la directora del Mauritshuis, Martine Gosselink, no hay dudas de que es “la chica neerlandesa más famosa del mundo” y que “una exposición de Vermeer sin ella simplemente no sería una exposición de Vermeer”.
También, ya se confirmó, que se contará con El Geógrafo (1668-1669), propiedad del Museo Städel de Fráncfort del Meno; Una dama escribe una carta con su sirvienta (1670-1671), de la Galería Nacional de Irlanda, en Dublín, y, entre otras.... las cuatro piezas que pertenecen a la galería estadounidense, lo que sería un indicador de que tanto Niña con flauta y Joven con sombrero rojo, lograrán el estatus esperado.
También estará por primera vez a Países Bajos la obra Una niña leyendo una carta junto a la ventana abierta (1657-1659), de la Galería de Pinturas de los Maestros Antiguos de Dresde, en Alemania, que luego de ser estudiada por tres años reveló su nuevo aspecto al mundo.
Desde 1979 se sabía que la esta obra no era la versión original del maestro, ya que a través de una prueba con rayos X surgió un Cupido de cuerpo entero colgado en la pared detrás de la joven, lo que no se podía asegurar era si la eliminación del tapiz había sido una decisión del artista. Cuando los estudiosos pudieron determinar que alguien, probablemente después de la muerte del neerlandés, había pintado sobre la obra, se procedió a regresar al dios del amor al cuadro a partir de un laborioso proceso realizado con un bisturí fino bajo un microscopio.
“Vermeer es uno de los pintores más famosos de Países Bajos, junto a Rembrandt, Van Gogh y Mondrian. No hubiéramos creído que tantos museos estuvieran dispuestos a prestar sus obras”, señaló Taco Dibbits, director del Rijksmuseum. Y añadió que con esta exposición pueden “presentar a una nueva generación la pintura de Vermeer al más alto nivel y los resultados de las últimas investigaciones”.
Pero volvamos a Washington. A falta de la palabra oficial, fuentes cercanas al museo aseguran que no hay dudas de que Joven con sombrero rojo es un Vermeer, pero del análisis surgió otro dato inesperado que rompe con toda la literatura sobre el autor.
A través de técnicas de imágenes de reflectancia hiperespectral, encontraron que debajo de la pintura había un retrato inacabado de un hombre con un sombrero de ala ancha, lo que sugiere que el artista remodeló su tema original. Eso fue sorprendente porque en su legado hay una predominancia de retratos de mujeres. Esto podría abrir una puerta a que en el futuro otras obras que representan a hombres con una factura similar puedan ser estudiadas con más detalle y se sumen a su legado.
Joven con una flauta fue descubierta en 1906 y donada al museo en 1942. En los 50′s, Pieter Swillens, experto en el artista, sentenció que no era auténtica y en los 90′s, el propio curador de la NGA y experto en Vermeer, Arthur Wheelock, también la cuestionó y desde entonces se presenta con el cartelito de “atribuida”, sin embargo no todos los especialistas compartían la misma opinión.
Uno de los mayores problemas de la obra es que su mala conservación dificultó la posibilidad de determinar la atribución, además de haber sido fechada con un lapso de una década, lo que demostraría que fue una obra a la que fue dejando de lado. Todas estas circunstancias, dicen los especialistas, es que a simple vista el cuadro no tenga la factura reconocible de Vermeer y pareciera una copia bastante buena.
Por otro lado, en la exhibición Los secretos de Vermeer de la NGA también se presentarán las dos falsificaciones, que fueron realizadas durante el siglo XX: La encajera, una versión libre de la obra homónima que se encuentra en el Museo del Louvre, y La joven sonriendo, que presenta una extraña expresión.
Las mujeres de Vermeer suelen tener cierta adustez, concentradas en su tareas o sumergidas en su mundo interior, no suelen mostrar expresiones relacionadas al júbilo, aunque hay excepciones, claro, como sucede en Dama con dos caballeros o Muchacha con copa de vino (1659-1660), localizada en el museo más antiguo de arte de Europa, el alemán Herzog Anton Ulrich-Museum de Brunswick, pieza que quizá haya sido la inspiración para la apócrifa joven sonriente de la NGA.
Ambas piezas, que fueron aceptadas como verdaderas hasta los ‘80, habrían sido creadas alrededor de 1920, momento en el que el trabajo de Vermeer se había vuelto altamente coleccionable y fueron donadas por el banquero Andrew Mellon en 1937.
La apreciación de las obras de Vermeer a inicios del siglo XX es parte del proceso de la recuperación de artistas fuera del canon italo-anglo-francés que dominaba la escena. El primero en notar su obra fue Jean-Baptiste Pierre Le Brun —el más destacado marchante, crítico y conocedor de arte francés del XVIII—, quien escribió: “Ese van der Meer, sobre quien los historiadores no han hablado, merece especial atención”.
Luego, William Bürger (Théophile Thoré su nombre original), influyente historiador y crítico de arte francés del XIX, se enamoró del artista al que denominó la “Esfinge de Delft” y dedicó parte de su vida a buscar su obras por Europa. Encontró alrededor de 70 piezas, muchas de las cuales luego fueron atribuidas a otros pintores. En total, dos tercios de los Vermeer hoy reconocidos son gracias a su tarea.
Vermeer siquiera era reconocido en su tierra. Tanto es así que Pieter Roelofs, Jefe de Pinturas y Esculturas en el Rijksmuseum, explica que cuando el espacio se inauguró en 1880 su misión era tener a los mejores pintores del país y allí estaban en toda su plenitud artistas como Gerard van Honthorst, Jan Lievens y Jan Steen, pero Vermeer apenas aparecía en un pequeño rincón.
En 2023 se cumplirán casi tres décadas de la última gran exposición sobre Vermeer en los Países Bajos, que se organizó en el Mauritshuis de La Haya en 1996, y que reunió 22 pinturas que atrajeron a más de 450 mil visitantes, siendo así la muestra más visitada en la historia del espacio. El tiempo dirá si la propuesta del Rijksmuseum logrará romper aquella marca. Todo indica que sí.
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