Un psiquiatra innovador y un ingeniero que enloqueció en un faro, protagonistas de la fascinante novela de Diego Muzzio

El escritor argentino radicado en Francia habla de “El ojo de Goliat”, una ficción en la que recupera el formato clásico para contar una historia en la que los personajes principales no consiguen olvidar sus acciones durante la Primera Guerra Mundial

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"Los personajes cuando cobran vida empiezan a moverse por sí mismos, cobran cierta independencia del escritor", dice Muzzio.
"Los personajes cuando cobran vida empiezan a moverse por sí mismos, cobran cierta independencia del escritor", dice Muzzio.

Diego Muzzio nació en Buenos Aires en 1969 y reside en Francia hace varios años. Es poeta, narrador para adultos, chicos y jóvenes y docente de castellano. Algunos de sus libros son Mockba, Las esferas invisibles, El sistema defensivo de los muertos, Galería de malhechores y Doscientos canguros.

Editorial Entropía publicó recientemente El ojo de Goliat, lo que podría llamarse su primera ficción de largo aliento, que cuenta una historia que transcurre a comienzos del siglo XX y en la que el personaje de Edward Pierce es un psiquiatra inglés a quien le solicitan tratamiento para un caso particular, el del ingeniero David Bradley, quien enloqueció mientras se ocupaba de inspeccionar un faro ubicado en un islote en el Atlántico Sur. El pedido lo hace un familiar de Robert Louis Stevenson, el creador de El extraño caso del Doctor Jekyll y Mr. Hyde y, aunque podría pensarse que se trata de un personaje menor, su presencia marca un eje de la novela y es el tratamiento de la figura del doble.

La novela tiene una trama clásica y tiene aventura, enigma, elementos sobrenaturales, reflexiones sobre la ciencia, filosofía existencial y una mirada amplia e inteligente sobre la violencia ya que la historia gira alrededor de personajes para quienes la Primera Guerra Mundial marcó un hito dramático. La historia es muy atractiva, así como es también una muestra de gran destreza narrativa de su autor la cantidad de géneros que habitan la novela. Un punto aparte es el tratamiento de la lengua castellana y, podríamos decir, argentina, de una elegancia inusual y que cualquier buen lector agradece.

Lo que sigue es la transcripción de la charla que mantuvimos semanas atrás vía Zoom.

Gran parte de los Stevenson fueron constructores de faros salvo Robert, el escritor, que escapó a ese destino familiar, cuenta Muzzio en esta charla.
Gran parte de los Stevenson fueron constructores de faros salvo Robert, el escritor, que escapó a ese destino familiar, cuenta Muzzio en esta charla.

— En tu novela es muy potente el tema de la psiquiatría, pero como señala Luciano Lamberti en la contratapa, aparece como un desprendimiento de la literatura fantástica. Me gustaría un poco saber cómo llegó eso a vos. Si es una obsesión, si es algo en lo que tenías ganas de trabajar…

— No, fue algo que yo fui descubriendo también a medida que iba escribiendo la novela, que se fue presentando a medida que avanzaba en el texto. A veces los escritores decimos que los personajes se nos escapan y yo creo que es verdad; los personajes cuando cobran vida empiezan a moverse por sí mismos, cobran cierta independencia del escritor. Cuando empecé a escribir la novela yo no tenía pensado que Pierce, el psiquiatra, iba a escribir al mismo tiempo su libro sobre el trabajo que él iba haciendo con sus pacientes. Así que para mí eso también fue sorpresivo pero encajaba después muy bien en el texto eso de que al mismo tiempo escribiera su experiencia.

— ¿Esto quiere decir que Pierce estuvo en el origen de tu plan de novela?

— Sí, Pierce estaba en el origen. Lo queyo tenía claro era que iba a ser la relación entre este psiquiatra que quiere emplear unos métodos experimentales para la época experimentales y su paciente, eso sí lo tenía claro desde el principio. Después, el shock. Como digo siempre, parto de una idea muy general y la historia se me va revelando a mí también mientras voy escribiendo. Mucho de la historia se va armando a medida que la escribo. En ese sentido no hago un plan previo. Tengo algunas cosas y si la idea me entusiasma lo suficiente empiezo a escribir y dejo una gran parte librada al azar y a los personajes.

