Ya se decía en la película 9 reinas (con variaciones): “Sectas hay. Lo que faltan son financistas”. Y es que hay tantas sectas como ideas sobre ellas hay. Porque ¿Qué es una secta? Según la Real Academia Española, se trata de una “doctrina religiosa o ideológica que se aparta de lo que se considera ortodoxo”. Imaginemos el primer siglo de esta era, con toda una serie de feligreses judíos, o ex judíos, que señalaban que el Mesías había llegado ya, y muerto y resucitado en el año 33. Eran repudiados por los practicantes judíos de la época en Medio Oriente como por los representantes imperiales de Roma, que adscribían a una religión más politeísta y de prácticas en el libertinaje. En cambio, aquellos judíos no ortodoxos, o llamados a sí mismos como “cristianos”, realizaban su culto en catacumbas, es decir: cuevas, pasadizos, capillas subterráneas, ya que además de todo el Estado los perseguía debido al ahínco con que planteaban su fe y el número de feligreses que se les unía. Eran una secta. Hasta que llegaron los “financistas de 9 Reinas”.
En un proceso veloz, si se lo mira con perspectiva histórica, en el año 380 mediante el Edicto de Tesalónica que, muy pícaro (si se quiere ver) adoptaba las tesis de Pedro pero se reservaba el derecho de perseguir y reprimir a aquellas iglesias cristianas que no obedecieran lo votado en el Concilio de Nicea, que establecía la santidad de Jesús, quitándole su rasgo de “hombre”, que defendieron muchos luego hasta con la muerte. Claro, esos sí que pertenecían a una secta.
Sectas, sectas, sectas.
¿Recuerdan El nombre de la rosa? La novela de Umberto Eco que transcurre en el medioevo en la que una serie de crímenes enturbian una reunión para decidir si los franciscanos, esos seguidores de Francisco de Asís, eran una secta hereje o podían convivir con las otras órdenes del catolicismo. En cierto momento, el fraile Guillermo de Baskerville reconoce a un “dulcineo” y le explica a Adso, su discípulo, qué quiere decir eso. Sucede que los dulcineos era los seguidores de Dulcino, un fraile al que no le gustaba la riqueza de la Iglesia católica, cada vez más terrenal, y que en 1303 conformó su propio grupo, una secta, que propugnaba por la oposición a la jerarquía católica y la conversión de la iglesia a los ideales de pobreza y humildad; la oposición al sistema feudal; la liberación de los hombres de cualquier restricción; la organización de una sociedad igualitaria, de ayuda y respeto mutuos, basada en la propiedad comunitaria y en la igualdad de sexos. Ah, y practicaban el sexo libre. Nada muy diferente de los hippies sesentistas. Sin embargo, la Iglesia decretó una cruzada que atacó a sangre y fuego a los diez mil dulcineos que vivían en los valles. Dulcino fue arrastrado entre las piedras hasta morir desfigurado, Margueritha su esposa fue quemada en la hoguera hasta que el fuego se extinguió. La iglesia medieval era bárbara contra las sectas.
¡Las brujas! Pobres mujeres. En el momento en el que el capitalismo se desarrollaba y con tal fin debía pasar la creación de un proletariado que fuera expulsado de las tierras que cultivaba para pasar a incorporarse al ciclo industrial, en el que por ese momento, no tenían espacio las mujeres, que se reunían, podían llegar a manifestarse frente al hambre y el abandono que habían sufrido ellas y sus hijos y ser identificadas entonces como “brujas”. Lo cuenta bien Silvia Federici en su libro Calibán y la bruja: el proceso dio lugar a uno de los mayores genocidios realizados por la Iglesia católica a lo largo de dos siglos a través de la Inquisición. ¿Y la Inquisición en América, sobre todo México y Perú? Los católicos saben, históricamente, cómo deshacerse de las sectas.
Aunque no parece ser así ahora: si se detienen en el Opus Dei, que intenta captar a los jóvenes poderosos y de familias ricas para empoderar más a la fracción católica, hermética, que funciona con sus propios miembros numerarios y supernumerarios, que son adeptos al cilicio (unos accesorios que ubican en los muslos para auto brindarse dolor en el nombre de la divinidad y los pecados realizados y que pueden tener unos lindos modelitos que fingen su carácter de autotortura) y que, a la vez que apoyan todo movimiento político reaccionario, fueron premiados por Juan Pablo II con la canonización de su fundador Josemaría Escrivá de Balaguer. Una secta en trayectoria ascendente, se podría decir.