— Pero te quiero insistir con esto: decís que tenías a Pierce, decís que sabías que la novela iba a tratar sobre justamente sobre el tratamiento de Pierce con un paciente en particular, pero ¿qué más tenías para decir “me voy a sentar a escribir porque quiero escribir una novela sobre esto”?

— Tenía la historia del otro personaje principal, que es Bradley. Su pecado durante la guerra, eso que él no puede confesar, eso que lo enloquece y su estadía en el faro. Eso lo tenía claro porque quería trabajar con las dos cosas, con la Primera Guerra y con el faro que, bueno, los faros para mí siempre han sido sitios muy atrayentes, muy misteriosos. Y luego la controversia de Pierce con los alemanes, con Steinheimer, con el Círculo de Munich y todo eso se fue dando a medida que escribía. Y el final también, porque el final de la primera versión no es el mismo del final de la novela terminada. Pero bueno, lo que tenía como núcleo del libro era la llegada de este paciente al St. Bartholomew.

— El hospicio.

— El hospicio. Y el diario que le escribe en el faro. De eso partí, digamos.

— Y el personaje de Stevenson, el primo de Robert, el escritor, ¿cuándo aparece? ¿Mientras estabas escribiendo se te ocurre poner un Stevenson ahí como nexo?

— Sí, se me ocurrió, justamente… Fue una de las primeras cosas que me sorprendieron, se me apareció así en la historia porque, bueno, gran parte de los Stevenson fueron constructores de faros salvo Robert, el escritor, que escapó a ese destino familiar, ¿no? Me venía bien que fuera justamente este primo de Robert Louis Stevenson el que llevara a Bradley a la clínica de Pierce. Y a partir de ahí yo también me di cuenta - insisto, yo como escritor muchas veces no sé muy bien a dónde voy y la historia se me va revelando a medida que la escribo- de que en realidad estaba tratando también el tema del doble.

— Claro, de eso te iba a hablar. Con solo mencionar Stevenson uno piensa en Doctor Jekyll y Mr. Hyde ¿no?

— Claro, sí.

"De alguna manera, lo que hoy o hace 20 o 30 años, cuando yo empecé a escribir, podría ser vanguardia sería una vuelta a lo clásico", dice Muzzio. (https://www.delnaranjo.com/)
"De alguna manera, lo que hoy o hace 20 o 30 años, cuando yo empecé a escribir, podría ser vanguardia sería una vuelta a lo clásico", dice Muzzio. (https://www.delnaranjo.com/)

— Entonces ahí ya entrás de algún modo a una novela en donde aparece el tema de los pares. No solo los dobles sino los pares, todo el tiempo.

— Exactamente. Pero bueno, me di cuenta a medida que iba escribiendo pero decidí potenciarlo todo lo posible. Y por eso todo es de alguna manera doble; cada personaje tiene su doble o su antítesis y eso se puede ver a lo largo de toda la novela, incluso en los epígrafes que abren cada capítulo.

— Acabás de mencionar la cuestión de la estructura. Que yo no diría que es estrictamente original, lo que sí diría es que la originalidad en tu novela se da que en este momento pareciera que ser vanguardia es volver a escribir literatura clásica. Me gustaría que me contaras si pensaste en algo de esto mientras trabajabas en la novela.

— No mientras trabajaba esta novela pero es algo que pienso hace muchos años. Que, de alguna manera, lo que hoy o hace 20 o 30 años, cuando yo empecé a escribir, podría ser vanguardia sería una vuelta a lo clásico. Pero más allá de eso, pienso que uno siempre escribe el tipo de libro que le gustaría leer. Y bueno, yo leo mucho, a mí me gustan mucho las historias clásicas, las historias en las cuales puedo sumergirme y perderme. Y por eso releo mucho también; me gusta que me cuenten una historia y que yo me pueda creer esa historia más allá de que sea fantástica o realista o el género que fuera. Me gusta mucho leer una historia bien construida. Y eso es lo que intenté hacer.

Imagen de "Alicia en el pais de una maestra. 70 versiones de Alicia en el Pais de las Maravillas", de 2021. Muestra de libros en la Biblioteca "la Chicharra", en La Plata.  Patricia Goretti, centro de la foto. (Eva Cabrera)
Imagen de "Alicia en el pais de una maestra. 70 versiones de Alicia en el Pais de las Maravillas", de 2021. Muestra de libros en la Biblioteca "la Chicharra", en La Plata. Patricia Goretti, centro de la foto. (Eva Cabrera)

— Es un universo de hombres porque transcurre en un tiempo y en un espacio que era literalmente un tiempo y un espacio de hombres, ¿no? Sin embargo hay un personaje, el de Anne, que es una mujer que trae otra cosa y otro tono, no solo porque fue un amor que se frustró sino que trae también otra rama de la literatura porque con ella y sus mensajes aparece Alicia en el país de las maravillas. Cómo surgió esa idea.

— Bueno, creo que surgió para darle un poco de humanidad a este psiquiatra tan golpeado por lo que vivió en la guerra y tan sumergido en su mundo, en su trabajo, en sus investigaciones. Y me parecía que hacía falta ahí una figura femenina aunque Anne prácticamente no aparece. No está en el presente de la historia y cuando aparece no se sabe si es ella o es su hermana, para seguir con el tema del doble. Y el libro de Alicia aparece porque a mí es un libro que siempre me encantó, que siempre me voló la cabeza y me parece uno de los mejores libros de la literatura universal. Así que se me coló ahí con el personaje de Anne; que ella sea fanática justamente de Alicia en el país de las maravillas me la hizo muchísimo más simpática para mí mismo.

— ¿Estuviste en algún faro alguna vez?, no solo mirándolo de afuera, digo.

— Sí, visité algunos faros, acá en Francia. Lamentablemente no estaba solo porque son visitas a faros museos, entonces uno está rodeado de gente. Pero siempre tuve esa misma sensación de lugares muy misteriosos, un poco siniestros también, y eso que eran faros de tierra firme, digamos. No me quiero ni imaginar un faro en un islote cerca de la costa de Bretaña, por ejemplo, pero rodeado del océano, ¿no? Estar solo ahí o estar de a dos en ese tipo de situación… Los guardianes de faros deberían ser personas realmente bastante especiales para soportar eso.

— Si te dijeran que te van a dejar durante una semana en un faro en un islote y te van a dejar la comida y te van a dejar todo lo que necesitás, que simplemente tenés que racionar todo eso. ¿Te gustaría hacer esa experiencia?

— Sí, me encantaría. Me encantaría. Sí, sí, me gustaría mucho. Una semana me gustaría mucho. Ahora, si me decís por tiempo indeterminado, no. Una semana sí, lo haría sin pensarlo.

— Otra cosa que te quiero preguntar también en términos autobiográficos pero vinculado a tu personaje Pierce es si padeces de cefaleas.

— No, para nada. Por suerte no.

— O sea que todo lo que escribís y describís en relación a las cefaleas de tu psiquiatra es ficción.

— Sí, viene de mi imaginación. De lo que yo me imaginé que podía sentir una persona con ese tipo de dolencia, de problema.

— Me gustaría que cuentes en qué consiste exactamente y cuándo surgen estas cefaleas del pobre Pierce.