Claro que las sectas destructivas, en uso de esa categoría, existen como tales, y tienen como principal fin el hacerse de los fondos de los creyentes, quienes los entregan a cambio de formar parte de un ambiente en que sienten un bienestar colectivo que no habían sentido antes, ya sea por desavenencias familiares, espíritus frágiles, susceptibles a la dominación. Pueden ser destructivas en el peor grado. Como Heaven’s Gate, cuyos miembros establecieron una comunidad fundada por Marshall Applewhite y que llegó a reunir a 39 adeptos que creían en la comunicación de su líder con los extraterrestres, que decidieron un día que llegaba la hora de ser eyectados de la Tierra (que iba a llegar a su fin) y que en los preparativos se automutilaron los genitales, grabaron una despedida para los familiares que no pertenecían a la secta destructiva y, en el momento en el que cometa Hale Bopp se llegaba su punto de máxima cercanía (y en el que viajaba una nave extraterrestre a la que se incorporarían), tomaron veneno. Unos días después sus cadáveres fueron encontrados en sus camas, cubiertos todos por una manta que, se sospecha, fue puesta por el líder Applewhite, que también murió. La historia es tremenda. Tal nivel de demencia colectiva es fascinante. Y así se puede ver en el documental de 4 capítulos de HBO Max Heaven’s Gate: the cult of cults.
Frente a estos fenómenos el periodista Alejandro Agostinelli, autor de Invasores. Historias reales de extraterrestres en la Argentina y editor de la web www.factorelblog.com, dice: “No sé si está bien decir que ‘existen sectas que captan la voluntad’ porque la voluntad de las personas adultas está sometida a fuerzas sociales, culturales, educacionales, familiares, psicológicas, económicas que no dependen exclusivamente del grupo al cual deciden pertenecer. Dentro de los grupos controvertidos (religiosos, filosóficos, políticos, etc.) existen factores de influencia psicosocial variable.
—¿Y los casos en discusión actuales, como los presuntos delitos cometidos por la Escuela de Yoga de Buenos Aires? ¿No hay una manipulación de la voluntad si se entregan ahorros o grandes cantidades de dinero a un grupo así?
—Las personas pueden ser más o menos sumisas a un liderazgo pero a la vez estas personas deciden a partir de situaciones personales cambiantes según el caso. Hay quienes sintonizan con una idea nueva atractiva enraizada en sus inquietudes o creencias previas y encuentran una misión en su vida, hay quienes necesitan abandonar una relación o una familia asfixiante… Cada caso es distinto. Ahora bien, nadie niega la habilidad que tienen ciertas personas para abusar de la confianza de sus seguidores, militantes, alumnos, hijos, etc., para obtener beneficios. Esto pasa en determinados grupos y organizaciones. Si estos grupos limitan la interacción con familiares u otros afectos y marcan una división muy contrastada entre el grupo y el mundo exterior, lo más prudente es tratar de mantener el vínculo y no llamar a un Pablo Salum para que lo rescate. El grupo nunca debe ser tu enemigo encarnizado. Es echar leña al fuego.
Bueno, daría un poco de no sé qué ser enemigo encarnizado de los señores que decidieron irse al cielo, por ejemplo.
¿Y en El Reino, la producción de Netflix sobre una iglesia evangélica en la que abundan más las máquinas de contar dinero que las biblias en las mesitas de luz? Alguien podía salir lastimado, si recuerdan, al final de la primera temporada, y escapa. Ya llega la segunda, ¡qué nervios!, ¿cómo continuará? En The righteous Gemstones, una serie de dos temporadas de 2020 con el gran John Goodman, también cada celebración de su iglesia evangélica familiar recaudaba fondos para para los Gemstones similares a los PBI de varios países de Latinoamérica. Sin embargo, eran brutalmente adorables, como casi todos los líderes carismáticos que deciden el negocio de sus vidas y fundan una secta o se meten a un monasterio.
Finalmente, el problema de las sectas sería poder anticiparse, ¿no es cierto? Pero eso sería imposible, ya que sólo la realización de un daño sobre sus seguidores daría cuenta de la destructividad de tal secta, iglesia, grupo, Estado Islámico, cadena de oración… Y así.
La palabra clave, por sospechosa, que debería investigar siempre la justicia, es “dios”.
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