— Bueno, Pierce estuvo trabajando como psiquiatra estudiando casos de neurosis de guerra en las primeras líneas en las trincheras durante la Primera Guerra Mundial y a causa del estallido de un obús recibe una esquirla en el parietal que es inoperable. Le dicen que es mejor dejarla, que su vida no corre riesgo. Y, efectivamente, no se opera. Pero al tiempo comienza a sentir estos terribles dolores de cabeza que vienen y van y que aparentemente no tienen ningún detonante. No es a causa del estrés o a causa de la cantidad de trabajo. Aparecen y desaparecen, sufre esta dolencia que lo incapacita. Durante esos ataques tiene que recurrir a la morfina o tiene que dormir y después pasa y él puede seguir con su vida. Pero siempre está latente la posibilidad de que estas cefaleas regresen y él sabe que van a volver pero no sabe cuándo, en qué momento se van a presentar. Entonces es algo que está siempre ahí como una bomba a punto de explotar, todo el tiempo.

— De bombas hay mucho en El ojo de Goliat. Se cuentan muchas historias en la novela, hay muchos microrrelatos muy atractivos incrustados, cada uno de ellos podría ser un relato mayor en sí mismo. ¿Estas historias surgen como creación? ¿Muchas de esas las tenías como de haberlas leído en algún lado y te venían bien para la novela que estabas escribiendo?

— No, son creaciones mías salvo alguna. Por ejemplo en algún momento uno de los personajes, Bradley justamente, le escribe a Stevenson que en un momento durante la guerra está en un cráter de obús y cae un obús muy cerca de él y levanta el barro y, con el barro, se levanta un cadáver podrido y que, cuando la explosión cesa, vuelve a caer. Eso sí lo leí en un libro de la Primera Guerra. Pero el resto no, el resto son historias que fui incrustando ahí efectivamente como decís, siempre como microrrelatos.

— Sí, porque al mismo tiempo yo pensaba, tu “Galería de malhechores” y pensaba que en esta novela también tenés una galería de malhechores.

— Sí, hay varios.

— Y Ushuaia a comienzos del siglo XX además es el espacio ideal para que surjan historias de malhechores pero también la guerra, la violencia, la miseria humana también son espacio propicio para la aparición de malhechores, ¿no?

— Sí, claro. No voy a revelar mucho sobre el tema, pero eso es lo que sucede justamente con el personaje del ingeniero Bradley. Que es hasta dónde está dispuesto a ir uno para seguir vivo en una circunstancia de tensión extrema como puede ser una guerra y, sobre todo, como fue la Primera Guerra Mundial, en la que los hombres no estaban acostumbrados a ese despliegue de locura y de violencia.

Hasta dónde sería capaz uno de ir para seguir vivo y cuál es el precio que hay que pagar después por seguir vivo es uno de los temas que trata la novela de Diego Muzzio.
Hasta dónde sería capaz uno de ir para seguir vivo y cuál es el precio que hay que pagar después por seguir vivo es uno de los temas que trata la novela de Diego Muzzio.

— Una carnicería, lo que seguimos llamando una carnicería, sí.

— Sí, sí. Esa circunstancia de extrema y permanente violencia. Hasta dónde sería capaz uno de ir para seguir vivo y cuál es el precio que hay que pagar después por seguir vivo, justamente. Bueno, ese también es uno de los temas que trata la novela.

— Sí. Más allá de que es un relato con un formato clásico, algo de enigma, misterio y aventura aparecen reflexiones y miradas sobre temas existenciales, sobre la culpa o esta idea del doble de la que hablábamos. Aparecen muchas cuestiones que son clásicas de la literatura pero también de la filosofía, en un punto.

— Sí, bueno, pienso que finalmente siempre nos estamos preguntando por las mismas cosas, ¿no? La vida, la muerte, el amor, la culpa, la amistad. Son los temas que animan todo el arte en general, pienso.

— Sí. Otras temas que aparecen en la novela tienen que ver con la lectura, por un lado, y por otro con el lenguaje. Los personajes son como lectores de textos y de signos de otros personajes, ¿no? Y después está la pérdida del lenguaje del que va escribiendo a medida que se va quedando sin las palabras.

— Sí, efectivamente. Bueno, Pierce justamente es un lector pero no es un lector de ficción. Su novela preferida es Doctor Jekyll y Mr. Hyde pero porque ve ahí justamente algo que atañe a su dominio que es la psiquiatría, el desdoblamiento de personalidad. Y él dice que no lee ficción, que le parece una pérdida de tiempo. Y Bradley, por su lado, también en algún momento lo dice y uno de los pocos libros que se lleva con él es un manual de matemáticas porque él es ingeniero. Aunque aparece ahí también un libro de poesía que no sabe cómo llegó hasta él. Y que después se puede inferir cómo llegó finalmente, ¿no? La balada del viejo marinero, de Coleridge. Pero bueno, son lectores bastante particulares porque Bradley también lee y siente un regodeo al leer el diario del antiguo guardián del faro, Evans, un hombre que asesinó a su mujer y a su hija y las embalsamó. No puede dejar de leer ese diario en el que también se ve la locura de Evans, cómo va perdiendo paulatinamente la razón en ese faro. Y por eso digo que son lectores bastante particulares. Y después está Steinheimer, el psiquiatra alemán, que también lo es a su manera porque logra ver el mecanismo que utiliza Pierce para su propio libro y le termina diciendo lo que para estos psiquiatras es como un insulto: usted escribió una novela, esto no es un libro de psiquiatría. Esto es una novela, esto es ficción.

— Rebajándolo.

— Rebajándolo.

— Es interesante pensar que una de las cosas más maravillosas que se dijo siempre de Freud, más allá de sus hallazgos, era lo bien que escribía, ¿no?

— Sí claro. Pero bueno, incluso el mismo Pierce lo dice en un momento. Dice que él tiene que escribir su libro -donde describe su método psiquiátrico- para hipnotizar a sus lectores. Como si estuviese escribiendo finalmente una novela o un relato fantástico. Y yo creo que esa es la responsabilidad de todo escritor cuando se sienta a escribir: hipnotizar de alguna forma a sus lectores. Prohibirles abandonar la lectura.

"Tropas de asalto adelantadas con máscaras de gas", pintura sobre la Primera Guerra del expresionista alemán Otto Dix (1924)
"Tropas de asalto adelantadas con máscaras de gas", pintura sobre la Primera Guerra del expresionista alemán Otto Dix (1924)

— Claro. Estuviste leyendo mucho sobre la Primera Guerra Mundial para escribir la novela. ¿Y estuviste viendo arte? Porque hay un arte fabuloso sobre la Primera Guerra, con el expresionismo alemán.

— Sí, sí. Justamente hace muy poco en España estuve visitando el Museo Reina Sofía donde había, justamente, una exposición de expresionistas alemanes. Pero sí, hace muchos años que leo sobre la Primera Guerra y tengo la gran ventaja de vivir aquí en Francia hace bastante tiempo y de poder visitar de vez en cuando museos dedicados al tema o sitios donde hubo combates. Aquí, en Francia, entre las familias francesas es algo que está muy presente. Cada pequeño pueblo tiene su monumento a los combatientes de la Primera Guerra. Mi mujer es francesa y en su familia hubo combatientes en la Primera Guerra y mi suegra tiene en su casa el casco de su abuelo. Así que eso es algo que todavía sigue, con la Segunda Guerra pasa exactamente lo mismo. Entonces tuve -entre comillas- la suerte de estar cerca de todo ese escenario; es algo que me apasiona hace mucho tiempo y leo todo lo que puedo sobre el tema.

— ¿Vivir lejos de tu país de origen te permite de algún modo concentrarte más en la literatura?

— Sí, bueno, tengo la ventaja también de trabajar como profesor de español. Y, efectivamente, uno tiene más tiempo y más disponibilidad para la lectura y para la escritura. Sin dudas tengo más tiempo que el que tenía cuando vivía en Argentina. La contrapartida es que no puedo estar muy cerca ni leer todo lo que se va publicando en Argentina. Me llegan algunas cosas. Cuando viajo puedo comprar libros que tengo ganas de leer. Pero no los tengo así en lo inmediato y es algo que me gustaría. Poder estar más al tanto o leer mucho más de todo lo que se va publicando en Argentina, que es mucho y que es muy bueno.

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